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Una consideración del historiador José Luis Martín Ramos sobre el derecho de autodeterminación

Fuentes: Rebelión

Fue profesor mío -y de mi compañera- en la Universidad Autónoma de Barcelona (pública por supuesto). Pocos, muy pocos como él. Luego, también entonces, he leído (una parte de) su obra. Vale la pena. No creo que haya muchos historiadores a su altura en lo que respecta a nuestra guerra civil (y también en otros […]


Fue profesor mío -y de mi compañera- en la Universidad Autónoma de Barcelona (pública por supuesto). Pocos, muy pocos como él. Luego, también entonces, he leído (una parte de) su obra. Vale la pena. No creo que haya muchos historiadores a su altura en lo que respecta a nuestra guerra civil (y también en otros temas, la historia del movimiento comunista por ejemplo, una wikipedia sin errores viviente). Como polemista, como discutidor con razones, paciencia, tenacidad y documentación, es un maestro del que siempre se aprende (algunas lo vivimos diariamente en Espai Marx). Como científico, investigador y ciudadano concernido, pocos -y muy pocas- siguen su camino. No es fácil, otros senderos son mucho más cómodos. Algunas vamos cogidas de su mano desde hace tiempo. Estamos, nos sentimos, en grata compañía.

El pasado 11 de julio me envío una carta, de las que se conservan como tesoros para siempre, de la que extraigo la siguiente consideración sobre el derecho de autodeterminación, lo que algunas y algunos -disimulando, aunque ahora cada vez menos- llaman «dret a decidir», un tema que sigue causando estragos en una izquierda, extraviada en ocasiones, en momentos donde debería demostrar su mayor lucidez y consistencia. Luchar contra las clases dominantes y hegemónicas exige luchar contra la ideología o cosmovisión que amparan y difunden, una perspectiva -la suya, el nacionalismo secesionista amigo de la Liga del Norte- que está causando estragos entre amplios sectores de las clases populares en Cataluña. Nos separa de compañeras que viven en otros lugares y nos divide aquí. Dos desastres en un mismo golpe. Los de arriba encantados. Nos jalean y nos dicen, como le ocurrió a Nuet (mientras Anna Simó se moría de risa), que nos portamos muy bien, que lo hacemos com cal, como toca.

Su texto, el texto de Marín Ramos, son tres puntos. En el primero se explica el papel del derecho de autodeterminación, de libre determinación se suele decir también, en la historia del movimiento comunista: no ha sido considerado un derecho natural.

El derecho de autodeterminación -el derecho a decidir- nunca ha sido considerado en el movimiento comunista como un derecho natural, de reconocimiento urbi e orbi y al margen de toda consideración política, sino como un derecho político surgido de y sujeto a la historia. En segundo lugar, su ejercicio ha sido también situado en cada momento concreto; un derecho político cuyo ejercicio está sometido a formas y condiciones. En tercer lugar en la tradición comunista nunca se ha invocado el derecho de autodeterminación sin añadir más. Siempre se ha añadido la propuesta sobre el objetivo de ese ejercicio, sea en negativo (defendemos el derecho al divorcio, pero no invitamos a nadie a divorciarse, dijo Lenin) o en positivo (federalismo, unión libre de pueblos libres; y ante determinadas tergiversaciones hay que recalcar que el término que utilizó Lenin fue el de «unión»)

«Unión» fue el término leninista, conviene recordarlo, a pesar del insulto que algunas veces -muchas veces- se lanza sobre algunas de nosotras: ¡sois unas (cochinas) unionistas, que os den! Las redes están llenas de calificativos así. Todo en tono muy cortés. ¡Son muy masculinos!

En el segundo punto, Martín Ramos añade una consideración complementaria sobre los avatares históricos que han rodeado en determinadas ocasiones su ejercicio. No es poca cosa lo que señala, lo que nos recuerda:

Y voy a añadir una consideración complementaria. Ya que estamos en centenario de la revolución rusa, habría que reflexionar sobre el hecho de que el ejercicio del derecho de autodeterminación -sin más- significó la masacre de la izquierda revolucionaria en Finlandia, la victoria del nacionalismo con traje socialdemócrata en Polonia, y un potente movimiento nacionalista y antirrevolucionario en Ucrania.

El tercer punto es más breve pero merece ser destacado y, si podemos, grabado en nuestra memoria (¡acuñemos mentalmente esta moneda! ¡Podemos hacerlo, incluso las compañeras de Podem que andan muy extraviadas!):

Hay que ir con tiento. Si decimos que se ha de aprender de la historia, habrá que aprender de la historia.

Este es el punto: ir con tiento, con el máximo cuidado, diciendo las cosas por su nombre, sentido y significado. Sin cultivar tópicos, revisando lo que haya que revisar. Recordemos Marx y también a Jessy: «Es bueno dudar de todo» (menos, por supuesto, de la altura poliética de nuestra heroína, Tussy Marx).

¿Estamos o no estamos dispuestas (y dispuestos) a aprender de la historia? En ocasiones parece que no. A «lo loco», desinformados, con olvidos esenciales, y siguiendo caminos que no son nuestros, siguiendo la corriente, lo que otros nos marcan, vivimos -y erramos- mejor. Y no es eso.

En un «PS» señala mi antiguo profesor: «Déjame añadir también, para disolver algunas confusiones que el punto 8º de las condiciones de adhesión a la III Internacional habla fundamentalmente de las colonias y no cita en ningún momento el principio de autodeterminación».

El punto dice así:

En el problema de las colonias y de las nacionalidades oprimidas, los partidos cuya burguesía posee colonias u oprime otras naciones deben tener una línea de conducta particularmente clara. Todo partido perteneciente a la III Internacional tiene el deber de denunciar las proezas de «sus» imperialistas en las colonias, de sostener, no con palabras sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópoli, de despertar en el corazón de los trabajadores del país sentimientos verdaderamente fraternales con respecto a la población trabajadoras de las colonias y a las nacionalidades y llevar a cabo entre las tropas metropolitanas una continúa agitación contra toda opresión de los pueblos coloniales.

Solo torciendo mucho, comenta también Marín Ramos (mucho, mucho e incluso un poco más), «tergiversando el texto y la situación de Cataluña hoy día, puede ser aplicado este punto como una defensa no del derecho de autodeterminación sino del ejercicio ya hoy de ese derecho en términos de separación».

Se puede ampliar lo anterior, prosigue, con «una frase fundamental del punto 7º de la Tesis del II Congreso de la Internacional Comunista:

La federación es la forma de transición hacia la unidad completa de lo trabajadores de las diversas naciones. El principio federativo ha revelado ya en la práctica su utilidad, tanto en las relaciones entre la República Federativa Socialista Soviética de Rusia y las otras repúblicas soviéticas, como dentro de la propia RFSSR…

Remarco: la federación es la forma de transición hacia la unidad completa de las trabajadoras y trabajadores de diferentes naciones. El principio federativo ya ha demostrado su utilidad.

Aunque, ciertamente, para conseguirlo, es necesaria mucha cultura federalista y mucho deseo federal. Lo que aquí, en .Cat, está escondido en las profundidades como diría H. Mankell. Sin apenas luz, en cuevas que quieren destinar al olvido. Pero no podrán. Seguimos en pie de paz, fraternidad y resistencia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.