Dentro de 15 años más, esto es para el 2020, según estimaciones de la ONU nuestro planeta estará habitado por cerca de 8 mil millones de personas. Para colmo la mayoría habitaremos en ciudades: centros del mundo y semilleros de estrés, frustración y violencia, pero también de «urbanas entretenciones». Todo indica que la alta densidad […]
Dentro de 15 años más, esto es para el 2020, según estimaciones de la ONU nuestro planeta estará habitado por cerca de 8 mil millones de personas. Para colmo la mayoría habitaremos en ciudades: centros del mundo y semilleros de estrés, frustración y violencia, pero también de «urbanas entretenciones». Todo indica que la alta densidad poblacional estará acompañada de una gran cesantía, y consecuentemente de una precarización de la vida. ¿Como enfrentará Valparaíso ese futuro no muy lejano? Aquí presento un acercamiento al crecimiento urbano del presente y que marcará el futuro, futuro que cada uno podrá construir en su mente.
1. Ayer y hoy
Valparaíso se expandió desde su casco histórico, por el estrecho plan hasta los cerros, rellenando y aplastando sus quebradas, botando palmas, pavimentando laderas y cumbres. Los cauces naturales de las aguas, que llegan a un mar cercado por containeres, fueron cubiertos para construir sobre ellos ejes viales.
Este crecimiento, a veces espontáneo, resulta atractivo para turistas que ven mezclada la arquitectura europea de antiguas casonas con precarias viviendas que cuelgan de los cerros, y uno que otro ascensor sobreviviente del tiempo y a la modernidad.
La ciudad de Valparaíso sigue creciendo, crece por adición, sustitución y desplazamiento.
Crece por adición incorporando cada vez más población en las cimas y quebradas de los cerros, donde están llamados a habitar lo más pobres ya sea en campamentos, tomas de terrenos, o encerrados en departamentos-nichos como solución estatal a los/as sin casa. Dentro de los departamentos-nichos el hacinamiento es conocido. Para jugar, niñas y niños, deben a diario competir con los autos por un pedazo de calle. No es mejor la situación de los padres y madres que deben lidiar con la realidad del endeudamiento. Y ni hablar del impacto sobre el suelo, la flora y fauna (palmas amenazadas, quebradas convertidas en improvisados vertederos, erosión del suelo, etc.). Los más adinerados, y otros no tanto pero con la capacidad (temporal) de obtener elevados créditos hipotecarios, han encontrado en Curauma una suerte de isla lejana del centro urbano de su contaminación, vicios y estrés. Es también un crecimiento por adición.
Otros cerros, no considerados en el Plan regulador de Valparaíso, crecen además por sustitución. El cerro Los Placeres es uno de los mejores ejemplos. Grandes edificios reemplazan, y seguirán reemplazando, a antiguas casas, aumentando la densidad poblacional pero no las relaciones interpersonales. Muy por el contrario, la frialdad de las nuevas edificaciones y sus habitantes están poniendo fin al barrio y las relaciones que antes se daba entre los/as vecinos/as. La luz y calor del sol son sólo recuerdos para las casas que hoy son aplastadas por las sombras de nuevos y cada vez más grandes edificios.
La sustitución de edificaciones, como las mencionadas anteriormente, conllevan generalmente el desplazamiento de personas. Por otra parte, los desplazados aumentan también sin que se realice sustitución alguna de las edificaciones. Es el caso de zonas como el Cerro Alegre y otras incluidas dentro del Casco Histórico, donde los antiguos vecinos/as, poseedores de una basta memoria histórica (que sólo la vida de barrio puede dar) han vendido sus propiedades ha especuladores inmobiliarios quienes se encargan de ubicar en los tradicionales barrios a personas provenientes de zonas como la Capital. Profesionales jóvenes, estudiantes universitarios, y autoproclamados artistas, entre otros, buscan empaparse de una supuesta mística y creatividad que poseerían dichos lugares. Antiguos vecinos/as son así ahora convertidos en los desplazados del Valparaíso patrimonial.
