«Mi nombre es Juan Mejía, soy estudiante de Historia de la Universidad de Antioquia, soy habitante de la Comuna 13, y estoy buscando a mi hermano Ferney que resultó desaparecido el 18 de diciembre del año 2002. Recuerdo que por esas épocas, finales de 2002, se hablaba de que se llevaron al del billar, o […]
«Mi nombre es Juan Mejía, soy estudiante de Historia de la Universidad de Antioquia, soy habitante de la Comuna 13, y estoy buscando a mi hermano Ferney que resultó desaparecido el 18 de diciembre del año 2002. Recuerdo que por esas épocas, finales de 2002, se hablaba de que se llevaron al del billar, o que se robaron al del colectivo, o se robaron al de la parabólica. Y en ese contexto se dieron muchas desapariciones».
Con este testimonio, las voces de las víctimas se abrieron espacio en la conmemoración de los 16 años de la Operación Orión, adelantada por la Fuerza Pública el 16 de octubre de 2002 en la Comuna 13, San Javier, occidente de Medellín.
80 civiles heridos, 17 homicidios cometidos por la Fuerza Pública, 71 personas asesinadas por los paramilitares, 12 personas torturadas, 92 desapariciones forzadas y 370 detenciones arbitrarias, fue el saldo que, según la Corporación Jurídica Libertad, dejó esta operación militar ordenada por el entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, con la venia del otrora Alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez.
«Yo tenía siete años cuando eso, y recuerdo estar sacando un trapo blanco en esos días de finales de mayo», relata Juan, rememorando la madrugada del 21 de mayo de 2002 cuando los habitantes de la comuna sacaron trapos y sábanas blancas para pedir a los actores del conflicto que detuvieran el enfrentamiento armado desatado por la Operación Mariscal.
- Para la abogada María Victoria Fallón, del Grupo Interdisciplinario de Derechos Humanos (GIDH), «lo que ocurrió el 16 de octubre de 2002 fue el desarrollo de una tarea que había iniciado a principios de ese año y que se llevó a cabo mediante 19 operaciones militares adelantadas durante ese año. El 21 de mayo dejó nueve personas muertas, entre ellas dos niñas por el fuego cruzado que tocó la escuela del barrio 20 de julio».
A Ferney Mejía lo desaparecieron ese año de las operaciones militares. Tenía 22 años de edad, estudiaba una tecnología y pintaba paisajes en una técnica de óleo sobre vidrio. Le gustaba la música, especialmente la salsa y el rock de los ochenta, recuerda su hermano.
El día de la desaparición, relata Juan, «llegaron hasta la esquina de mi casa los paramilitares, alias La Costeña y alias Barajas, preguntando por El Mono. Ese era mi hermano, así le decían. El mejor amigo de él llegó hasta mi casa, lo llamó, mi hermano salió. Le comentaron que en el barrio El Salado lo necesitaban. Él regresó a mi casa, le comentó a mi mamá la situación, ella le dijo que no fuera por allá, pero él respondió que «el que nada debe, nada teme», partió y nunca regresó».
Por estos actos, en desarrollo de la conmemoración Orión Nunca Más, este 16 de octubre fueron entregados a la Jurisdicción Especial de Paz, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, dos informes preliminares sobre los hechos de violencia ocurridos en desarrollo del conflicto armado en la Comuna 13 de Medellín y, particularmente, sobre los impactos de las operaciones militares en esa zona del occidente de la ciudad.
El primer informe lo entregó la abogada María Victoria Fallón, quien explicó que el estudio del GIDH «hace un análisis de contexto partiendo de la formación del paramilitarismo y su ingreso a las ciudades, para poder explicar cuál fue el proceso que vivió la Comuna 13 en el año de 2002; de reacomodo de los grupos paramilitares, de desalojo de expresiones de la guerrilla y milicias urbanas, y de frenar la organización popular».
La abogada de la organización de derechos humanos agregó que el GIDH espera desarrollar otra fase de este informe dando cuenta de las afectaciones a la comunidad. En este sentido, Juan Mejía recordó los días posteriores a la desaparición de Ferney y el daño ocasionado a su familia.
«Esos días fueron durísimos y muy tristes. Yo recuerdo estar llorando. Recuerdo a mi mamá y a mi papá ausentes. Ellos se dedicaron a la búsqueda de mi hermano como pudieron. Recuerdo a mi mamá un poco enajenada, llorando, gritando. En cuanto a daños, está la depresión de mi mamá, quien por muchos años estuvo medicada, y la desconfianza y el miedo que tenemos frente a las instituciones y la Fuerza Pública».
Fuente: Agencia de Prensa IPC