Recomiendo:
0

Víctor Serge, un desconocido que la izquierda necesita

Fuentes: Rebelión

He esperado, sin éxito, algún pretexto para escribir sobre Víctor Serge. Al final, he optado por hacerlo sin alguna razón especial de por medio. Hace unos meses me crucé con partes que desconocía de su pensamiento y, desde entonces, pienso muy seguido en su obra. Antes de eso sólo había leído, hace muchos años, un […]


He esperado, sin éxito, algún pretexto para escribir sobre Víctor Serge. Al final, he optado por hacerlo sin alguna razón especial de por medio. Hace unos meses me crucé con partes que desconocía de su pensamiento y, desde entonces, pienso muy seguido en su obra. Antes de eso sólo había leído, hace muchos años, un libro suyo que creo que todo activista serio haría bien en leer: «Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión«.

Serge nació en Bruselas en 1890, hijo de exiliados rusos anti-zaristas. A los 19 se mudó a París a continuar la militancia anarquista que había iniciado cuatro años antes. Pero el giro que marcó el resto de su vida vino con la primera guerra mundial cuando, luego de mil peripecias, logró llegar a Rusia en enero de 1919 para unirse a la revolución. La vida de Serge en la naciente Unión Soviética la relató él mismo en su autobiografía «Memorias de un revolucionario». Inmediatamente se unió a los bolcheviques. Más tarde, luego de la muerte de Lenin, se unió a la oposición dirigida por Trotsky en contra del curso totalitario de Stalin.

Como es sabido, Trotsky fue derrotado y enviado desde 1928 a un exilio que finalmente lo llevó a México en 1936. Serge permaneció en la URSS hasta que la policía secreta lo envió a una ciudad-prisión en 1933-1936. A pesar de todo, él tuvo una suerte que otros de sus camaradas no tuvieron: amigos en París hicieron campaña por él y lograron su libertad y temporal exilio en Bélgica y luego Francia. Al final, Serge terminó también refugiado en México en 1940, meses después del asesinato de Trotsky a manos de un agente de Stalin.

Serge afirmó ser el primero en caracterizar a la Unión Soviética bajo Stalin como un «totalitarismo». (Un concepto que puede definir a los «socialismos» que nacieron después, desde el Caribe hasta Asia.) En una carta de 1933 que escribió a sus amigos en París, describió a la URSS como «un Estado totalitario, de castas, absoluto, embriagado de poder, para el que el ser humano no cuenta». Sin embargo, fue hasta su exilio en México cuando pudo elaborar más su preocupación «democrática y libertaria» sobre el asunto:

Si el socialismo no mantiene vigorosamente su fisionomía democrática y libertaria (en el sentido etimológico y no anarquista de la palabra) será destruido y hecho añicos. Su peor y más destructivo enemigo en el momento actual es el totalitarismo de la Rusia post-revolucionaria, el bolchevismo transformado en un totalitarismo absoluto de tipo análogo a los totalitarismos reaccionarios [fascistas].i

Si el estalinismo era para Serge el peor enemigo del socialismo, ¿cuál sería su mejor amigo?

Sus únicos aliados naturales están dentro de las masas democráticas de esos países donde la burguesía democrática sobrevive con tradiciones que provienen de antes del capitalismo a gran escala: Inglaterra y Estados Unidos.

Una lectura simplona acusaría a Serge de racista por insinuar que la victoria socialista sólo podía ser anglosajona. Falso. En realidad, Serge estaba reiterando que el proyecto socialista depende, para su realización, de una cultura democrática arraigada en las masas, la cual él detectaba solo en Inglaterra y Estados Unidos en ese tiempo. La propia revolución rusa había sido posible porque las masas habían logrado generar consejos de representación democrática (los «soviets»), los cuales decidieron en octubre de 1917 tomar la dirección del país. La victoria estalinista fue, desde esta óptica, una contrarrevolución contra esta democracia.

En su breve exilio francés, Serge también tuvo oportunidad de atestiguar algunos vicios de la naciente Cuarta Internacional (CI) animada por Trotsky, pero organizada por otros. Al asistir a una conferencia de la CI en Ámsterdam, en 1937, la decepción de Serge fue brutal y dio lugar al desencuentro con Trotsky que irremediablemente empañó la relación entre ellos.

Volví de Ámsterdam devastado, con la impresión de estar frente a un movimiento sectario, guiado por maniobras desde las alturas, que sufre todas las depravaciones mentales contra las que habíamos peleado en Rusia: autoritarismo, fraccionalismo, intrigas, maniobras, estrechez de espíritu, intolerancia. […] El enorme y grandioso movimiento por el que habíamos dado tantas vidas en Rusia, había degenerado así mismo, en impotencia y sectarismo.

A pesar de esa desilusión, Serge no abandonó su lucha política: «Seguí traduciendo los libros del Viejo […] y defendiéndolo».ii Serge fue uno de los pocos sobrevivientes de una épica generación de revolucionarios que fue exterminada. Al mismo tiempo, en esos días oscuros, logró capturar y comunicar el espíritu democrático que debía recobrar el movimiento socialista para renacer. Por ello, Serge tiene una relevancia clave en la actualidad.

Notas:

i Esta y las citas siguientes fueron tomadas de: Serge, Víctor. 2006. «Excerpts from the «Notebooks» by Victor Serge 1938-44.» Marxists Internet Archive consultado el 17/sep/2014. http://goo.gl/NOkvFP.

ii «El Viejo»: en ese tiempo así era como llamaban cariñosamente a Trotsky sus camaradas.

Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista. Twitter: @ricenteno

* Columna publicada el 21-sep-2014 en elbarrioantiguo.com.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.