De cara a la segunda vuelta electoral, El Mercurio , como vocero oficioso de la derecha política y sociológica, ha estallado en un coro de espantos ante la segura derrota de su candidata, Evelyn Matthei. Si un corresponsal extranjero sólo dispusiera de ese periódico como fuente de sus crónicas, seguramente nos contaría que Chile está […]
De cara a la segunda vuelta electoral, El Mercurio , como vocero oficioso de la derecha política y sociológica, ha estallado en un coro de espantos ante la segura derrota de su candidata, Evelyn Matthei. Si un corresponsal extranjero sólo dispusiera de ese periódico como fuente de sus crónicas, seguramente nos contaría que Chile está en el umbral del socialismo: la Nueva Mayoría, versión remasterizada de la Unidad Popular, dotada de un amplio quórum parlamentario, se dispone a avasallar a las personas de bien, que con su propio esfuerzo y talento han labrado el progreso de este país. «Momios, junten miedo» se trasluce tras cada titular del «diario de Agustín». El problema es que ni El Mercurio se cree a estas alturas sus propios argumentos. Todos comprendemos que si no se logra provocar una ola irracional de terror colectivo, masivo y descontrolado, Evelyn Matthei va a recibir una derrota vergonzante.
La semana previa a la primera vuelta, Leonardo Suárez, director de estudios de Larraín Vial, redactó un informe de coyuntura en el que dejó muy claro a los grandes inversionistas lo que verdaderamente debían esperar del escenario electoral(1). Y su conclusión es muy explícita: «Con Bachelet, la torta podría crecer menos, pero se distribuiría de forma menos inequitativa», dice. «Estamos lejos de vislumbrar una democracia chavista o kirchneriana» en 2014-2018, como algunos proyectan», desinflando sin compasión todos los argumentos del periódico que dirige Cristián Zegers.
Lo que para Larraín Vial interesa es muy acotado: con Bachelet el gasto en educación subirá del 4 al 6%, como en Singapur o en Europa. «Ello no sería relevante para el mercado». Tampoco sería inconveniente una AFP estatal, siempre que funcione como un banco más del sistema. En salud una nueva ley de Isapres sólo reduciría las utilidades de las aseguradoras. La corredora de Bolsa da a entender que los inversionistas estarían dispuestos a aceptar un alza de los impuestos del 20 al 25% bajo la condición de no tocar el FUT (Fondo de Utilidades Tributarias) que permite a las grandes empresas tributar sólo sobre las utilidades retiradas y no sobre su totalidad.
Respecto a los cambios institucionales y constitucionales, lo que Larraín Vial remarca es que el programa de la Nueva Mayoría es ambiguo respecto al Banco Central. Por una parte, Bachelet afirma que «se le reconoce su autonomía» pero agrega que «la ley establecerá la medida de la autonomía y la configuración de sus competencias». Esta pequeña coletilla, que podría llegar a significar algún grado de regulación específica a las competencias del ente emisor, es lo único que Suárez invoca como realmente peligroso para sus lectores. Ni la Asamblea Constituyente ni el fin del binominal le quitan el sueño. Porque la gran conclusión con que cierra su informe es taxativa: «Chile seguirá con un modelo económico de libre mercado, integrado financiera y comercialmente en el mundo».
Todo indica que ya se ha configurado un «pacto» político-empresarial que ha dejado a los mayores empresarios e inversionistas si bien no del todo satisfechos, al menos bastante conformes. Sólo restaría afinar la «letra chica», que es a lo que apunta Larraín Vial, a la espera de que se anuncie el nombre del nuevo ministro de Hacienda. ¿Cómo se pudo llegar a fraguar semejante acuerdo?
Una pista la dio el Wall Street Journal en un artículo del 11 de noviembre pasado, en el que arremetió sin la menor diplomacia en contra del gobierno(2). El texto califica a Sebastián Piñera de gobernante populista, excéntrico, arbitrario y caprichoso que al igual que el ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha sido «reacio a defender los derechos individuales cuando creen que saben más». Wall Street le recrimina a Piñera su absoluta falta de formalidad institucional: «Los caprichos de Piñera han sido más peligrosos. Durante los primeros días de su gobierno, puso fin a la construcción de una planta de electricidad a carbón, tal como pedían los ambientalistas que protestaban en las calles. GDF Suez GSZ.FR había invertido 15 millones de dólares en evaluaciones y en procesos para superar las barreras regulatorias. Piñera, sin embargo, se puso del lado de los manifestantes y le hizo una ‘sugerencia’ -tal como lo explicó en una visita a las oficinas de The Wall Street Journal en septiembre-, al máximo ejecutivo de la compañía de que trasladara la planta. El proyecto se canceló y los inversionistas se marcharon».
El periódico neoyorkino afirma que Piñera «no ha sido ningún adalid de la libertad económica», y le acusa de introducir la licencia de maternidad de seis meses y de incrementar los impuestos a las empresas después del terremoto: «Se suponía que el alza iba a ser temporal. Pero cuando los estudiantes, encabezados por activistas comunistas, salieron a las calles en 2011 para exigir una educación universitaria financiada por el Estado, Piñera ideó un generoso paquete de subsidios y concesiones para complacerlos, y el aumento de impuestos se volvió permanente». Wall Street acusa a Piñera de entender su paso por la Presidencia «como el de un genio que sale de la lámpara y otorga deseos cuando le viene en gana».
Lo que «los mercados» demandan a gritos, por boca de Larraín Vial, Wall Street Journal , The Economist , o del inefable Andrés Oppenheimer, es muy simple: reglas claras, y previsibles con gobernabilidad y estabilidad social, aunque haya que pagar un poco más de impuestos. Bachelet y la Nueva Mayoría lo garantizan ampliamente, y ofrecen además un proyecto muy parecido al brasileño: un Estado activo, que apalanca estructuralmente a un empresariado que sale a conquistar el mundo. Lo que más temen es que el «Aladino» Piñera se prolongue en las veleidades de una Evelyn Matthei que un día amanece liberal, dispuesta a subir los impuestos y al día siguiente promete gobernar con la Biblia en la mano.
El Mercurio mismo entiende perfectamente que los dados ya están echados. Por eso el 24 de noviembre se limitaba a levantar el acta del desastre: «Estos -grandes empresas nacionales y transnacionales- desnivelaron sus aportes a favor de Bachelet al extremo de sofocar materialmente la candidatura de Matthei». Curioso masoquismo el de las transnacionales.
Notas
(1) Leonardo Suárez. «Chile: oposición tendría los 4/7 del Senado, lo que sería inesperado. ¿Más tributos y menos recaudación a repartir?». Departamento de estudios Larraín Vial. 12 de noviembre de 2013.
(2) Mary Anastasia O’Grady. «Chile se dispone a dar un giro hacia la izquierda». Wall Street Journal . 11 noviembre 2013.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 795, 6 de diciembre, 2013