Precisamente en los momentos en que la primera mandataria Michelle Bachelet ha a cumplido un año en el poder, pareciera que las cosas en Chile continúan por el camino de siempre, el de la continuidad, y todo lo que representa la herencia en materia política y económica de la dictadura.La primera mandataria desde que asumió […]
Precisamente en los momentos en que la primera mandataria Michelle Bachelet ha a cumplido un año en el poder, pareciera que las cosas en Chile continúan por el camino de siempre, el de la continuidad, y todo lo que representa la herencia en materia política y económica de la dictadura.
La primera mandataria desde que asumió como ministra de salud en el gobierno de Ricardo Lagos y
luego como ministra de defensa, es cuando precisamente comienza a vivir de lleno su propia metamorfosis y amnesia personal, es que pareciera que a todos aquellos que comienzan a sentir y vivir
las delicias, bondades y exquisiteces del poder, lo primero que hacen es alejarse de la realidad y
olvidarse de su pasado reciente. Michele Bachelet, no es la excepción, además nunca fue una dirigente política y social destacada, en el vocabulario popular del pueblo chileno, la actual mandataria «no le llega ni a los talones» a la figura inmortal de una luchadora social como Gladys Marín.
Bueno, pero algún medio de comunicación farandulero en su determinado momento, descubrió eso que los comerciantes ambulantes del país, llaman la «novedad del año», y así fue como se comenzó a
explotar su figura y a vender su imagen como futura presidenta de la nación, la novedad estaba en que
este nuevo producto, era mujer, y como tal llamaba a la curiosidad de la ciudadanía y de los electores.
Sin embargo su campaña presidencial no fue «miel sobre hojuelas» y para alcanzar los votos necesarios para erigirse como primera mandataria mujer de la nación, una vez más la Concertación
tuvo que contar con los votos de la izquierda que ha sido excluida de su derecho a tener representación
parlamentaria, para que la Bachelet fuera presidenta, situación que ya había ocurrido con Ricardo Lagos, que también tuvo la necesidad de los votos de la izquierda, pero una vez ungidos en el poder, ambos rápidamente se olvidaron de su papel de «demócratas», de sus promesas electorales, de su desarraigo de las aspiraciones reales del pueblo chileno, y la necesidad de transformar al país, en una democracia moderna y real, hasta ahora nada de eso existe.
Michelle Bachelet, realizó su campaña electoral prometiendo realizar un gobierno inclusivo, con
mayor participación ciudadana, con una mayor profundización de la democracia chilena. En estos
días la primera mandataria ha declarado que ella, no es «demagoga ni populista». Sin embargo, la
realidad parece ser más dura, que las declaraciones de buenas intenciones de la presidenta, pues todas las propuestas, proyectos, reformas, cambios, propuestos por las organizaciones sociales, sindicales,
estudiantiles y otras, por regla general van a parar al techo de la basura del gobierno, de las alcaldías, de los diversos ministerios y estamentos del Estado chileno, y por ende del corrupto parlamento de este país.
Las promesas de trabajo seguro y digno, salarios dignos, pensiones dignas, de acceso a una vivienda y salud dignas, además de un sistema educación de calidad, no han quedado nada más que en eso, demagogia y populismo mediocre y barato, además de entreguismo a las decisiones económicas que
imponen los grupos económicos y la oligarquía financiera del país, que no solo tienen que ver con
el año en el gobierno de Bachelet, sino que con toda la gestión realizada hasta ahora por la Concertación y la existencia misma de lo que se llama «democracia» en Chile.
Si entendemos por democracia el rol protagónico de un pueblo y sus organizaciones e instituciones en la construcción y desarrollo de un país, en donde no solo a través de sus representantes populares ejerce su soberanía, diríamos entonces de que nada de eso existe en Chile y todo sigue siendo nada
más que una utopía.
Sociólogos, periodistas, dirigentes políticos y analistas políticos internacionales, han calificado a
Chile, como una democracia «imperfecta», otros le han llamado democracia «restringida», también
le han denominado una democracia con un fuerte presidencialismo con sesgos marcadamente autoritarios, cuyos orígenes no solo emanan de lo que fuera la dictadura militar, sino que prácticamente toda la historia «republicana» de Chile, da cuenta de la no existencia de una democracia real, en donde el pueblo soberano haya jugado un papel de primera línea en los grandes problemas que
los afecta.
