El académico de la Universidad de Chile advierte eso sí que no hay “marea” reaccionaria en el país, pese a los resultados de José Antonio Kast y de la nueva composición del Congreso. Además, sostiene que el candidato Boric para imponerse debiera desarrollar “un intenso trabajo en dirección de la mayoría popular que no vota, […]
El académico de la Universidad de Chile advierte eso sí que no hay “marea” reaccionaria en el país, pese a los resultados de José Antonio Kast y de la nueva composición del Congreso. Además, sostiene que el candidato Boric para imponerse debiera desarrollar “un intenso trabajo en dirección de la mayoría popular que no vota, más del 52% del electorado”.
Doctor en Historia en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, académico de la Universidad de Chile, Sergio Grez desmenuza los resultados electorales de estas elecciones y advierte que los problemas estructurales que enfrenta el país no pueden solucionarse con políticas de medias tintas, como las que propone el candidato Gabriel Boric, ni menos con un programa nacionalista extremo, xenofóbico, anticomunista ni misógino de José Antonio Kast.
– ¿Qué piensa del triunfo de José Antonio Kast en la primera vuelta de la elección presidencial y a qué factores obedecería esta “sorpresa”?
– Dejando de lado el impacto emocional que significó la llegada del candidato de la extrema derecha en el primer lugar de esas elecciones, es necesario subrayar que la votación de toda la derecha “tradicional” no aumentó de manera substantiva respecto de lo que han sido sus resultados electorales en las últimas décadas. Kast superó a Boric por poco más de 2% de los sufragios, lo que no constituye un porcentaje irremontable en la perspectiva del balotaje de la segunda vuelta. Más aún, el 27,91% de Kast y el 12,79% de Sichel suman solo 40,7% de los sufragios. Incluso suponiendo que la mitad de los votos obtenidos por Parisi (6.39%) se vuelquen en la segunda vuelta a favor de Kast, ello daría cerca de 47,1% para el candidato de la extrema derecha. No hay “marea” reaccionaria, aun cuando es evidente que asistimos a una recuperación de las fuerzas más conservadoras de la política nacional y, probablemente, al surgimiento de una nueva derecha. Ello es más claro en los resultados de las elecciones parlamentarias donde la derecha obtiene sus mejores resultados de los últimos años, reconquistando algunas posiciones perdidas, pero sin lograr un aumento significativo de sus sufragios. Así, el avance del Frente Social Cristiano de Kast en la Cámara de Diputados, que obtiene 15 curules, se explica porque las formaciones más tradicionales de la derecha, Renovación Nacional (RN), Unión Demócrata Independiente (UDI) y Evopoli, pierden 11, 7 y 2 escaños, respectivamente, cayendo de 72 a 53 diputados. Las fuerzas reconocidamente de derecha quedan con 68 representantes (44%). Aquí tampoco hay “marea” reaccionaria sino un simple trasvasije de votos entre partidos conservadores, aunque conviene tener en cuenta de que esto significa una radicalización de un porcentaje importante del electorado de derecha.
– ¿Y cuál es su lectura del resultado electoral de los sectores de izquierda?
– En contrapunto, los analistas electorales constatan un avance significativo de la izquierda en la Cámara Baja, pues esta pasará en marzo de 2022 de 33 a 44 diputados, de los cuales 37 de Apruebo Dignidad (12 del Partido Comunista y 23 del Frente Amplio). La gran derrotada en esta elección fue la antigua Concertación rebautizada como “Nuevo Pacto Social”, que obtuvo solo 37 diputados: de los cuales 13 son del Partido Socialista (PS), 8 de la Democracia Cristiana (DC), 7 del Partido por la Democracia (PPD) y 4 del Partido Radical (PR), marcando retrocesos importantes todos sus componentes respecto de la representación obtenida en la elección anterior. La principal sorpresa y cambio en la Cámara Baja son los 6 representantes del Partido de la Gente (de Franco Parisi), que actuaría como un “partido bisagra” en la próxima legislatura, con capacidad para inclinar la balanza en uno u otro sentido, según las circunstancias. En el Senado, los partidos de derecha (que obtuvieron su mejor resultado de las últimas décadas) y los de la actual oposición quedaron empatados con 25 representantes respectivamente.
– Pero para la opinión pública la derecha fue la que se impuso y avanzó electoralmente en la primera vuelta.
– En la primera vuelta de la elección presidencial, al igual que en las elecciones parlamentarias, no se produjo un ascenso espectacular de las fuerzas más conservadoras, sino una cierta radicalización en su seno hacia la extrema derecha. Aunque desde Apruebo Dignidad se presenta la elección del 19 de diciembre como una confrontación decisiva entre el fascismo (Kast) y el antifascismo (Boric), sostengo que, en aras de mayor lucidez conceptual, es necesario tomar cierta distancia crítica respecto de esta afirmación. Ciertamente, un eventual triunfo del abanderado de la derecha y de la extrema derecha, representaría un peligro para la mayoría de la sociedad y un retroceso de derechos y conquistas sociales, políticas y económicas para la clase trabajadora y los sectores medios y populares, pero ello no implicaría la instauración de un gobierno “fascista”. En primer lugar, porque Kast y su partido no son fascistas ni neofascistas sino postfascistas, ya que no proponen un modelo corporatista ni un sistema económico con fuerte dirigismo estatal, como ocurrió en los fascismos clásicos, sino la aplicación ortodoxa del modelo neoliberal. Un movimiento político no es necesariamente fascista porque entre sus rasgos ideológicos se cuenten el nacionalismo extremo, la xenofobia, el anticomunismo, la misoginia, la homofobia, el autoritarismo y el desprecio a la democracia liberal. Aunque estos son rasgos comunes con los de otros movimientos de extrema derecha, en el caso de los fascistas y neofascistas, la propuesta del Estado corporatista es un rasgo distintivo fundamental. Por otra parte, un eventual gobierno de Kast debería contar con el apoyo, o al menos con la neutralidad favorable de otras fracciones de la derecha, el gran empresariado, las Fuerzas Armadas y el aparato de Estado, en general, cuestión que no aparece asegurada en la actualidad. Las clases dominantes, si bien tuvieron motivos para sentir gran temor durante la rebelión popular y expresan regularmente cierta inquietud acompañada de gestos amenazadores, no necesitan, por el momento, de una “dictadura fascista” para mantener su hegemonía y control sobre la sociedad. Sus amenazas y gesticulaciones son parte de un dispositivo táctico destinado a desgastar las posiciones de Apruebo Dignidad a fin de moderar y restringir más aún las reformas propuestas por su candidatura.
