El PDA está frente a la opción de jugarse en la posibilidad de encabezar la creación de un gobierno democrático y de ser una fuerza del cambio. Asumir tales decisiones responsables exige actuar con inteligencia y acierto. La complejidad de hoy no es reductible a soluciones del tipo de los llamados «acuerdos sobre lo fundamental» […]
El PDA está frente a la opción de jugarse en la posibilidad de encabezar la creación de un gobierno democrático y de ser una fuerza del cambio. Asumir tales decisiones responsables exige actuar con inteligencia y acierto. La complejidad de hoy no es reductible a soluciones del tipo de los llamados «acuerdos sobre lo fundamental» con el establecimiento oligárquico, concebidos como medio para garantizar la sobrevivencia, «un lugar bajo el sol», como decía en otrora Alfonso López Michelsen, sino para plantearse las convergencias indispensables a los cambios sociopolíticos, de orientación económica, de paz y soberanía que reclama el país.
El régimen vive la crisis política de su perfil dictatorial, la vergonzosa sumisión a la política neocolonialista del imperialismo, al TLC y al intervencionismo militar del Plan Colombia, la sustitución de las garantías sociales por limosnas, el ambiente de corruptela del narcoparamilitarismo y de los grandes negociados, en un momento de cambios democráticos en América Latina y de avances hacia la integración continental. Continuismo es el horizonte que ofrece el empeño de Uribe en su reelección. Pero, aún si Uribe no va más, los posibles sucesores se disputan entre sí por ver quién asume, más que los otros, la prolongación del modelo neoliberal y el guerrerismo de los últimos siete años, que consideran insustituible.
A esto se suma la quiebra del modelo económico capitalista neoliberal, en su versión narcoparamilitar mafiosa, en el contexto de la profunda crisis económica mundial capitalista. La crisis no es transitoria ni superficial. Acarrea materiales de fondo que remueven conformismo social, el asistencialismo demagógico destinado a propiciar la reelección de Uribe y la flamante «confianza inversionista».
Ante esta decadencia del poder resulta mucho más dañino el peso de la guerra contrainsurgente, convertida en el centro de la política del Estado, que se agrega a las consecuencias desastrosas de la crisis económica general. Un cambio democrático tiene que modificar este rumbo para lograr una paz democrática, con reforma social agraria y urbana, apertura e inclusión democráticas, plena soberanía, alianza, amistad con los hermanos de América Latina y pasos decididos a la unidad continental.
El Polo es una confluencia de fuerzas diversas, aglutinadas en torno a un Ideario de Unidad, unos estatutos de partido y una táctica electoral. Es, inevitablemente, un componente básico de un proyecto mayor de unidad del pueblo en proceso de construcción.
El agravamiento de la situación social exige acciones inmediatas como el alza de salarios, subsidio a los desempleados, cese de las medidas de represión, detenciones masivas y agresiones del Esmad, restablecimiento pleno de los derechos laborales, control de capitales y de cambios, medidas dirigidas a estimular la creación de frentes de trabajo, estímulo a la producción nacional, a la pequeña y mediana industria, iniciativas de reforma agraria que favorezcan el retorno de los desplazados con garantías, crédito barato y protección del Estado, etc.
Superar las polémicas paralizantes que le hacen el juego al régimen.
Existen en sectores de la izquierda visiones negativistas frente a las posibilidades de superar el actual estado de cosas, bajo la iniciativa y con un papel proactivo y dirigente del Polo. Algunos proponen alianzas, en primera instancia y preferentemente, con núcleos críticos del establecimiento, sin ruptura con el eje principal de la política de clase contra los trabajadores, la represión, la polarización y el macartismo, vinculados a la guerra interior. En su lógica, piensan que cualquier propuesta independiente desde la izquierda sería inviable y terminaría haciéndole el juego a la segunda reelección de Uribe.
En aras del llamado «posibilismo», se subestiman, en particular, los cambios en el movimiento popular y las nuevas dinámicas de la lucha social en desarrollo. Por el contrario, las acciones huelguísticas y movilizaciones como la Minga nacional, en el segundo semestre de 2008, muestran un nivel alto de persistencia, participación, combatividad y radicalización. No han sido movimientos rutinarios. Indican el punto en que emerge un nuevo espíritu y una nueva actitud en el movimiento popular. Cegarse, desde la izquierda, ante esta realidad es una mala señal.
