¿Ser mujer y no depilarte la barba? Qué ganas de complicarte la vida. ¿Salir del armario a los 40 años? Qué ganas de complicarte la vida. ¿Poner tu vida en riesgo por defender los derechos de otras personas? Qué ganas de complicarte la vida. ¿No esconder la pluma ni siquiera delante de las monjas de tu residencia de ancianos? Qué ganas de complicarte la vida. ¿Empeñarte en mantener vivo un juego tradicional de mujeres que a nadie le importa? Qué ganas de complicarte la vida. ¿Reconciliarte con tu cuerpo en vez de llevarlo al quirófano para que te lo arreglen? Qué ganas de complicarte la vida.
¿Estudiar Periodismo y llegar a trabajar en El País para dejarlo y montarte una revista feminista? ¿Hacer periodismo con perspectiva de género? Qué ganas de complicarse la vida. Afortunadamente, en el mundo hay personas con ganas de complicarse la vida y una de ellas es precisamente June Fernández (Bilbao, 1984), periodista, activista, directora de la revista feminista Píkara Magazine y escritora del libro «10 Ingobernables. Historias de transgresión y rebeldía» (Libros del K.O. 2016) en el que recoge «diez historias de gente ingobernable que prefiere complicarse la vida a asfixiarse en el estrecho y absurdo modelo de normalidad». Y como en Strambotic también nos encanta complicarnos la vida y no nos gusta que nos gobierne ni María Cristina, hoy hablamos con June Fernández para conocer un poco mejor las transgresoras y rebeldes historias de 10 Ingobernables.
Strambotic.- ¿Hay que ser un poco ingobernable para hacer periodismo con enfoque feminista y no morir en el intento?
June Fernández.- Sí, hay que ser muy ingobernable porque supone cuestionar todos los dogmas del periodismo. Cuestionar qué es noticia, a quiénes legitimamos como expertos, cómo utilizamos las imágenes, el lenguaje, etc. Creo que eso favorece mucho la innovación y la calidad porque supone romper con todas las inercias que lastran el periodismo. Sin embargo, al mismo tiempo es difícil que te reconozcan como periodista al mismo nivel.
S.- Hablando de a quién se legítima como expertos, ¿cómo escogiste a las diez personas que retratas en tu libro? Porque ninguna de ellas es académica sino que parecen personas corrientes pero fuera de lo común, llevando a la praxis lo que otras simplemente teorizan…
J.F.- Realmente las historias me fueron encontrando a mí. Primero fui recopilando unas cuatro o cinco a las que había conocido en años anteriores en Latinoamérica y que me habían impactado por tener historias potentes. Nicole, la salvadoreña intersex a la que conocí en unas jornadas, Yasmín, la cubana con velo, Doña Sebastiana, una líderesa indígena que había entrevistado para un documental para Oxfam… Una vez que vi claro ese hilo conductor de gente rebelde y transgresora, fui completando el libro con gente del estado español de la que me iban hablando; por un lado conocí a la gallega que hace su tesis doctoral sobre ese juego tradicional en Ourense y le pedí acompañarla, por otro, una colaboradora de Píkara me habló del ajero y fui a hablar con él… Al fin y al cabo no se trata de salir afuera a buscar historias sino que esta es mi gente, la gente con la que me cruzo por la vida y que me deja huella.
S.-Y como dices todas ellas tienen algo en común, la transgresión, la rebeldía… ¿Algo más?
J.F.- Que han enfrentado violencia y exclusión pero no se han victimizado sino que han convertido el estigma en silencio y la vergüenza en orgullo. Por eso empiezo el libro con esa cita de «Soy lo que dijeron que no fuera». Varias historias comparten que son gente a la que su entorno les ha hecho sentir que su cuerpo o su sexualidad están mal. Ya sean gordas, trans, mujeres con el cuerpo lleno de cicatrices… Todas han hecho un proceso parecido de aceptar su cuerpo y entender que no hay que cambiarlo, que lo que hay que cambiar son esos modelos de belleza y normalidad tan opresivos.
S.- En este sentido, muchas de las historias a las que te refieres podría decirse que son disidentes sexuales, o de género: a Julio, un vendedor de ajos de 86 años que nunca ha ocultado la pluma ni se ha hecho pasar por heterosexual; a Juanita, mujer trans que ahora se traviste para hacerse pasar por el hombre que nunca fue; a Antar, doctor en Antropología, un hombre trans que no siente necesidad de pasar por quirófano para modificar su cuerpo; o con Irina, mujer trans, enferma de esclerosis, casada con una mujer y revolucionaria. ¿Podría decirse que sus historias son un ejemplo de cómo sacar la Teoría Queer del ámbito de la Academia para ponerla en práctica sin necesidad de grandes discursos?
