Académico y ensayista, Tomás Moulian Emparanza (71) es uno de los más destacados intelectuales chilenos. Ha publicado obras de orientación sociológica y política, como «Chile actual, anatomía de un mito», «El consumo me consume» y «Socialismo del siglo XXI: la quinta vía» (editadas por LOM) que desnudan la sociedad chilena, proyectando caminos de salida al […]
Académico y ensayista, Tomás Moulian Emparanza (71) es uno de los más destacados intelectuales chilenos. Ha publicado obras de orientación sociológica y política, como «Chile actual, anatomía de un mito», «El consumo me consume» y «Socialismo del siglo XXI: la quinta vía» (editadas por LOM) que desnudan la sociedad chilena, proyectando caminos de salida al actual orden de cosas. Moulian es optimista y mira con simpatía crítica las experiencias democratizadoras que bajo la conducción de la Izquierda ocurren en Venezuela y Bolivia.
¿Cuál es su balance del siglo XX?
«Partamos hablando de un siglo XX marcado por la irrupción del socialismo en el mundo en 1917, año de la Revolución Rusa, y su fracaso en 1990, año de la caída de la Unión Soviética. Era la esperanza de un tipo distinto de sociedad que intentaba sustituir al capitalismo y que se decía que generaría la extinción del Estado. Este socialismo estalló en la URSS y la periferia europea y con ello, se desvaneció la esperanza de reemplazar el capitalismo por una democracia de trabajadores. Aunque persisten algunos regímenes socialistas en Asia y en Cuba, no se puede hablar de la extinción del Estado, aunque sí de una mayor igualdad».
¿Cuáles son los factores determinantes de ese fracaso?
«En vez de una democracia de trabajadores, se constituyó una dictadura de partido. Era la elite gobernante la que tomaba las decisiones. En algunos países, como la ex Yugoslavia, se hicieron intentos de avanzar hacia formas de autogestión, pero aquella experiencia también se frustró como consecuencia de la lucha de nacionalidades que terminó desintegrando el Estado».
¿Cómo influye el carácter globalizado del capitalismo en esta debacle?
«El hecho que el capitalismo estuviera globalizado y no el socialismo ya es un síntoma; y por supuesto que, al ocurrir aquello, se limitan las posibilidades de que el socialismo avance. Los países en los que sobrevive están sometidos a fuertes presiones y a la estrechez de los espacios en que deben moverse. Porque el socialismo, como el capitalismo, está pensado para ser globalizado. Aquello no ocurrió, y por eso tenemos un siglo XX trágico o dramático, por lo menos».
¿Por qué será recordado este Bicentenario en Chile?
«Por tres cuestiones significativas. El fortalecimiento de una democracia representativa a partir de 1938; el intento de convertir esa democracia representativa en una democracia participativa a través de la Unidad Popular, desde 1970; y el golpe de Estado de 1973, que abrió 17 años de dictadura que dieron forma a un sistema económico neoliberal».
Los pobres no tienen mucho que celebrar
¿Y los pobres cómo lo viven?
«Voy a citar a Luis Emilio Recabarren, que en su texto Ricos y pobres dice, a propósito del Centenario: ‘No hay mucho que celebrar para los pobres’. Yo diría que esa frase puede usarse también para definir la actualidad. Todas las sociedades capitalistas generan desigualdades. El capitalismo neoliberal acentúa la desigualdad y es muy difícil avanzar en la profundización de una democracia en el marco de ese tipo de capitalismo, instalado en el mundo a partir de 1973. Chile fue precursor. Recordemos que en abril de 1975, en dictadura, se instauraron las políticas neoliberales y consiguieron perpetuarse con una Concertación que terminó profundizándolas».
¿Cómo influyen los cambios culturales en la realidad que vivimos?
«Tenemos hoy una sociedad de consumo, en la que el dinero se ha convertido en el principal deseo de las personas y donde el trabajo enajenado asedia la vida cotidiana de los ciudadanos. Los espacios temporales para la participación disminuyen, y es más difícil generar una democracia de ciudadanos. Hoy día podemos decir más bien que tenemos una democracia de consumidores».
Tradicionalmente fueron los partidos el canal de expresión de los movimientos sociales, conflictos y reivindicaciones. Hoy están muy disminuidos, discutidos en su rol, debilitados.
