Reflexión crítica sobre el reciente caso de la joven napolitana que se suicidó tras sufrir el acoso en las redes sociales por la difusión de un vídeo sexual por parte de su expareja.
De esta forma, una sociedad que preste escrupulosa atención a cómo presentan los medios de comunicación la violencia doméstica, estará capacitada para criticar con firmeza cuando ésta aparezca de manera frívola y trivial. Cuántas veces la búsqueda de una emotividad primaria que apenas vale para saciar una curiosidad morbosa es la misma que impide profundizar en el origen de lo relatado. La violencia de género o violencia contra las mujeres son, no lo olvidemos, todas aquellas conductas violentas contra las mujeres por el hecho de serlo, es decir, que son ejercidas en razón de los condicionantes que introduce el género. Las mujeres son, transformando las palabras de Luís Cernuda, prisioneras entre muros cambiantes, obligadas a vivir en una sucesión de celdas y círculos. Lo que conocemos como femenino en el patriarcado, nos recuerda Luce Irigay, no sería lo que las mujeres son o han sido, sino lo que los hombres han construido para ellas. El patriarcado se rige por unas reglas que vienen determinadas por los estereotipos de género que nos asignan desde que somos niñas y niños así como por los símbolos creados que se han ido asentando como verdades absolutas a lo largo de los siglos. Todo abuso, acoso, y maltrato que no es condenado individual y colectivamente por una sociedad, se alarga en el tiempo de igual manera que toda negación de la perduración del sistema patriarcal supone cierta complicidad con el mismo. La utilización de cualquier violencia -física o psicológica a través de la desvalorización y el sometimiento para controlar a las mujeres- es aprendida, tanto a la hora de ejercerla como de sufrirla, por lo que cabe afrontar el problema -público y no privado- como lo que es, una cuestión de Estado. El de Tiziana no es el primer caso de suicidio tras la difusión de contenidos sexuales en internet.
En nuestras manos está que sea el último, porque en última instancia, sólo desde una crítica que surja de la concienciación y la reeducación, desde la familia, las aulas, los medios, las instituciones y la sociedad en general, podremos acabar de una vez por todas con el yugo del patriarcado y de la violencia estructural que impone. El terreno de batalla de la lucha de género, es el de un suelo que pisamos, una tierra movediza denominada sistema patriarcal, que se amolda a las diferentes etapas históricas, pero no viene determinado y que por tanto, puede llegar a su fin y ser sustituido por uno más igualitario y justo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.