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Victoria, cada instante de resistencia

Fuentes: Rebelión

1. Dolor Si uno puede seguir huellas del rebelde de nuestro tiempo ¿dónde buscar, si la hay, una explicación rotunda de su amor, de su valentía, de su coherencia y su cordura? Me hago la pregunta cuando hay familias que lloran el asesinato cobarde de tres mujeres tras un acto de terror en un centro […]

1. Dolor

Si uno puede seguir huellas del rebelde de nuestro tiempo ¿dónde buscar, si la hay, una explicación rotunda de su amor, de su valentía, de su coherencia y su cordura?

Me hago la pregunta cuando hay familias que lloran el asesinato cobarde de tres mujeres tras un acto de terror en un centro comercial de Bogotá el pasado sábado 17 de junio. Y cuando decenas de otras familias y comunidades pobres también lloran muertos y desaparecidos de los que casi nadie habla.

Como pasa cuando en cualquier parte del mundo hechos semejantes contra inocentes son usados para confundir, culpando los grandes poderes arbitrariamente incluso a otras víctimas, quienes pueden o podemos defender un horizonte de inteligibilidad de la rebelión contra la injusticia, nos sentimos por reflejo interpelados y pensamos que ha sido asestado perversamente un golpe que moralmente merece una respuesta, pues hay quienes posan con éxito en la sangre para enmarañar todavía más la realidad, y eso nos obliga a expresar un punto de vista. Leonardo Boff ya decía, al igual que Ignacio Ellacuría: «la cabeza piensa a partir de donde pisan los pies. Y todo punto de vista es la vista desde un punto«.

Como lo hemos sustentado en extenso desde hace años, nuestro punto de vista reivindica el valor de ese supremo derecho, afirmando que su justificación no son sólo los fines sino los medios. Hay y habrá una rebelión que (re)construya el humanismo social y debe haber un humanismo social que (re)construya la rebelión.

Esa congruencia y resolución que a nivel teórico y literario esgrimió Albert Camus, ejemplo de lucidez al tratar este problema de los alcances de la rebelión, se concretaba en la puesta en escena de una angustia razonable que le concernía como conciencia soberana o insumiso de cualquier partido o grupo a la hora de decidir lo más sagrado, y por eso exclamó: «yo creo en la justicia, pero yo defenderé a mi madre antes que a la justicia» (1957). Efectivamente: si la rebelión se hace en nombre de los límites, el rebelde se debe a los límites contra la opresión y no puede aniquilar su causa.

No obstante siendo radicalmente distinto el acto de terror intencional contra civiles de los que con carácter bélico o sancionatorio lícitamente a la luz del derecho humanitario o de la guerra, o de la juridicidad rebelde, puede llevar a cabo la insurgencia, clanes de retorcidos desinformadores profesionales como la periodista Salud Hernández y otros portavoces de la extrema derecha, señalaron del acto atroz del sábado 17 de junio, sin prueba alguna, al Ejército de Liberación Nacional, ELN. Esta organización contendiente a las dos horas del atentado execrable lo condenó claramente, así como los comentarios aviesos que circularon, exigiendo al Estado que emprenda con rigor una investigación sobre la autoría. Así lo ratificó este jueves 22 de junio en comunicado el Comando Central del ELN (ver: www.eln-voces.com).

Vivida esa respuesta categórica de esta insurgencia, y pese a ello la persistencia en acusarla, con el propósito de mancillar todo lo que represente su vigor, la opción es sencilla e hiriente: la mordaza o la protesta.

Coincidente con la inquietud en estos días del solsticio (sol quieto) de junio (21) en el que un manojo de seres honramos la memoria de mi hermana Victoria y de Diego, al cumplirse veinte años de su asesinato, esa declaración que estimo transparente de quienes son señalados de portar en su política una locura, me obliga a discernir a su lado este momento queriendo hacerlo con la mayor honestidad. Por eso callarme o no escribir esto no es posible. Ese es mi homenaje público. Con un abrazo que dibujo a una madre en soledad, y a un hermano en la lejanía. junto a un par de rosas.

