La reciente audiencia celebrada en Miami de reducción de condena de Antonio Guerrero fue la primera de las audiencias en el proceso judicial impuesto a los Cinco a la que he asistido estando uno de ellos presentes. El motivo principal que quise estar presente en ésta es que quería conocer personalmente a Antonio. Y […]
La reciente audiencia celebrada en Miami de reducción de condena de Antonio Guerrero fue la primera de las audiencias en el proceso judicial impuesto a los Cinco a la que he asistido estando uno de ellos presentes. El motivo principal que quise estar presente en ésta es que quería conocer personalmente a Antonio.
Y ahí al frente y de espaldas a nosotros lo tuvimos por espacio de casi cuatro horas. Entró por una puerta lateral situada hacia el frente de la sala, y a todos nosotros que nos encontrábamos al fondo de la sala, que acompañando a su madre y a su hermana estábamos presentes para apoyarlo, nos miró con satisfacción y aplomo, mientras caminaba con sus tobillos encadenados hacia su puesto frente a una mesa al lado de su eminente abogado, Leonard Weinglass.
En ningún momento al preso le es permitido establecer contacto alguno con otras personas en la sala, siquiera visual, con excepción de su abogado. Terrible castigo este que hiede a tortura. Más presión y frustación por esa razón tenía que haber sentido Antonio durante la audiencia.
Antonio aparenta su edad. Precisamente el pasado viernes, 16 de octubre, cumplió 51 años de vida. Y como durante la audiencia Weinglass le recordara a la jueza, ha estado preso y aislado de sus seres queridos durante once años, los últimos siete de éstos en una prisión de máxima seguridad: desde sus 39 años, «el corazón de su vida», como elocuentemente calificara Weinglass a estos largos años de la vida de Antonio sufrida en prisión.
Está blancuzco, debido a la falta de sol, parte del cruel régimen diario en ese tipo de cárceles. Permanece delgado y un tanto físicamente frágil, lo que se me afirma por quienes íntimamente lo conocen, que es normal en él. Durante el transcurso de la audiencia se mantuvo ecuánime y firme. Irradía la serenidad de aquel que está consciente de su responsabilidad con su pueblo y ante la historia, como, de la misma manera siempre han gallardamente demostrado, sus otros cuatro hermanos.
Hay otras dos cuestiones en relación a esta audiencia que debo tratar.. La primera es la razón por el acuerdo entre la defensa y la fiscalía, el cual recomendaba al tribunal que su nueva condena fuese 20 años de prisión. Debe estar claro que este acuerdo nada tiene que ver con el reconocimiento de culpabilidad del cargo falsamente imputado por el gobierno de Estados Unidos a Antonio por Conspiración para Cometer Espionaje.
Este acuerdo solamente tiene que ver con la condena a cadena perpetua que arbitrariamente se le impuso a Antonio por ese cargo. Acuerdo que obligó a la terrible jueza Joan Lenard –quien presidio el juicio en el 2001 y les impuso a los Cinco esas bárbaras condenas- a imponerle esa tarde a Antonio 21 años y 10 meses de prisión, el límite mínimo recomendado por la guía federal de condenas. A todos presentes en la sala fue evidente que la jueza Lenard se retorcía de rabia porque, obligada por las circunstancias, no pudo imponerle a Antonio una condena más cruel aún.
Miente la derecha, enfurecida al saber que en el peor de los casos Antonio ahora saldría de prisión en aproximadante siete años –en vez de poder mantenerlo encarcelado por el resto de su vida como era el propósito de su condena anterior- al afirmar desvergonzadamente que Antonio reconoció su culpabilidad al aceptar ese acuerdo. El acuerdo sólo tuvo que ver con la condena. Nada más.
La segunda cuestión a tratar es realmente asombrosa. Es la explicación de la fiscalía -del gobierno de Estados Unidos- descrita por la fiscal, Caroline Heck Miller, la misma fiscal que representó al gobierno en el juicio seguido contra los Cinco, de las razones por las cuales la fiscalía llegó al acuerdo con el abogado de Antonio sobre la condena de 20 años recomendada por ambas partes al tribunal.
Las razones son de carácter político y no de carácter jurídico ni humanitario. Es el reconocimiento por parte del gobierno de Estados Unidos que la opinión pública, en este país y en el mundo, le es adversa y condenatoria como resultado de la naturaleza falaz y arbitraria del proceso judicial mantenido en contra de los Cinco y de sus resultantes condenas. Estado de opinión que es de tal magnitud que daña los intereses de Estados Unidos. En nada exagero su extraordinario pronunciamiento.
Tal es así que la jueza Lenard enfurecida con la fiscal la increpó diciéndole que cómo era posible que ella mantuviera ahora esa posición cuando por seis meses, durante el transcurso del juicio, en el 2001, calificó a Antonio de peligroso enemigo cuyas acciones había puesto en peligro la seguridad nacional, y que fue la base de habérsele encontrado culpable del cargo de Conspiración para Cometer Espionaje y por tal condenado por la propia jueza Lenard a cadena perpetua.
Es así como en ese momento en esta audiencia se hicieron evidentes todas las mentiras en contra de los Cinco. El gobierno puso al descubierto que éste siempre ha sido un proceso político que nunca tuvo que ver con la verdad.
La afirmación de la fiscal Heck Miller es un evidente reconocimiento al éxito de los resultados obtenidos por el movimiento político en todo el mundo que por todos estos años ha venido denunciando el carácter arbitrario y mendaz de este proceso seguido por parte del gobierno de Estados Unidos en contra de los Cinco e inalterablemente exigiendo su inmediata libertad. Ahora más que nunca este movimiento tiene que redoblar sus esfuerzos hasta verlos libres.
* Andrés Gómez es director de Areítodigital
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.