Entretanto, las cohortes de hocicones mala leche de Santiago debiesen aprovechar todas las ocasiones de callarse.
¿Qué social-democracia no dio la orden de disparar cuando la miseria salió de su territorio o de su ghetto? (Gilles Deleuze)
El 27 de febrero de 1989 tuvo lugar en Caracas uno de los acontecimientos históricos más significativos del cambio de etapa política de finales de los años ochenta. Pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín, los venezolanos que vivían principalmente en barrios pobres (el 80% de la población) se rebelaron contra la brutal aplicación de las medidas del FMI por parte del entonces Vicepresidente de la Internacional Socialista, Carlos Andrés Pérez (CAP).
La respuesta política del gobierno venezolano fue brutal: se desplegó el ejército y se le autorizó a disparar contra la multitud. La represión se cobró un terrible saldo: casi 3.000 muertos en cuatro días. (…)
Esta revuelta espontánea marca el verdadero comienzo del proceso revolucionario bolivariano y el de una larga serie de revueltas en todo el mundo contra la cara liberal del capitalismo. (Julien Terrié. Venezuela, le jour où le peuple s’est réveillé).
Estamos hablando del paraíso que era Venezuela antes de la llegada de Hugo Chávez.
La llamada Venezuela Saudita se incubó con la bonanza petrolera que se produjo en los años 70 debido a los conflictos en Medio Oriente. El mundo, y sobre todo EEUU, necesitaban petróleo. Los conflictos creados en el Medio Oriente precisamente por el control del petróleo causaron escasez y por ende una formidable subida de precios.
El bolívar, moneda venezolana, inspiró a Ian Fleming, quien en su libro Operación Trueno -que tiene como héroe a James Bond-, escribió:
«Los ingresos totales hasta la fecha, sin contar nuestro último dividendo no repartido, han ascendido aproximadamente a millón y medio de libras esterlinas en francos suizos y bolívares venezolanos, en los que convertimos nuestros ingresos, por seguir siendo las monedas más duras del mundo».
Frase pronunciada por el jefe de la organización criminal Spectre, Ernst Stavro Blofeld, al hacer el balance de las ganancias dejadas por sus fechorías. Pero no solo Spectre cometía fechorías…
La fama de la divisa venezolana desapareció el 18 de febrero de 1983, día conocido como el Viernes Negro.
Ese día, el gobierno del entonces presidente (1979-1984) Luis Herrera Campins anunció una drástica devaluación del bolívar. Herrera Campins, un democratacristiano, -en 1969 fue electo secretario general de la Organización Demócrata-Cristiana en América Latina-, había sucedido a CAP (segundo mandato).
Al asumir declaró solemnemente:
«Me toca recibir una economía desajustada y con signos de graves desequilibrios estructurales y de presiones inflacionarias y especulativas que han erosionado alarmantemente a la capacidad adquisitiva de las clases medias y de los innumerables núcleos marginales. ¡Recibo una Venezuela hipotecada!»
La devaluación empobreció -de la noche a la mañana- a los asalariados, jubilados y a todo aquel que tenía sus ahorros en bolívares, que perdieron un 70% de su valor. Muchos productos desaparecieron debido al encarecimiento de las importaciones.
Sin embargo, debido a la Guerra Irak-Irán, los precios del petróleo entre 1980 y 1981 habían subido a niveles nunca antes vistos, superando los 30 dólares por barril. Durante el gobierno de Herrera Campins los ingresos provenientes de la venta de hidrocarburos se triplicaron, lo que no impidió que el Estado contrajera importantes deudas con instituciones financieras extranjeras, y la deuda pública llegase a 25 mil millones de dólares en 1983.
Las presiones para el pago de la deuda externa produjeron la devaluación de la moneda nacional, el bolívar. Así, un socialdemócrata y un socialcristiano se cargaron la conomía venezolana y se farrearon la llamada Venezuela Saudita.