2. Trastorno y memoria

Si es un trastorno en el reino de la normalidad defender teoréticamente la rebelión y por supuesto mucho más allá esgrimirla en la práctica, una fuente natural de estudio es un campo en principio de la medicina. Así, buscando un viejo artículo de referencia del psiquiatra rojo, como le llamaba el franquismo al andaluz Carlos Castilla del Pino, a quien tuve el honor de escuchar hace más de una década en disertaciones brillantes sobre la memoria histórica, y en concreto intentando rescatar un libro suyo que a miles de kilómetros de mi casa no tengo a mano, topé en estas horas grises con una breve reseña que el filósofo español José Antonio Marina hizo de ese texto ahora necesitado: Teoría de los Sentimientos (2002). Escribió Marina que para Castilla del Pino: «los sentimientos cumplen tres funciones: vincularnos a los objetos, expresar esa vinculación, y organizar axiológicamente la realidad. Es decir, los sentimientos revelan el mundo de los valores. Por ello, están inevitablemente relacionados con la ética» (http://www.elcultural.com/revista/letras/Teoria-de-los-sentimientos/2135).

En las páginas de esa obra del psiquiatra crítico, hay unas pautas que bosquejan lo que a mi modo de ver correspondería a una especie de pulsión, a una inmanencia y manifestación del altruismo, lo que sería el rastro complejo de emoción y conocimiento, que supone un despliegue, avance y vuelta del organismo al alma. Un fondo colorido y triste de lo humano, un profundo cruce de juicios y sinrazones que envuelven decisiones por las que un ser humano construye dignidad de sí y para otros, alteridad liberadora en suma, tomando el camino de la clandestinidad, de negar su bienestar personal y familiar y desobedecer retando a estructuras y relaciones de opresión. Tal predicamento utópico de emancipación y opción de vida y felicidad para todos tiene el precio de costosas hipótesis o realidades de castigo: el asesinato, la cárcel, la desaparición, la tortura, las amenazas, el terror, el exilio…

Esas notas señaladas de Castilla del Pino creí pertinentes usarlas un día para insistir, con terca reflexión también desde esa perspectiva, en lo que está y debe estar en la base de las preguntas del derecho y la obligación de la rebelión (puntualizo: del alzamiento en armas), categoría de inconsciente examen político e ideológico en Colombia en momentos de renuncia de la misma por parte de unas miles de personas que conforman las Farc, que dejan de ser ya una organización político-militar en confrontación a un Régimen de injusticia.

Sin embargo, lo que realmente precipita con urgencia en estas horas estas líneas que comunico sabiendo del dolor de otros seres y sintiéndome en solidaridad con ellos, no es sólo el análisis político sino esa fecha trenzada, que no puedo atesorar ya en solitario, por el lugar y el proceso que comparto acá en Quito y por el ideario de justicia y paz transformadora que en ellos se expone. Ese solsticio del sol más alto y de la noche más larga que dura para mi familia dos décadas hasta ahora, es en ese cosmos la conmemoración íntima cuando a nuestro pensamiento y corazón llega la invocación de una luz que fue abatida junto a su compañero también un sábado de junio en una calle bogotana. Cuando se produjo su ejecución por la policía. Incapaz el Estado de encarar muchos juicios, como a otros rebeldes, mató ese 21 de junio de 1997 a nuestra hermana y compañera, Ana Victoria, Camila su nombre de guerra, y a de Diego, combatientes ambos del ELN.

Al tiempo pretendo explicar(me) con quienes continúan esa resistencia, en este punto del tiempo y del espacio en el que concordamos de nuevo, con vacíos y salvedades que provienen al menos del miedo, la fatiga y la incertidumbre. Da vergüenza reconocer el privilegio y la tarea de quien esto escribe, un observador que debe glosar lo que forja la rebelión legítima de hoy, del grito de seres humanos con los que comparto Mesa, mujeres y hombres que sí creo luchan con moral y convicción por futuros y bienes comunes sin servidumbres oprobiosas, pidiendo por todos apenas en este umbral lo más elemental: un puñadito de cambios básicos y que el Estado colombiano renuncie al terrorismo. Lo que cualquier persona con decencia exigiría.

