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Estudiarla para cambiar el mundo

Una visión desde un país rezagado

Fuentes: Rebelión

Nadie puede repudiar impunemente la dialéctica, dijo Hegel. Por eso soy de aquellos a los que le duele y le indigna el tratamiento que se le ha dado a este filósofo. Pero después de todo, el pensar dialéctico implica ver los hechos en contexto y como producto de circunstancias, de ahí que comprenda que todo […]

Nadie puede repudiar impunemente la dialéctica, dijo Hegel. Por eso soy de aquellos a los que le duele y le indigna el tratamiento que se le ha dado a este filósofo. Pero después de todo, el pensar dialéctico implica ver los hechos en contexto y como producto de circunstancias, de ahí que comprenda que todo el idealismo subjetivo, el empirismo, y un subproducto de ambas, el positivismo, tengan la visión que profesan sobre el genio alemán. Así que me trago lo que escribió Popper (1), Abbagnano(2) y cualquier otro, en sus versiones de la filosofía de la ciencia, de la historia de la filosofía, etc.
Sin embargo, lo que no comprendo es cuando todo ello se asume ahí, donde se habla de marxismo y las ideas gritan que el mundo es dialéctico y que pensamos dialécticamente. Valoro de grave cuando aceptamos y asumimos como ciertas las imputaciones hechas a la lógica del devenir. Entonces puede alguien encontrarse en una aula universitaria, a un profesor de marxismo defendiendo las críticas de Popper a dicha ciencia; incluso, a un intelectual marxista, con carné y funciones dentro de un partido comunista, haciendo lo mismo, y a muchos otros repitiendo la sentencia de Abbagnano de que Hegel era un absolutista -en un sentido peyorativo-(Abbagnano, 1955).
En resumidas cuentas, muchos teóricos no marxistas atacan a Hegel, a su método, y los marxistas le siguen la corriente; y ¡a descuartizar a Hegel! Quienes lo hacen, ¿saben a qué intereses, a qué clase teórica, y a qué sistema le hacen el juego? ¿Qué puede estar detrás de esa destrucción?
La cruzada y sus razones
Georg Lukács, es considerado por algunos expertos el filósofo marxista más destacado del siglo XX(Hernández, 2018). Este ofrece una explicación sobre el tema. Según expone, tanto los teóricos burgueses como los manualeros soviéticos, tenían intereses en ello.
Los primeros, por la sencilla razón de que la lógica hegeliana representaba un disparo fulminante a todo empirismo, a todo idealismo subjetivo, a toda ontología y al naciente positivismo; y porque Hegel acababa con el aparato kantiano (3)(Lukács, 1966). Luego, todos los afectados, en causa común, lo encerraron y lo sacaron del camino. Escribieron sus interpretaciones y lo que querían que se supiera sobre su obra, como parte de un ataque a traición que intenta esconder el mayor aporte: la lógica, precisamente. En ello, los kantianos (neokantianos), tuvieron un papel muy importante.
Por otro lado, estaban los intereses del dogma. Hay algo muy claro, y es que había «un peligro para Marx» en el hecho de estudiar al idealista alemán. En su legado, se encuentran varias concepciones que luego son retomadas por Marx, tales como la de trabajo (4)(Lukács, 1966) y la de la 3ra tesis sobre Feuerbach (5)(Lukács, 1966). Entonces, estudiar a Hegel implicaba restar «originalidad a Marx» (pensamiento muy retorcido ese, por cierto), y ver cómo no todo lo que dijo Prometeo «eran aportes», lo que significaba reconocer la gran influencia de un teórico burgués -Hegel- sobre el marxismo. No es casual que durante mucho tiempo en la URSS se relegara a un segundo plano al Marx filósofo. Salvo algunos como Évald Iliénkov (6), esa fue la generalidad.
Por si fuera poco, no han faltado quienes, alegando la condición de hombre de estado, que por su posición respecto a un estado prusiano -por conveniencia personal, claro- lo han acusado de muchas cosas. Y hasta hubo intentos de asociarlo a la ideología nazi, como ocurrió con también con Fichte (Russell) (7).
Así vemos, cómo existían razones, tanto en el capitalismo como en el socialismo -real- para una cruzada anti-dialéctica.
La asimilación y la resistencia a la cruzada
Los países que arrastran con la dependencia y sus casi eternas consecuencias, no pueden escapar de heredar aquellos modos de pensar. En el siglo XX los más afianzados flujos de pensamientos eran provenientes de las ciencias burguesas, y la principal fuente de marxismo no era otro que obteníamos era «el ruso». Luego, corrientes no soviéticas de marxismo inundaron Latinoamérica, sobre todo el estructuralismo althusseriano. Pero este también adolecía de la dialéctica de Hegel (Díaz Castañón, 2010). Sus alumnos más aventajados -como Derrida- comprendieron y plantearon sus errores (8), pero eso no llegó nunca al marxismo estructuralista y pro-manual, por lo que no se ha trascendido más allá de los marcos del estructuralismo dogmático -soviético, europeo o latinoamericano-, de manera generalizada.
¿Cómo podía entrar la dialéctica? Corrientes como el marxismo occidental, que apostaban por esa ciencia, y otros como los franceses que intentaban rescatar a Hegel, entre ellos los pensadores Lefebvre y Garaudy, incluso de otras regiones como el ya mencionado Iliénkov, no tuvieron amplia recepción. Ha habido intentos para que el marxismo supere el dogmatismo, pero, sin ánimos de simplificar la historia y menospreciar el trabajo, lo cierto es que hasta hoy predominan enfoques que adolecen de alta preparación dialéctica.