J.F.- Sí, eso me interesa mucho. Me preocupa ese prejuicio de que lo Queer es una teoría posmoderna elitista anglosajona o europea. Me interesa visibilizar prácticas queer de gente que incluso no sabe lo que significa queer ni se ha planteado conscientemente transitar entre los géneros como forma de dinamitar nada. Me parece interesante el caso de las trans de Nicaragua como Juanita. En un país en el que no hay reconocimiento institucional a la transexualidad, las trans resisten con estrategias como moverse entre los géneros, lo cual contrasta tendencia en países como España a que la ley marque una única manera de transitar. Pero ahí también tenemos a Antar, que desde Madrid nos dice que no está por la labor de pasar por el aro de la hormonación y que no va a pedir permiso a un psiquiatra.
S.-Precisamente, estos días ha sido noticia que en Cataluña los transexuales podrán cambiarse de sexo sin diagnóstico psiquiátrico. Sé que este es un tema que te interesa.
J.F.- Suelo hablar de la necesidad de que el feminismo asuma como prioridad en su agenda la despatologizacion de la transexualidad y la lucha contra la Lgtb-fobia porque la base es la misma. Me gusta mucho una cita de Paul B Preciado que no cree en la violencia de género sino en que el género mismo produce violencia. Me parece que las personas trans e intersexuales pueden señalar de manera especialmente encarnada cómo se construye este sistema violento y desigual. Son vivencias clave que el feminismo ha tendido a obviar o a recelar de ellas.
S.- Porque, evidentemente este es un libro que habla del feminismo, pero curiosamente son muy pocas las ocasiones en las que se menciona este término a lo largo de los diferentes capítulos. ¿A qué se debe esta ausencia?
J.F.- La editorial me propuso escribir un libro de artículos que explicasen qué es el feminismo de una manera irreverente que rompiera con el estereotipo. Les dije que no me apetecía hacer pedagogía feminista sino hacer periodismo, contar historias de gente que encarnar esa ruptura de los mandatos de género porque me interesaba atraer a un público amplio del que no comprara un libro «sobre feminismo». De ahí que no aparezca la palabra en portada ni contraportada y que Susanna Martín huyera también de la iconografía clásica del feminismo en la ilustración. Un periodista me decía que 10 ingobernables le sonaba a libro de historia con mucha épica y eso me gustó porque era el objetivo. De hecho en el libro hay épica, hay heroínas, algunas más espectaculares y otras más cotidianas, pero hablar de esas personas concretas también sirve como pretexto para hablar de mil cosas: desde las maras en El Salvador, el genocidio maya en Guatemala, hasta los movimientos de izquierda crítica en Cuba… Como hacemos con Píkara, mi empeño es siempre hacer entender que el feminismo no es un tema sino una mirada.
S.- El éxito que está teniendo Pikara es evidente, por fin podemos decir que es posible escribir con perspectiva de género para grandes audiencias?
J.F.- Bueno, yo creo que eso ya lo estaban demostrando compañeras que escriben en medios masivos. Ana Requena en eldiario.es, es un ejemplo. Las píkaras trabajamos o hemos trabajado como «infiltradas» en medios generalistas. Una píkara incluso trabajaba en el programa de Mariló Montero he influía ahí como podía. Otra cosa es que en un medio como Píkara hay libertad para romper con todos los corsés. Más allá de posicionar unos temas en la agenda, podemos desarrollar una cultura periodística propia fundiendo lo que hemos aprendido de los medios generalistas y alternativos y lo que aprendemos del feminismo.
S.- Hay gente que critica que algunos discursos feministas están llegando a espacios mucho más masivos por ejemplo Beyoncé con sus carteles feministas en los decorados de los conciertos o Emma Watson en sus discursos como Embajadora de Buena Voluntad de la ONU etcétera, y se muestran escépticos de que el feminismo se convierta en una ‘moda’ más de eslóganes vacíos en camisetas. ¿Qué opinas al respecto?
