Nuestro partido hace pública su posición sobre la actual coyuntura política por la que atraviesa el país. El fin de un ciclo político y la apertura de otro. Las dos alternativas electorales eran programáticamente una sola, ambas candidaturas y conglomerados que las sustentaban representan, con matices, los intereses de las clases que componen el bloque […]
Nuestro partido hace pública su posición sobre la actual coyuntura política por la que atraviesa el país.
El fin de un ciclo político y la apertura de otro.
Las dos alternativas electorales eran programáticamente una sola, ambas candidaturas y conglomerados que las sustentaban representan, con matices, los intereses de las clases que componen el bloque en el poder.
En estas elecciones se ha cerrado un ciclo político inaugurado en 1988. El desgaste propio de 20 años de ejercicio tecnocrático, la ausencia de canales de negociación políticos y económicos de los intereses de los trabajadores y otros sectores populares, la obscena forma de cuotearse los cargos en la administración pública y repartirse las prebendas económicas derivadas del saqueo tardío al Estado, fueron algunos de los aspectos que terminaron por pasarle la cuenta a la Concertación. Este conjunto de condiciones a las que se agrega la implementación sistemática de mecanismos de disiplinamiento social e ideológicos con el programa neoliberal, pudieron más que el trauma dictatorial en una masa electoral que era idéntica a la del 88; masa que quería «cambios» sin importar de donde viniera, y menos si estos significaran una apuesta programática distinta… ahí están los resultados: la derecha política llega al gobierno por la vía democrática después de 52 años.
Así, ni el freno que impuso la concertación al voto voluntario y la inscripción automática, ni el 80% de apoyo a Bachelet, ni los votos de Marco Enriquez Ominami ni los de Arrate juntos, fueron suficientes para frenar la debacle; la derecha histórica siempre ha sido minoría en este país, pero la concertación le hizo el trabajo en estos 20 años a través no solo de la consolidación de los dispositivos de dominación ideológicos neoliberales como señalábamos, sino que por la vía de perfeccionar el modelo de acumulación de capital en beneficio de los monopolios económicos imperialistas extranjeros y nacionales como Matte, Angelini, Luksic, etc.
En este nuevo escenario, sostenemos que la Concertación está lejos de desaparecer, quizás asuma otra denominación, pero pensar lo contrario implicaría desconocer la función histórica de este conglomerado en el marco del actual modelo económico: Ser el dique de contención política y social en función de los intereses de las clases que conforman el bloque en el poder y de sus propios intereses, ya a estas alturas corporativos. Es cosa de constatar como en estos 20 años la concertación ejerció su función a la perfección, consolidando por la vía de la legitimación electoral los dispositivos constitucionales, institucionales y económicos del modelo neoliberal en el marco del pacto social inaugurado en 1987, al tiempo que fue eficaz en la desmovilización y desarticulación de las organizaciones sociales y políticas populares que significaban inestabilidad para la transición pactada, como asimismo fue eficiente en la aplicación del andamiaje jurídico y represivo no solo al pueblo mapuche sino a las expresiones de protestas de pueblo chileno en los últimos 5 años.
La concertación necesita recomponerse del trauma si desea nuevamente ser gobierno, ello la llevará alinear sus fuerzas en el ámbito político a partir de su mayoría relativa en el congreso y a nivel social a través del control de las organizaciones sociales tradicionales como la Central Unitaria de Trabajadores, Confech, etc, pero fundamentalmente desde el asistencialismo municipal, con la cooptación de los conflictos territoriales por la vía de la asimilación de las organizaciones sociales.
La derecha, en general, asume con cautela su triunfo electoral, no solo tiene clara conciencia de las tensiones internas que la atraviesa, sino que asume que su rol de oposición política acotada a la fiscalización parlamentaria es muy distinto a la que pueda asumir una oposición mucho más diversa y con mayor capacidad de movilización social. Esta situación compleja para el nuevo gobierno, más allá que tensione las posibilidades de profundización del modelo reclamado por el empresariado, pone en el centro la reafirmación de la política de los consensos a través del llamado a construir un Gobierno de Unidad Nacional.
En este escenario creemos que la Democracia Cristiana jugará un rol central, como asimismo amplios sectores de la concertación que, a cambios de prebendas, se jugarán sus cartas en garantizar los necesarios niveles de gobernabilidad que requiere Piñera, sustentados en la idea de una «oposición responsable» en el marco del Pacto Social que hace 20 años gobierna al país; de esta forma se catapultarán los intentos de profundizar el programa neoliberal, sin que ello signifique dar pie atrás en la política de una «protección social» surgida al calor de los consensos propios de un neoliberalismo maduro.