Por tanto, lo que ha ocurrido, es que casi sin posibilidades de posicionar enfoques diferentes, llegamos al presente con una cotidianidad teórica que reproduce una mentalidad anti-Hegel, una por sus críticas, y otra por omisión. Sin embargo, eso no es razón suficiente para que críticamente no tengamos que preguntarnos ¿cuánto hay de cierto en los señalamientos a la lógica dialéctica, y cuán necesaria puede ser esta?
Cuánto de verdad hay en los ataques
La terminología decimonónica y heredera de una tradición racionalista, hacen de difícil comprensión al lector la obra del sabio alemán. Esto, porque entenderlo implica conocer dicha línea racionalista, y por otro lado, está el contenido de sus categorías. Asimismo, como todos deben saber, el positivismo impone su lógica: la que no tiene nada que ver con esa ciencia del pensamiento que hacían los alemanes. De ahí, la re-semantización de muchas categorías como verdad, espíritu, deber ser, realidad y otras, y por tanto, de la propia dialéctica, lo que ocasiona un desconocimiento que se expresa en afirmaciones como que la comparación con metalenguaje o palabrería (Popper, 1983). Las líneas que ocupan este artículo no son apropiadas para desplegar toda la respuesta a ese planteamiento, pero se pueden señalar algunas ideas.
Lo primero, es saber qué es el espíritu, que es usado como una de las principales puntas de lanza para desacreditar. En él, no hay nada de una acepción teológica, ni mística. El espíritu no es ahí, ese espíritu metafísico, como ente fantasmagórico que existe. Hegel, no escribía historias de dioses paganos, ni cristianos, ni de Halloween. El espíritu, no es más que una herramienta teórica para explicar el devenir, y como se señala, el espíritu es esencialmente conciencia (Hegel, La ciencia de la Lógica, 1982, pág. 49). Es decir, no es un ser supraterrenal ni nada parecido, ni mucho menos causa material de la historia. De ahí, que el espíritu de la historia, sea simplemente una abstracción, una manera de teorizar sobre esta, y no de un fenómeno paranormal donde este tiene una especie de vida propia. Cuestiones que el positivismo dominante desconoce y malinterpreta.
También se habla de lo absoluto -de la idea absoluta- como si esta fuese alguna clase de idea incuestionable, casi un imperativo. Sin embargo, es un resultado de la teoría, caracterizada por la abundancia de determinaciones y cualidades, en pocas palabras, es una mayor comprensión del objeto de estudio, y no precisamente punto supremo -en un sentido tradicional- o verdad indiscutible.
Por otro lado, está la acusación de Hegel y el fin de la historia, de lo que deriva el intentar atribuirle un sentido teleológico a su teoría, enfoque que para nada es cierto, ya que la finalidad como punto teórico para Hegel no tiene mucha importancia, es decir, para él, el conocimiento no debe ser edificante (como un manual, por ejemplo) (Hegel, La fenomenología del espíritu). Además de que una noción lineal de movimiento, también carece de sentido en la dialéctica. Para esta ciencia, el movimiento solo puede ser tendencial.
Sin pretender una mayor extensión, estos son algunos de los elementos que ayudan a reflexionar la incomprensión de los pensamientos de Hegel. Pero ahí no está lo más importante, después de todo, muchos autores -tanto en el sentido foucaultiano de la palabra como en el cotidiano- son distorsionados. Lo curioso es el efecto que resulte.
Habría que recordar el rol de lo hegeliano en el sistema de Marx. A decir de Lenin, no se le podía entender si no se sabía la lógica de Hegel(Lenin, 1973, pág. 162), incluso llegó a afirmar-con toda razón -que ningún marxista había entendido Marx.
Por otro lado, los propios Marx y Engels, afirmaban que El Capital estaba metodológicamente armado a partir de la lógica de Hegel (9). Incluso la tan mal empleada idea de ponerla de cabeza, a lo que refiere es a usar esa lógica para explicar el mundo.
En resumen, si las figuras más emblemáticas del marxismo (Lenin, Marx y Engels), reconocían explícitamente la importancia de Hegel ¿por qué hoy, desde un legitimado marxismo, persiste ese empeño en desecharlo? Sabiendo que El Capital se estructura sobre su dialéctica, si se renuncia a esta, ¿cómo entenderlo?
Los que se benefician con la cruzada y su impacto
Propongo apuntar quién se beneficia con la ausencia de la dialéctica. Sabiendo que el positivismo, promueve la visión segmentada, especializada, funcional a hacer instrumental al capitalismo, y la dialéctica ofrece la visión sistémica, capaz de explicar este como un todo; resulta claro, qué sistema social le saca provecho.
No se trata de que Hegel sea un dios cuya teoría es perfecta y no haya cometido errores, ni menos que fuese un militante revolucionario, pero su postura política por interés personal no puede ser escusa para rechazo a su teoría, sobre todo porque el valor de una teoría no deriva por el buró donde se escribió, sino por a qué le es orgánica(Hayes Martínez, 2018). Se trata de que su dialéctica es la lógica del libro para entender cómo funciona ese mundo que no pocos queremos cambiar. Renunciar a su comprensión, es afectar toda la cadena; es serle funcional al capitalismo, por la incapacidad de comprender su dinámica y sus debilidades como sistema.
La dialéctica, es esa herramienta teórica para trascender la visión cosificada de la realidad, y obviar a Hegel es perder a la dialéctica, y una interpretación del Capital con el método y la intencionalidad que este se escribió.