La clase trabajadora chilena y los diversos sectores sociales que han sido empobrecido por el actual
sistema económico y político vigente, suelen calificar a la democracia como «rasca», «cagona», de «pacotilla»,y otros epítetos de grueso calibre, sobretodo para calificar a la actual clase política en el poder, sean estos de la Concertación o la Alianza por Chile. Lo único que ha hecho el conglomerado de gobierno y la actual mandataria, es seguir ensanchando las grandes alamedas de más y más
desigualdad social, con una brecha cada vez más profunda, entre una minoría muy rica y las grandes
mayorías que viven con salarios de sobre vivencia y altamente endeudados, que son la esencia del
modelo económico capitalista neoliberal existente en Chile.
De acuerdo a la información histórica existente, diríamos que los puntos más alto de participación y
ejercicio democrático en el país del cono sur, se lograron bajo a la presidencia del gobierno de Eduardo Frei Montalva. Participación que no fue gratuita y que se gano por la fuerza de la movilización social, que exigía cambios reales en las condiciones de vida de la gran mayoría de los chilenos. Ahora por cierto, el punto más alto de inclusión y participación democrática de los chilenos, se logro en el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por la figura inmortal del presidente Salvador Allende. La enconada lucha de clase y la agudización de las posiciones de las diversas agrupaciones políticas, dan cuenta de lo que fue la inclusión política en el país. En donde el movimiento sindical, los campesinos y los representantes de las organizaciones sociales, jugaron un rol cada vez más protagónico en las decisiones y objetivos que se proponía el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular.
Ahora no debemos olvidar que la actual Constitución Política del Estado chileno, fue elaborada en
las cloacas de la dictadura militar, con la colaboración de las actuales cúpulas dirigentes de la
Alianza por Chile y algunos democratacristianos de derecha, y que además colaboraron en la desestabilización del gobierno del presidente Salvador Allende. Ahora el objetivo fundamental de dicha Constitución, cuya base central es la Doctrina de la Seguridad Nacional, tiene por misión central impedir que el movimiento sindical y popular chileno, además de las organizaciones políticas que lo representan, no puedan tener acceso a representación parlamentaria, ni menos puedan acceder al gobierno.
Para ello se ha elaborado un sistema electoral antidemocrático, como de los pocos que existente en el
mundo, en donde un poco más del 10% de los electores no tiene derecho a tener representación parlamentaria. Los ciudadanos que cumplan responsabilidades en organizaciones sociales, sindicales y que no cuenten con su enseñanza secundaria completa, no tienen derecho a postularse como candidatos al parlamento de la nación, de allí que la democracia chilena sigue siendo tutelada por una Carta Fundamental, que no representa la soberanía del pueblo chileno.
Sin embargo el actual sistema político y económico vigente, en colaboración con las grandes
empresas encuestadoras, algunas universidades y centros de estudio privados, la gran mayoría de centro derecha, se han propuesto la misión de crear la «democracia de las encuestas», que son las encargadas de realizar «estudios» sobre las diversas tendencias de opinión que se van dando en los sectores sociales, preferentemente de las clases medias altas, sobre problemas coyunturales y de mayor trascendencia política económica del país. Diríamos que a través de las encuestas se pretende conducir, manipular e influir en la opinión de los chilenos, siempre en función de los intereses de los grupos económicos, las trasnacionales y la clase política en el poder. Chile es uno de los países
donde mayores encuestas se hacen, y de un muy bajo nivel técnico y profesional, que están dirigidas a mantener encandilado, neutralizado y resignado al pueblo chileno, en su exigencia de mejores condiciones de vida.
Pero no solo eso, las empresas encuestadoras además con el apoyo de los medios de comunicación del sistema, que en su mayor parte están en manos de la derecha económica, pinochetista y reaccionaria chilena, además de algunas cadenas periodísticas extranjeras, se han encargado además de desprestigiar la labor política, de desprestigiar a las entidades políticas y sus dirigentes políticos, independientemente del color que estos representen, o si cumplen o no, con su labor de servidores
públicos.
Finalmente cabe destacar, que el mundo político chileno en general es asociado con el tráfico de influencias, la corrupción y con métodos mafiosos de hacer política, que no representan para nada la solución que buscan la gran mayoría de los chilenos a sus problemas más inmediatos. Por ello, no es raro que los ciudadanos de este país, se sientan desencantados y frustrados con eso que llaman democracia en el país, y con las promesas de más de 17 años de años en el poder, del conglomerado político que representa en el gobierno la mandataria Michelle Bachelet.