3. De la tumba al sol

Ellas y ellos como guerrilleros cantarían en ese día con Silvio en honor a miles de caídos, entonando un homenaje como fue hecho para el Che: «Cantaran su luto de hombre y de animal, y en vez de lágrimas echar, con plomo llorarán / Alzarán al hombre de la tumba al sol, y el nombre se repartirán: fusil contra fusil«. Y algunos de nosotros nos limitaremos a pensar en las palabras del autor, en ver guías en las ausencias y presencias que tejen con desgarro la vida. Explicó Silvio sobre esa composición: «más que a la persona, mencioné la conclusión extrema a la que había llegado un hombre: que a los fusiles de los opresores podían responder los fusiles de los oprimidos«.

Afirmó entonces Silvio sobre el Che lo que cabe con plenitud para Victoria y para quienes con ella son nuestra memoria más digna y preciada: «no tuvo intereses mezquinos: fue un inconforme radical, un iconoclasta que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos» (palabras de Silvio Rodríguez en el acto del Doctorado Honoris Causa que le fue concedido por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, en noviembre de 2011).

Se habla de honrar los muertos. Más bien quizá intentamos recuperar honra los que sobrevivimos, celebrando nuestra relación con sus testamentos de bondad en el recuerdo. Raquel, hija de mi amigo Miguelo, gran hombre fallecido hace un poco más de un mes en Madrid, dice sublimemente: «Entre lágrimas otra vez, leo y releo, reencuentro a mi padre en cada uno de esos testimonios amorosos. «Recordar» significa pasar de nuevo por el corazón…Yo, que apenas creo en cuestiones divinas, sí creo que la resurrección es precisamente este recordar amoroso y este agradecer sincero» (http://www.sicsal.net/articulos2/sites/default/files/adjuntos/SOLIDARIDAD%20100.pdf; http://www.contagioradio.com/miguelo-memoria-pbi-articulo-40725/).

Con la estela de compañeros que partieron en estos dos meses ¿cómo no dar gracias a la vida por seres como Miguelo, Carli, François? Y para quienes llevamos el dolor de un vacío eterno y el orgullo de su entrega como revolucionaria, cómo no palpitar con la imagen de Vicky, de Victoria, de Camila, hija y hermana ejemplar, periodista, cristiana, marxista, guerrillera; no de su cuerpo acribillado tendido en el pavimento, sino de su superior condición humana, de su valentía y testimonio por un mundo mejor. Como Diego, Aicardo, Eduardo, Rubén, Omar, Omaira…

Desde esta comprensión y estos sentimientos que brotan como memoria viva no sólo personal sino de luchas, valores y culturas de los derrotados cuya fuerza se recobra en el presente, un presente cercado de exhortaciones a claudicar, esos vencidos que resucitan, como diría Walter Benjamin, construyen en y con caminantes de hoy, encarnan una esperanza o sueños de liberación. Por eso el triunfo de lo oprobioso y su norma no les representan. De ahí que acudiendo de nuevo al psiquiatra rojo para explorarnos, una aseveración puede ser cimentada y proyectada:

El transcurso de un proceso de solución política negociada no debería tener en ninguna de sus tramas, ni en el subterfugio jurídico ni en cualquier otro, ni ahora ni más adelante, ojalá no en el caso del ELN, un correlato infame: el que dicta que es lo mismo un luchador por la felicidad y la mayor igualdad de los seres humanos, que el que reprime con la férula oficial y salva la seguridad y los bienes de unos pocos, de unas oligarquías y de unas mafias corruptas y sinvergüenzas.

4. Podredumbre

En las raíces complejas de cada irrepetible historia de indignación y sacrificio, está esa materia prima de justificaciones más o menos elaboradas en los conatos de resistencia colectiva, enarboladas hasta ser la producción de propuestas del decurso rebelde para el mejoramiento o el cambio social. Su base no está sólo en la subjetividad y el espíritu, sino en la ciencia de la que bebe: en lo que se formula con base en la realidad palpable de explotación, exclusión y despotismo. No con base en la perorata de un sistema que se muestra democrático y humanizador con millones de seres en la indigencia o en la pobreza extrema, atravesado de corrupción en todos los niveles, generador de ignominia, violencia y descomposición.

Supongo que alguno de los políticos, empresarios, policías y militares que se ovacionan por desarmar y burlar a una guerrilla sin haber producido cambios realmente sustantivos, alguno alguna vez se habrá preguntado cuánto de la miseria de miles de colombianos y colombianas se debe a su oficio y gestión; qué partículas y troncos de esa podredumbre que nos rodea con vileza habrá aportado como individuo, para que millones no tengan un futuro de dignidad sino de desgracia.

