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Vergonzosa injerencia en Venezuela de lacayos de Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

«Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». Benito Juárez   Las acciones injerencistas del gobierno colombiano en los asuntos internos de Venezuela han puesto de presente una vez más, por si hubiesen dudas, que somos un protectorado de los Estados Unidos, y que las clases dominantes de […]

«Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». Benito Juárez

 

Las acciones injerencistas del gobierno colombiano en los asuntos internos de Venezuela han puesto de presente una vez más, por si hubiesen dudas, que somos un protectorado de los Estados Unidos, y que las clases dominantes de este país tienen una vocación, químicamente pura, de ser lacayos incondicionales de sus amos de Washington. Eso queda en evidencia con un recuento sucinto de algunos de esos hechos vergonzosos, que demuestran que el régimen colombiano en uno de los peones más baratos y sumisos a las ordenes imperiales del Tío Sam.

El Día de la independencia en Colombia, la CIA confirma vasallaje de gobierno de Santos

El 20 de julio, el mismo día en que se celebra la independencia de Colombia, Mike Pompeo, el Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señaló en forma textual en Colorado: «Estamos muy optimistas de que puede haber una transición en Venezuela, y nosotros -la CIA-, está haciendo lo mejor de sí para entender la dinámica allá para que podamos comunicársela a nuestro Departamento de Estado y otros, los colombianos». Agregó que está «haciendo su mejor esfuerzo» con los gobierno de México y Colombia sobre el «tema» de Venezuela, en referencia a un posible cambio de gobierno -es decir, sin eufemismos, un golpe de Estado. Señaló, sin titubeos: «Acabo de estar en Ciudad de México y en Bogotá, la semana antepasada, hablando sobre este tema precisamente, intentado ayudarles a entender las cosas que podrían hacer para lograr un mejor resultado para su rincón del mundo y nuestro rincón del mundo». Indicó que «Cuando tienes un país tan grande, con una capacidad económica como la de Venezuela, Estados Unidos tiene un profundo interés en asegurarse que sea tan estable y democrática como sea posible (…)».

Estas declaraciones fueron dadas en forma voluntaria y consciente por el jefe de la Central Terrorista de los Estados Unidos, dejando de lado cualquier tipo de diplomacia. Es simbólico como muestra de la dependencia incondicional del régimen santista ante los Estados Unidos que esas declaraciones, p ropias de un virrey colonial, fueron dadas el veinte de julio, cuando supuestamente se celebra la independencia de Colombia. Es muy diciente que el terrorista en jefe haya desnudado y haya dejado mal parados a dos de sus súbditos: México y Colombia. Esa confesión no deja, desde luego, ninguna duda sobre la veracidad de la información dada por Mike Pompeo con respecto al papel que desempeñan los dos países mencionados como puntas de lanza en la desestabilización y saboteo terrorista que se presenta en Venezuela.

A pesar de pretender ser cuidadoso, Pompeo reafirmó el carácter intervencionista de los Estados Unidos y de la CIA en Venezuela, e indicó la verdadera importancia que este país tiene para el poder imperialista, que se centra en su petróleo y riquezas minerales. Que eso se encubra con palabras altisonantes y gastadas como «Democracia», «Libertad», «Derechos humanos» es propio de la retórica imperialista que usa n las agencias de los Estados Unidos, que finalmente terminan siendo terrorismo, opresión y muerte, como lo ejemplifican los numerosos casos históricos de intervencionismo criminal de los Estados Unidos en el mundo y en nuestra América.

«Colombia nunca ha sido un país injerencista»: pésimo chiste de la Ministra de Relaciones Exteriores

Luego de que hablara el dueño del circo, Mike Pompeo, quedó en evidencia el papel de los payasos, es decir, los gobiernos de México y Colombia. Esto dio una gran oportunidad al gobierno venezolano, para reclamar por el carácter intervencionista de los gobiernos aludidos. Pero, como en una comedia bufa, los cancilleres de esos país es procedieron a decir, primero por separado, que las palabras de Pompeo no podían ser mal interpretadas, y que ellos no estaban haciendo nada en contra de Venezuela. La canciller de Colombia, María Ángela Holguín, afirmó, en lo que no pasa de ser una pieza humorística de mala calidad, que las acusaciones de Venezuela eran infundadas porque «Colombia es un país respetuoso de los principios rectores del sistema internacional y del Estado de Derecho, y en este contexto basa su política exterior y sus acciones en el cuidadoso respeto de estos principios del Derecho Internacional» y recalcó que «Colombia jamás ha sido un país intervencionista» ni injerencista. Como, el ladrón que roba y esconde la mano cuando es atrapado infraganti afirmó que recibe «con extrañeza y rechaza » las declaraciones del canciller venezolano, Samuel Moncada, «relacionadas con comentarios del director de la CIA, en torno a su reciente visita a la región».

