¿Qué cosa es esta crisis? la respuesta es: crisis del rumbo del Estado y de la orientación política de clase. Los debates alrededor de la verdad sobre las relaciones con el narcoparamilitarismo comienzan a desnudar la singularidad del régimen: sus personeros son notables delincuentes y corruptos a la luz de la propia legalidad del sistema, […]
¿Qué cosa es esta crisis? la respuesta es: crisis del rumbo del Estado y de la orientación política de clase. Los debates alrededor de la verdad sobre las relaciones con el narcoparamilitarismo comienzan a desnudar la singularidad del régimen: sus personeros son notables delincuentes y corruptos a la luz de la propia legalidad del sistema, son auténticos carniceros de lesa humanidad que asumen con frescura su papel de multimillonarios. Construir, desde la movilización, una nueva legalidad popular, un congreso del pueblo que reúna todas las vertientes y sensibilidades para preparar las propuestas de reforma política, social y económica de un nuevo gobierno democrático, escribe Jaime Caycedo.
Si se pregunta ¿Qué cosa es esta crisis? la respuesta es: crisis del rumbo del Estado y de la orientación política de clase. Pero lo es, todavía en las alturas. Por eso, la discusión entre los representantes políticos es si se revocan Congreso y Presidente, si se anticipan o aplazan elecciones. Los debates alrededor de la verdad sobre las relaciones con el narcoparamilitarismo comienzan a desnudar la singularidad del régimen: sus personeros son notables delincuentes y corruptos a la luz de la propia legalidad del sistema, trafican con las reglas del juego de la supuesta democracia, desmontan pieza a pieza el sacrosanto Estado Social de Derecho. Varios de ellos son auténticos carniceros de lesa humanidad que asumen con frescura su papel de multimillonarios, fruto del despojo y el robo, mientras con celo enternecedor defienden ‘el honor familiar’.
Los explotados no toman consciencia plena de que ésta es también la crisis de su condición. La desocupación y el desempleo disfrazado de ‘subempleo’ abarcan a la inmensa masa de la población laboral. El régimen ofrece trabajo precario y salarios miserables. Las dádivas demagógicas que conservan y estimulan la miseria mantienen vivas las ilusiones. El plan de desarrollo puesto a debate al Parlamento es el programa del empobrecimiento de los trabajadores como signo de prosperidad y competitividad, con TLC o sin él. Los millones de desplazados y desarraigados de la guerra contrainsurgente garantizan la estabilidad del prospecto de pobreza como proyecto de vida inalterable. Uribe, el padre de esta criatura, pasa como el salvador de la patria.
El régimen de la legalidad oficial es el resultado del fraude electoral impuesto con la ayuda de las armas del narcoparamilitarismo y de la impunidad amparada desde el poder. La responsabilidad de Uribe y de su corte está en el centro del cuestionamiento. Seguramente otros de sus parlamentarios irán a la cárcel. Su nuevo Canciller no ha respondido por el sonado caso de Chambacú. ¿Qué pasa con sectores del alto mando, del cuerpo diplomático y del empresariado, vinculados al poder personal y a los dones de la corrupción? Con Uribe una burguesía reaccionaria, narcomafiosa y criminal se apodera del manejo económico, por la vía de las privatizaciones y los negocios. Esa misma fracción de clase ha procedido al copamiento político del Gobierno e intenta, en el mediano plazo, el del Estado en su totalidad.
Los intereses más sentidos de los trabajadores no pueden rescatarse sin un vuelco profundo del poder. Estamos por un acuerdo democrático sin Uribe ni su mafia para reconstruir las libertades, los derechos populares y la verdad de la historia de violencia agenciada desde lo alto contra el pueblo. Miles de sobrevivientes de la guerra sucia, esto es, del exterminio y la represión por razones ideológicas y políticas; y millones de compatriotas sumidos en la nueva pobreza masiva del Estado Comunitario tienen la palabra.
La movilización social de masas, que ha empezado ya de manera dispersa y espontánea, tiene un norte: unir todas las fuerzas de la oposición y la inconformidad para superar el obstáculo que impide romper la desigualdad y conquistar el bienestar, esto es, la presencia de Uribe y su mafia al frente del Gobierno. Se trata de construir, desde la movilización, una nueva legalidad popular, un congreso del pueblo que reúna todas las vertientes y sensibilidades para preparar las propuestas de reforma política, social y económica de un nuevo gobierno democrático.