Recomiendo:
0

Villa Grimaldi, la memoria del infierno

Fuentes: IPS

Villa Grimaldi, la otrora fastuosa mansión transformada en los años 70 en el más emblemático centro de torturas y desapariciones de la dictadura de Chile, pasará a ser finalmente el primer Museo de los Derechos Humanos del país para «la memoria y la educación». La iniciativa es impulsada por la Corporación Parque por la Paz […]

Villa Grimaldi, la otrora fastuosa mansión transformada en los años 70 en el más emblemático centro de torturas y desapariciones de la dictadura de Chile, pasará a ser finalmente el primer Museo de los Derechos Humanos del país para «la memoria y la educación».

La iniciativa es impulsada por la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi y el municipio de Peñalolén, con el apoyo del gobierno de Ricardo Lagos y de organizaciones humanitarias internacionales y nacionales, además del patrocinio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y de varias universidades chilenas.

«Las nuevas generaciones deben saber la verdad. Este proyecto corresponde a un compromiso de hacer realidad una necesidad urgente que nos involucra a todos», comentó a IPS Claudio Orrego, alcalde de Peñalolén, uno de los municipios del área oriental de Santiago y en cuya jurisdicción está Villa Grimaldi.

Se trata de instalar el recuerdo permanente de las más de 3.000 personas desaparecidas y asesinadas por el régimen del general Augusto Pinochet entre 1973 y 1990 y evitar así tanto el olvido como la aceptación de las prácticas represivas que tuvieron lugar en Chile y otros países de América Latina en la misma época.

El museo guardará archivos reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que incluyen registros escritos, audiovisuales y jurídicos, recopilados entre 1974 y 1990.

Este «espacio para la memoria y educación en derechos humanos», como lo definen sus promotores, está inspirado en experiencias similares en el mundo, como la Casa de Ana Frank de Amsterdam, el Centro de Historia de la Resistencia y de la Deportación de Lyon, Francia, y el memorial de la Casa de Conferencia de Wansee en Berlín.

También se mira en lo que es el Museo del Holocausto en Jerusalén y en Houston, Estados Unidos, así como la Fundación Memoria Histórica y Social y el Museo de la Memoria de Rosario, en Argentina, y Recuperación de la Memoria Sobreviviente, de El Salvador.

Luz Encina, de 75 años, milita en la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y es madre de cinco hijos. El menor de ellos, Mauricio Jorquera Encina, tenía 19 años y era estudiante de sociología de la Universidad de Chile cuando fue detenido el 5 de agosto de 1974 y hasta la fecha se ignora su destino.

Desde hace 30 años, Encina se reúne con sus compañeras de la AFDD para exigir la verdad sobre la desaparición de Mauricio. «De alguna manera soy afortunada», dijo a IPS, al señalar que otro de sus hijos, Patricio, hoy de 54 años, sobrevivió a la detención en el hospital de la Fuerza Aérea..

Mauricio, quien habría cumplido 50 años el 5 de este mes, fue uno de los desaparecidos de Villa Grimaldi. «No se puede explicar el dolor la angustia, los constantes allanamientos en mi casa, y la inagotable eterna búsqueda, las enormes peticiones de justicia se topaban con la indeferencia, la amenaza o el laberinto burocrático del régimen militar», contó Encina.

«Nosotras, las madres, no decimos que nuestro hijo está muerto, hasta que el Estado lo diga o encontremos su cuerpo», subrayó.

«Por eso la importancia de este museo histórico sobre los derechos humanos. Por los que murieron, por las mujeres, por los niños, por los sobrevivientes. Ojalá alcance a verlo ya construido. Nuestro país no puede olvidar, es una deuda pendiente que tiene con sus desaparecidos», agregó..

La casa-quinta Villa Grimaldi, ubicada en la precordillera de los Andes, fue el más importante de los 221 recintos de detención y prácticas represivas en la Región Metropolitana, según el informe emitido a inicios de este año por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, que también ubica en 30.000 la cantidad de torturados en el país durante la dictadura.

Este centro de prisioneros estuvo a cargo de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), que lo llamó Cuartel Terranova, y cuando en 1978 esta primera policía secreta de Pinochet fue disuelta, pasó a control de su sucesora, la Central Nacional de Informaciones, hasta su también desaparición en enero de 1990.

Desde la segunda mitad de los años 70 se denunciaba la existencia de este campo de torturas y desapariciones, lo cual fue confirmado oficialmente en abril de 1991, con el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación.

Las estimaciones sobre la cantidad de personas que pasaron por ese lugar van desde un piso de 2.000 hasta 5.000. Es que las condiciones de detención, con la vista vendada y hacinados en cuartos cerrados, impidieron a muchos saber dónde estaban.