A la canciller habría que refrescarle la memoria o proporcionarle un curso intensivo de historia contemporánea, porque si algún Estado de la región ha sido injerencista en las últimas décadas ese ha sido el de Colombia. Y solo basta recordar un hecho: los sucesos del primero de marzo de 2008, cuando fueron masacrados 26 personas en territorio ecuatoriano, en una acción conjunta de los Estados Unidos y las fuerzas armadas de Colombia, hecho por el que fue condenado el Estado colombiano. En ese suceso, vale recordarlo, fueron responsables directos tres personajes que tienen protagonismo actual en la política colombiana: dos de ellos fungen como presidente y vicepresidente y el otro es senador de la República. Recordémosle, además, a la canciller que en Colombia existen instalaciones militares de los Estados Unidos que operan desde hace más de quince años, como resultado del Plan Colombia, que apuntan a vigilar y agredir a países vecinos y el 30 de octubre de 2009 se firmó uno de los más vergonzosos y lamentables «tratados» de la historia continental, entre los gobiernos de Colombia y los Estados Unidos, que nos convirtió de hecho en un protectorado yanqui y en el mayor portaviones terrestre de l os Estados Unidos en el mundo. Que ese acuerdo haya sido declarado inconstitucional luego no le quita su carácter antilatinoamericano ni significó el fin de la presencia de tropas de Estados Unidos en nuestro territorio. Adicionalmente, todos los hechos mencion ados intentaron ser avalados con la doctrina estadounidense de la «soberanía limitada», para jus tificar lo injustificable: la agresión al vecino país del Ecuador.

Podríamos seguir enumerando hechos concretos de injerencia indebida de Colombia en los asuntos de otros países de la región, como el apoyo al golpe de Estado contra el presidente de Honduras, por ejemplo, pero este no es el lugar indicado. Podemos concluir que, como humorista, la canciller tiene poco futuro, porque su broma sobre la no injerencia de Colombia en el exterior es de muy mala factura.

Chiste compartido: son infundad as las acusaciones sobre México y Colombia como títeres del imperialismo estadounidense

Ante la contundencia de los hechos destapados por el lenguaraz director de la CIA, los gobiernos de Colombia y México expidieron un comunicado conjunto, que no só lo es un mal chiste sino una burla a la inteligencia más elemental y a la historia. Allí se sostiene en forma textual:

«Los Gobiernos de México y de Colombia rechazan una vez más las infundadas acusaciones en el sentido de que colaboran con otros países para afectar al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y lamentan que se recurra a este tipo de prácticas para distraer la atención sobre la grave situación por la que atraviesa ese país.

Las declaraciones del Director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de América, que constituyen la base de los señalamientos ve nezolanos, textualmente dicen: ‘ …tenemos gran esperanza de que haya una transición en Venezuela y lo que está haciendo la CIA es entender mejor las dinámicas allá de forma que podamos comunicar a nuestro Departamento de Estado y a otros. […] Recién estuve en Ciudad de México y en Bogotá, una semana antes de hablar acerca de este mismo asunto y tratando de hacerles entender las cosas que ellos podrían hacer para obtener un mejor resultado para su región y la nuestra’. De esas declaraciones no se desprende que haya ninguna colaboración y menos aún que se busque perjudicar a ningún país.

Los Gobiernos de México y de Colombia hacen un enérgico llamado al Gobierno venezolano para que se conduzca con verdad, deje de difundir información falsa y dirija sus esfuerzos a la búsqueda de una solución a la profunda crisis democrática que enfrenta. No es momento de distracciones sino de buscar soluciones. Con pleno respeto de la soberanía de Venezuela (sic), nuestros Gobiernos reiteran su voluntad de contribuir en todo lo que ayude al pueblo venezolano a restablecer el orden democrático y hacer frente a la crisis política, económica y social que prevalece en ese país».

