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Una mirada al líder raizal George Hodgson, general revolucionario que enarboló las banderas de la autodeterminación

Fuentes: Rebelión

“Yo ante el altar de Dios he jurado hostilidad eterna a toda forma de tiranía sobre el pensamiento humano”, (George M. Hodgson M., citado por Espinoza, 2019)

George Montgomery Hodgson May, nació en San Andrés Isla, Colombia, el 10 de junio de 1844 y murió en Bluefields, Nicaragua, el 14 de abril de 1927 (González, 2019). Fue un destacado político y militar revolucionario de origen raizal-creole que tuvo una notable participación en algunos de los conflictos bélicos interpartidistas que se sucedieron en la región Caribe nicaragüense a principios del siglo XX, en los que se involucró con el propósito de enarbolar la bandera de los derechos autonómicos y territoriales de los pueblos nativos que estaban siendo seriamente menoscabados por Nicaragua y por Colombia.

Su padre fue George S. Hodgson, un maestro de escuela nacido en Bluefields, de ancestros jamaiquinos, y su madre fue Jane Elizabeth May, nacida y criada en San Andrés Isla. Cuanto contaba con 9 años toda su familia se trasladó a Bluefields, radicándose en el tradicional barrio Cotton Three (González, 2019 & Espinoza, 2019).

Realizó sus estudios en el Moravian Junior High, regentado por misioneros de origen estadounidense y alemán de la Iglesia Morava que había llegado a la región en 1849, institución en la que tuvo la oportunidad de explorar y desarrollar sus habilidades artísticas alrededor de la pintura y el dibujo, artes en las que llegó a descollar. A fines de la década de 1890, al culminar sus estudios secundarios, se desempeñó como ayudante de odontología, profesión de la que tras varios años de práctica aprendió lo suficiente como para establecer un consultorio y ganarse decorosamente la vida atendiendo a sus pacientes (González, 2019 & Espinoza, 2019).

Se casó dos veces. Con Stella Borrow, fallecida en el año 1910, con quien tuvo seis hijos y posteriormente, el 25 de agosto de 1925, contrajo segundas nupcias con Charlotte Hodgson (González, 2019).

Desde muy joven se vinculó a las actividades locales de la Asociación Universal de Desarrollo Negro y la Liga de Comunidades Africanas (UNIA, por sus siglas en inglés) (González, 2019), organización panafricanista que fuera creada por Marcus Garvey en 1914 en Kingston, Jamaica, bajo el lema “Un Dios, un objetivo, un destino”, vinculación que lo marcaría de manera determinante imprimiéndole una sensibilidad especial para conmoverse ante las injusticias y desigualdades sociales.

Las disputas por una región de tradición anglófona

Su lugar de nacimiento, el pueblo donde se crío y estudió, los distintos puntos geográficos en los que llevó a cabo sus actividades políticas y militares, así como la tierra que lo vio morir, más allá de las artificiosas, porosas y difusas fronteras internacionales que por allí se desperdigan, son parte de una misma región que conserva una unidad histórico cultural, configurada largamente en una matriz de acentuadas influencias anglófonas, que articula a la costa Caribe nicaragüense (y hondureña) y al Caribe insular colombiano (Rodríguez, 2007 & Montenegro, 2018). Precisamente buscando una vida digna para sus pobladores nativos y en defensa de la autonomía territorial de esta región, que para ese entonces era conocida en Nicaragua como la costa Mosquitia y en Colombia como San Andrés y Providencia, fue que George Hodgson luchó a lo largo de toda su trayectoria vital. 

Fue testigo directo de las injusticias y atropellos cotidianamente cometidos contra los pobladores raizales-creoles e indígenas de esta región estratégica con la que los gobiernos centrales de Managua y Bogotá establecieron unas relaciones colonialistas en sus pretensiones de integrarla a sus respectivos proyectos de Estados-Nación, buscando de esta forma hacerse al control de la riqueza de sus recursos naturales y borrar los valores identitarios que no se ajustaban al modelo de ciudadano arquetípico blanco-mestizo, católico e hispanohablante.

En los estertores del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX, la región conformada por la costa Mosquitia y San Andrés y Providencia estaba atravesando por un acelerado, conflictivo y violento proceso de integración a los Estados de Nicaragua y de Colombia, tras varios siglos en los que los pueblos Raizal-Creole, Garífuna, Miskitu, Rama y Mayangna, entre otros, habían logrado conservar significativos espacios de autonomía desde donde pudieron desarrollar sus opciones civilizatorias al margen de los proyectos estatales. En buena medida esta situación pudo darse en razón a que en la región no se habían delimitado las fronteras internacionales por lo que los litigios limítrofes estaban al orden del día, los cuales, valga destacar, fueron instrumentalizados por potencias imperiales de vieja data y emergentes para defender sus intereses.

