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Una carta a Joaquín Miras sobre subjetividad y proyectos de emancipación

Fuentes: Rebelión

Querido Joaquín: Muchas gracias por tu amable nota, así como por el notable texto sobre «La dificultad de desnaturalizar nuestra forma de vida», más la sugestiva coda del intercambio entre Salvador y tú que lo acompaña. Me parece que era inevitable que de la cuestión de la subjetividad se derivaran de inmediato múltiples arborescencias, algo […]

Querido Joaquín:

Muchas gracias por tu amable nota, así como por el notable texto sobre «La dificultad de desnaturalizar nuestra forma de vida», más la sugestiva coda del intercambio entre Salvador y tú que lo acompaña. Me parece que era inevitable que de la cuestión de la subjetividad se derivaran de inmediato múltiples arborescencias, algo fácilmente constatable en tu texto y en el cruce de ideas a que da lugar. No me cabe duda, además, que no pocas de las cuestiones que habéis abordado son de importancia real en el intento de recomponer desde una perspectiva necesariamente crítica el proyecto de emancipación. Tomando pie en alguno de los pasos de vuestros textos, permíteme que incluya en esta nota de agradecimiento un par de consideraciones.

A mi ver resulta pertinente situar la alusión a la metodología popperiana del «ensayo/error» dentro de la problemática del creer/saber, una problemática que incluso afecta asertos incuestionados desde Aristóteles. Como por ejemplo ese mismo, debido al propio Estagirita, de que el hombre es un animal que desea «saber»; ¿acaso no sería más apropiado afirmar que el hombre es una animal que lo que desea primordialmente es «creer»? Me parece que la pregunta adquiere, si cabe, mayor pertinencia si se la sitúa en el contexto -eminentemente político- de vuestra reflexión. Porque no creo que sea discutible el hecho de que la mayoría de la población, salvo una parte cuantitativamente minoritaria interesada en ignorarlo, «sabe» que el sistema es una pura aberración, y que antepone a ese «saber» una serie de imaginarios de fuerte componente «creencial» (centralidad de la economía, bondades de la expansión indefinida de la pseudo-racionalidad de la producción y del consumo, hedonismo barato, etc.: la lista de supersticiones es inacabable). Una constatación semejante legitima cualquier incertidumbre, en particular la que pueda girar en torno a otro interrogante no menos pertinente que el anterior, y que cada uno de nosotros responderá mediante un optimismo/pesimismo de gradación variable: ¿nos encontramos en una fase caracterizada por un letargo provisional -por tanto con salida- asentada en un superable «conformismo generalizado», o más bien hemos entrado desde hace un par de décadas en una prolongada regresión histórica de inescrutable término -y salida-?

La posibilidad de transformación depende -también- de que se «crea» en ella, así como, sobre todo, de que se posea la suficiente voluntad como para emprenderla. Tanto Sacristán como Castoriadis insistían en que el «creer» debe de ir indisolublemente ligado al «querer», a la voluntad (cuya raíz está en el deseo), de lo contrario, poco o nada es lo que puede hacerse: lo registramos todos los días. Y eso hace emerger de nuevo la cuestión de la subjetividad o, por mejor decir, de la recomposición de la misma cuando los sujetos tradicionales en que se materializó históricamente han modificado su naturaleza. En este sentido, no me parece en absoluto casual que ambos pensadores mostraran una notoria beligerancia en relación al marxismo cientifista -objetivista-, tan en boga durante años. Como bien sabes, frente a la intención de presentar el marxismo como una ciencia desencarnada (Althusser, Colletti, Della Volpe et minoresque alii), Castoriadis y Sacristán reivindicaron la importancia del subjetivismo revolucionario. No es difícil advertir que la atención que ambos dispensaron al surgimiento de nuevos movimientos sociales enraizados en problemas, digamos con Sacristán, post-leninistas, así como la común desconfianza manifestada en relación a los -falsos- poderes demiúrgicos de la Gran Teoría, guardan estrecha relación con el apremio con el que se dedicaron a repensar no pocos de los obstáculos con los que la propia tradición (teoría y praxis) seguía desconstituyendo cuanto favoreciera el surgimiento y consolidación de dicha subjetividad. Ahí es nada. Incidentalmente: no sé si estarás de acuerdo conmigo en interpretar determinados episodios históricos de la tradición (La Comuna, Soviets, colectivizaciones 36/37, etc.) como «momentos» en los cuales la subjetividad alcanza dos de sus mayores logros: a) hacer visible que el lugar «verdadero» de la política no es el que tan reduccionista como resignadamente se le atribuye: el lugar de la política está en todas partes, «es» la sociedad entera. Y b) mostrar in acto su capacidad para crear nuevas formas (eidos) de existencia basadas en la auto-organización y la radical autonomía, individual y colectiva. En mi opinión, semejante capacidad, empíricamente desmostrable, permite, entre otras cosas, refutar -también- la arrogancia mediante la que suele desplegarse el desastrado discurso hegemónico de estos infortunados tiempos.

Apunte final sobre derrotas y derrotados. Comparto sin reserva alguna la perspectiva desde la que ambos contempláis el asunto. Ciertamente, habrá quien pueda juzgarla escorada en exceso hacia el babor romántico. De hacerlo así, se equivocaría. Al igual que lo expresó E. P. Thompson, siempre he pensado que se siente uno en mejor compañía con los vencidos que con quienes han salido (¿momentáneamente?) victoriosos y prosiguen vendiéndonos «lo que hay» como la única -«natural»- realidad. Inútilmente. Nadie va a convencernos de que el sentido del movimiento emancipatorio ha encontrado finalmente su epifanía en Saura o en Herrera. Del contenido general de tu texto, así como del de las intervenciones que lo cierra, no cuesta inferir que el proyecto de emancipación prosigue reclamando el esfuerzo de todos cuantos (derrotados hoy, sí, pero quién sabe mañana: la historia es sorpresa, decía Castoriadis) participan de la idea de aquel brillante lógico francés, Jean Cavaillès, fusilado por los nazis (1944):»On ne combat pas pour être libre, mais parce qu´on l´est déjà.»

Nada más, salvo rogarte que llegado el momento tengas la amabilidad de comunicarme fechas y espacio donde tendrán lugar las jornadas a las cuales aludes en tu nota: me complacería mucho poder asistir a ellas.

Muchas gracias por todas tus atenciones.

Un abrazo,

Jordi

 

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.