Esta sí que es una pieza antológica de la infamia y el cinismo por muchas razones. En primer lugar, las acusaciones de Venezuela no «son infundadas», porque las declaraciones del jefe de la CIA fueron reales y las puede consultar en internet cualquier interesado, para confirmar que son informaciones oficiales de uno de los más altos funcionarios del terrorismo de estado de los Estados Unidos. ¿O es qué ese funcionario fue obligado a decir lo que dijo por el gobierno venezolano, para «mancillar» la «buena imagen» de Colombia y México? Los dos gobiernos se reunieron con el jefe de la CIA y eso no lo han podido negar, pero han dicho que hablaron de otros temas, pero no de Venezuela. En este caso hay que creerle al dueño del circo y no a los payasos y si el primero dijo que un tema central fue el de Venezuela eso fue así. Pero no, según la visión «cándida» de los ministros de Colombia y México, el director de la CIA, quien debe tener una apretadísima agenda por todas las actividades terroristas que los Estados Unidos adelantan en los cinco continentes, visitó a Colombia y a México para hablar de temas tan «trascendentales» como el último video de Shaquira o Maluma, el divorcio del futbolista James Rodríguez o la eliminación de la selección mexicana de la Copa de Oro en días reciente, cuando su director técnico, el colombiano Juan Carlos Osorio, fue recibido en el aeropuerto de Ciudad de México con el grito de «vete a tu país» … ¡Seguramente que temas de tanto calado, y no Venezuela, ocuparon la apresurada agenda de las reuniones, casi clandestinas, entre Mike Pompeo y voceros de los gobiernos de México y de Colombia!

En segundo lugar, esos funcionarios piensan que todos los habitantes de nuestros países son bobos y no pueden entender lo que significa el lenguaje empleado por el jefe de la CIA, que no requiere de mucha interpretación: transición en Venezuela, en las actuales circunstancias, no puede entenderse como algo distinto a golpe de Estado y derrocamiento del gobierno legítimo de Venezuela. Acaso, ¿cuándo fueron derrocados los gobiernos legítimos de Salvador Allende, João Goulart, Juan Bosch, Jacobo Árbenz … y muchos más, no se habló de «transición», que en el lenguaje de la CIA quiere decir muerte, terror, tortura, desaparición y desolación?

En tercer lugar, si nos referimos a problemas internos de México y de Colombia en estos dos países existe un inagotable prontuario, que se expresa en la macabra cifra de cientos de miles de muertos, asesinados, torturados y desapar ecidos en las últimas décadas. De tal forma, ¿cuáles son las lecciones que pretenden dar México y Colombia a Venezuela sobre este tópico, si recordamos que se habla de la «colombianización de México» para referirse a la exportación de los crímenes y de los criminales del país sudamericano al azteca?

Para rubricar la infamia, en el comunicado se dice que la intervención se hace respetando la soberanía de Venezuela y el restablecimiento del orden democrático en ese país, lo cual puede calificarse como cinismo extremo, que no requiere muchos comentarios adicionales, en dos países donde el fraude electoral es uno de sus elementos estructurales de larga duración, al lado de una terrible desigualdad e injusticia.

Guerra abierta de los Estados Unidos: sanciones y amenazas …

El gobierno de los Estados Unidos se ha ido quitando su careta seudo – democrática y falsamente humanitaria con que se venía disfrazando con respecto a Venezuela. Ahora, como muestra de desesperación al v er que sus terroristas a sueldo – llamados oposición y «luchadores por la libertad» por los medios de desinformación del mundo, incluyendo a los de Colombia, así como su «Ministerio de Colonias», la moribunda Organización de Estados Americanos (OEA ) – no le han sido suficientemente efectivos en su propósito de derrocar el gobierno venezolano, han procedido a acentuar sus medidas de injerencia e intervencionismo abierto. En reiteradas ocasiones, usando el democracimetro imperial del que hablaba Eduardo Galeano, Estados Unidos ha manifestado su oposición a la convocatoria a una Asamblea Constituyente en Venezuela, y ha anunciado la imposición de sanciones para presionar al gobierno de Nicolás Maduro, con el fin de que fuera suspendida, como si la situación interna de ese país fuera una cuestión que decidiera Estados Unidos y no los propios venezolanos. El nuevo emperador de los Estados Unidos, Donald Trump, un atrabiliario individuo con patología racista y criminal, anunció: «Estados Unidos tomará medidas económicas fuertes y rápidas» para impedir la realización de las elecciones que convocaban a la Asamblea Constituyente. Como esa imposicón no fue acatada, dado que Venezuela afortunadamente es un país soberano e independiente, se procedió a emitir sanciones, como si Estados Unidos tuviera potestad para hacerlo. Al respecto, de manera unilateral, antidemocrática e imperialista, el gobierno de los Estados Unidos procedió a sancionar a trece funcionarios del gobierno venezolano, incluyendo los responsables del proceso constituyente. Las sanciones suponen que ningún ciudadano de los Estados Unidos podrá hacer negocios con esos funcionarios, sus bienes están sujetos a la jurisdicción de los Estados Unidos, es decir, son congelados y se prohíbe a cualquier persona de ese país tratar con ellos.

