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Vuelve el 15-M: la indignación climática toma las plazas

Fuentes: La Marea

«Nos quedan 11 años para introducir cambios drásticos y sin precedentes en nuestro sistema económico antes de llegar al punto de no retorno. Es una verdadera emergencia».

El 15-M de 2011 la ciudadanía española nos echamos a las plazas para decir alto y claro que la inacción política ante la crisis democrática y económica no nos representaba. No hay duda de que ese estallido marcó un punto de inflexión en la política española de los siguientes años. Ya nada volvió a ser igual: el sistema bipartidista se resquebrajó, nuevas prioridades entraron de lleno en la agenda política y se dio un giro de 180º a las políticas de las principales ciudades del país.

Pero también hay cosas que, desgraciadamente, no han cambiado lo suficiente. Pese a los esfuerzos de las ciudades del cambio, seguimos sin vislumbrar las medidas urgentes y estructurales que requiere esta crisis climática que no ha hecho más que agudizarse. Ya sufrimos esta inacción política en forma de muertes por contaminación, olas de calor, incendios forestales, escasez de recursos hídricos, cosechas arruinadas por temporales y pérdida de oportunidades económicas. Pero estos son solo los primeros síntomas.

¿Os imagináis La Rioja sin viñedos, Andalucía sin olivos o Valencia sin naranjos?¿Es más, concebís que el sureste de España se convierta en un desierto en las próximas décadas? ¿Y sus incalculables consecuencias sobre la economía y las condiciones de vida de las personas? Lamentablemente, esto no es ciencia ficción, es lo que nos espera según los científicos climáticos internacionales si no actuamos ahora. Sus informes y estudios son implacables: nos quedan 11 años para introducir cambios drásticos y sin precedentes en nuestro sistema económico antes de llegar al punto de no retorno. Es una verdadera emergencia.

Hasta ahora, era una costumbre referirse a las «generaciones futuras» como las principales damnificadas por la crisis climática que se avecinaba. Pero mientras los gobiernos miraban para otro lado, el tiempo pasó y ahora esas generaciones futuras ya están aquí. Y en España lo tienen claro: no quieren ser los próximos refugiados climáticos de Europa. Por eso, este viernes 15 de marzo la indignación climática tomará las plazas. La juventud española denuncia que «si el planeta fuera un banco ya lo habrían rescatado» y se suma a la jornada de protesta mundial por el clima. Ya ha convocado movilizaciones en 30 ciudades españolas para decir alto y claro que la inacción política ante la emergencia climática no les representa. Viene dispuesta a cambiar todo el sistema para que no cambie el clima. Es el 15-M Climático.

Una ola verde de alcance mundial

Al igual que el cambio climático, el nuevo 15-M no tiene fronteras. La ola verde de protestas por el clima comenzó a extenderse hace varias semanas por varios países europeos empujada por el liderazgo de Greta Thunberg. Esta joven sueca de 16 años decidió hacer huelga escolar todos los viernes para denunciar la inacción climática frente al parlamento de su país con una idea muy clara: «Si el cambio climático nos deja sin futuro, de nada sirve ir a clase».Y prendió la mecha. Se le sumaron decenas de personas, luego cientos, luego miles… y el movimiento Fridays for Future se extendió por todo el mundo.

En muchos países ya están consiguiendo darle la vuelta a las prioridades políticas. En Bélgica, por ejemplo, ya han provocado la dimisión de una ministra de Medio Ambiente y que el debate climático eclipse sus viejas disputas nacionalistas o sobre la inmigración. Además, recientemente Greta Thunberg tuvo la oportunidad de hablar en el Comité Económico y Social Europeo y dio un buen rapapolvo a la élite política de la UE. Frente al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, les recordó que van camino de convertirse en los mayores villanos de la Historia y que no van a parar hasta conseguir una acción política a la altura de este gran reto.

Una lucha intrínsecamente feminista

Greta Thunberg es la referente más visible de la ola de movilizaciones de la Juventud por el Clima, pero lo cierto es que las principales referentes del movimiento en toda Europa también son en su mayoría mujeres muy jóvenes, como en España con María Serra y Estrella Claramunt. Es más, en Bélgica la cara más visible del movimiento es Anuna De Wever, de género neutro, junto a Kyra Gantois. Lideran la ola de jóvenes por el clima, sí, pero lo cierto es que son los hombres quienes copan los espacios de decisión de las políticas en la mayoría de países y organizaciones internacionales.

Pero este liderazgo de mujeres jóvenes es tan solo un reflejo de un movimiento que es intrínsecamente feminista. Cuando exigen «justicia climática» son conscientes de que la degradación del clima y el medio ambiente es solo una de las caras del mismo sistema que perpetúa y profundiza las desigualdades sociales y de género. Y esto incluye entender el aspecto diferencial de género del cambio climático: las mujeres lo sufren más pese a contribuir menos a él. Por eso, el viernes pasado la Juventud por el Clima se volcó en apoyar la movilización de las mujeres conscientes de que «el 8-M feminista y el 15-M climático son una misma lucha».

Así, el feminismo y el ecologismo configuran la impugnación más transversal al sistema capitalista. Con la convergencia natural de la lucha climática y feminista, este movimiento logra un potencial transformador casi sin precedentes.

Un horizonte de esperanza

Ante la inacción gubernamental, la lucha en las calles de todo el mundo es la última esperanza de que el Acuerdo Climático de París se cumpla. De lograrlo, se abrirían oportunidades sociales y económicas inauditas. Además de limitar los impactos del cambio climático sobre nuestras vidas, ahorraríamos 26 billones de euros, crearíamos 18 millones de puestos de trabajo netos en sectores sostenibles y evitaríamos 150 millones de muertes en el mundo por contaminación atmosférica.

Y es que, en política, la lucha contra el cambio climático lo cambia todo. Si transformáramos nuestro modelo de desarrollo reactivaríamos nuestra economía reemplazando austeridad por inversión verde, crearíamos millones de empleos dignos y sostenibles al tiempo que dejaríamos de meternos en guerras por el petróleo y de financiar a Estados responsables de la violación sistemática de derechos humanos. Se trata de activar una ambiciosa transición ecológica en la industria, la agricultura, la energía y el transporte. Una transición que solo será posible si es justa, no deja a nadie atrás, asegurando que no tengamos que elegir entre el fin del mundo y fin de mes.

Igual que el 15-M de 2011, el 15-M Climático llega en vísperas de unas elecciones. Esta vez multiplicado por cuatro: municipales, varias autonómicas, generales y europeas. Mientras algunos quieren reducir estas citas electorales a un enfrentamiento identitario, el 15-M Climático recordará que el cambio climático nos va a afectar a todos por igual y que por tanto debemos trabajar juntos para frenarlo, sin dejar a nadie atrás.

Así, la transición ecológica justa es una oportunidad para la cohesión social, nacional y europea. Convirtamos nuestra acción climática en el eje vertebrador de un nuevo proyecto de país y europeo. Desde las ciudades que salvan vidas hasta una Europa cuyo futuro será negro si no logra ser verde, logremos que el debate político y democrático atienda al mayor reto que la humanidad enfrenta en este siglo XXI: el cambio climático.

Florent Marcellesi es eurodiputado de EQUO en el grupo Verdes/ALE.

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