Construida en la década del 30 en una antigua hacienda, Villa Grimaldi supo tener su momento de esplendor cuando era una típica parcela de descanso para gente acomodada. La mansión, paradójicamente, perteneció en los años 40 a la familia de Carlos Altamirano, el secretario general del Partido Socialista durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), del mismo sector.

En ese entonces tenía un gran muro de adobe que la separaba de la calle y un gran portón metálico de ingreso. En su construcción se usaron materiales finos, como mármoles y baldosas importadas, que aún se conservan en lo que es hoy el Parque por la Paz.

Además contaba con un gran espacio verde que rodeaba con jardines toda la casa, así como instalaciones aledañas para el servicio doméstico, que después fueron usadas por la DINA.

A mediados de los años 50 esa propiedad fue adquirida por Emilio Vasallo, quien instaló ahí un restaurante de lujo y, en consideración al parecido del lugar con una casa italiana, lo bautizó Villa Grimaldi.

La casa principal está hoy demolida, pero se conservan vestigios de otras instalaciones usadas por la DINA. Entre ellas se cuenta un lugar de torturas que llamaron «casas Corvi», en alusión a la Corporación de la Vivienda, el ente estatal que construía casas populares en el gobierno de Allende.

Otros sitios aún en pie son las «casas Chile», que eran cuartos de un metro por dos donde eran llevados los prisioneros y prisioneras después de las torturas, así como la «Torre», una edificación de seis metros de altura con nichos cuyas puertas medían unos 60 centímetros y que servía para mantener en aislamiento a quienes se negaban a colaborar.

En 1997 se inauguró en Villa Grimaldi el denominado Parque Por la Paz con el mural en homenaje a los 1.119 desaparecidos, que fue el acondicionamiento de una fuente de agua y la plantación de árboles. Mientras que el 11 de diciembre de 2004 el Ministerio de Educación declaró esta casa Monumento Nacional en calidad de Sitio Histórico.

Cristina Chacaltana es una de las sobrevivientes de este campo de concentración. La construcción de un museo es «más que una necesidad urgente», señaló a IPS este mujer hoy de 56 años, que fuera detenida en abril de 1975 y mantenida en la villa un año y seis meses. Más tarde, entre 1984 y 1989, fue llevada a la cárcel de Coronel, en la región de Concepción, 545 kilómetros al sur de la capital.

«Razones hay miles, y desde mí podría decir que ese lugar encierra para nuestro pueblo una de las páginas más negras del régimen militar de nuestro país. Hablo de un lugar histórico, por todo lo que ese lugar significó para cientos de hombres y mujeres, inclusive niños que pasaron por ese centro de tortura», apuntó.

«Se trata de reincorporarnos a la vida de hoy desde nuestros dolores y también desde nuestros anhelos, para que nunca se vuelva a repetir un lugar como un centro de torturas», señaló.

«Se busca también decir que hoy somos capaces de convertir a la memoria de esos años difíciles en creación, creación de cultura, de memoria, de idealismo y de sueños que se están construyendo todavía hoy», sentenció la ex presa política.

Para su hermana, Ana Maria Chacaltana, integrante de la Corporación Codepu (Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo), «todo lo que se haga en recuerdo del pasado es una catarsis, por lo tanto hace muy bien al país».

«La reconciliación es una palabra que todos pronuncian, pero que no saben la dimensión que tiene para aquellos que han sufrido en carne propia todas las injusticias de un régimen que no midió consecuencias», comentó a IPS.

«La idea de un Museo me parece lo más justo, pues ahí deberían tener cabida todas las formas de padecimiento que existieron en dictadura. No sólo de muerte, tortura, desaparecidos, exilios, sino también de cambio de vida, de cambio de valores, de perdida de identidad», añadió.

A su vez, Enrique Peebles entiende que «un museo de los derechos humanos tiene sentido, porque en nuestro país, en los 200 años de Independencia, las intervenciones militares fueron frecuentes».

Peebles estudió Medicina en la Universidad de Concepción y fue arrestado en diciembre del 1974 y llevado a Colonia Dignidad, en la actualidad es uno de los principales acusadores de Paul Schäfer, el jerarca de ese enclave nazi que sirvió también de centro de torturas y eliminación de presos para la dictadura,

Schäfer fue arrestado este año en Argentina y está bajo juicio en Chile por abusos contra menores.

«Creo que con este museo de la memoria, la sociedad debería aprender de nuestra historia, pues existe demasiada desinformación. Durante 200 años los militares han tenido el uso exclusivo de las armas, además de todos los privilegios que tienen», subrayó el médico ante IPS.

«El Museo de Derechos Humanos (de Villa Grimaldi) tiene que mostrar esta situación. Responsables de feroces matanzas deambulan libremente por las calles y en este momento están impunes. El tiempo tiene que juzgar», enfatizó Peebles.