El Comandante Pabló Beltrán del ELN señaló recientemente cómo los escuadrones paramilitares «son el soporte de las mafias del narcotráfico» y cómo «el régimen les deja hacer su negocio a cambio de que hagan contrainsurgencia«. Realizando una reseña de la evolución de alianzas entre políticos, mafias y contrainsurgencia (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227644&titular=mafias-conspiraciones-y-la-%22coin%22-), afirma que «hay que preguntar por el estado actual de la Triple Alianza«. Y apelando al refrán «cría cuervos y te sacarán los ojos«, se interroga si los agentes de ese contubernio han aprendido de las lecciones sobre esa arma de guerra «para poder saber si algún día sus promotores van cesar en las operaciones paramilitares que de ella se desprenden«.

Un solo caso, elocuente sin duda, sirve para recordar cómo en las entrañas de la propia pudrición del sistema de poder, se resolvió asesinar a un prohombre de los suyos, de la extrema derecha, el conservador Álvaro Gómez Hurtado (noviembre de 1995). Y así decenas de oscuros eventos. Como podrían ser los que siembran terror ya no entre opositores solamente sino entre gente común y corriente, incluso apática de la política, para hacer retroceder perspectivas de una paz distinta a la pacificación fascista.

¿Cómo puede pasar tanta muerte campeando impunemente por décadas en Colombia, miles de asesinatos y desaparecidos, con cientos de estructuras paramilitares y mafiosas que se reciclan, y los responsables políticos, militares y policiales en altas cúpulas del Estado seguir su radiante ascenso?; ¿cómo pueden diversas castas empresariales, políticas y de seguridad estatal dejar correr, producir y heredar redes o «franquicias de matones» (como dijo recientemente un Tribunal en Colombia), esa violencia y corrupción de todo orden reproduciendo la médula del Régimen, y no verse así mismos esos altos funcionarios como mediocres, incompetentes o cómplices?

5. Una confesión

Aunque la realidad es suficientemente evidente al tener que contar noticias de líderes sociales, activistas de izquierda y defensores de derechos humanos asesinados o amenazados; aunque me dé cuenta de cómo se pavonean con cifras de resultados connotados funcionarios para enseñar exiguas estadísticas o datos frente a grandes magnitudes del espanto, aun así, con muchas lecturas pendientes, busqué un libro más que pueda acompañar el estudio de cómo puede llegar un Estado supuestamente democrático a acumular tanta credibilidad al lado de tantos miles de muertos o desaparecidos por su acción directa y su omisión durante tanto tiempo.

Buscaba de paso por Bogotá una antología que me recomendaron, que profundiza sobre la banalidad del mal y el reparto del trabajo durante el nazismo, concepto cumbre que hace años examiné en la obra de la filósofa Hannah Arendt.

No la encontré. Aun así seguí buscando algo sobre crímenes de sistema, genocidio, aparatos organizados de poder, autoría mediata, responsabilidad del mando, impunidad del hombre de atrás… esos temas colindantes. Entre decenas de textos costosos que mensualmente se editan no para esclarecer la verdad de la guerra sucia en Colombia sino para taparla, hallé un libro sobre la vida del vicepresidente Oscar Naranjo, quien era el coronel a cargo de la operación policial que hace veinte años enseñó al país el trofeo de dos guerrilleros «muertos en combate» en una calle bogotana, un sábado, y quien ordenara el allanamiento de mi casa ese domingo de flores y abrazos, y luego el seguimiento un lunes 23 de junio, el día de las exequias de Victoria…

Por encima del escrúpulo moral y del pulso tembloroso y acelerado, de nuevo pudo más el razonamiento de quien por su trabajo en un proceso de paz decide escudriñar páginas para ver qué dice el hoy vicepresidente, a quien como negociador de paz del Gobierno conocí en La Habana, y a quien tantas veces se menciona acá en Quito como supremo coordinador de esfuerzos institucionales para proteger a los amenazados de muerte, a las comunidades, a las organizaciones de izquierda… el mismo que muchas veces dice públicamente: si cambia la música, cambia el baile… Proverbio africano que no sé si en el caso colombiano se refiere a que sólo cambiará la doctrina del enemigo interno y la contrainsurgencia del terrorismo de Estado cuando ya las guerrillas y las luchas subversivas desaparezcan del todo. Vendidas o demolidas.

