Resultó desalentadora la jornada electoral del pasado 27 de septiembre en la que el liberalismo y el Polo eligieron popularmente a sus candidatos presidenciales con una lánguida votación de menos de un millón 500 mil votos que escasamente supera el 5 por ciento del potencial electoral estimado en 29 millones. La lectura de esos resultados […]
Resultó desalentadora la jornada electoral del pasado 27 de septiembre en la que el liberalismo y el Polo eligieron popularmente a sus candidatos presidenciales con una lánguida votación de menos de un millón 500 mil votos que escasamente supera el 5 por ciento del potencial electoral estimado en 29 millones.
La lectura de esos resultados puede tener muchos ángulos. Todo depende del color del cristal con que se mire.
Los uribistas podrán decir que el único ganador fue Uribe y los antiuribistas que el único perdedor fue el país.
Digan lo que digan, las elecciones desde todo punto de vista fueron un fracaso que le costó al Estado 250.000 millones de pesos que seguramente habrían quedado mejor invertidos en vivienda de interés social; en salud, educación o empleo; en cualquier cosa de tantas que adolece la sociedad colombiana, menos en ese embeleco electoral.
Los elegidos, Rafael Pardo por el liberalismo y Gustavo Petro por el Polo no pasan de ser unos ‘candidaticos’ que ni siquiera alcanzaron la mitad más uno de los votos registrados por sus partidos en la consulta del 2006 en donde el liberalismo obtuvo 2,5 millones de votos y el Polo 1,5 millones.
El ganador liberal, en esta oportunidad Rafael Pardo, triunfa con una votación de 376.739 votos, es decir el 15 por ciento; y en el Polo, Gustavo Petro obtiene 450.589 que representan el 30 por ciento.
El resultado liberal, visto en conjunto es algo así como de… «no te lo puedo creer». Los siete precandidatos: Pardo, Aníbal Gaviria, Gómez Méndez, Cecilia López, Héctor Helí, Marulanda y Alfonso López III no sacaron ni siquiera el millón y medio de votos que registró Serpa en el 2006.
Desde el punto de vista oficial, difícilmente puede sacarse pecho ante unos resultados que muestran, en pleno auge de la «seguridad democrática», a la esencia misma de la democracia (la elección popular), en su más baja expresión.
En las huestes liberales, sí que debieran estar preocupados con el otrora «glorioso partido» que se vuelve agua entre las manos del ex presidente César Gaviria. Y en las manos de Petro, el réquiem es por el Polo. Camino cogió a ser cola de león, inmerso en una coalición de bajas aspiraciones burocráticas.
No se requiere bola de cristal para pronosticar que Petro será derrotado en la consulta interpartidista, bien por Pardo Rueda o Vargas Lleras. Ni tampoco echar las cartas para ver quién gana las próximas elecciones presidenciales: La derecha colombiana seguirá en el poder con o sin Uribe.