El 13 de febrero de 1894 luego de una operación militar ordenada por el presidente de Nicaragua José Santos Zelaya López, el general Ricardo Cabezas Figueroa, al frente de un destacamento compuesto por 400 hombres bien armados y apertrechados, ocupa Bluefields y remueve por la fuerza a las autoridades de gobierno de la Reserva Mosquitia que estaba en cabeza del miskitu Robert Henry Clarence, sellando así la ilegal anexión de esta región a Nicaragua, hito que dentro de la historiografía oficial de este país se denomina eufemísticamente como “reincorporación”. La Reserva Mosquitia, prueba fehaciente de que la soberanía nicaragüense era meramente nominal, había sido establecida en 1860 como resultado del Tratado Zeledón-Wyke suscrito entre Nicaragua y Gran Bretaña a través del cual el cual el segundo de los países abandonaba su proyecto de protectorado y aceptaba la jurisdicción del primero sobre el territorio, en tanto que el primero reconocía la existencia de un autogobierno para raizales-creoles e indígenas. Esta anexión obtuvo como respuesta una seguidilla de rebeliones protagonizadas por los raizales-creoles e indígenas que fueron sofocadas con violencia (Espinoza, 2019 & Montenegro, 2018).

Entre tanto en San Andrés y Providencia, durante el período comprendido entre 1883 y 1920, bajo una profunda autonomía de los raizales-creoles que era muy poco interferida desde Bogotá, se asistía a una época de esplendor cultural y de prosperidad económica, derivada en buena medida del boom de las exportaciones de coco hacia el mercado usamericano, el cual llegó a su fin coincidiendo con la Gran Depresión de 1929 (Gamboa, 1993).  

Con ocasión del proceso de “separación de Panamá”, auspiciado por la potencia emergente usamericana y materializado el 3 de noviembre de 1903, fueron comisionados a San Andrés Isla dos emisarios del presidente de ese país, Franklin Delano Roosevelt, con la misión de persuadir a los dignatarios raizales-creoles para que se plegaran a la acción separatista, sin que obtuvieran el resultado esperado (Pusey, 1987 & Gamboa, 1993). Como muestra que a Bogotá poco le interesaban los territorios de Centroamérica y el Caribe insular, apenas en 1904, desde el Batallón de Artillería No. 3: La Popa, a la sazón con sede en Cartagena de Indias, es que se trasladan al archipiélago dos de las seis baterías de las que se componía, una a San Andrés, al mando del capitán Adonai Ordóñez, y la otra a Providencia, al mando del capitán Claudino Ceballos, donde permanecieron hasta 1907 cuando este batallón fue temporalmente disuelto (Avendaño, 2012).

Luego de la “separación de Panamá”, que materialmente interpuso territorialmente un segundo país entre Colombia y la costa Mosquitia, fue promulgada la Ley 52 de 26 de octubre de 1912 mediante la cual, segregada del departamento de Bolívar, se creó y organizó la denominada Intendencia Nacional de San Andrés y Providencia, con lo cual la administración del archipiélago pasó a quedar bajo la directa subordinación del poder ejecutivo. Una de las primeras acciones realizadas a partir de la expedición de esta norma fue el envío a principios de 1913 de misioneros capuchinos con la finalidad de erosionar las bases religiosas tradicionales protestantes de los raizales-creoles, sobre las que pivotan fundamentales valores identitarios, y así sentar las bases del etnocida proceso de “colombianización” que se puso en marcha (Pusey,1987)

En este contexto en el que Nicaragua y Colombia implementaban distintas acciones y políticas dirigidas a imponer su soberanía en la región, a contrapelo de la larga tradición autonómica de los pueblos nativos que en ella habitan y esquilmando sus demandas y reivindicaciones más sentidas, es que George Hodgson termina insertándose en las luchas partidistas que se escenificaron en aquel tiempo, lo cual, valga recalcar lo hizo siempre sin perder de vista que la razón de ser de su participación en esas confrontaciones armadas debería tener como horizonte la consecución de un cambio en el equilibrio de fuerzas con los poderes centrales de tal manera que se posibilitara para la región la ruptura de las relaciones coloniales y el establecimiento de un estatuto que recogiera el derecho a la autodeterminación de las poblaciones raizal-creole e indígenas (Rodríguez, 2007 & Montenegro, 2018).