J.F.- Sí, ese es un debate recurrente en Píkara. También cuando se nos ha propuesto colaborar con medios que encarnar esa tendencia porque por una parte nos parece interesante tener referentes feministas tan masivos e influyentes, pero, por otra, su agenda suele ser muy light, individualista, etnocéntrica, etc. Así que nosotras aprovechamos esos espacios para llegar a más gente pero con la tranquilidad de que abogamos por una transformación social radical y que nuestra agenda no se limita a la de las divas del pop sino que hablamos de vidas precarias, de derechos humanos, de colonialismo… Por ejemplo en Píkara 4 incluimos un reportaje sobre la cadena de explotación, precariedad y consumo rápido en la que se sostiene la industria de la moda y empresas como Inditex. Así que Beyonce aporta para conectar con públicos amplios pero nuestra lucha es anticapitalista por definición.
S.- Hablando de colonialismo y visones etnocéntricas, en ’10 ingobernables’ se muestran muchas historias de América Latina. ¿Siguen anclados los discursos feministas más oficiales o institucionales en las perspectivas blancas occidentales urbanitas heterosexuales y de clase media?
J.F.- Me cuesta generalizar porque por ejemplo en las casas de mujeres que han montado algunos ayuntamientos del País Vasco sí que hay una apuesta internacionalista y de aprender de los feminismos del sur, pero sí que creo que el feminismo institucional más visible en España tiende a mirar más a Europa y Estados Unidos y a victimizar y tutelar a «las otras»: las mujeres migradas, gitanas, trabajadoras del hogar y trabajadoras del sexo. En el movimiento feminista también me parece que últimamente hablamos mucho de interseccionalidad, pero que en la práctica nuestros referentes siguen estando bastante anclados en la Academia o las vanguardias intelectuales.
S.- Para quien no esté versado en la terminología, cómo definirías la interseccionalidad y porqué la consideras necesaria?
J.F.- Es un concepto que aportaron las feministas negras, que se sentían discriminadas tanto por las mujeres blancas como por los hombres negros. El feminismo institucional tiende a hablar de desigualdad entre hombres y mujeres de una forma muy monolítica, pero las relaciones de poder son más complejas. El ejemplo típico es que un inmigrante sin papeles enfrenta mayor exclusión que una mujer empresaria blanca. Más que andar jerarquizando y comparando a ver quién está más oprimido, se trata de entender que las personas estamos atravesadas por identidades múltiples: yo no soy solo mujer, soy blanca, urbana, lesbiana… Y todo eso supone que a veces estoy en una posición privilegiada y otras veces en una posición de exclusión. En el libro un ejemplo es Antar que siente la violencia social como persona transgénero pero al mismo tiempo reconoce su privilegio como persona blanca, con estudios universitarios y recursos económicos. O Yasmín, que de joven se supo fea por ser mujer, negra y con el cuerpo lleno de cicatrices. Sería absurdo ponerse a decidir si la han discriminado más por negra, por mujer o por un cuerpo no normativo. Otra cosa importante del enfoque interseccional es que no se centra solo en la opresión sino también en las formas de resistir, en las rebeldías que es algo muy presente en el libro; no se trata de hablar de colectivos oprimidos sino de señalar a una hegemonía que excluye a todas las personas que no encajan por algún motivo.
S.- De todas las historias que se narran en el libro ¿Cuál es la que te parece más transgresora?
J.F.- Qué difícil. Yo creo que el libro va de reconocer todas las transgresiones. La historia de Irina es la más espectacular: una comunista trans en silla de ruedas que se lió a tiros en la guerra de Nicaragua. Pero para mí también es transgresor que unas mujeres mantengan vivo un juego tradicional en una aldea de Ourense con cero apoyo social.
S.- Y para terminar, June, ¿porqué merece la pena no dejarse gobernar?
J.F.- En la presentación del libro en Madrid, un amigo activista trans feminista dijo que esto de ‘¿por qué te complicas la vida?’ culpabiliza a las personas que se ven excluidas por ese modelo de normalidad. En el libro cito que la madre de la escritora Jeanette Winterson le preguntó: «¿por qué ser feliz si puedes ser normal?» cuando esta le contó que se había enamorado de otra mujer. Dauder decía que en realidad no buscamos la felicidad, sino que sobrevivimos como podemos. No lo hacemos por complicarnos la vida o por llevar la contraria o ir de rebeldes.
Fuente:http://blogs.publico.es/strambotic/2016/10/diez-ingobernables/
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