Por otra parte es posible apreciar como el Partido Comunista, preso del apetito abierto con el sistema binominal, ya argumenta que no es posible hacer transformaciones democráticas porque no existen los votos suficientes en el parlamento, en sintonía con el discurso concertacionista de los últimos 20 años. Su integración a este conglomerado resulta ser de hecho, sin embargo creemos que esto puede ser sellado definitivamente gracias a la inclusión de aspectos programáticos vaciados de voluntad política que permitan llevarlos adelante, lo que generará la falsa ilusión en un amplio arco del mundo social que les permitiría instalar la necesidad de que Concertación vuelva a ser gobierno, esta vez un «Gobierno de Nuevo Tipo», que ahora sí cumpla con los «compromisos históricos».
Es en este marco de venta de ilusiones por parte de esta concertación 2.0, en que surgirán los llamados a reformas políticas como el anunciado por Océanos Azules días antes de la segunda vuelta refiriéndose a la necesidad de una asamblea constituyente. Y aquí queremos ser claros: Si un proceso de estas características se instala en un contexto en que la correlación de fuerzas es desfavorable para el mundo popular que sustenta un proyecto alterno al del bloque en el poder, ese proceso no hará más que consolidar la legitimación de las bases en que se sustenta la constitución del 80. Entonces, el problema no es de formas o urgencias sino de capacidad política, los procesos constituyentes son coyunturas históricas determinadas por variaciones en las correlaciones de fuerzas de las clases en pugna, y en este sentido, con un mundo popular en articulación, una asamblea constituyente resultaría contraproducente. No estamos diciendo que no hay que dar dicha discusión sino tener el tino suficiente para situarla correctamente en el plano táctico, y no salir detrás de propuestas de dudosa procedencia que no son más que simples voladeros de luces.
Como señalábamos, este mazazo electoral no solo implica para la concertación una realineación de fuerzas hacia la interna, sino que tendrá por efecto detonaciones internas en los partidos y el consiguiente desgajo de militancia ya sea por el hastío con las lógicas políticas de sus dirigentes o por su resistencia ante las apuestas de constituir una «oposición responsable» para apuntalar a la contrarrevolución neoliberal. Estas expresiones sumadas a las capas medias que no ven reflejados sus intereses de clases en el estado en cuanto a participación política y los beneficios sociales, pueden ser potencialmente capitalizadas por la apuesta política encarnada en Marco Enriquez – Ominami, sobre todo ante la ausencia de alternativas electoralmente viables a los dos conglomerados.
Esta propuesta que pulula entre un programa neoliberal modernizante y ciertos aspectos neodesarrollistas, carece de sustento orgánico que lleve a pensar que este proceso pueda tomar forma en una propuesta articulada desde el mundo social, más aún con la concertación y PC copando «iniciativas ciudadanas de oposición» que se ya comienzan a generarse, sobre todo desde el sector público.
Un mundo de cambios, oportunidades y de futuro … para la izquierda de intención revolucionaria
El nuevo escenario político presenta una oportunidad histórica para experimentar un salto exponencial en el proceso de acumulación de fuerzas por parte de la izquierda de intención revolucionaria y las organizaciones sociales clasistas.
La derecha histórica sustentada en el pacto social del 87, ha gobernando este país por más de 37 años, pero en los últimos 20 sin el control del poder ejecutivo; este nuevo escenario, y sin pivotes de por medio que generen la incertidumbre en amplios sectores de la población sobre su real naturaleza, hace más clara la dominación de clase ejercida, evidenciando los blindajes institucionales y el papel de los referentes políticos que lo sustentan, particularmente la derecha, el más recalcitrante del espectro político nacional y que esta dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias la obra del imperialismo, Pinochet y sus Chicago Boys.
Por otra parte, se hará evidente el rol histórico de la concertación, su mediocridad política para impulsar reformas sustanciales, lo que no manifiesta más que su compromiso con la obra de la dictadura. Quedará claro para la gran masa decepcionada con este proyecto caduco, que las reformas democráticas prometidas solo eran posibles de implementar en la medida en que se hubiese tenido la voluntad política de romper con el Pacto Social que sustentó la mal llamada transición.
De esta forma la tarea táctica-estratégica para la izquierda de intención revolucionaria y las organizaciones sociales clasistas, resulta evidente: Romper con el Pacto Social, tensando reformas democráticas y económicas que machaquen los blindajes institucionales del modelo político y de acumulación; para ello será necesario una política de masas con vocación de mayoría que permita profundizar el proceso de acumulación de fuerzas y constituirnos en un bloque antagónico de clase que, en definitiva, signifique la apertura de un nuevo escenario en la lucha de clases en Chile.
