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Viñetas insensatas

Fuentes: Rebelión

De nuevo el bosque no nos deja ver los árboles. Y de nuevo el ruido del escándalo impide oír el motivo verdadero del enfado de los musulmanes practicantes por la publicación de una caricatura del profeta Mahoma en una publicación noruega, que representa de forma burlesca al líder de los muslmanes un turbante en forma […]

De nuevo el bosque no nos deja ver los árboles. Y de nuevo el ruido del escándalo impide oír el motivo verdadero del enfado de los musulmanes practicantes por la publicación de una caricatura del profeta Mahoma en una publicación noruega, que representa de forma burlesca al líder de los muslmanes un turbante en forma de bomba. Para empezar, lo que no se entiende es ¿por qué en el mismo mes de septiembre, fecha en el que la viñeta de la discordia fue publicada en un periódico danés, no se provocó ningún escándalo, mientras su reproducción de la semana pasada sí?

Mientras busco unas manos negras, ansiosas de aumentar la crispación reinante en el mundo y sacar provecho d e la guerra de religiones y de culturas, – sin duda para tapar los verdaderos problemas de la humanidad- creo conveniente hacer algunas aclaraciones.

Para empezar, no es el Corán que prohíbe la representación de las imágenes, sino el libro de Hadis, «narración», otra fuente de la legislación islámica y redactado en el siglo XII, que recoge los hechos y dichos del Profeta que no aparece en el Corán. En ella cualquier intento de imitar a ser Dios y crear imágenes de seres vivos es considerada blasfemia. Esta creencia provenía de la tradición de los árabes de Babilonia y Mesopotámica, respetada tanto por los musulmanes como por los cristianos de aquellos terrotorios. Tanto por el silencio del Corán al respecto, como por la complejidad y diversidad del mundo islámico, los chiitas, por ejemplo, sí que retratan la imagen del profeta y de los santos. En ceremonias como la fiesta de Ashura, fecha que los chiitas recuerdan el martirio de Hussein, nieto del profeta Mahoma, ocurrido en el año 680, los creyentes portan grandes imágenes de Mahoma y de aquel príncipe de los mártires. Sus rostros también lucen en las hermosas alfombras d e seda en cualquier bazar iraní.

Por lo tanto, el enfado de al menos una parte de los musulmanes puede que haya derivado de otros dos aspectos de la viñeta: por haber insinuado que Mahoma es un terrorista, o por haberle presentado de forma caricaturesca. En el primer caso, lo cierto es que un hombre con bomba, dependiendo de las circunstancias, para unos simboliza un terrorista, mientras para otros un guerrero y un luchador por la justicia. La lucha armada que hoy transcurre en los territorios ocupados de Palestina o de Irak contra aquellos estados que han roto la legalidad internacional a base del empleo impune de todo tipo de armas y bombas, no es considerado un acto terrorista, sino una legítima autodefensa. Por lo tanto, queda el ultimo motivo: de haber ridiculizado al profeta. Y allí está el dolor y la rabia común y compartido de toda una comunidad que desde hace un siglo soporta la prepotencia desmesurada e injustificable de los antiguos y nuevo colonialistas.

No se trata de libertad de expresión, si los únicos beneficiarios de tales provocaciones o imprudencias graciosas son la ultraderecha musulmana, judía y cristiana, que no dudarán en utilizar a las masas creyentes para atizar el fuego de la ficción de «choque de civilizaciones», en perjuicio de movimientos democráticos, sobre todo  en los países musulmanes, que con muchísima dificultad intentan crear cauces para que la religión recupere su espacio espiritual, perdido por la acción de quienes la utilizan con fines ajenos a lo que predican. No hay duda de que viñetas como estás, a largo plazo, tendrán justo como víctima a esta libertad de expresión y de prensa que tanto intentan proteger.