Comenzó el 2015 y el movimiento estudiantil, que mantiene las ilusiones y convicciones nacidas el 2011, tiene ante sí nuevos desafíos. Algunos afirmaron que bajo un gobierno de la Nueva Mayoría nuestro maniobrar se vería bastante complicado y sin embargo la movilización ha perdurado; y esto, a todas luces, es el resultado directo de la […]
Comenzó el 2015 y el movimiento estudiantil, que mantiene las ilusiones y convicciones nacidas el 2011, tiene ante sí nuevos desafíos. Algunos afirmaron que bajo un gobierno de la Nueva Mayoría nuestro maniobrar se vería bastante complicado y sin embargo la movilización ha perdurado; y esto, a todas luces, es el resultado directo de la nula voluntad de Bachelet (al igual como ocurrió Piñera) para avanzar hacia los cambios que los estudiantes y la sociedad planteamos por medio de propuestas concretas.
Este 16 de abril recién pasado se demostró nuevamente que la lucha por la educación gratuita, laica y de calidad no está sólo en el corazón de los estudiantes, sino que está en el seno de la sociedad. Las organizaciones sociales y populares de todo tipo nos acompañaron en nuestros territorios con cacerolazos, y en la mañana del jueves lo hicieron por la principal avenida del país diciendo categóricamente que no dejaremos que nadie -menos los corruptos- decidan por nosotros.
La sensación que tenemos, por tanto, es que estamos ante un nuevo escenario. La tarea es ardua, y el año 2015 se ha visto marcado no sólo por el desprestigio del duopolio político involucrado en los casos de corrupción, sino también en que la política limpia, transparente y de cara a nuestro pueblo que hemos emprendido los estudiantes ha sido la correcta: no confiar en los hijos de la transición, en los que se amoldaron a la constitución del 80.
Es por esto que hoy es relevante que ante el escenario de una Reforma Educacional y Laboral que apenas empiezan, las fuerzas de movilización provengan de los sectores que desean cambios estructurales y que creen que el poder radica en las organizaciones sociales y no en las instituciones corruptas a las que estamos acostumbrados: la unión con aquellos que desean comenzar un nuevo ciclo para Chile con justicia, equidad y solidaridad es vital.
La potencia de la movilización recién pasada da cuenta de algo que intuíamos y que el jueves se hizo carne: los estudiantes debemos ayudar en la confluencia de las luchas que hasta ahora han ido por caminos separados: trabajadores, pobladores, medioambientalistas, feministas, disidentes sexuales y todos aquellos con quienes compartimos la visión de un país diferente debemos trabajar más allá de convocar una marcha en conjunto. Tenemos que pensar en unidad en una salida a esta crisis.
En ese análisis político se enmarca que, como CONFECH, estemos sumándonos al 1ero de mayo: porque trabajadores y estudiantes hoy debemos ser un único puño que se alce contra las reformas tibias de un gobierno que no sabe si complacer a los empresarios o a la gente. Somos nosotros los llamados a dar estos espacios, a generar vínculos que perduren en el tiempo, comprendiendo que una educación liberadora y que de respuesta a las comunidades genera, por ejemplo, sujetos sociales ya no dispuestos a soportar abusos laborales pero tampoco el abuso entre nosotros mismos y con el medioambiente. O que el subcontrato es una práctica nociva e injusta no sólo en el retail, sino también en nuestras propias universidades y colegios. Hablo entonces, de una unión programática, de puntos en común que permitan que la victoria de un trabajador, poblador o la de cualquiera que se organiza sea la victoria de un estudiante.
Siendo así, la tarea que nos proponemos debe ir en pos de converger en ideas, posturas y propuestas pero con aquellos que quieren cambiar el sistema de raíz y desde diferentes frentes. No podemos, por tanto, darle espacio a las vacilaciones ni menos a sectores que defienden a los poderosos en desmedro de quienes experimentamos las injusticias del día a día. Se debe privilegiar la unidad con diversidad, pero esta jamás puede ser sobrepasada para darle representación ni vocerías a quienes hoy encarnan las mismas ideas de los poderes fácticos que nos tienen con educación, salud, trabajo y techo neoliberal.
En las últimas semanas hemos visto las posturas de la mesa ejecutiva de la FEUC con suma preocupación. Se han levantado propuestas no emanadas de su pleno y lanzadas en paralelo a una actividad CONFECH que llamaba a la movilización del 16 de abril. Entre dichas propuestas se obvia el que para construir reformas profundas a la educación superior debemos hablar también de la educación secundaria, hoy pensada solo para generar mano de obra barata o deudores sin título. O que para hablar de «calidad», no bastan los indicadores a los que nos tienen acostumbrados sino de la construcción de parámetros educativos nuevos alejados del mercado. Por último, que hasta para hacer alusión al derecho a la educación no podemos decir que el financiamiento no sea para todos, ya que como estudiantes hemos venido impulsando la necesidad de reformas tributarias profundas, renacionalización de los recursos naturales e incluso re-destinar gastos fiscales excesivos (como defensa) hacia ítemes que sí son de primer orden y que así sean los más ricos los que paguen por los derechos sociales de todos.
Los estudiantes no le tememos a la diferencia política, pero respetamos las conclusiones a las que hemos llegado desde el 2011. Y eso no nos hace «ingenuos» ni «abstractos», sino consecuentes. La educación que soñamos lo exige. Por eso, no aceptamos ir contra las definiciones históricas que hemos tomado; porque el fin al lucro, el entender la educación como un derecho, la no existencia de un estado subsidiario, y por sobre todo, el pensar en la «excelencia educativa» y no en la «calidad de un producto» son ideas que hemos puesto en la palestra y que nos han costado años de luchas y generaciones de jóvenes manifestándose en calles, colegios y universidades.
En consecuencia, no nos queda más que dar el salto necesario para avanzar con los que estén en nuestra sintonía: a aquellos que quieran cambios profundos y nacidos desde una democracia real tanto del sistema educacional como también al interior de nuestras propias organizaciones. Esto es lo que defendemos y defenderemos todo este año: que sea el ejemplo de nuestra construcción la mejor forma de visualizar una alternativa a este sistema corrupto, sus mafias políticas y su economía neoliberal. Que sea la movilización de las verdaderas mayorías las que dicten los cambios profundos que como pueblo unido hoy luchamos por conseguir.
Marta Matamala es presidenta de la Federación de estudiantes de la Universidad de Santiago, FEUSACH
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