Para avanzar en este trazado, a nuestro juicio, se hace necesario en primer lugar tasar voluntades al interior de esta franja de pueblo organizado a fin de avanzar sobre cuatro cuestiones fundamentales:
1.- Reafirmar y profundizar el compromiso con el desarrollo de la inserción de masas de nuestros proyectos políticos y sociales,
2.- Impulsar la discusión programática al calor de la lucha y con el protagonismo de las organizaciones populares,
3.- Abrir el debate político en torno a las diversas perspectivas tácticas, estratégicas y en torno a aspectos programáticos.
4.- De ser posible, desarrollar a modo de propuesta, un marco general para la acumulación de fuerzas en Chile a fin de ordenar y articular nuestras fuerzas a nivel político y social .
En lo inmediato y frente al actual contexto de repliegue de la Concertación y el PC hacia la base social y la política de asedio del gobierno de Piñera sobre las organizaciones sociales de corte clasista, se hace necesario arribar a acuerdos mínimos que eviten el aislamiento de estas organizaciones impulsando la reflexión en torno a las posibilidades de avanzar en la articulación sectorial de dichas expresiones sociales clasistas, que impliquen asimismo un salto cualitativo en la organización del pueblo.
Esta mirada al contexto actual y el desarrollo del eje de propuestas, reafirma para nosotros la necesidad de la construcción de proyecto y organización política libertaria que se sitúe como parte integrante de un proceso mayor de expansión y consolidación de las posiciones clasistas al interior del campo popular. Es por ello que estimamos pertinente una pequeña reflexión que, en retrospectiva, nos lleve a situar el alcance de nuestros esfuerzos.
Sobre la construcción de nuestro proyecto político
Desde el año 1999 hemos asumido que nuestro aporte a la construcción de un proyecto de liberación en Chile no era autosuficiente, había una historia que nos antecedía y que nos colocaba la tarea junto a otros de reconstruir desde abajo y adentro un tejido social atomizado, en diáspora o en descomposición. Esta aproximación a la realidad, sin embargo, enfrentó diversas matrices teóricas e incluso ideológicas, enfrentó diversos modelos orgánicos, líneas y prácticas políticas, resultando evidente que en ese proceso constitutivo surgieran diferencias incluso irreconciliables y que llevaran a decantamientos.
Desde el año 2003, el proceso de construcción de una organización política más definida y sólida planteaba la necesidad de adecuarnos a un nuevo contexto determinado por un nivel de incidencia más profunda en el mundo social, lo que nos permitió comprender y asumir las lógicas establecidas y sus ritmos, como asimismo la idiosincrasia de las organizaciones y sujetos que las conformaban. Es así que nos sumergimos en ese proceso de recomposición, no como un agente agitador que basaba su acción en la reafirmación de la identidad política, sino como compañeros de caminos y de lucha, ni atrás ni delante de las organizaciones en la que luchábamos, sino dentro y junto a ellas. Es en este contexto que impulsamos referentes políticos sociales que invitara a los libertarios a sumarse a la luchas de un pueblo en recomposición, levantamos como trabajadores, pobladores y estudiantes que somos múltiples organizaciones sociales para luchar y nos encontramos con muchos compañeros de otras organizaciones que anónimamente estaban junto a nosotros.
Para el 2005, año en que se abre el nuevo ciclo ascendente de luchas sociales en Chile, nuestra experiencia iba evidenciando limitaciones en el plano teórico y político, ello hizo necesario abrir un proceso de discusión interno en orden a profundizar el análisis de la realidad, particularmente de la formación económica y social en Chile, como asimismo dotarnos de una línea política acorde con esta realidad.
Gracias a este proceso de discusión no solo logramos anticiparnos analíticamente a la coyuntura que se abría a raíz de la irrupción de los trabajadores de los sectores estratégicos del modelo primario exportador, sino que permitió asumir políticamente esta realidad y asimismo abrir el debate con otras organizaciones políticas y dirigentes sociales clasistas sobre las posibilidades de avance de las fuerzas de intención revolucionarias en ese contexto, a fin de introducir adecuaciones al eje de prioridades en cuanto a la inserción social para superar la fase de estancamiento que, desde hace pocos años, todas las fuerzas han venido revertiendo. .
Para nosotros, este proceso de desarrollo reafirma en general nuestra práctica y línea política, sin embargo importa asimismo un ejercicio colectivo interno de evaluación a fin de fortalecer al proyecto político. Finalmente reconocemos que este proceso de construcción ha sido acelerado y ello ha forzado errores, es por esto que manifestamos nuestra apertura al debate serio y reflexivo con quienes honestamente quieran avanzar en la construcción de un camino común, y que nos permita afirmar que este pequeño episodio en la larga lucha de nuestro pueblo por su verdadera independencia, pueda ser mucho más que eso.
Arriba los y las que luchan
Venceremos
ORGANIZACIÓN COMUNISTA LIBERTARIA DE CHILE