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Reseña de la película "Violeta se fue a los cielos"

Violeta Parra contada a través de pura poesía cinematográfica

Fuentes: La isla inexistente

El director chileno Andrés Wood es un serio candidato a llevarse el Goya a la mejor película iberoamericana con Violeta se fue a los cielos

En Chile, a Violeta se fue a los cielos le pasó una cosa curiosa. Se estrenó el 11 de agosto de 2011 en 17 salas de cine, no hubo más lugares donde exhibirla porque los dueños de los cines no confiaban en que el largometraje pudiera gustar al público, así que ni siquiera cubrieron las principales ciudades del país. Sin embargo el primer día tuvo unos seis mil espectadores y las críticas en prensa fueron excelentes. No decayó el ritmo en los siguientes días, así que los empresarios, ante tal demanda, se vieron obligados a aumentar el número de copias para poder pasarla en más cines. Las cifras oficiales de 2011 indican que Violeta se fue a los cielos fue vista por 391.465 espectadores, lo que la convierte en la película chilena más vista del año pasado.

Violeta se fue a los cielos cuenta pequeños trazos de la vida de Violeta Parra. No lo hace siguiendo una línea cronológica sino entrando y saliendo en diferentes momentos, regresando más tarde, mezclando imágenes oníricas, recuerdos de infancia… En definitiva jugando entre la realidad y la poesía que ha sabido crear el director chileno, Andrés Wood, alrededor de esta impresionante mujer.

El largometraje está basado en la biografía escrita por Ángel Parra, hijo de Violeta Parra. Va recorriendo distintos escenarios por los que fue pasando la artista. Vemos algunos recuerdos de su niñez en una familia humilde de provincia. La felicidad tal vez sea una niña tomando frutas silvestres y con el rostro y las manos manchados por esta acción. Su padre es profesor, pero la bebida le va lanzando cuesta abajo. Para ganarse un dinero, para llevarse una botella a la boca, el padre toca la guitarra y canta en las bodas, fiestas y demás celebraciones. Así va perdiendo el norte y es su hija, una cría de pocos años quien debe orientarle. Al morir, le deja como herencia una guitarra demasiado vieja que se convierte en el acicate musical de Violeta. La cultura, el deseo de actuar, aumenta cuando parte de la familia forma una compañía entre circense, teatral y musical que va recorriendo Chile. De ese viaje destaca un campo minero del sur de Chile donde Violeta interpreta una hermosa canción con la compañía de un tambor que ella misma hace sonar. El público arranca en aplausos, impresionado por la fuerza interpretativa de ésta cantante; la estampa fílmica es impresionante, todo el coraje de una mujer en los últimos meses de embarazo cantando con una voz melodiosa mientras golpea con furia el instrumento. Es el coraje en estado puro. Después viene su deseo de seguir aprendiendo y de recuperar las canciones populares de su tierra, lo que la lleva a recorrer, por su cuenta y cargando con su hijo Ángel, el interior del campo chileno. Es un viaje persiguiendo la música que se muestra como un fantasma difícil de apresar y a punto de perderse, cargado de normas, de abandonos, de las tristezas de un pueblo y sus gentes.

Las imágenes van pasando, aparecen los sueños de gavilanes y gallinas representando de qué forma las clases altas exprimen y se sirven del pueblo, o los varones con su fuerza de las mujeres. Su repertorio se va cerrando, encontrado ya el sentido de su música que queda marcada como lo está su propio rostro. Se cruzan en la película fragmentos entrelazados de una entrevista televisada que Violeta Parra realizó en Argentina en el año 1962, cumpliendo el papel de servir de repaso y de ensimismación de la artista para traer al presente los recuerdos.

La música es lo más importante en Violeta Parra, son sus raíces, el único sentido de su vida. Así que no es extraño que decida viajar a la Polonia comunista para mostrar la cultura chilena, aún a pesar de tener que dejar atrás a su familia y de dejar a Ángel, un adolescente, la responsabilidad de cuidar de sus dos hermanas, una de ellas todavía bebé, mientras dure su ausencia. Surge el punzazo del dolor estando fuera, la tragedia que se ceba, y una patina sombría en su cara. De vuelta en Chile conoce al músico suizo Gilbert Favre y arranca entro los dos un estallido sexual que inicia una vida amorosa apasionada hasta los extremos. Viajan juntos a Europa y allí, por un impulso de coraje, presenta sus trabajos visuales al museo del Louvre y consigue que se los acepten para ser expuestos. Todo en ella es arte, la vida no tiene otro concepto que el de creación. Se entrega a ello y relega su relación. Abandona sus instintos de mujer por su sentido creativo. Otra nueva punzada de dolor.