Ministro de Hacienda secunda las sanciones de los Estados Unidos

Que somos una colonia de los Estados Unidos queda demostrado con la actitud del Estado colombiano con relación a las sanciones implementadas por esa potencia imperialista contra funcionarios del Estado venezolano. En ese sentido, Mauricio Cárdenas Santamaría, el Ministro de Hacienda, otro pro-imperialista a carta cabal, sostuvo:

«Primer elemento: ningún colombiano puede hacer negocios, transacciones con estos 13 ciudadanos venezolanos. En segundo lugar, si alguno de ellos llegar a tener alguna propiedad, algún activo, incluyendo cuentas en el sistema financiero colombiano, inmediatamente se reportan a los Estados Unidos de forma tal que nosotros lo primero que hacemos es ofrecer toda nuestra colaboración para tenderle un cerco desde el punto de vista financiero a estas personas y contribuir a que la medida que adoptó EE.UU. sea plenamente efectiva» . […]. «Si llegamos a encontrar algo, pues inmediatamente lo reportaríamos pero lo más importante es que los colombianos deben saber que no pueden hacer negocios con estas personas porque pues inmediatamente van a quedar en una medida de lavado de activos» .

Esta es una vergonzosa declaración del vasallaje y servilismo del estado colombiano frente a los Estados Unidos, puesto que sin ninguna investigación -que además por cuestiones de soberanía nacional en Colombia no se puede hacer – ya se condena a los funcionarios venezolanos, cumpliendo de esa forma las órdenes del amo imperial. El estado colombiano actúa como si tuviera poderes transnacionales para investigar, juzgar y condenar a quien le ordene los Estados Unidos, sin cuestionar el origen espurio y amañado de tales acusaciones y dándolas por ciertas y validas porque eso es lo que dictamina y ordena el gobierno de los Estados Unidos. ¡Tal nivel de servilismo produce vergüenza y pena ajena ante el resto del mundo!

Como el descaro no tiene límites hay que recordar que este funcionario, oligarca de pura sangre, y quien ha sido Ministro en cuatro carteras desde la década de 1990, está salpicada po r su participación en robos contra la nación, entre los cuales sobresalen, el negociado de Dragacol a finales del siglo anterior, que le significó al país la perdida de varios billones de pesos. Al respecto solo baste recordar que «en 1998, Cárdenas era el ministro de Obras Públicas (hoy Transporte). En esa época estuvo en el ojo del huracán luego de que estallara uno de los escándalos de corrupción más graves del país: Dragacol. Su gestión fue altamente reprochada por la sociedad y sente nciado como solidari amente responsable en un fallo del Consejo de Estado. Todo por el detrimento patrimonial que había sufrido la Nación cuando el Ministro aprobó una conciliación por 26.000 millones de pesos, que no debió pagar. (https://www.las2orillas.co/ministro-cardenas-renunciar-fernando-sierra/)».

A hora ese mismo funcionario está siendo investigado por la venta de Isagen y el robo de REFICAR (Refinaría de Cartagena, el mayor atraco al patrimonio público en la historia de Colombia, que alcanza la demencial cifra de ocho mil millones de dólares). (http://www.semana.com/nacion/articulo/mauricio-cardenas-es-investigado-por-la-procuraduria-y-la-fiscalia-por-isagen-y-reficar/462823 ) Y es este mismo personaje, un delincuente de cuello blanco y de alta alcurnia, el que saca pecho para decir que Colombia aplica las sanciones de los Estados Unidos contra Venezuela, como lacayo incondicional de Washington.