2. Sólo quedará la historia de edificios
Con el propósito de conocer algunos testimonios de los/as aún no desplazados del casco histórico del Valparaíso «patrimonio de la humanidad», Eduard [1] vagó por el Cerro Concepción en busca de algunas palabras de estos vecinos/as que pagan unos de los más elevados arriendos de Valparaíso. Las principales razones para esta migración estarían en la gran tentación que provoca el dinero y el agobio permanente de las deudas que obligan a buscar soluciones tan extremas como el abandono del barrio que los vio nacer y crecer. Estos barrios tradicionales cuentan hoy con muchos interesados en adquirir alguna casa, por lo que el accionar de las inmobiliarias, que desean lucrar de este momento, es muy fuerte. Por eso no resulta raro que los hijos/as, una vez muerto su padre y/o madre -antiguos vecinos de barrio- hayan encontrado rápidamente a compradores para sus ex-hogares. Más triste es la realidad de aquellos vecinos que ya viejos y solos, sintieron que la casa les quedó muy grande por lo que tomaron la difícil decisión de vender.
Sorprendentemente muchos de los que habitaron durante décadas en este barrio no eran propietarios. Ahora habitan en otros lugares donde el arriendo no es tan elevado. Otros llegaron a acuerdo con los propietarios y subarrendaron la propiedad, principalmente a estudiantes universitarios.
Son numerosas las historias que ha generado este mercado inmobiliario, un vecino contó que profesionales de la política como Guido Girardi y Schaulson lo habían tentado, pero que este no había cedido. Quien tuvo más suerte fue el ex-alcalde de Valparaíso, Hernán Pinto, quien se hizo de una céntrica casona en el Cerro Alegre. Nada raro es que los vecinos encuentren debajo de sus puertas propagandas de distintas inmobiliarias que los instan a vender sus propiedades.
Por barrio no sólo se entiende al lugar físico, sino que también a su historia y su gente. Esta llegada incesante de personas de mayor poder adquisitivo están no sólo desplazando a los antiguos vecinos/as, sino que están poniendo fin así a la comunidad en el barrio. Las islas crecen en estas tradicionales zonas, y el antiguo barrio se convierte así en un gran archipiélago burgués.
3. Geografía urbana y lucha de clases
Corrían los últimos años de dictadura, el verano era caluroso y las entretenciones eran pocas para alguien que vivía rodeado de la pobreza. Me pasaba los días ya sea en el patio de mi casa o en la calle. Una vieja bicicleta y una tabla encerada (con la cual me deslizaba sobre las pendientes encementadas) eran mis casi únicos juguetes. Los desechos daban pie a la creación. Un día de sofocante verano, confundido por las alegres imágenes de la televisión (eran días de Festival), me deje llevar por un impulso y sin pensarlo más me decidí a dejar por un rato las cumbres de Playa Ancha. Yo también quería gozar. Durante media hora caminé cerro abajo para tomar la micro 1 de la Central Placeres. Me dirigía hacia Reñaca, epicentro del adinerado turismo viñamarino. El impacto fue más grande de lo esperado. La diferencia entre esa gente y yo era mayúscula. No era sólo mi ropa. Esta estaba limpia aunque algo fuera de moda y no era de esas marcas de «importancia». Tampoco era solamente mi piel morena, allí también habían muchos morenos, aunque el mío era natural y el de ellos producto de horas bajo el sol. Cada vez sentía más calor, mi ropa no era cómoda pero tampoco me atrevía a quitármela para refrescarme en el mar. Deambule por calles y galerías, en donde desperté las sospechas de uno que otro guardia, hasta que un policía me pidió que le mostrara mi identificación. Después de unas preguntas acerca de donde era y que hacía allí, algo inquieto me dejo ir, pero sin antes sugerir que me fuera de ahí. A pesar de tener la sombra de un edificio, sentía más calor. Era el calor de la impotencia ante tal discriminación. Cuando me aprontaba para irme sentí una voz que me llamaba. Era un vecino del cerro, lo veía ha diario pero nunca lo había saludado. Se me acerco para saber lo que quería el policía. Después de unas cuantas palabras me regaló uno de los helados que él vendía en los alrededores de la playa, y me dijo: «vallase mijito que ya se va ha hacer tarde». Tomé la 1 de vuelta, caminé el cerro de subida durante unos 40 minutos y llegué a casa, cansado, con hambre y confundido ante la evidencia de dos realidades económicas tan contrapuestas.
En el relato anterior la respuesta convencional esperada por el policía dice relación con alguna actividad económica, como sería el trabajar, ó el visitar un familiar (que tiene un profundo carácter de clase). Pero la inexistencia de este tipo explicaciones pone en evidencia el carácter clasista que tiene hoy la geografía urbana.
