El hombre de la ventana es un anciano de 85 años con un Parkinson que afecta ya a los músculos de su pecho, brazos, piernas y garganta, por lo que sufre crisis respiratorias con secreciones que pueden desencadenarle una neumonía bronquial. Tiene instalada una cánula en la tráquea que facilita su respiración, pero le limita […]
El hombre de la ventana es un anciano de 85 años con un Parkinson que afecta ya a los músculos de su pecho, brazos, piernas y garganta, por lo que sufre crisis respiratorias con secreciones que pueden desencadenarle una neumonía bronquial. Tiene instalada una cánula en la tráquea que facilita su respiración, pero le limita casi totalmente el habla. Se alimenta cada vez menos por lo que le suministran por vía intravenosa medicamentos y minerales para afrontar la anemia, que le provocan fuertes dolores de cabeza y nauseas.
- El hombre de la ventana se está muriendo.
- El Ramón Sampedro de Roma también lleva mucho tiempo al cuidado de su familia, la familia católica, pero, sobre todo, al cuidado y estrecha vigilancia del circulo familiar de la Curia, el cuerpo aristocrático de la elite eclesial: integrista, inquisidor, reaccionario, codicioso, machista y misógino.>
- Su última ventana al mundo es la de una habitación de un inmenso y espectacular palacio construido en el siglo XV. «Te quiere todo el mundo» le gritan desde la plaza cercana pero no le dejan morir dignamente, ni le dejan vivir sus últimos días con tranquilidad física y sosiego espiritual.
- El espectáculo de la muerte está servido en bandeja de plata. Es violento y obsceno, sobre todo por el pretexto que utiliza: informar, entretener y hacer reflexionar.
- En el fondo es la primicia a toda costa; el uso sin escrúpulos de imágenes dramáticas en contextos lúdicos o espirituales.
- ¿Lograrán las cadenas de televisión transmitir en directo su muerte? ¿Introducirán una cámara oculta en los regios aposentos?.
- ¿Esconderán un micrófono en la recámara para oír sus agónicas palabras?. ¿Se podrá ver, gracias a los avances técnicos, un primer plano de su rostro desencajado por los últimos estertores? Es probable, pero si no es así no será por falta de ganas. Ni por pudor o respeto. Menos, por escrúpulos. Y mucho menos por ética.