«Si uno recuerda la historia política de Chile, podrá comprobar que hace tiempo que los partidos han sido criticados. Pensemos que Arturo Alessandri Palma se alzó contra los partidos en la década del 20; que Carlos Ibáñez del Campo hizo lo mismo entre 1952 y 1958. Pero los partidos siguen existiendo y los eché de menos durante el período de dictadura. Hoy tienen funciones más modestas, pero son una constante en nuestra historia contemporánea y debemos hacer grandes esfuerzos porque sean mejores y contribuyan a perfeccionar nuestra democracia.
Tiene que haber formas de expresión de lo social y formas de expresión política, y los partidos son la forma mejor de organizarse para hacer política. Pero también hay que buscar que las organizaciones sociales sean más representativas. Existen organizaciones, como la CUT, que en estos momentos tienen expresión menor porque los medios de comunicación consideran solamente a los partidos. Los militantes tienen que mirar hacia los movimientos sociales, dejando que estos funcionen y se fortalezcan. Sin organizaciones sociales potentes, la democracia no saldrá adelante.
Los partidos son necesarios y las críticas a estos tienen un fondo reaccionario, porque son una crítica a la política en sí misma. La política es una expresión de las diferencias que existen en nuestra sociedad y de la lucha de los diferentes sujetos colectivos por alcanzar poder. Pero, el poder no sólo hay que buscarlo en el Estado, como hacen los partidos; sino más allá de él, como debieran hacerlo las organizaciones sociales».
Un grupo se atribuye haber forzado la decisión del presidente Piñera de desechar la instalación de la central termoeléctrica en Punta de Choros.
«Las nuevas tecnologías de la comunicación e información son cada vez más influyentes. Este tipo de movimientos incide sobre todo en las elites y creo que el presidente Piñera los tuvo en mente cuando tomó las decisiones. Fue una determinación que buscó impedir movilizaciones sociales en torno a este asunto transversal. Pero los movimientos sociales no deben existir solamente en la red virtual. Deben tener expresión en la calle. Hemos perdido la movilización callejera. Tenemos que hacer un esfuerzo para recuperar la calle».
Los chilenos, incluyendo a la Izquierda, tenemos una actitud ambivalente ante el Estado.
«La Izquierda criticaba al Estado, pero al mismo tiempo acudía a él. Leíamos El Estado y la revolución (Lenin), que era la expresión teórica de ese postulado. De ese antiestatismo se pasaba a la búsqueda del Estado para que interviniera y generara los procesos de industrialización que marcan el siglo XX chileno, intensificados a partir de 1938. Los Frentes Populares realizaron una modernización capitalista, que después fue continuada por el reformismo del gobierno del presidente Frei Montalva (1964-70). Desde 1973 en adelante, el apoyo a la industrialización capitalista fue continuado por las políticas neoliberales, que, sin embargo, terminan con la sustitución de importaciones que había sido la gran bandera de lucha de los gobiernos desde los años 30 en adelante».
Una Izquierda autónoma de la Concertación
Ahora tenemos un gobierno de derecha. ¿Esto significa un cambio trascendental?
«Es un cambio importante; sin embargo, no le daría carácter de trascendental, puesto que Piñera va a generar políticas de continuidad respecto a la Concertación; con otras invocaciones ideológicas, pero con prácticas muy semejantes. Ello es así, porque la Concertación siguió perfeccionando la sociedad neoliberal. Con Piñera no habrá una modificación de las políticas económicas ni de las políticas sociales».
Los intelectuales fueron importantes en el impulso de nuevas tendencias, proyectos políticos y soluciones. Ahora aparecen muy disminuidos.
«Pensemos en el Centenario. Teníamos a Nicolás Palacios, a Julio Valdés Canje (Alejandro Venegas, N. de PF), a Luis Emilio Recabarren. Hoy los intelectuales están en la sombras. Muchos pasaron de ser críticos, a apoyar esta sociedad neoliberal. El pensamiento crítico ha sufrido un deterioro en la sociedad chilena, que obliga a los intelectuales ligados a los partidos a esforzarse por volver a influir y reconstruir un pensamiento crítico a lo existente, que influya en la sociedad».
¿Cúal es el rol de la Izquierda en el siglo que se inicia?