Sus primeros pasos como militar revolucionario

Su vinculación a alguno de los bandos partidistas en conflicto, específicamente al partido liberal, no solamente fue algo formal sino una decisión instrumental mediante la cual buscó siempre estar del lado de aquellos sectores políticos que se habían levantado contra gobiernos oprobiosos, autoritarios y centralistas que durante varios años habían tratado a la región como si fuera un enclave colonial y con los que hubiese muchas más probabilidades en sacar adelante demandas de autonomía territorial (Montenegro, 2018).

No es de extrañar, entonces que, en 1909, cuando contaba con 25 años de edad, George Hodgson, junto a otros raizales-creoles de Bluefields, se haya vinculado activamente al levantamiento que el general Juan José Estrada Morales, quien a la postre fungía como gobernador de la costa de Mosquitia, llevó a cabo, con el apoyo de Usamérica y sectores conservadores, contra José Santos Zelaya López, de ingrata recordación por haber sido 15 años atrás el artífice de la anexión ilegal de la región (Rodríguez, 2007).

Desde sus comienzos como guerrillero sus acciones fueron destacadas. Demostrando grandes habilidades como estratega militar introdujo un nuevo método en la guerra de guerrillas que arrojó importantes victorias. En 1910, terminado el fugaz pero cruento conflicto bélico, fue nombrado coronel y el bando vencedor que pasó a ser gobierno le hizo el ofrecimiento de varios cargos burocráticos en Managua que rechazó prefiriendo continuar con su profesión de odontólogo en Bluefields (Espinoza, 2019 & Montenegro, 2018).

Al término del período liberal zelayista que inició en 1894 y culminó con el golpe de Estado en 1909, siguió un período, entre 1910 y 1927, en el que gobernó una coalición de fuerzas liberales, conservadoras y republicas. Desde la perspectiva de los pobladores nativos de la región, ambos períodos significaron simplemente dos eslabones distintos de una misma cadena colonial. Durante estos dos períodos las condiciones de exclusión política, esquilmación de los recursos naturales, menoscabo de sus señas nacionalitarias y la negación de los derechos autonómicos de los pueblos de la Mosquitia, fueron el denominador común (Espinoza, 2019 & Montenegro, 2018).

Entre 1910 y 1925 combinó su labor como odontólogo, cuyos servicios fueron siempre muy apreciados en Bluefields tanto por la calidad de sus trabajos como por la dedicación que demostraba a cada uno de sus pacientes, con una intensa actividad política y de organización en defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos Raizal-Creole, Garífuna, Miskitu, Rama y Mayangna de la región, quienes según su parecer habían demostrado durante varios siglos capacidad para gobernarse a sí mismos. En ese contexto dedicó particular interés a luchar contra el racismo y la discriminación racial que estructuralmente afectaba a la población afrodescendiente. Durante estos años viajó varias veces a San Andrés Isla a participar en distintas actividades políticas y organizativas. 

George Hodgson, siendo consecuente con su praxis y militancia políticas, se ve envuelto nuevamente en las contiendas armadas que se desencadenaron a partir del golpe de Estado que en enero de 1926 el militar conservador Emilio Chamorro Vargas le propinó al presidente conservador-republicano Carlos José Solórzano Gutiérrez, dando inicio a la que se conoció como la “Guerra Constitucionalista”. De esta manera, George Hodgson se alindera junto a las fuerzas constitucionales lideradas por los liberales para enfrentar a los golpistas (Mondragón, 1987 & Espinoza, 2018).

Otra vez en la guerra defendiendo el derecho a la autodeterminación

Durante la guerra escribió en Bluefields, Pearl Lagoon y Kukra Hill páginas llenas de heroísmo al frente de un grupo de 25 hombres, entre los cuales había algunos raizales-creoles de San Andrés y Providencia que concurrieron prestos al llamado que les hizo y entre los que cabe mencionar a Celso Gordon, Mano, Nelly, Cana, Mena Bulow y Beltrán Sandoval, el cual adquirió notoriedad porque “asaltó los bancos de la costa Caribe para financiar la revolución” (citado por Mondragón, 1987).

Así las cosas, comandando este contingente, que pasó a la historia como los “25 Bravos”, el 2 de mayo de 1926, enfrentando a una fuerza numéricamente superior y mucho mejor armada, logra repeler las fuerzas conservadoras en la zona del canal de Bluefields y tomar transitoriamente el control de la ciudad, la cual días después se ve forzado a abandonar ante la llegada de fuerzas conservadoras apoyadas por marines usamericanos. El 21 de mayo dirigió una misión de asalto de la goleta Unión, consiguiendo sortear con éxito una trampa que le habían tendido en una operación para recibir un armamento que requerían con prontitud. Gracias a su destacada participación en estas acciones bélicas en agosto de ese año es ascendido a general de brigada (Espinoza, 2019).