Que quede claro, que a este personaje funesto para Colombia, implicado en el robo del presupuesto público en miles de millones de dólares durante los últimos 25 años, debería ser juzgado y condenado por otros países, en vista de que la «justicia» colombiana lo ha exonerado y lo exonerara por sus delitos económicos contra el pueblo colombiano. Y personajes como estos son los que se pretenden envestir de una falsa moralidad para cumplir las órdenes de Estados Unidos, cuando la inmoralidad les carcome hasta el último poro. Este individuo debería ser juzgado por corrupción, sobornos, deterioro patrimonial de la nación, venta de activo s públicos y muchos delitos más y ojalá al respecto tomen nota en otros países.

Juan Manuel Santos dice que Colombia no reconoce los resultados de la Asamblea Constituyente en Venezuela

Como si los elementos analizados hasta ahora en este ensayo no fueran suficientes, Juan Manuel Santos rebasó la copa del descaro injerencista cuando sostuvo que el gobierno colombiano no reconoce los resultados de la Asamblea Nacional Constituyente que se eligió en Venezuela el domingo 30 de julio. En concreto, señaló: «Esa Constituyente tiene un origen espurio y por consiguiente sus resultados tampoco podremos reconocerlos». «No estuve de acuerdo con esa Constituyente, como no estuvo de acuerdo la comunidad internacional, con la convocatoria a esa Asamblea Constituyente el próximo domingo».

Parece ser que Santos piensa que Venezuela es un departamento de Colombia o un protectorado de los Estados Unidos, para que los venezolanos y su gobierno legítimo y constitucional hagan lo que los lacayos imperialistas les ordenen. Qué le importa a Santos lo que suceda en Venezuela, como para atribuirse poder para dictaminar que deben hacer en el vecino país. Esta es una muestra de abyección, injerencia, intervencionismo y sumisión frente a los Estados Unidos, que produce vergüenza a nivel internacional. Y esa vergüenza aumenta al recordar que Santos es Premio Nobel de la Paz (lo cual parece otro mal chiste), y se supondría que esa cualidad le debería conceder un poco de cordura y ponderación, pero no es así, porque en verdad las palabras de Santos no son de paz, son de guerra, son absolutamente inaceptables, muestran hasta donde pueden llegar las cadenas del servilismo y la ignominia, que en este caso tienen consecuencias nefastas, porque significa echarle combustible al terrorismo opositor en Venezuela, con los muertos y daños que ocasiona. Nada más lejos de la paz que la actitud intervencionista de Santos, porque como lo dijo Benito Juárez: «Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». Pero como también lo dijo Cuatemoc Cardenas, el ex canditado presidencial de Mexico con referencia a la actuación de su país ante Venezuela: «Esperar dignidad donde sólo hay entreguismo y abyección, resulta una aspiración pérdida. Pero en la lucha estamos y en ella seguimos».

Conclusión

Lo que está sucediendo implica el menoscabo de la soberanía y autodeterminación de Venezuela, pero también de Colombia, porque se debe tomar nota de que los mismos procedimientos que hoy se emplean en forma impune, cumpliendo órdenes y con el apoyo del amo imperial del momento (Donald Trump), mañana pueden ser usadas contra Colombia y los colombianos, y no van a tener muchos argumentos para oponerse a que eso suceda, teniendo en cuanta su grado de injerencia en los asuntos de otro país.

Al respecto solamente se debería pensar que si un país puede tomar una decisión unilateral y aplicarla contra delincuentes colombianos tendría una cadena interminable de individuos a los cuales se puede sancionar, perseguir, encarcelar y juzgar, empezando por ejemplo con los responsables de los cinco mil asesinatos de estado (mal llamados «falsos positivos») entre los que se encuentran presidentes y ex presidentes de la República, miembros de la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas; o también perseguir a empresarios responsables de alianzas con paramilitares, entre los cuales se encuentran multinacionales de los propios Estados Unidos (Chiquita Brands, Coca-Cola, Drumond), ganaderos, industriales, exportadores, latifundistas y un interminable etcétera. Ese listado llenaría libros enteros, porque si algo reina en Colombia es la impunidad y el crimen de los poderosos. Con esa misma lógica deberían ser juzgados los responsables de acciones criminales, como los miembros del entorno familiar de un ex presidente de la República, quien vocifera para que Estados Unidos invada a Venezuela, pero que en un país decente estaría tras las rejas condenado a cadena perpetua por su prontuario criminal, por los miles de muertos y desaparecidos que ha ocasionado a lo largo y ancho de Colombia, así como por su enriquecimiento a costa de los dineros públicos y del robo de tierras a campesinos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.