«Tiene que haber una Izquierda autónoma y diferente de la Concertación, que trate de ir más allá de lo existente. Me parece que los intentos del Partido Comunista por aproximarse demasiado a la Concertación no van en una buena dirección. Hoy día la Izquierda no existe, como consecuencia del acercamiento del PC hacia la Concertación en su esfuerzo por estar representado en el Congreso. Eso sin duda es importante, pero no es lo esencial. No basta, hay que ir más allá. Tiene que existir una Izquierda independiente de la Concertación y con capacidad crítica; que se preocupe de cuestionar esta sociedad neoliberal, aunque sea participando del sistema».
Hay un movimiento por el cambio de la actual Constitución como un paso decisivo para lograr transformaciones.
«En Chile las Constituciones han tenido un papel importante. El cambio constitucional tiene que ser pensado no solamente como un cambio de las leyes o instituciones, sino como un cambio en las relaciones que rigen la sociedad. Hay que luchar por el cambio de la Constitución, pero llamando a un cambio en la sociedad, que en el caso chileno ha sido gradual y progresivo. Debemos hacerlo invocando una mayor participación y nuevas políticas económicas.
Al principio estas políticas van a ser de reformas. No podrán prescindir del capitalismo existente, pero tendrán que moverse en la dirección del socialismo. El socialismo debe tener su centro en la participación del conjunto de los ciudadanos, especialmente de los trabajadores, en la gestión de la sociedad».
Nos acercamos a los 500 años de la llegada de los españoles a Chile y el conflicto entre huincas y mapuches se mantiene.
«Esa es una lacra en la sociedad chilena. La república ‘pacificó’ La Araucanía y esa ‘pacificación’ significó arrebatar a los mapuches tierras que les pertenecían. En la actualidad, la reivindicación mapuche ha emergido con fuerza y es uno de los pocos movimientos sociales que existen en la sociedad chilena, pese a que la prensa ha tendido un manto de silencio. La Concertación no fue capaz de generar avances en la solución del tema mapuche y la derecha tampoco va a generar avances sustanciales. La Izquierda tiene que reflexionar sobre la causa indígena y el carácter de la nación chilena. Hasta ahora no lo hemos hecho».
Recuperar el optimismo histórico
Los problemas ambientales tienen creciente importancia. En esos temas poco se ve a la Izquierda.
«Tenemos un vacío. La Izquierda tiene que pensar en los problemas derivados de la contaminación del medioambiente. Yo mismo soy una perfecta muestra de la ignorancia que la Izquierda tiene sobre los temas ambientales. Hay una tarea de los intelectuales políticos y una tarea de los partidos, que implica dejar de lado una visión que ponía el centro sólo en la llamada ciencia única del capitalismo. No se trata de dejar al marxismo de lado, sino de incrementar su visión de futuro agregando los problemas derivados de la contaminación, sobre los que Marx no pudo pensar en su época y que hoy son ineludibles».
Un grillete que coarta la libertad de acción de las personas es el endeudamiento.
«No soy negativo respecto al consumo. Es bueno que las personas tengan acceso a bienes, que forman parte esencial del desarrollo contemporáneo. Hay que tener ante ellos una actitud que dé cuenta de la crítica al consumo como consumismo, pero también considerar que el acceso a bienes permite abrir nuevas posibilidades para la inteligencia. Pensemos en la computación e Internet, que están abriendo nuevas miradas sobre la sociedad».
¿Qué le diría a quienes piensan que es imposible cambiar la situación existente?
«Hay elementos traumáticos en la sociedad chilena. La derrota de la Unidad Popular se transmite de generación en generación. La actual, es una sociedad que mira con cuidado las opciones de cambio. Por este motivo, la lucha de la gente de Izquierda debe centrarse en la recuperación del optimismo histórico. Del deseo de generar cambios, para que éstos puedan realizarse en el futuro. Sin ese deseo y voluntad de cambio, estamos en cero, y hoy estamos cerca de cero. Sin embargo, hay avances, como la acción que está realizando el pueblo mapuche. La Izquierda por sí sola no es capaz de generar un gran bloque por los cambios. Tiene que ir más allá de sus fronteras y trabajar por un gran movimiento que impulse una mayor democratización de la sociedad. Hoy nos encontramos con una Concertación que no sabe qué dirección tomar y la Izquierda debe procurar que esa dirección se oriente hacia una crítica a fondo de la sociedad actual».
(Publicado en Punto Final, año 45, edición Nº 718, 16 de septiembre, 2010