Todo empezó cuando los conquistadores decidieron permitir a los esclavos sus jolgorios algunos días de fiestas patronales. Ya desde mucho antes en los barracones, los mandingas, congos, carabalíes, a escondidas de los amos celebraban sus fiestas religiosas a golpe sordo de tambor de fundamento. Entonces la negrada empezó a salir como mamarrachos en las procesiones […]
Todo empezó cuando los conquistadores decidieron permitir a los esclavos sus jolgorios algunos días de fiestas patronales. Ya desde mucho antes en los barracones, los mandingas, congos, carabalíes, a escondidas de los amos celebraban sus fiestas religiosas a golpe sordo de tambor de fundamento.
Entonces la negrada empezó a salir como mamarrachos en las procesiones los días de San Juan, de San Pedro, tras las vírgenes de yeso ataviadas con flores y abalorios.
Después los cabildos de los negros formaron sus propias agrupaciones músico-danzarias…Desde entonces la Conga de Los Hoyos – primero llamada «Hijos del Cocoyé» – está sonando los quintos, requintos, bocúes, pilones, galletas y campanas. Y más tarde la aguda corneta china rompiendo de puro gusto los tímpanos de los arrolladores. Porque en la Conga no se baila sino que se arrolla arrastrando los pies con un ligero y espasmódico movimiento de cintura.
Una agrupación portadora de la cultura popular tradicional que se ha enraizado en lo más profundo de la idiosincrasia del santiaguero. Radicada en el popular barrio de Los Hoyos en el mismo centro de la ciudad de Santiago de Cuba, la Conga de Los Hoyos está integrada por los nietos de los nietos de aquellos fundadores que, en franco avatar, pusieron el pecho no solo a la danza gozosa del jolgorio o la alabanza de los padres espirituales de la raza, sino a la bala colonialista en pleno desafío mientras buscaban los caminos de la liberación.
Porque en la agrupación estuvieron no pocos insurrectos- entre ellos el General Guillermón Moncada- en medio de la dominación española y, prohibidas sus salidas a veces por cuestiones de seguridad política, sus integrantes, en secreta cofradía, se ocultaban para cantar sus cantos, que más que cantos gemidos de dolor e himnos de guerra parecían. Un barrio poblado mayoritariamente de afrodescendientes y que debió su nombre a las múltiples furnias de su entorno.
Ahora la Conga de los Hoyos es toda una institución cultural, respetada por públicos diversos, por académicos y autoridades oficiales. Ha viajado a Cancún, Guyana, Francia y República Dominicana llevando el toque singular de sus tambores allende los mares con la misma pasión conque pasea por las calles de Santiago y arrastra multitudes como si fuera la cola de un oscuro cometa de pasiones. Más de 100 años de existencia avalan la conga más popular de Cuba: premios, condecoraciones y presentaciones especiales en los principales teatros de Cuba – el majestuoso Teatro Heredia de Santiago y el emblemático Teatro Nacional de La Habana- Múltiples presentaciones y desfiles en carnavales e «invasiones» tal como llaman a los frecuentes desfiles de la agrupación por las calles de su ciudad, son el pedigrí del «piano» como suelen decirle al singular conjunto.
Por eso no es de extrañar ver a la Conga de los Hoyos en el lujosísimo Salón Tropicana de la ciudad caribeña en un concierto de saxofón, clarinete y oboe acompañado con una multitud de bien afinados tambores con sus cueros atezados al fuego, interpretando piezas antológicas del gran compositor cubano Ernesto Lecuona. Ni es de extrañar tampoco que en unos extrañísimos carnavales de Londres un músico cubano llamado Ricardo Leyva con su orquesta Sur Caribe pusiera a bailar, o más bien a «arrollar», a los albinos anglosajones al ritmo de la Conga de Los Hoyos.
Si se visita el «Foco de Los Hoyos», llamado así a su local de ensayo situado en la misma esquina de las calles Martí y Moncada, veríamos en las paredes los múltiples diplomas y trofeos merecidos durante tanto tiempo de ingente labor cultural. Una cultura de resistencia de la Cuba profunda de la que son adalides.
Esos hombres y mujeres con sus ritmos ancestrales que parten del mismo orígen de las pasiones de la cubanía, como en un evangelio vivo, nos muestran las raíces del árbol que somos y apuntan a rumbos ciertos nuestras ramas más altas.
Porque también esta cultura de la resistencia planta banderas en las cumbres y son una razón más por la que seguir luchando por la Cuba que somos.
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