«La República es lo que me permitió estar hoy aquí. Sin la escuela laica y republicana, no sería alcaldesa de París. La política debe ser el dominio de lo universal, donde uno se junta, donde uno se respeta. Yo debo todo a ese contexto» (Anne Hidalgo)
En este 14 de abril celebramos el 90 aniversario de la proclamación de la Segunda República española.
Sin embargo, pese al fervor republicano que nos alienta, muchos compañeros y compañeras intentamos ser cautelosos al extraer enseñanzas de aquel periodo histórico, en particular de los años convulsos del bienio derechista, de noviembre de 1933 a febrero de 1936, y el estallido de la guerra, que destruyó los enormes avances culturales y sociales que se consiguieron en el primer bienio republicano. Avances impulsados desde abril de 1931 a noviembre de 1933, y el breve periodo de gobierno del Frente Popular, tras el final del bienio reaccionario.
Pervive aún en nuestra memoria colectiva la enconada lucha de clases y la revolución obrera que estalló en el bienio derechista, duramente reprimida. La entrada de la fascistizante CEDA en el gobierno, en octubre del 34, provocó una situación revolucionaria en Asturias, consecuencia de las graves injusticias sociales que el tradicional dominio de la oligarquía financiera y terrateniente imponían al pueblo trabajador.
El pueblo se encontraba sumido en una pobreza extrema y el analfabetismo rondaba el 40%. En el primer bienio, progresista, el gobierno de la República impulsó la enseñanza pública dignificando el trabajo de los maestros, creando miles de escuelas y las famosas misiones pedagógicas, que llegaban a los lugares más recónditos y desamparados del territorio.
Maestros de la República, fueron ejemplo de esfuerzo y lealtad, transmitiendo su cultura y sabiduría; después fueron ferozmente perseguidos y muchos asesinados por el fascismo, como muestra la inolvidable película La lengua de la mariposas, dirigida por José Luis Cuerda; adaptación de un relato de Manuel Rivas, con Fernando Fernán Gómez en el papel de maestro, que transcurre en una pequeña aldea gallega.
Intelectuales y escritores, como el poeta del pueblo Miguel Hernández o el universal Federico García Lorca, con su grupo de teatro ambulante La Barraca, supieron acercar la cultura popular al pueblo llano. Sin embargo, debido a ello, Federico fue vilmente asesinado en los primeros días del golpe militar, cuyos restos siguen sin aparecer, arrojados a una fosa en algún lugar del Barranco de Víznar, en la provincia de Granada. Y Miguel, el otro gran poeta del pueblo, que compartió un tiempo celda con Buero Vallejo, enfermo y desvalido en las mazmorras franquistas, murió en la enfermería de la prisión de Alicante en 1942, durante los primeros años de la dictadura, a la edad de 31 años.
La llegada al gobierno de una derecha caciquil y reaccionaria, implicó la brutal reversión de las conquistas sociales conseguidas en el primer bienio progresista. La necesidad social extrema y la actuación fascistizante del gobierno fueron la chispa que prendió la revolución en los sectores obreros de la industriosa Asturias. La sanguinaria represión fue dirigida desde Madrid por un general monárquico -apadrinado en su boda por el rey Alfonso XIII, abuelo del también Rey fugado Juan Carlos I- y encumbrado al generalato por su despiadada crueldad en la guerra colonial africanista. Se llamaba Francisco Franco.
Tras la victoria electoral del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, la derecha monárquica y clerical conspiró para derrocar al Gobierno legítimo de la República. Una facción clerical fascista de las fuerzas armadas desencadenó un golpe militar, cuyo fracaso inicial fue revertido con el apoyo de la poderosa maquinaria de guerra alemana, dando lugar a la Guerra de España y la posterior dictadura. Fue el preludio de la agresión nazi fascista a los pueblos de Europa. Para ello el III Reich Alemán contó con la “neutralidad” amistosa de Franco, mediante el control de ambas orillas del Estrecho, así como con la explotación de las minas de wolframio gallegas, esenciales para la industria bélica del III Reich Alemán.
En cualquier caso, pese a los claroscuros de la Segunda República y a su trágico final, muchos militares demócratas guardamos en nuestra memoria, y en lo profundo de nuestros corazones, el recuerdo imborrable de compatriotas que soñaron con una sociedad mejor y pagaron con su vida la defensa del legítimo Gobierno de la República, sustentado por la coalición de partidos integrados en el Frente Popular.
