«… como no fueran de tres naciones, Pijaos (nasas), Taironas (arhuacos) y Araucanios (mapuches), que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…» Pedro Ordóñez de Ceballos El sociólogo brasileño Emir Sader publicó un escrito titulado «Un pensamiento desconectado de la realidad», en donde se queja de que la teoría «quedó […]
Pedro Ordóñez de Ceballos
El sociólogo brasileño Emir Sader publicó un escrito titulado «Un pensamiento desconectado de la realidad», en donde se queja de que la teoría «quedó recluida en las universidades y centros de estudio» y que los intelectuales «no participan activamente en la construcción de las nuevas políticas y muchas veces ni siquiera participan en el intenso debate ideológico« [1].
El único planteamiento que se puede considerar como una explicación del problema que se describe es «la estalinización de los partidos comunistas y el abandono por parte de la socialdemocracia del anticapitalismo». ¿Será ésta una razón convincente para lograr que la intelectualidad se conecte con las luchas de resistencia de los pueblos y de los trabajadores?
Las preguntas que surgen serían: ¿Por qué se dio esa «estalinización» y ese «abandono del anticapitalismo»? ¿Desde hace cuánto tiempo la lucha «práctico-teórica» (para seguir hablando en términos dualistas) en el campo de la acción revolucionaria ha estado relativamente «desconectada»? ¿Cuáles son las causas de que el pensamiento crítico aparezca en este momento como si estuviera desconectado de la realidad y de las luchas anti y pos capitalistas?
¿No será más bien al revés? ¿No será que la «realidad» que conciben quienes creen que el Estado es el único terreno para derrotar las políticas neoliberales no es la misma realidad que captan los pueblos en lucha y algunos intelectuales (estén o no estén vinculados a universidades) que hacen esfuerzos «desde abajo» para orientar las luchas efectivamente emancipadoras?
Lo que podemos comprobar a finales de 2018 es que los pueblos sí contamos con algunos importantes intelectuales (tal vez una minoría o… ¿quién sabe?) que desde diversos espacios y desde variadas miradas contribuyen con el avance de las luchas revolucionarias y emancipatorias de los pueblos y de los trabajadores del mundo entero.
Otra cosa muy diferente es que dichos intelectuales no estén interesados en participar de proyectos políticos que repiten los errores del pasado y, decidan, con total lucidez y claridad, seguir construyendo desde abajo, con las gentes sencillas y con absoluta paciencia, un camino diferente, tal vez más difícil, más escabroso, pero más cierto y consistente.
Un ejemplo de lo que podrían ser esos intelectuales revolucionarios, son todos aquellos pensadores -algunos con títulos y publicaciones, otros anónimos y hasta auto-invisibilizados- que colaboran de una u otra manera con proyectos socio-políticos que han roto con la «estrategia estatista» y que en intensa relación «teórico-práctica» (no dualista), ayudan modestamente (sin honores ni sueldos) a mantener vivos y dignos esos valiosos y necesarios esfuerzos.
Allí siguen vigentes y en pleno desarrollo los procesos de construcción de una nueva sociedad post-capitalista en el sur de México (Chiapas), en el Kurdistán (Rojava), en el sur de Chile (Wajontu Mapu), y en muchas zonas y regiones del planeta, en donde el «viejo topo» ha asumido otras fisonomías, nuevas formas de acción y de organización, diversas maneras de comunicarse y comportarse, sin pedirle permiso a nadie, sin hacerse ilusiones en la institucionalidad de «los de arriba», aunque tampoco rechazan los esfuerzos de quienes intentan ayudar desde esos espacios.
Y, de alguna manera, esos pueblos en lucha a cada rato les envían mensajes a aquellos «gobernantes» que actúan de buena fe en el terreno de la institucionalidad dominante. Si ellos tuvieran en cuenta el contenido de esos mensajes, podrían realizar su trabajo burocrático con mayor eficacia, sin ilusionar a los pueblos con milagros (promesas) que no pueden cumplir, y contribuir -en su justa dimensión- con la neutralización (debilitamiento gradual) del poder de la oligarquía plutocrática global.
Si ellos logran captar el contenido revolucionario de esos mensajes, no solo podrán contar con los intelectuales que ayuden en la acción «por arriba» (no se requieren muchos) sino que lograríamos que el grueso de la intelectualidad democrática se vinculara a los enormes esfuerzos que se hacen «desde abajo» y que en ese proceso se conviertan en intelectuales orgánicos, anti y pos capitalistas.
De esa forma, intelectuales y estudiantes en formación podrán contribuir a que los «rizomas» de la vida llena de «multiplicidades complejas» que brotan a diario de las profundidades de la sociedad, no sean destruidos (o cooptados y capturados) por el capitalismo, sino que florezcan y produzcan -siempre desde abajo- los frutos del trabajo humano en concordancia con las necesidades de la naturaleza y el desarrollo del pensamiento.
Notas:
Abdulá Öcalan, intelectual y líder del pueblo kurdo quién se replanteó muchas ideas de la «izquierda estatista», preso en Turquía desde 1999, contribuye desde la cárcel con las luchas de los pueblos y los trabajadores. Igual lo hacen numerosos intelectuales que actúan en la sombra y en la clandestinidad en el mundo entero.
[1] Sader, Emir. «Un pensamiento desconectado de la realidad»: http://www.rebelion.org/
@ferdorado
Blog del autor: https://
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.