La semana pasada, los trabajadores del sector público, más los profesores, médicos y trabajadores de la salud municipalizada, entre otros, lograron una importante victoria al lograr un aumento salarial del 10%, es decir, de los discutidos y famosos dos dígitos. Es la primera vez que la soberbia arbitraria del Ministerio de Hacienda debió ceder en […]
La semana pasada, los trabajadores del sector público, más los profesores, médicos y trabajadores de la salud municipalizada, entre otros, lograron una importante victoria al lograr un aumento salarial del 10%, es decir, de los discutidos y famosos dos dígitos. Es la primera vez que la soberbia arbitraria del Ministerio de Hacienda debió ceder en sus estrictas pautas de administración de la política fiscal -dictada por el Fondo Monetario Internacional- ante la presión de los trabajadores. Y no era posible esperar menos, pues las movilizaciones iban creciendo en número, gremios y espíritu de lucha, más aún, cuando la autoridad actuaba amenazando con despidos, rebajas de sueldo y todas las penas del infierno. Los trabajadores supieron aguantar el golpe y la presión política y el ninguneo de los medios de comunicación, así como también el trato prepotente de las autoridades. Ellos supieron reaccionar como todo movimiento eficaz lo debería hacer: con responsabilidad, seriedad y firmeza.
Nada parecido al comportamiento de estas mismas autoridades ante la presión de los exportadores -grandes fortunas del país- ante la caída del precio del dólar que pidieron intervención estatal urgente para enfrentar la crisis del sector. Allí concurrieron las autoridades a sostenerles el precio del dólar en un contexto de aumento de la inflación externa que no hacía sino multiplicarse con esta ayuda a los exportadores. Tampoco la actitud del gobierno ante los trabajadores se condice con lo realizado ante la crisis financiera. Allí salió el Estado a sustentar la liquidez del sistema poniendo millonarias sumas de dinero en el sistema bancario.
Lo que han demostrados los trabajadores con la última movilización es una cosa muy simple respecto a la economía: la repartición de la riqueza es una cuestión de capacidad política y no una cuestión técnica. Cuando los trabajadores actúan unidos y fortalecidos, entonces, en la repartición de la riqueza que todos contribuimos a crear (nanas, mamás, jardineros, abogados, trabajadores públicos, profesores, empresarios, etc.) la participación de los trabajadores será mayor que cuando el sector empresarial actúa con una brutal y abusiva asimetría de poder. En Chile la desigualdad es un problema grave pues es excesiva, pero ello es el resultado de una clase trabajadora atomizada, dividida y aislada y de una clase empresarial todopoderosa y excesivamente influyente.
La lección es clara: unidad de los trabajadores por sus derechos y su dignidad.