La salida de su destacamento de Bluefields lo hace a través de Panamá y de allí parte con destino a México, desde donde, en agosto de 1926, se organizó una operación militar dirigida a reingresar a la región y retomar el control de la ciudad. George Hodgson se instaló entre Schooner Cay y Water Hole, aunque finalmente no pudo llegar hasta Bluefields debido a la presencia de marines usamericanos que, como estrategia política para evitar su entrada, la declararon “zona neutral” (Espinoza, 2019).

En octubre de 1926 en Laguna de Perlas, George Hodgson y sus hombres resisten durante algo más de 5 horas una fuerte embestida de un contingente de 300 soldados. Luego de resistir e infringirles daños importantes a sus enemigos, con tan solo un herido en sus propias filas, logra una retirada exitosa y a salvo (Espinoza, 2019).  

En febrero de 1927, sin haberse recuperado totalmente de una cirugía que le habían realizado en Puerto Cabezas en diciembre de 1926 para atender una afección en la ingle, se reincorpora nuevamente al campo de batalla, de donde posteriormente debe ser sacado de urgencia, debido al deterioro de su estado de salud, para ser trasladado hasta Bluefields para que reciba atención médica especializada; sin embargo, no puede quedarse por mucho tiempo ya que las fuerzas conservadoras organizaron un comando especial para perseguirlo y darle muerte y los marines usamericanos se desentienden de brindarle las garantías inherentes a una “zona neutral”. Así que sin ser visto por ningún médico es obligado a regresar a las trincheras en Water Hole donde se agrava su ya de por si delicado estado de salud.  Ante esta situación y sin mayores alternativas, algunos de sus correligionarios deciden correr todos los riesgos y trasladarlo hasta Bluefields para que clandestinamente fuera atendido en el hospital del doctor Nelson. Sin embargo, todos los esfuerzos fueron en vano puesto que el 14 de abril de 1927 a los 42 años de edad se sobreviene su deceso cuando comenzaba a ser atendido (Espinoza, 2019 & Baena, 2018).  

Hasta el último aliento de su vida mantuvo altivo su espíritu de lucha. Algunos recuerdan que llegó a decir: “Me siento débil y agotado. No sé si me recupere. Si me levanto de esta cama regresaré al campo de batalla, si me muero no me pesará porque luché por una causa noble y les dejaré a ustedes un ejemplo. Ningún sacrificio por la dignidad y el porvenir de la patria es vano. Esa es mi esperanza y mi fe(citado por Espinoza, 2018).

Referente y legado para los procesos autonómicos de la región

Sobre su muerte no hay consenso ni siquiera entre sus contemporáneos. Algunas versiones señalan que murió debido a que su afección en la ingle no recibió oportuna atención médica (González, 2019); otras versiones sostienen que los obstáculos que le impusieron para que pudiera ser atendido en Bluefields y que lo que lo llevaron a trasegar de un lugar a otro buscando ser visto por un médico configuró un asesinato orquestado por las fuerzas conservadoras (Rodríguez, 2007 & Espinoza, 2019); y otros más dan a entender que se aceleró el deterioro de su salud en razón a que fue envenenado (Mondragón, 1987 & Montenegro 2018). Se cual fuere la causa de su muerte, que pudo ser la conjugación de las versiones anteriores, lo cierto es que se apagó la vida de uno de los más aguerridos y consecuentes líderes autonomistas que ha tenido el pueblo raizal-creole.

Días después de su muerte, las élites políticas y económicas, con la interesada intervención de Usamérica, dejan de lado sus rencillas y el 4 de mayo de 1927 suscriben el llamado Pacto de Espino Negro, el cual terminó siendo rubricado por los generales de todas las fuerzas confrontadas, excepto por Augusto César Sandino, decisión que, de haber estado vivo aún, seguramente hubiese sido secundada por George Hodgson, al darse cuenta que en dicho acuerdo se desconocían por completo las demandas y reivindicaciones de autonomía de los raizales-creoles e indígenas de la región (Mondragón, 1987 & Espinoza, 2018).

