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Una interpretación de la nueva geometría política derivada de los resultados de las elecciones europeas

Fuentes: Rebelión

La rapidez no es buena consejera para los análisis sosegados, pero la complejidad de los resultados que las elecciones europeas del 25M nos han proporcionado exige también de interpretaciones a los cambios que en la geometría política de España estos comicios han originado. Digamos, en primer lugar, que a un nivel europeo tenemos que interpretar […]

La rapidez no es buena consejera para los análisis sosegados, pero la complejidad de los resultados que las elecciones europeas del 25M nos han proporcionado exige también de interpretaciones a los cambios que en la geometría política de España estos comicios han originado. Digamos, en primer lugar, que a un nivel europeo tenemos que interpretar estos resultados como un rechazo a las políticas austericidas aplicadas por la Troika. Mientras las sociedades se desangran, se están produciendo cambios políticos de distinta naturaleza que son una respuesta a la involución que las doctrinas neoliberales están llevando a cabo sobre las sociedades europeas.

El fracaso de los sondeos preelectorales

Empecemos subrayando un fenómeno llamativo y al mismo tiempo sorprendente, como es el estrepitoso fracaso en los sondeos electorales realizados tanto por el CIS como por otras grandes empresas demoscópicas. No hay justificación posible al hecho de que en ninguna de las encuestas publicadas apareciera siquiera la posibilidad de que Podemos consiguiera cinco diputados en el Parlamento Europeo, constituyendo uno de los mayores errores en la historia de los sondeos electorales. Y en defensa de la profesionalidad de esta disciplina, si bien se pueden alegar algunos problemas metodológicos, tenemos que mencionar dos factores determinantes. El primero de ellos, como se ha venido señalando, es una intencionada corrección en los sondeos, muestras y datos por parte del CIS por un uso partidista e interesado de sus encuestas. Pero también es cierto que las proyecciones de voto se suelen hacer sobre series históricas que cambian radicalmente cuando hay cambios de tendencia que no se tienen en cuenta, como ha ocurrido en estas elecciones. Curiosamente, Metroscopia también realizó hace pocos meses un «ajuste metodológico» que le llevó a inflar estimaciones a favor de los dos grandes partidos, el PP y el PSOE.

Un cambio en la geometría electoral

Sin ninguna duda, los resultados de estas elecciones europeas han generado un cambio llamativo en la geometría electoral de España. Los partidos independentistas consiguen importantes éxitos en Cataluña y el País Vasco, el bipartidismo se resquebraja, el PP pierde apoyos en regiones donde gobierna, como Extremadura y Madrid y retrocede de una manera llamativa, mientras el PSOE se desmorona, al tiempo que los partidos a la izquierda del PSOE crecen de una manera apreciable y obtiene una importante representación política Podemos, una fuerza reciente y cuya presencia supone un importante revulsivo en la política de España.

Todos estos análisis son ciertos y suponen cambios muy importantes en la política, pero también para regiones y ciudades. Es cierto que las elecciones europeas son muy particulares, que no se puede realizar una proyección automática con otras elecciones y que la abstención tan importante que se ha registrado, cerca del 55%, nos obliga a ser muy cautos en las extrapolaciones. Pero es evidente que se han generado unos cambios políticos inequívocos que no se pueden ignorar.

Siendo prácticamente similares los niveles de abstención respecto a las elecciones europeas del 2009, únicamente un punto más, no parece que la famosa «desafección» y el «hartazgo» de la ciudadanía contra la corrupción y los representantes políticos se haya traducido en una desmovilización del electorado. Miente el PP cuando dice que la abstención le ha perjudicado porque es similar a la de hace cinco años. Ahora bien, ha pasado por alto el hecho de que ese malestar ciudadano que no se ha convertido en abstención, sí lo ha hecho en forma de votos en blanco y votos nulos, es decir, personas que han ido a votar mostrando su enfado en las urnas. Mientras que en 2009 la suma de votos en blanco y nulos sumó 319.851, en estas de 2014 se ha duplicado, llegando a 647.528 votos, por encima de la séptima fuerza política española en el Parlamento europeo y la mitad de los votos conseguidos por Podemos.

El éxito de Podemos, una victoria sin precedentes

Sin ninguna duda, estas elecciones han supuesto una rotunda victoria para la formación política Podemos. Herederos del 15M, con cuatro meses de vida, sin prácticamente medios, gastando únicamente 100.000 euros en la campaña y estando fuera de las instituciones, el éxito electoral de este partido es clamoroso, con mayor motivo cuando los medios de comunicación públicos han venido ninguneándoles. Al mismo tiempo, la fragmentación de los nuevos partidos surgidos de las plataformas ciudadanas con los que competía, como el Partido X o el movimiento Red, que no han obtenido representación alguna, acentúa todavía más esta victoria. Podemos representa una protesta contra los aparatos de los partidos, un serio correctivo a ese bipartidismo inmovilista y un grito a favor de un giro social y humano en la política en España.

Ni los partidos políticos mayoritarios ni las instituciones han sabido comprender el significado de las movilizaciones del 15M, despreciando, cuando no criminalizando o reprimiéndolas con saña (como ha sucedido, por ejemplo, con Stop Desahucios), mientras que amplios sectores jóvenes, universitarios y precarizados trataban de articular su malestar desde múltiples plataformas sociales. Desde el establishment político se ha descalificado a todo este movimiento y a sus reivindicaciones diciendo que en democracia son los votos lo que cuenta. Podemos ya tiene representación política y aparece como un actor de primera línea, convertido en tercera fuerza política en lugares tan emblemáticos como Madrid, Asturias o Elche. Bien implantados en redes sociales como Twitter, hacen una política ágil, fresca y muy directa, demostrando que se puede trabajar desde cauces novedosos. Posiblemente sea por ello por lo que el Gobierno del PP, últimamente, está desplegando ese intento de controlar las redes sociales.