Hay quienes insisten en condicionar la unidad de las fuerzas democráticas a la condena permanente y repetitiva de la lucha armada. Sin medir el significado de las palabras reclaman la condena de lo que llaman la combinación de todas las formas de lucha, en el supuesto entendido de que tal concepto se reduce a la lucha armada, lo que es totalmente equivocado. Una cosa es considerar que la lucha armada no constituye en la actualidad una vía factible para los cambios democráticos irrenunciables y que existen otras formas más adecuadas y menos dolorosas para conseguirlos. Otra muy distinta es condenar la combinación de las formas de lucha como si se refiriera exclusivamente a la lucha armada y, además, fuese sinónimo de terrorismo, según la doctrina de la ultraderecha. La experiencia de la lucha popular colombiana ha sido, es y será mucho más compleja como para despacharse en condenas, estigmatizaciones y referencias formales frente a realidades existentes que solo pueden superarse con cambios políticos también reales. El PCC ha rechazado por principio los métodos terroristas y por igual razón se ha opuesto al secuestro y a toda forma de retención arbitraria.
Para avanzar hacia la paz, no existe ningún sustituto razonable a la solución política con dos componentes indispensables: uno, el compromiso de reformas sociales, políticas y culturales que modifiquen las causas estructurales que originaron y siguen reproduciendo las condiciones del conflicto; dos, la inclusión de los insurgentes en los compromisos de reconstrucción, desarrollo, seguimiento, verificación y control de un proceso de paz a través del diálogo, la negociación y la creación de una nueva institucionalidad democrática con legitimación popular.
Sin renunciar a una actitud crítica frente a los movimientos guerrilleros, el Polo debe propiciar su reconocimiento como interlocutores de la sociedad y el Estado, en la búsqueda de una paz democrática, que es lo contrario de la paz romana.
Construir la fuerza de la convergencia para el cambio.
El Polo tiene que poner en práctica una acertada política de alianzas sin renunciar a las propuestas claras de cambio. Priorizar, por lo tanto, la propuesta de un programa básico de cambios en el modelo económico, el tema de la paz y la reforma política. Y plantear una consulta abierta para escoger su candidato (a) presidencial propio, que debe ir hasta la primera vuelta presidencial. Consideramos el nombre de Carlos Gaviria como el más indicado para esta tarea.
Cinco son los ejes de un programa básico democrático. Primero, la renuncia al modelo neoliberal y la adopción de una política económica con un importante papel del Estado en la recuperación del control social sobre los recursos energéticos, las riquezas naturales y ambientales, la concreción de reformas agraria y urbana, el fortalecimiento del empleo y el ingreso para los sectores populares, el reforzamiento de la educación pública en todos los niveles y todo el territorio del país. Este viraje implica la renuncia al TLC con Estados Unidos, el control de capitales y de cambios, la reorientación hacia una cooperación económica estratégica en el marco de la unidad e integración latinoamericanas.
Segundo, una actitud decidida a ponerle fin a la guerra interior por una vía política y pacífica, que asocie las propuestas de reformas sociales y políticas con compromisos claros y verificables, acompañamiento internacional y garantías plenas para el diálogo, la vida de los rebeldes y la integridad de la población civil. Un paso en firme serán las medidas para el intercambio humanitario. El reto de este eje es el logro de un tratado de paz justa y democrática, que se acompañe de un proceso de verdad, justicia, reparación y compromiso de no repetición para las víctimas del conflicto armado, en toda su dimensión histórica. Tal acuerdo deberá ser ratificado popularmente en un plebiscito.
Tercero, una reforma política incluyente, que restablezca el derecho del pueblo a gobernar y a decidir; que permita neutralizar el control del gran capital privado sobre la administración pública; depurar el Congreso, las fuerzas armadas y de policía y el poder ejecutivo de las mafias del narcoparamilitarismo; garantizar elecciones transparentes y libres; conformar un estatuto de la oposición. En todo momento deben regir el respeto por los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.
