La participación de la ciudadanía en segunda vuelta es la gran apuesta que enfrenta la clase política. Si la abstención de la primera vuelta se repite o aumenta será un fracaso que deberá ser escuchado por quienes administran el sistema desde hace casi un cuarto de siglo en Chile. Raras veces, salvo retóricas afirmaciones -«he […]
La participación de la ciudadanía en segunda vuelta es la gran apuesta que enfrenta la clase política. Si la abstención de la primera vuelta se repite o aumenta será un fracaso que deberá ser escuchado por quienes administran el sistema desde hace casi un cuarto de siglo en Chile. Raras veces, salvo retóricas afirmaciones -«he escuchado la voz de la ciudadanía», entre otras- existen cambios a las viejas prácticas políticas.
De hecho la administración del modelo se ha transformado en una negociación estéril entre Alianza y Concertación (el Duopolio institucional). Desde ya la Alianza, con Matthei a la cabeza, en minoría en el futuro parlamento, calcula que si les va mal en la Cámara de diputados ejercerá el derecho a veto que les otorga la Constitución a través de los quórum calificados en el Senado. Es la ley que el Duopolio -Alianza-Concertación- instaló en Chile hace 24 años.
No escapa de esta lógica la Nueva Mayoría de Bachelet. Hábilmente dejan de lado los temas de fondo que nadan en la ambigüedad: ¿Qué reforma a la Educación? No olvidar que ya existe el cambio de LOCE por la LEGE, para caer en lo mismo, en abierta contradicción con lo prometido a los pingüinos, -traicionados en la pasada; tampoco se sabe cuál será la ruta para una nueva Constitución, ¿a través del Congreso o de una Asamblea Constituyente?; ¿Qué nuevo sistema de tributación? ¿En qué condiciones? ¿Con exenciones tributarias? -pero ¿Sin FUT?; ¿Qué reforma de la Salud? Etcétera, etcétera…
Para quien dude de los resultados del modelo baste señalar la ominosa estadística que nos exhibe ante el mundo como uno de los países con la mayor desigualdad social y económica. Sin embargo, la Constitución aprobada por el Duopolio es rica en afirmaciones igualitarias ante la ley; proclama la propiedad del Estado sobre sus recursos naturales; el derecho a bienes públicos esenciales como la educación, la salud, la vivienda, el medio ambiente, las pensiones, etcétera, etcétera…Nada de lo cual obsta para que tras esas afirmaciones se esconda la peor de las oportunidades para la gran mayoría que vive sin expectativas salvo la de un trabajo mal pagado o el desempleo. Pero también se esconde la venta a precio de huevo de nuestra mayor riqueza nacional, el cobre, que a manos de las transnacionales extranjeras se escapa poniendo en riesgo el futuro de las generaciones futuras.
Abstenerse a participar significa votar por un cambio de sistema. Votar por uno u otro integrante del Duopolio es repetir una vez más la fórmula que nos tiene entrampados desde hace un cuarto de siglo. Más vale desde el inicio que la nueva administración sea cual fuere sepa, con cartas sobre la mesa, sin períodos de gracia, que la crisis local y mundial traerá urgencias nunca antes vivida por el Duopolio en el poder.
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