Podemos va a trasladar la voz y las reivindicaciones de muchas de quienes vienen sufriendo en sus carnes el disparate de la crisis y sus políticas de ajuste y va a obligar al resto de fuerzas a modular sus acciones y sus mensajes, especialmente a los partidos de izquierda y al propio PSOE. Ahora bien, hacer política es mucho más que aparecer en una tertulia o encabezar una protesta. Hacer política es también mojarse, conocer las instituciones y su funcionamiento, buscar alianzas y tener visiones estratégicas de conjunto ajenas a particularismos, algo en lo que Podemos tiene mucho que aprender y demostrar.

La hemorragia socialista

Pero de la misma forma que hay un ganador, también hay un perdedor, que es sin duda alguna el PSOE. La debacle socialista es muy llamativa por diferentes motivos. El PSOE se desangra, estando en la oposición a un partido trufado de corrupción y de causas judiciales en toda España, incapaz de recoger el enorme rechazo social a las políticas aplicadas por el Gobierno del PP y cuando la campaña electoral de su principal partido oponente ha sido un auténtico disparate. Todo ello hace que la caída del PSOE en la oposición al Partido Popular sea insólita en Europa.

Pero es que el PSOE lleva años en caída libre, sin entender ni comprender nada de lo que ocurre a su alrededor y lo que es peor, defendiendo errores y decisiones que han estado en la base de su pérdida de apoyo por parte de millones de electores. Escuchar a Zapatero defender determinadas decisiones sin la más mínima autocrítica o contemplar la defensa que desde cualificados dirigentes del partido, como Felipe González, hacen de un gobierno de coalición del PP en plena campaña electoral demuestra su alejamiento de la realidad y el profundo ensimismamiento en el que se encuentra. El PSOE está en un fin de ciclo que sus dirigentes no comprenden ni quieren entender, prisioneros de unas políticas y de un discurso neoliberal que amplios sectores de la sociedad rechazan. Y lo peor de todo es que, mientras el PSOE sigue desangrándose por su izquierda, sus dirigentes apuestan públicamente por reorientar sus políticas hacia el centro y la derecha, sin querer escuchar crítica alguna.

Basta con ver el delirante programa electoral que llevaba el PSOE en esta campaña, que suponía una especie de control de daños a las políticas neoliberales de ajuste aplicadas desde la Troika. Basta con analizar la deficiente campaña que ha llevado a cabo el PSOE en general y Elena Valenciano en particular, instalados en el discurso de la igualdad de género pero sin entrar en ninguno de los grandes desafíos que tiene Europa. Posiblemente porque la propia Elena Valenciano no sea capaz de comprender lo que significa Europa, su historia y su arquitectura.

Y paralizados como están, instalados en una huída hacia delante, sin querer hacer ni escuchar ninguna crítica razonada, el horizonte que tienen por delante no puede ser más endemoniado, con una izquierda que ahora les muerde por todos los lados.

El ascenso de la izquierda

De manera llamativa en unas elecciones europeas, los partidos a la izquierda del PSOE son los que más han crecido, configurando un mapa político donde la izquierda a nivel global gana de forma nítida a la derecha. Y este es un indicador de las fuerzas que subyacen en la sociedad española. Junto a la impresionante emergencia de Podemos, también está el ascenso de IU y el crecimiento de otras fuerzas políticas de izquierda a nivel regional. Es verdad que UPyD crece y Ciudadanos obtiene representación, pero no en la misma medida en que aumentan otros partidos de izquierda.

Un PP instalado en su rutina

Para el PP, estas elecciones eran un trámite desganado, una rutina más en su cuaderno de ruta. Lo han demostrado durante una campaña que ha sido un auténtico insulto a muchos, especialmente a las mujeres. Y lo evidenciaron en una comparecencia ante la prensa sin preguntas, donde volvían a retorcer argumentos para presentarse como ganadores de su derrota. El PP no gana las elecciones europeas, sino que las pierde el PSOE, y aún así, no se puede minimizar tampoco el apoyo que ha recibido en el peor momento en toda su historia. Pero es evidente que en España, el PP galvaniza a la derecha, a toda la derecha, que ni siquiera se ve erosionada por partidos con la fuerza de Vox.

Ahora bien, la caída en el apoyo en muchos territorios clave augura una pérdida de poder en las próximas elecciones autonómicas y municipales, en lo que puede ser el inicio del fin del Gobierno de la derecha en España. Todo ello hace que el año que resta hasta las próximas elecciones autonómicas y municipales sea apasionante, sin que se pueda dar nada por definitivo.

De la misma forma que los resultados de estas elecciones europeas no son extrapolables de manera directa a otras convocatorias electorales, los cambios que se han producido en el mapa político son de tal calado que vamos a vivir un año trepidante, en el que se necesita más que nunca de una política entendida al servicio de los ciudadanos. La sociedad está cambiando y los partidos políticos deben entenderlo también. Porque quien sea incapaz de comprenderlo, verá en las urnas el efecto de su indiferencia.

Carlos Gómez Gil es Sociólogo.

Twitter: @carlosgomezgil

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.