Regresa a Chile con nuevas ideas, la clase alta aprecia su nombre, pero sólo como moda. Más dolor y el deseo de encontrar el camino, de devolver al pueblo su cultura. Así surge la idea de construir la carpa de la Reina, un lugar al servicio del Folklore. Sus hijos la acompañan en este proyecto por amor hacia su madre, pero pronto ven que la idea no es más que un empecinamiento que no puede tener continuidad. Son momentos duros, de contratiempos, donde descubrimos la relación con su hija Carmen Luisa que lentamente se va convirtiendo en el bastón sobre el que apoyarse. El pasado, su historia de amor con Favre la atormenta, quiere recuperar aquello y le busca con pasión. Pero, si bien el sexo se puede recuperar, los sentimientos no. Herida sin remedio se va sintiendo cada día más vacía.

Que Violeta Parra fue una mujer de carácter, de armas tomar, no queda duda. Ella manda y gobierna y es el mundo que está enfrente el que se despista y desorienta. En ella se hace sentir ese enfrentamiento con la vida, esa oscura dificultad para adaptarse a lo que no ocurre como debería, esa perplejidad de entrever lo absurdo de su trasfondo cuanto más intenta entender. Nunca está cómoda, siempre buscando caminos para contar, para hablar de su cultura. No se rinde ni cuando se siente vencida. No hay espacio para el desaliento, siempre invencible por fuera y llorando por dentro. Y a pesar de todo, el peso de la derrota se hace insoportable. La incomprensión de lo que está fuera de su cabeza y rige con otras normas termina con ella. Violeta Parra acaba con Violeta Parra. Lo hace con fuerza, con un disparo de inconformismo que rompe con todo. Los suicidios no se avisan, se hacen o no se hacen.

Excelente el trabajo de Francisca Gavilán, una reconocida actriz de teatro, sobre la que recae todo el peso de dar vida a Violeta Parra. Se preparó a conciencia. Aprendió todas las canciones con la ayuda de Silvia Urbina, cantante folk. Gavilán tiene buena voz y ella misma interpreta la mayoría de los temas de la banda sonora. Además tomó clases de guitarra para que resultase natural su interpretación. Tampoco olvidó la faceta pictórica, escultórica y de arpillería de la artista , así que la actriz visitó el Centro Cultural Palacio de la Moneda para ver la exposición dedicada a Violeta Parra. Esos esfuerzos le sirvieron para conseguir una simbiosis perfecta con su personaje, identificándose de tal forma que se han hecho indivisibles. Su rostro es el de Violeta Parra, sus sentimientos también.

El director chileno ha logrado un largometraje cargado de sensaciones, en el que se cuidan cada uno de los detalles para hacer un cine tan personal como universal y evocador. Se huele el campo, se escuchan los sonidos perdidos de un caluroso verano y se ve entre niebla lo que pudo haber sido, o lo que quizá fue o lo que debió ser, pues esas tres cosas se entremezclan con el único fin de hacer sentir al espectador como si fuese Violeta Parra. Lo narrativo se difumina entre las imágenes que ganan la batalla para describir lo que está oculto, lo que falta y se enseña con un simple gesto, con el tono de una canción que acompaña el caminar entre dos poblaciones perdidas buscando algo que está a punto de desaparecer.

A modo de pequeño anecdotario: Andrés Wood confiesa que hace tiempo, incluso antes de rodar su película Machuca, le rondaba por la cabeza hacer una película sobre Violeta Parra. Sin embargo no encontraba la forma de acercarse a ella, pues todo lo que leía sobre la cantante tenía un gran sesgo periodístico, con mucho interés en realizar una crónica, pero nunca con un tratamiento personal que acercase al lector los sentimientos de la artista. Esto cambió cuando leyó el libro Violeta se fue a los cielos, escrito por su hijo Ángel Parra. En él sí encontró esa materia más íntima que buscaba para hacer la película.

Ángel Parra se incorporó al equipo de la película, encargándose de asesorar en el lenguaje, sobre todo a la hora de hacer hablar a Violeta Parra. También ha participado en la banda sonora de la película, no en vano es uno de los reconocidos cantautores de la llamada Nueva Canción Chilena.

Aprovechando el libro y la película, se ha rodado también una serie para la televisión.

Fuente: http://islainexistente.javialvarez.es/2012/01/violeta-parra-contada-traves-de-poesia.html