Demonizar, deslegitimar y asesinar a las capas excluidas de la sociedad para proscribir sus luchas ha sido en Colombia el camino para las disidencias, a quienes desde el poder se les intenta someter perennemente a viejas paces o a vivir humilladas y con profundas desigualdades y violencias. Sin embargo y por el otro camino, el […]
Demonizar, deslegitimar y asesinar a las capas excluidas de la sociedad para proscribir sus luchas ha sido en Colombia el camino para las disidencias, a quienes desde el poder se les intenta someter perennemente a viejas paces o a vivir humilladas y con profundas desigualdades y violencias.
Sin embargo y por el otro camino, el de la rebelión del pueblo, y en más de cincuenta años de lucha y resistencia emergen nuevos sujetos sociales de la trasformación radical, ell@s que son millares, se continúan preparando para otra la paz, y contra su exterminio y el de la humanidad, el de la guerra de tod@s contra tod@s, con la determinación de construir entre much@s, nuevos conceptos y luchas para estas nuevas realidades del capitalismo actual, del pueblo Colombiano, de América Latina y del Caribe donde se multiplican de manera alarmante las formas más viles de exclusión social, frente a las que hay que plantarse redefiniendo los conceptos y prácticas de democracia, paz, Estado, política, así como y desde luego el de poder.
Subvertir desde abajo las relaciones de poder es la ruptura indispensable, ya no más paces indirectas, degradadas, suplantadas, ni políticas delegativas, mentirosas, criminales.
Desde la clase popular seguiremos mirando en una lógica y hacia una paz emancipadora, genuinamente anticapitalista, anti- sistémica, y que permitan a los pueblos salir de la guerra capitalista, de su laberinto, que en palabras de Walter Benjamín «Miren las cosas desde el punto de vista de las víctimas».
Hemos de perseverar en la lucha, sin hegemonizar ni homogeneizar, pero sin rendirse, ni venderse o dejarse cooptar, y lanzando una vigorosa ofensiva de los pueblos y las insurgencias sociales de Colombia y en Nuestra América.
El capital no podrá sobrevivir sin el trabajo ni la guerra, en cambio, los pueblos si somos imprescindibles; ellos y los que como en Colombia nos engañan, reprimen, explotan, torturan, desprecian o excluyen, son los enemigos de la vida, la paz y de la humanidad, no pasaran ¡
Hoy, la ofensiva de los pueblos devuelve la esperanza al mundo, sus fuerzas de renuevan, la tradición de lucha se crece, y estamos decidid@s a la resistencia permanente en contra de toda forma de explotación, de opresión, de dominio.
Sobreviviremos con nuestra rebeldía a las modas, las paces capitalistas e impunes, a los efímeros brillos y espumas del momento, al falso protagonismo y a los fuegos fatuos de la gloria fácil y de la fama artificialmente creada.
Aunque esta guerra permanezca entre el engaño y el olvido siempre interesado y selectivo de las clases dominantes y del imperialismo, nuestros pueblos le apuestan a una inagotable lucha por un país sin más violencia estructural (la violencia más original) provocada por el Estado criminal, que en realidad no quiere terminar la guerra, pues su verdadero final hace parte de otra etapa de negociación más de fondo encabezadas por el pueblo, y que son las transformaciones estructurales.
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