Una característica de Valparaíso es la relativa homogeneidad económica entre sus habitantes. Claro que la nivelación es para abajo: la mayoría somos pobres o muy pobres. La instalación en algunas zonas de personas más adineradas aún no desequilibra esta realidad. Lo cierto es que el plan se caracteriza por una sobriedad económica, esto es, no existen grandes moles ni tiendas muy lujosas (salvo un par de excepciones), incluso dos Mc Donalds debieron cerrar producto del fracaso económico (cosa que enorgullece a quienes nos declaramos enemigos del capitalismo). Esta situación podría ahora ser revertida por un grupo de empresarios/as. Mucho se ha especulado acerca del futuro borde costero, que se debe construir y que no. Desafortunadamente el común de la gente estamos muy lejos de esa discusión. Por ahí una asociación de junta de vecinos (es sabida la escasa representatividad de estas organizaciones) y otro grupo de autoproclamados defensores de Valparaíso han tenido la oportunidad de dar su opinión. El resto estamos excluidos, por que así lo quieren los empresarios/as (quienes planifican el crecimiento urbano a su medida) y por cierto por nuestra incapacidad de organizarnos en torno a este tema. Unos/as están muy ocupados en sus trabajos u hogares y los/as otros/as, activistas políticos, tienen «suficiente» trabajo con las manifestaciones de siempre (día del trabajador, 21 de mayo, elecciones, etc.).
Existen razones fundamentadas y también intuitivas para creer que el borde costero se convertirá en un polo de desigualdad de Valparaíso. Lujosas tiendas y hoteles, caros cafés y restoranes, molo para veleros y yates, son sólo algunas de las cosas anunciadas. La construcción de estos darán trabajo temporal en el área de la construcción, y tal vez después exista para algunos/as la posibilidad de un esclavizante trabajo en los servicios (mozos, cuidadores de autos, guardias privados… nada que ya no conozcamos: sueldos miserables y largas jornadas de trabajo incluso los días domingos y feriados).
Los beneficios del borde costero que los/as empresarios/as planean construir no serán para los porteños, menos su goce. Hoy día muchos no tienen dinero para bajar al plan, ni siquiera para buscar trabajo. Muchos viven casi toda su vida en los cerros. Estos muchos serían los discriminados de un borde costero exagerado en lujos capitalistas.
4. Comunidad versus la conducción empresarial y la tutela estatal
Urbanismo Sostenible: «El término se aplicaba al funcionamiento de un sistema en circuito cerrado, generando su propia energía y eliminando sus propios residuos, hechos incompatibles con la expansión inherente al capitalismo, basada en la especialización de las actividades y la deslocalización productiva. Los proyectos alternativos de esa «izquierda» pintada de verde, ni pretenden limitar el frenesí de la economía, ni cuestionan el sistema capitalista y su sagrada idea de progreso. Además, resulta más que evidente el hecho de que no existe un modelo capitalista que se sostenga. Hablar de sostenibilidad bajo estas condiciones es una estupidez, o peor, un engaño, ya que no existe un capitalismo «limpio», capaz de comerse sus marrones.» Miguel Amorós [2]
Los dirigentes/as políticos conocen muy bien el potencial económico de la urbanización, tanto así que lo promueven ilimitadamente sin importar las reales necesidades de los residentes. Los empresarios/as han encontrado en estos políticos/as los aliados que necesitaban. El resultado de esta alianza es la cesión del proceso urbanizador a la iniciativa privada de empresarios sedientos de más dinero. Por supuesto que nuestra pasividad, juega a favor de estos.
Bajo esta conducción empresarial, ¿Qué podemos esperar para el Valparaíso de los próximos años? Aquí van algunas ideas:
1º La museificación de algunos lugares, con la consiguiente migración de la gente a zonas con más bajos arriendos.
2º La construcción de espacios especiales para turistas (¿borde costero?) excluyentes para la mayoría de los porteños, y asociado a esto, el aumento de la «seguridad» en estos lugares (cámaras de televigilancia, guardias privados, etc.) para así evitar el libre tránsito de aquellos/as considerados como indeseables.
3º La profundización del Valparaíso suministrador de servicio, lo que en una sociedad neoliberal significa trabajos mal pagados y temporales.
4º Construcción en lo cerros para todas las direcciones (a nivel del suelo, quebradas, y también hacia el cielo).
Cualquier accionar que pretenda devolver la ciudad a la gente pasará por la caída del capitalismo, caída que debe ser provocada por la misma gente. A no confundirse con meras transformaciones estéticas hechas por los actuales dirigentes/as (entiéndase empresarios, políticos y religiosos de las altas esferas).