La FED -Reserva Federal de los EEUU- no ayudó precisamente al subir sus tasas de interés a un 20%, provocando así la fuga de capitales hacia el Imperio y encareciendo los créditos… Sin olvidar que una de sus criaturas, Marcos Evangelista Pérez Jiménez, -militar y dictador que ejerció como presidente de facto de Venezuela desde el 2 de diciembre de 1952 hasta el 23 de enero de 1958-, no había dejado precisamente un recuerdo imperecedero.
De todo esto Boric y Camila no se enteran. O si se enteran, se hacen los peras cocidas.
Servidor tuvo el honor, el placer y la ventaja de visitar Venezuela cuando lo de Herrera Campins. Y más tarde, cuando había llegado Hugo Chávez, lo que me pareció no sólo comprensible sino que además caía de cajón por todas las farras y masacres anteriores.
En eso estaba cuando recibí un mensaje de una muy apreciada amiga, helo aquí:
No conozco lo que acontece en Chile. Es increíble como gente, que se supone «leída e informada» caiga en la trampa de la infoganda del imperio y su «comunidad internacional». Me decepciona Camila Vallejo.
Creo que te conté que estuvimos en Venezuela en 2008, estaba Chávez y acá en Europa se hablaba del dictador Chávez y la falta de libertal de prensa u oposición. Resulta que no dábamos crédito a nuestros ojos cuando vimos la cantidad de canales de TV que transmitían diariamente en contra de Chávez y su gobierno y solamente vimos dos canales estatales.
También vimos la escasez de productos básicos en el comercio y nos dimos cuenta que era exactamente el modelito aplicado en Chile antes del golpe final (1973).
Fuimos a los pueblos andinos del interior de Mérida y alojamos unos días en casa de un eremita, un profesor de bachillerato que llegó a esas soledades con su pareja, una médico, quién luego regresó a la civilización pero él se quedó. Recuerdo bien que Erick se vió un partido de futbol en la TV. Esto porque a Chávez, monstruo dictador, se le ocurrió dotar de electricidad, agua potable, escuelas primarias, transporte público y centros médicos a todos los pueblitos andinos.
Visitamos todo, hasta un centro cultural. El profesor nos contaba que la gente estaba re-contenta pero al cabo de un tiempo como veían tanta TV se convencieron que había que echar a todos los médicos cubanos que habían ayudado a montar los centros médicos… ¡¡y costó mucho encontrar médicos voluntarios nativos!!
Nosotros andábamos en vehículo con un guía, Javier, y conocimos a mucha gente del sector con la que conversamos. La mayoría nos dijo que Chávez era lo mejor que les había sucedido pero que la TV «les metía muchas pajúas» (tonterías).
Javier se sentía inseguro, no sabía sobre el golpe en Chile.
Otra gente en Caracas y ciudades grandes nos hablaba pestes de Chávez. Fuimos a Canaima, un Parque Nacional donde está el Salto del Ángel y allí los guías y personal de los alojamientos (habían desde 5 estrellas a las hamacas al aire libre donde nos alojamos) eran todos nativos de esa zona, hablaban castellano, inglés y francés, todos educados gratis en Caracas especialmente para trabajar en turismo en su propia tierra, otra monstruosidad chavista, como nos decía el dueno de la companía de avionetas que nos llevó hasta allí.
Hoy hay mucha gente que repite lo que dicen los medios, sin siquiera ponerse a pensar y a analizar. ¡Es horroroso! pues hay algunos que vivieron el golpe en Chile.
Maduro nunca me ha gustado porque es religioso y mete sus creencias en la política. Mi opinión es que la religión es algo muy íntimo y privado. Pero nunca lo he considerado dictador. ¡No hay más que ver a esa tal Corina!
Tampoco hay que olvidar cuando Trump dijo ‘Venezuela estaba pronta a colapsar en mi gobierno y nos hubiéramos quedado con todo su petróleo. Biden perdió esa oportunidad…’
Llevan 20 años de acoso duro y Maduro, aunque no me guste, ¡¡resiste!!
Pos eso.
Entretanto, las cohortes de hocicones mala leche de Santiago debiesen aprovechar todas las ocasiones de callarse.
Imagen: Caracas, luego de la masacre del 27 de febrero de 1989 que hizo 3.000 muertos