No creo que haya mucho más que aclarar porque se sabe a quién no le conviene que no se entienda la obra cumbre de Marx. Ignorar a Hegel no es un solo la muestra de la incomprensión de un genio, sino un crimen de leso marxismo, es decir, contra el pensamiento revolucionario.

Notas
(1)Escribió una serie de Fuertes críticas a la dialéctica, basadas en una comprensión equivocada de esta. Se puede encontrar en Popper, K. (1983). Conjeturas y refutaciones. Buenos Aires: Piadós (375-396)
(2)Se puede encontrar sus críticas en Abbagnano, N. (1955). Historia de la filosofía. Barcelona: Montaner y Simón S.A.
(3) Válido destacar el deseo de Kant de hacer dialéctica, pero su sistema categorial se lo impidió.
(4) Hegel, con el mismo sentido que tiene el trabajo en Marx, explica el trabajo, solo que la categoría que emplea es destrucción fructífera.
(5) En ella, se habla de que el hombre produce su mundo y se produce a sí mismo.
(6) Este es uno de los mayores estudiosos de la dialéctica como método.
(7) El destacado pensador Bertrand Russell acusó a Fichte de en su filosofía encontrarse principios del fascismo, sobre todo por la idea de yo soy el universo . Ver Russell, B. La ascendencia del fascismo. En B. Russell, Elogio de la ociosidad. Espa.
(8)La crítica al centro de Derrida, J. (1989). La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas.

(9) Ver carta de Engels a Conrad Schmidt, del 1ro de noviembre de 1891. En ella, afirma al paralelismo entre la mercancía de Marx y la doctrina de la esencia de Hegel.

Bibliografía
Abbagnano, N. (1955). Historia de la filosofía I. Barcelona: Montaner y Simón S.A.
Derrida, J. (1989). La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas.Conferencia pronunciada en el College international de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore) sobre «Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre». En P. Peñalver, La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos.
Díaz Castañón, M. d. (2010). Louis Althusser: mito y realidad. 64 , 100-1008.
Hayes Martínez, M. A. (22 de 11 de 2018). ¿Cómo hacer orgánico el socialismo? Una obligatoria respuesta. Recuperado el 27 de 11 de 2018, de Rebelión: rebelion.org/noticia.php?id=249338
Hegel, F. (1982). La ciencia de la Lógica. Ediciones Solar.
Hegel, F. La fenomenología del espíritu. Lasson.
Hernández, M. (13 de 06 de 2018). La Trinchera. Recuperado el 15 de 11 de 2018, de La Trinchera: desdetutrinchera.com/2018/06lukacs-gran-filosofo/
Lenin, V. I. (1973). Cuadernos filosóficos. Moscú: Politicheskaya Literatura.
Lukács, G. (1966). El joven Hegel. La Habana: Ediciones Revolucionarias.
Popper, K. (1983). Conjeturas y refutaciones. Buenos Aires: Piadós.

Russell, B. La ascendencia del fascismo. En B. Russell, Elogio de la ociosidad.Espa.

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