El Estado otorga espacios de supuesta participación ciudadana, espacios en que la población estaría representada. Gran mentira. En la mayoría de los casos un par de vecinos/as, que se autodenominan representantes de la población, son invitados sólo para justificar la existencia de dichos espacios. Ó más simple aún, una pequeña burocracia ambientalista fija tasas de destrucción del ambiente o arquitectos arrogantes encuentran soluciones y propuestas urbanas «amigables»… todo simple palabrería.
Por ahora, y mientras el capitalismo no caiga, medidas descentralizadoras, de autoabastecimiento y que promuevan el desarrollo de asambleas, parecen ser las mejores formas de resistencia al actual crecimiento urbano. Todas estas apuntan hacia una real autonomía de la comunidad. Algunos pequeños ejemplos son los huertos urbanos, el trueque, las ocupaciones de viviendas, la administración local (de vecinos/as) de algunos espacios ya existentes, el reclamo y ocupación de las calles por y para la gente, etc. Todas estas medidas ejecutadas en comunidad expulsan localmente al capital. No hay que confundirse con los liderazgos interesados encubiertos en juntas de vecinos, centros culturales y otros[3].
Interesante resulta la importancia que Murray Bookchin le da a otras ideologías socialmente progresistas (pero no movidas por meros intereses materiales) como son las ecologistas, feministas, étnicas, morales y contraculturales. Estas ideologías cruzan las líneas tradicionales de clases (en su concepción marxista). A partir de estas se puede crear un interés general con miras muchas más amplias (nuevas y de mayor creatividad) que los intereses particulares de orientación económica del pasado.
«Y será a partir de este punto que el «pueblo» nacerá y se dirigirá hacia las asambleas, un «pueblo» que irá más allá de los intereses particulares y dará una mayor relevancia a la orientación municipal libertaria»[4].
Murray Bookchin tiene un planteamiento bastante claro del papel que la comunidad debe jugar en un proceso revolucionario. Este opone dos zonas de la actividad social humana: el trabajo y la comunidad. De la fábrica señala que muy por el contrario de servir para «disciplinar», «unir» y «organizar» al proletario capacitándolo para el cambio revolucionario (según la teoría marxista), ha servido sólo para esclavizarlo en los hábitos de la «subordinación», la «obediencia» y la «robotización descerebrada».
«…donde los trabajadores están en movimiento, su batalla es totalmente defensiva (irónicamente se trata de una batalla por mantener el sistema industrial que se enfrenta con un desplazamiento del capital y un aumento de la tecnología cibernética) y que refleja los últimos coletazos de una economía en decadencia».
Así, según sus palabras, la única forma que tienen los oprimidos/as de volver a la vida es cambiando los hábitos industriales por la actividad libre de comunizar (el proceso vital que da el significado a la palabra comunidad). Es necesario reemplazar la política estatal (donde sólo somos electores representados y dirigidos) por la política social, por la organización asamblearia. Al Estado Nacional se lo pone fin con la supremacía de las asambleas en ciudades y pueblos, asambleas que deberían tener una estricta vigilancia sobre cualquier forma de coordinación confederal.
5. Entonces.
Si queremos poner fin a la conducción empresarial del crecimiento urbano, a la destrucción planificada de la ciudad, debemos vincular nuestra vida privada a la vida pública para construir asambleas desde la base y acercarnos así a una comunidad libertaria, a un socialismo orientado hacia y por organizaciones populares descentralizadas. Debemos invadir la esfera pública con nuestras pasiones que se encuentran hasta ahora confinadas en nuestro mundo privado y atomizado.
VER :http://www.adriatan.blogspot.com/
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[1] Aquí tienen algunas ideas captadas en mis conversaciones con Eduard. Podrán encontrar un borrador escrito por este en www.adriatan.tk
[2] «Urbanización y Destrucción». Miguel Amorós Reelaboración de la conferencia-coloquio del 7 de abril de 2004 en el centro social La Mistelera de Dènia (Alacant).
[3] Algun@s ya han sacado un «mal provecho» de estas propuestas libertarias. Por ejemplo el Centro Cultural Playa Ancha que por un lado gritaba al mundo que la vieja casona que utilizan como sede sería una okupa, mientras que por otro lado su más antiguo habitante cobraba (y tal vez se sigue cobrando) arriendo a sus moradores. Así dicho espacio constituye una sucursal más de las actuales formas de convivencia capitalistas.
[4] «Seis Tesis Sobre Municipalismo Libertario». Murray Bookchin, 9 de septiembre de 1984. Traducción por Miguel Jaime.