– ¿Qué debería preocupar entonces a los sectores populares?
– Considerando también la evolución de la situación en Chile desde hace unos cuantos años, tanto o más que el advenimiento de un “gobierno fascista”, debería preocuparnos el avance fascistizante en la actual democracia durante los gobiernos de la derecha clásica (Piñera 1 y Piñera 2) y bajo los gobiernos de sello concertacionista (Bachelet 1 y Bachelet 2), avance manifestado en las políticas represivas estatales, en la difusión y crecimiento de una cultura con rasgos fascistoides y en el crecimiento preocupante de los grupos y posiciones de extrema derecha, dentro y fuera de la derecha tradicional. Lo que significa que una victoria de Boric el 19 de diciembre será solo un alivio momentáneo, porque el peligro de la extrema derecha seguirá estando presente, sobre todo si la crisis económica y social no se resuelve en el corto plazo. Si las fuerzas que apoyan a Boric quieren ganar la elección y frenar el ascenso de la extrema derecha, más que concentrarse en disputar ciertos nichos de votos de derecha o centro derecha (a costa de recortar su propio programa para hacerlo “presentable” ante la opinión conservadora corriendo el riesgo de alienarse votos de izquierda), deberían desarrollar un intenso trabajo en dirección de la mayoría popular que no vota (más del 52% del electorado), tratando de ganarla en base a propuestas concretas, realizables, que apunten al mejoramiento de sus condiciones de vida. De no ser así, el riesgo de involución reaccionaria se acrecentará.
– ¿Cuánto podría influir en el proceso popular el resultado de la elección presidencial? ¿Estamos viviendo un momento histórico de inflexión que nos podría llevar a una nueva fase de la lucha popular?
– Sin negar las grandes diferencias que existen entre los proyectos de los finalistas que estarán presentes en la papeleta de la segunda vuelta, ninguno de los programas en disputa se propone superar el actual modelo en una perspectiva anticapitalista. En el caso de Kast esto es tan evidente que no es necesario analizarlo. Sin embargo, es indispensable decir algo sobre el programa de Boric puesto que este es presentado como antineoliberal. Sin entrar en un análisis detallado, constatamos que, a diferencia, por ejemplo, del programa de la Unidad Popular en 1970, el de Apruebo Dignidad no propone un conjunto de transformaciones antioligárquicas, antimonopólicas ni antiimperialistas que permitan iniciar el camino para futuras transformaciones anticapitalistas. Indudablemente, vivimos otra época y las tareas actuales son diferentes de las de hace medio siglo. Nadie podría sostener de manera razonable que el horizonte socialista está a la orden del día. La superación del neoliberalismo y la construcción de una democracia participativa son tareas urgentes en torno a las cuales puede agruparse una sólida mayoría ciudadana. No obstante, para que el objetivo de superación del neoliberalismo y la construcción de un “Estado social, participativo y democrático” pueda ser realidad y no mera retórica, es preciso no escindir la lucha antineoliberal de la lucha antioligárquica, antimonopólica, antiimperialista y anticapitalista.
– ¿Existen tareas antimonopólicas y antiimperialistas en el programa de Boric?
– La mera invocación de medidas destinadas a limitar algunas prácticas de tipo monopólico a fin de instaurar una competencia capitalista más regulada por el Estado y generar políticas para el desarrollo de un “capitalismo verde”, no constituye una política antimonopolios consecuente y coherente. Carencias similares se detectan respecto de la dominación de nuestra economía por el capital imperialista o transnacional. El programa de Apruebo Dignidad no contempla, por ejemplo, una nueva nacionalización del cobre, riqueza indispensable para satisfacer las grandes necesidades sociales insatisfechas. El antineoliberalismo de este programa no reposa sobre bases sustentables, es más bien un conjunto de reformas -muchas justas y necesarias- que al no inscribirse en una perspectiva radical que, necesariamente, implique lesionar grandes intereses para contar con los recursos necesarios para financiar las reformas sociales, terminarán empantanadas sin alcanzar el objetivo proclamado. La crisis continuará en Chile, sea quien sea el que asuma como nuevo presidente de la República el 11 de marzo de 2022, puesto que los problemas estructurales no pueden solucionarse con políticas de medias tintas. No hay que confundirse, no se trata de pretender la solución rápida o casi instantánea de los problemas acumulados, cuestión que requiere, sin duda, de tiempo y progresividad. Mi observación tiene que ver con la carencia de una perspectiva radical, así sea de largo plazo, que permita ligar las tareas y reformas parciales con un horizonte de transformación general.