Periodista británico especializado en Latinoamérica defiende una salida negociada al conflicto de Colombia y pide a las FARC que flexibilicen su postura para liberar a Betancourt
El periodista británico Richard Gott ha cubierto durante décadas la política latinoamericana para el diario The Guardian. Fruto de esta experiencia son cuatro libros, el último de ellos en 2005 sobre Hugo Chávez.
¿Cree que Ingrid Betancourt puede estar muerta?
Cabe esa posibilidad. Las últimas fotos y los testimonios de los secuestrados son de principios de año y ya advertían de que la salud de Ingrid Betancourt era muy precaria. También de que sufría de fuertes depresiones. Es un drama. Después de tantos años en la selva y secuestrada bajo condiciones tan duras, me temo lo peor.
¿Deberían las FARC flexibilizar sus posturas con Betancourt?
Sin duda, sin duda. Aunque parece obvio que cada vez tienen más dificultades para liberarla o, al menos, para mandar alguna señal sobre su
situación real.
¿Qué papel está jugando el Gobierno de Colombia en el proceso de canje humanitario?
Uribe es un político muy hábil que está sometido a grandes presiones para hacer algo por los secuestrados porque él, en realidad, no tiene mucho interés por esos prisioneros.
Algunos analistas citan al presidente venezolano, Hugo Chávez, como uno de los focos de inestabilidad en la región y le acusan de injerencia en la política colombiana.
Estas acusaciones no tienen una base sólida. Las primeras gestiones de la última intentona para liberar a Ingrid Betancourt comenzaron el pasado año dentro de la propia Colombia. Hay gente como la senadora Piedad Córdoba y algunos más que llevan tiempo trabajando y organizándose para acercar posturas. Chávez ha hecho cosas de buena fe que Uribe siempre trata de obstaculizar.
¿A qué se refiere?
La última acción de Uribe fue ordenar la muerte del guerrillero Raúl Reyes en suelo ecuatoriano. Esta acción, indudablemente, entorpece el trabajo de quienes tratan de lograr cosas de la guerrilla.
¿Qué le parece la última propuesta del Gobierno colombiano para favorecer la liberación de los rehenes de las FARC?
Después de lo que pasó en Ecuador el 1 de marzo [muerte de Reyes] es imposible creer a Uribe. No tengo fe en sus buenas intenciones porque cambia de mensaje cada semana.
¿Quién es Álvaro Uribe?
Es un ultraderechista con un pasado familiar sospechoso. Parece tener madera de estadista, es bastante popular en su país, pero es reaccionario y no es un hombre de paz. Para mí es un gran peligro para América Latina.
¿Qué importancia tendría para un acuerdo otorgar a las FARC el calificativo de «beligerante» que proponen líderes como Chávez?
Mucha. Las FARC es un grupo beligerante. El concepto terrorista fue inventado por EEUU tras el atentado a las Torres Gemelas.
Pero reconociéndoles un estatus político, ¿no se socava la legitimidad de un Gobierno elegido democráticamente por el pueblo colombiano?
Gobiernos anteriores al actual de Uribe también negociaron con las guerrillas que actuaban en Colombia. Es cierto que una negociación de paz puede provocar que la decisión democrática del pueblo colombiano en las urnas quede desdibujada. Pero no es cierto. Los británicos también hemos negociado con la guerrilla de Irlanda del Norte para acabar con un conflicto y tras muchos esfuerzos hemos llegado a un acuerdo. Y la democracia no está cuestionada.
Pero sus actividades son tremendas. Secuestros, reclutamientos forzados, narcotráfico.
Sí, es así. Resulta terrible ver cómo todas las partes y esferas del país, incluido el propio Gobierno, se benefician del tráfico de cocaína.
¿Tanta vinculación hay entre política y narcotráfico?
Yo siempre digo que en Colombia hay dos países. Uno es el Estado democrático y la gran oligarquía terrateniente. El otro es la gente que vive del tráfico de cocaína. Se trata de nuevos ricos y también muy poderosos. Entre ambos hay una fuerte pugna por el control de los recursos.
¿Cuál es la situación de las FARC? El Gobierno colombiano asegura que su derrota está cerca.
Es similar a lo que sucedió con los guerrilleros del IRA en Irlanda del Norte. Están cansados y su popularidad ha caído considerablemente. Marulanda tiene casi 80 años, otros jefes han muerto o se han retirado y la sociedad civil está ya hasta la coronilla de la violencia. Es un excelente momento para iniciar negociaciones de paz en Colombia porque ninguna de las partes en conflicto logrará derrotar a la otra. Es una guerra eterna.
¿Puede Europa desempeñar algún papel de mediación en este conflicto?
Tanto no lo sé. Yo no tengo mucha fe en la política exterior europea. Lo que sí creo es que algunos estados pueden presionar a Uribe. Es el caso de Francia, interesada en encontrar una vía para liberar a Ingrid Betancourt. Sin embargo, al final serán los propios colombianos con la ayuda de los países vecinos los que acuerden cómo solucionarán su gran problema. Ellos son los primeros interesados en superar este drama.
¿Tanta inestabilidad provoca el conflicto colombiano en Ecuador, Venezuela o Brasil?
A nivel militar, Colombia es el país más poderoso de América Latina y su actitud amenaza a los demás países. Por eso tienen tanto interés en que solucionen su conflicto interno porque de ello dependerá la tranquilidad de sus fronteras. En la crisis actual con Ecuador ha quedado claro. En un lado está un Estado muy poderoso. En el otro, hay un país pobre que diplomáticamente tampoco tiene mucho margen de maniobra.
¿Vislumbra alguna alternativa política a Álvaro Uribe? El ex rehén de las FARC, Luis Eladio Pérez, asegura que Ingrid Betancourt, de ser liberada, podría ser una rival muy dura.
No lo creo. Ingrid es una extraordinaria mujer pero procede de la periferia política. No tiene mucho peso ideológico ni popularidad suficiente a pesar de su condición de víctima. Colombia aún no está lista para este cambio. La izquierda, desunida y enfangada en cuestiones casi personales, tampoco se presenta como una alternativa real a Uribe.
¿No está quedándose Colombia un tanto aislada de los procesos de cambio latinoamericanos?
Exacto. Si gana en Paraguay el ex obispo Fernando Lugo en las elecciones del 20 de abril, la Colombia de Álvaro Uribe quedará como la única representante de las políticas neoliberales en el cono sur.