Como a veces también por encima del sufrimiento está la responsabilidad de conocer, sumergido en ese libro o confesión (que por supuesto sin ningún ánimo de propaganda cito: Oscar Naranjo, El General de las mil batallas. Julio Sánchez Cristo, Ed. Planeta Colombiana, Bogotá, mayo de 2017) no dejo de escandalizarme un poco, sólo a la medida de mi pasajera condición como sobreviviente, sabiendo cómo paralelo a muchos sangrientos acontecimientos que se describen en una sucesión de crimen organizado en estas cuatro décadas, puede llegarse al puerto de degradación en el que nos hallamos, y no pasar nada.

El puerto de las mafias de todo pelambre aunadas a los sucesores de los de arriba de siempre, cuyas prerrogativas de refinada barbarie permanecen incólumes. Sobre quienes se pudo acumular mucha información para demostrar sus órdenes y connivencias, sus empresas criminales y beneficios, los destinatarios de fondos para sostener por años y años verdaderos escuadrones de la muerte, dentro, muy dentro de las instituciones, y por fuera, de donde provienen sus operadores: en un circuito que va de salones de políticos, inversionistas y mafiosos, hasta los barrios pobres donde reclutan paramilitares o sicarios que luego eventualmente son dados de baja o apresados para hacer una bolsa de números con los cuales simular que se lucha contra oscuros agentes y acciones de asesinatos que no tienen patrones (de jefes ni modelos de orden y continuidad). La perfidia es perfecta.

6. Banalidad del horror

Del subsuelo de ese relato cabe extractar o derivar pasajes turbios que por muchas aseveraciones ladinas que son indicio, si fueran tomadas del hilo original, darían para apertura de muchos procesos penales dentro o fuera del país -así sea-, contra insignes hombres y negocios de las elites, protegidos en el resultado objetivo para el que se conjugan como empresa criminal muchas instituciones y altos funcionarios que por una paga y lisonjas miran para otro lado. Citaré de muchas posibles sólo una afirmación sutil pero terrible que aparece en esa entrevista.

Expresa Naranjo (de quien dice Sánchez Cristo es el «dueño de secretos de Estado» o de quien dice el hermano del presidente Santos, Enrique Santos es «el mejor jefe que han tenido los servicios de inteligencia del Estado«): «he dicho que lo más sano que le puede ocurrir a alguien que trabajó en inteligencia es que se olvide de eso que llegó a saber, porque si no la vida se le vuelve un infierno y no vale la pena estar anclado en información de inteligencia que siempre recuerda la tragedia de este país: violencia, corrupción o delito» (pág. 24, ob. cit.).

Esta lápida en la fosa de la verdad la pone quien al margen de cualquier cargo público está obligado a revelarla. Es un monumento a la impunidad. Lo dice el poderoso vicepresidente de un país donde en estas décadas se han detenido-desaparecido a más de cincuenta mil personas, y masacrado a muchos miles de opositores; la Colombia donde siguen siendo asesinados sistemáticamente decenas y decenas de activistas de movimientos alternativos que reclaman cambios básicos y el fin del genocidio.

Mientras, los señores, los amos y sus custodios nos enseñan sin sonrojarse cómo es esta democracia de la banalidad del horror. Adolf Eichmann resulta una pálida caricatura al lado de muchos subalternos y asalariados de estas estructuras de muerte.

7. Resistencia

Por eso la rebelión existe y se expresa. No sólo con sentimientos sino con memoria de razones, causas de donde vuelven los que partieron para sembrar con su fuerza un derecho.

Esa luz de cada día es Victoria, lo es resistir cada instante, sólo si hay tensión por la coherencia, dimensión donde no llega quien carece de ese amor y no puede comprender por su ceguera lo que no sufre ni espera.

Con Miguel Hernández te canto un fragmento, les canto (Elegía, 1936):

…Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado…Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo… Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte… Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera… A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañera.

Compañera y hermana, gracias por tu ejemplo. Gloria eterna. Para ti Vicky, para Diego y miles de creadores de la dignidad común.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.