Gracias a ellos y ellas -a sus valientes y admirables descendientes, en particular del desgarrador exilio republicano- renacieron vigorosamente en nosotros los valores democráticos, que pervivieron en los países de nuestro entorno europeo tras la derrota del nazismo. Unos valores que posibilitaron políticas favorables al mundo del trabajo, llegando a establecerse relaciones laborales más justas y equilibradas.
Aquella alianza democrática posibilitó en gran parte del mundo occidental tres décadas seguidas de prosperidad y bienestar social, llamados los Treinta Gloriosos, que abarcaron desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta la crisis del petróleo de 1973. Hoy en declive por la desregulación y las inhumanas políticas neoliberales del mundo capitalista.
Sin embargo en España, la victoria militar de Franco en 1939 impuso una dictadura de cuarenta años, más de cien mil desapariciones forzadas que no prescriben, torturas, ejecuciones y un clima general de miedo. Mientras tanto, el pueblo trabajador, el pueblo martirizado, partía trágicamente hacia el exilio, o permanecía pobre y enmudecido por la represión militar, judicial y policial que los aparatos represivos de la dictadura ejercían sanguinariamente. Muchos emigraron en los años 50 y 60 en busca de una vida más digna, otros valientes iniciaron la protesta, organizando la lucha sindical y política de obreros y estudiantes.
Destaquemos, pues, lo que puede y debe representar la República en un futuro muy próximo, quizá inminente. Para ello nada mejor que comparar dos trayectorias vitales, radicalmente diferentes, a un lado y otro de los Pirineos.
Me refiero, en el primer caso, a Anne Hidalgo, hija y nieta de modestos exiliados españoles, hoy Alcaldesa de París. Es, sin lugar a dudas, una hermosa historia, pues pone en evidencia no solo su indudable talento político y coraje personal, que la encumbraron a tan altas responsabilidades, sino también a sus circunstancias personales. Vivir en República fue decisivo, pues significó para ella gozar de la escuela laica y republicana, accesible a todas y todos, base de justicia social e igualdad de oportunidades. Así lo ha manifestado ella misma en las redes sociales:
Es, por tanto, pertinente recordar esa trayectoria vital en un día como hoy. Anne Hidalgo, nacida en San Fernando (Cádiz), hija y nieta de modestos migrantes españoles, ha llegado a una de las más altas magistraturas de la República Francesa: Alcaldesa de la capital; y quizá, en un futuro muy próximo, Presidenta de la República.
La otra trayectoria vital, esta vez al Sur de los Pirineos, objeto de este análisis, es radicalmente diferente. Me refiero a Felipe de Borbón, actual Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, sucesor de Juan de Borbón y de Francisco Franco. Una jefatura que es de facto propiedad de una familia apellidada Borbón -cuya base jurídica son las leyes franquistas de sucesión, aún en vigor- y es transmitida por herencia.
El patriarca de la familia, Juan Carlos de Borbón -fundador del régimen mediante una reforma muy peculiar de la dictadura- se encuentra huido. Los presuntos delitos económicos, que están siendo investigados desde hace tiempo por la Fiscalía Suiza, lo han llevado a refugiarse en los Emiratos Árabes, un país con el que no existe tratado de extradición.
Resulta inexplicable que la Fiscalía y la Hacienda españolas hayan consentido recientemente dos regularizaciones fiscales sucesivas del Rey emérito, con varios meses de intervalo, difundidas por los medios a bombo y platillo, sin que se haya abierto una investigación inmediata y un procedimiento sancionador. Su pretensión de regularización solo puede entenderse como una evidente confesión de las graves irregularidades cometidas, es decir fraudes a la Hacienda Publica que a partir de una cierta cuantía el Código Penal tipifica como delito.
Para colmo, su hijo Felipe VI -que heredó la corona por abdicación y con ella la inviolabilidad absoluta de su padre, por tanto impune- afirma con evidente cinismo que su padre tuvo el merito de parar el golpe del 23-F. Una indignante falsedad, pues todo el mundo sabe a estas alturas cómo se fraguó aquel ataque a nuestra deficiente democracia, que no fue para fortalecerla sino para humillarla y envilecerla. El Rey en realidad borboneó, como es habitual en su linaje regio. Metido a bombero pirómano tuvo finalmente que recular cuando Tejero y su banda armada, en nombre del Rey, se liaron a tiros en el Congreso de los Diputados: “¡Cuidado, que vais a dar a los nuestros!”, se oyó decir en el hemiciclo.