El que el referido Pacto de Espino Negro iba en contravía de los sueños y deseos de descolonización y autodeterminación de George Hodgson quedó evidenciado tan sólo unos meses después cuando el 24 de marzo de 1928, sin ningún tipo de consulta o participación de los dignatarios de los pueblos nativos de la región y trazando artificiales fronteras sobre sus territorios terrestres y marinos, se suscribió en Managua el Tratado Bárcenas Meneses-Esguerra entre Nicaragua y Colombia mediante el cual Colombia reconocía la propiedad y soberanía de Nicaragua sobre las Corn Islands (Great Corn Island y Little Corn Island) y la costa Mosquitia, desde el cabo Gracias a Dios hasta la desembocadura del río San Juan, y Nicaragua reconocía la soberanía y propiedad de Colombia sobre las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y demás islas, islotes y cayos que constituyen dicho archipiélago, exceptuando a los cayos Quitasueño, Roncador y Serrana, hoy bajo la soberanía de Colombia, pero para la fecha en litigio con Usamérica.

George Hodgson fue reconocido por sus contemporáneos como el “soldado más brillante del ejército constitucional” de la costa Caribe nicaragüense (citado por Espinoza, 2019), ha llegado a ser calificado con toda justicia comoun general tan rebelde y leal como Sandino” (Espinoza, 2019) y es considerado por los pueblos nativos de toda la región, como un importante baluarte, ícono y fuente de inspiración para sus luchas por la autonomía territorial (Montenegro, 2018). A lado y lado de la frontera internacional se lo recuerda como un verdadero héroe nacional (Mondragón, 1987).

En una de las plazas de Bluefields se levanta un busto con el que se le rinde tributo y se les recuerda a los transeúntes la huella que ha dejado en las experiencias autonómicas contemporáneas de la costa Caribe nicaragüense. El eco de su voz no se ha dejado de escuchar y continúa animando las iniciativas contemporáneas de unificación territorial que históricamente se han venido haciendo desde distintas orillas, especialmente desde los raizales-creoles del Caribe nicaragüense, que reivindican al Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina como parte integral de la llamada “Nación Comunitaria Mosquitia” y en esa dirección, en no pocas ocasiones, se ha enarbolado la propuesta de su reanexión (López, 2009).

En lo que concierne al Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina George Hodgson se ha erigido como el referente indiscutido de los más destacados procesos organizativos del pueblo Raizal-Creole, a lo largo de su historia. A fines de la década de los años sesenta y principios de la década de los setenta inspiró al movimiento independentista liderado por Marcos Archbold Britton (Matamoros, 2020); en la década de los ochenta su legado descolonizador fue recogido por The Sons of The Soil Movement (S.O.S) (Pusey,1987; S.O.S., 1987 & Gamboa, 1993); a principios de los años noventa iluminó las propuestas autonomistas que The Këtlenan National Association (KETNA) presentó a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) a través de sus alianzas con organizaciones indígenas (Gallardo & Pusey, 1991 & Gamboa, 1993); a comienzos del siglo XXI Archipielago Movement for Ethnic Native Self Determination (AMEN-SD) reivindicó su herencia asumiendo formalmente para el pueblo Raizal-Creole la condición de pueblo indígena afrodescendiente que se venía proponiendo desde años atrás (Rodríguez, 2007 & Gamboa, 2007); y actualmente The Indigenous National Raizal Authority (INRA) ha venido planteando propuestas autonómicas que llevan su impronta (INRA, 2012).

Como epílogo bien puede afirmarse que cada vez que los pobladores nativos de la región, independientemente de la orilla de la frontera internacional en la que se encuentren, trabajan por la descolonización de sus pueblos y territorios, no están haciendo más que continuar con el legado y la herencia que les dejara George Hodgson, hombre íntegro y valiente que, parafraseando el título honorífico que se ganó Augusto César Sandino como “general de hombres libres”, bien podría hoy ostentar con toda legitimidad histórica el de general de los territorios autónomos.

Notas

[*] Artículo publicado originalmente en Oraloteca No. 11. Revista del Grupo de Investigación Sobre Oralidades, Narrativas Audiovisuales y Cultura Popular en el Caribe Colombiano. Universidad del Magdalena. Santa Marta. PP. 37-46.

[**] Juancarlos Gamboa Martínez, es historiador y magíster en administración pública. Hace parte del colectivo Ceiba de la Memoria. Entre 1998 y 2005 acompañó a The Këtlenan National Association (KETNA), organización que fuera presidida por Juvencio Fidel Gallardo Corpus, uno de los intelectuales y activistas más lúcidos y coherentes que ha tenido el pueblo Raizal y con quien se está en deuda para tributarle un homenaje.   

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