Cuarto, la posición del Polo en lo internacional no puede albergar la ambigüedad, la neutralidad ni las posturas de tercera vía. Proponemos que se exprese la solidaridad con los procesos de cambio democrático en América Latina y reafirmar el rechazo a toda forma de intervencionismo militar y la injerencia en los asuntos internos, la terminación definitiva del Plan Colombia y la prohibición de la extradición de nacionales a los Estados Unidos.
Quinto, las sucesivas reformas a la Constitución de 1991 han modificado en gran parte sus aspectos positivos y acentuado sus ambigüedades y falencias. Creemos que la construcción de un nuevo poder democrático y popular implica la necesidad de una Asamblea Nacional Constituyente, de composición incluyente y representativa, con sujeción de sus conclusiones a la sanción ciudadana.
El Congreso del Polo debe elaborar y presentar su programa básico como una propuesta abierta a la discusión del país y el pueblo, que inaugure un nuevo momento en la lucha por la democracia. Con esto, el Polo abre la puerta al diálogo, al debate público e invita a la construcción conjunta del modelo de país democrático al que aspira. Proponemos generar escenarios de convergencia en los planos local, departamental y nacional con corrientes sociales y políticas interesadas en la discusión de los objetivos del cambio democrático.
Proponemos diseñar iniciativas de convergencia y unidad de acción, dirigidas a los sectores más dinámicos del movimiento popular, en la perspectiva de construir la fuerza en la lucha por la solución y salida democráticas de la crisis. La idea de organizaciones populares de impulsar un gran Congreso del Pueblo, que incorpore nuevos destacamentos al compromiso hacia una nuevo poder amplía el horizonte de la política de alianzas y acerca el Polo a las dinámicas crecientes de la movilización social.
En lo organizativo proponemos que se elijan las direcciones departamentales y locales durante el proceso de la consulta presidencial. Así mismo, conservar el actual número de integrantes de la Dirección Nacional y el Comité Ejecutivo.
Unidad para un gobierno democrático de la izquierda hacia un nuevo poder popular.
La propuesta del Polo es la conformación de un gobierno para los cambios democráticos, con base en la convergencia pluralista de fuerzas en amplia coalición popular y abierto a la participación con las bases programáticas expuestas.
El Polo tiene la obligación de desarrollar un enfoque y un estilo de gobierno que gane credibilidad en la perspectiva del cambio democrático. Tiene que sortear las limitaciones del llamado gobierno permanente, que es una rígida camisa de fuerza con espacio solo para el posibilismo de la llamada «gobernabilidad».
El gobierno temporal, está sometido al gobierno permanente y constreñido por las limitaciones del orden nacional y jurídico-político para desarrollar plenamente su propuesta. Sin embargo, no puede derivarse de allí que el gobierno temporal se reduzca a ser administrador de las políticas impuestas desde el poder económico transnacional y su modelo neoliberal en crisis.
La noción de un gobierno democrático alternativo, es decir, en vía de cambio y ruptura con el régimen actual, requiere de unos derroteros claros de orden programático. La clave es que sus propuestas estén sintonizadas con los derechos del pueblo, que actúe consecuentemente para materializarlas, contribuya a la organización y concientización de las bases.
Desafortunadamente el choque va a venir de las políticas dominantes para descargar el peso de la crisis en los trabajadores y medios populares. El Polo debe promover medidas alternativas para contrarrestar y tratar de revertir los efectos destructivos, creando consciencia y organización social para ir a la raiz de los problemas sin camuflajes, con propuestas viables en el corto plazo, sin pretensiones de democratizar el capitalismo, pero con visión de reformas de fondo en función de los intereses de las mayorías y de los sectores más depauperados. El reto de un gobierno de izquierda es apoyarse en el pueblo y no en el gobierno permanente del poder actualmente dominante. Debe pensar en estrategias para convertir el poder popular en el poder permanente en la sociedad.
El punto guía es el Ideario de Unidad. El gobierno de la izquierda no se reduce a la lucha contra la corrupción. Con un estilo de gobierno diferente del que se ha servido el sistema tradicional el Polo tiene que gobernar también y principalmente con la izquierda popular, como una forma de gobernar en contacto con el pueblo.