Otra trayectoria vital, contraria también a la democracia, es la de Díaz Ayuso, presidenta saliente de la Comunidad de Madrid, que ha pontificado sobre cual es el lado bueno de la Historia, envalentonando con sus halagos a militares golpistas. Militares que han enviado cartas presionando al Gobierno de coalición progresista y al Presidente del Parlamento Europeo. Algún energúmeno, con galones de general, ha llegado incluso a fantasear con fusilar a 26 millones de rojos.
¡Y no pasa nada, oiga!
Eso sí, militares demócratas son investigados por los servicios secretos, averiguando en las redes sociales sus legítimas convicciones ideológicas como particulares, llegando a veces a ser acosados y expulsados por su actitud democrática, siendo algunos denunciantes de corrupción o señalando a mandos ultraderechistas en activo vinculados a tramas nazis. Es demasiado habitual e insoportable que militares demócratas sean acosados en sus destinos por su ideología progresista.
Entre ellos, han sido castigados de forma especialmente odiosa nuestros ejemplares compañeros el Teniente del Ejército Luis Gonzalo Segura, el Cabo del Ejército Marco Antonio Santos, la Artillera Cristina Valdearcos y el Cabo del Ejército Jenner López. Han sido expulsados de forma injusta, precisamente a causa de su actitud democrática, quedando en una situación desesperada, sin ingresos económicos para poder sacar adelante hijos menores, de muy corta edad. Expulsiones triplemente injustas, por su carácter ideológico, de clase y de genero, que es necesario revertir. Sometidos y sometidas a infames campañas de falsedades deshonrosas, más propias de la dictadura franquista que de una democracia, a fin de camuflar unas sanciones triplemente injustas.
Por el contrario, la sala de lo militar del Tribunal Supremo rebaja recientemente a ocho días la sanción económica a un teniente coronel por difundir públicamente una “solución” armada contra Cataluña. ¡Menuda desproporción de penas! Es nauseabundo observar tanto desequilibrio.
Expreso por ello mi compromiso firme para seguir luchando como demócrata junto a mis compañeros y compañeras por el restablecimiento pleno de sus derechos, arrollados por una justicia militar al servicio de unos intereses ajenos al pueblo. La justicia NO es igual para todos.
Pedimos al Gobierno de España, a nuestro Gobierno de coalición progresista, que explique públicamente qué impide -o quienes impiden- la anulación de estos injustos y gravísimos castigos; que aclare cual es el obstáculo para que se reviertan de inmediato dichas sanciones de expulsión; queremos saber el porqué de un trato tan injusto y desequilibrado cuando se trata de militares de ideología progresista y no de fascistas, lo que hace que el fascismo se sienta impune y se envalentone. Es un camino a todas luces erróneo y peligroso para la democracia, que puede acabar muy mal, como la Historia nos muestra.
Mientras tanto, siguen en prisión presos políticos catalanes, o el cantante rapero Pablo Hasel, condenado por injurias al Rey. Por si fuera poco, el Tribunal Supremo ha inhabilitado durante ocho meses al diputado republicano Joan Josep Nuet por desobediencia al Constitucional; en realidad por su actitud democrática durante los sucesos de 2017, como miembro de la Mesa del Parlament de Catalunya.
La España de ¡vivan las cadenas! sigue dominando una parte esencial del territorio patrio. La crisis económica, social e institucional se profundiza, agravada por la tragedia del coronavirus. No es extraño, pues, que en Catalunya -y también en otras naciones históricas del Estado- siga creciendo la marea republicana; lo que acrecentará indudablemente las ansias independentistas de una parte esencial de este extravagante reino borbónico llamado España.
El problema es la Corona, la solución Europa; avancemos, pues, resueltamente hacia la proclamación de la República, porque mañana será tarde.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, ex miembro de la disuelta Unión Militar Democrática (UMD), miembro de Anemoi, socio del FMD, presidente Federal de Unidad Cívica por la República.
Enlaces de interés:
La honra herida de la artillera Cristina por Miguel González
El debate y los derroteros en vísperas de la República por Enriqueta de la Cruz
No nos enmudecerán por Elsa Osaba
El Supremo sanciona a un teniente coronel en la reserva por escribir sobre una solución armada en Cataluña por RTVE.es