Es cierto que la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación, y muy en particular Internet, facilita la propagación de las informaciones y eleva el nivel de conocimientos de quienes pueden acceder a ellas. De ahí que la euforia de los tecnófilos los haya llevado a calificar la sociedad actual como «sociedad […]
Es cierto que la difusión de las tecnologías de la información y la comunicación, y muy en particular Internet, facilita la propagación de las informaciones y eleva el nivel de conocimientos de quienes pueden acceder a ellas. De ahí que la euforia de los tecnófilos los haya llevado a calificar la sociedad actual como «sociedad del conocimiento».
La ingeniosidad comercial yanqui, la american ingenuity, se ha puesto inmediatamente manos a la obra para hacerla realidad. He aquí cómo entiende la formación universitaria este anuncio distribuido por Internet.
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No es sino lógico que donde, como en los Estados Unidos de América, la educación primaria gratuita no se reconoce como un derecho humano, como un bien público, sino como mercancía, la privatización de la enseñanza se lleve a estos extremos. Aquí termina el abandono de la concepción de la educación como servicio público, concepto tan arraigado en Europa y que tan dispuestos se encuentran nuestros políticos a abandonar. ¿A esto quieren llevarnos los defensores de la escuela y de las universidades privadas con su campaña denigratoria de la enseñanza pública? Todo apunta en este sentido, por mucho que digan los con capa y los sin ella.