Si los ingenuos habitantes de San Antero (Córdoba), durante la espectacular cumbre de las Américas que acaba de concluir en Cartagena, lo hubieran pensado mejor, no hubieran regalado el burro «Motorola» (televisor colombiano de 4 patas y veinticinco pulgadas) al carismático presidente Obama sino a su comitiva de detectives y agentes secretos encargados de su […]
Si los ingenuos habitantes de San Antero (Córdoba), durante la espectacular cumbre de las Américas que acaba de concluir en Cartagena, lo hubieran pensado mejor, no hubieran regalado el burro «Motorola» (televisor colombiano de 4 patas y veinticinco pulgadas) al carismático presidente Obama sino a su comitiva de detectives y agentes secretos encargados de su seguridad; no como un símbolo del partido demócrata de los EEUU, sino como ejemplo espectacular de la mentalidad depredadora gringa, incluida, claro está, la rapiña sexual nunca satisfecha. No es por azar que la palabra inglesa «ass», haya derivado de la latina «asinus» (asno).
«Motorola», a pesar de la ampliación demagógica y de última hora de la visa por 10 años para la «inmensa minoría de privilegiados» colombianos que viajan hacia el país de las oportunidades económicas, por no haberse vacunado oportunamente contra la fiebre amarilla, deberá quedarse filosofando en las ensangrentadas sabanas cordobesas en donde está ubicado el «Uribérrimo», sobre los tres temas que el imperialismo anglosajón vetó en la cumbre: bloqueo criminal contra Cuba, Falkland Islands, y la Solución Política al conflicto colombiano.
100 Millones de dólares pagó el presidente colombiano Santos por montarle la tarima internacional del inicio de la campaña por la reelección a Obama, darse ese inútil champú en Cartagena y aparecer con cara «angelical» en la portada de la revista Times. Una cumbre de negocios que lo único que dejó en claro es la decadencia política (no militar) del Imperialismo (ningún Imperio ha durado eternamente) y que bien se hubiera podido realizar en el lobby de cualquier centro de convenciones, sin la chabacanería y banalidad que allí se vio. Además de lo antes mencionado, se podría agregar el himno nacional de Shaquira «cesó la horrible noche, la libertad de Uribe», o la burrada del diplomático santista quien para justificar el olvido premeditado de su presidente dijo:-«¿Si Turbay Ayala apoyó a Inglaterra en la guerra de las Malvinas, porque habría Colombia de cambiar la doctrina diplomática «respice polum» (mirar al norte) que tanto beneficio nos ha dado?» Ingenuos quienes todavía creen que los ingleses no asesoran directamente al militarismo colombiano.
Salvo los lacayos derechistas Piñera y Calderón, los demás presidentes no aceptaron sumisos y devotos el centenario y tradicional «big stick» imperialista de Monroe, dejando ver una esperanzadora toma de conciencia soberana en Nuestra América, que presagia nuevas y mayores contradicciones y avances en la Marcha Liberadora hacia una segunda y definitiva independencia. Toma de conciencia continental que también llegó a Colombia, donde se pudo realizar en paralelo a la cumbre de la OEA, la Cumbre Alternativa de los Pueblos, la cual sí produjo conclusiones unitarias, amplias, populares, que desafortunadamente los oportunistas de siempre pretenden capitalizar para sus aspiraciones «puramente electoreras» del momento.
Pero también ha quedado claro cuál es el telón de fondo de esta cumbre del espectáculo y las burradas: el Tratado de Libre Comercio Colombia-USA, ojo, y sus compromisos militares, que ya empiezan a materializarse en la venta de material estratégico como «aviones no tripulados y drones americano-israelíes», como los que vino a vender el ministro de defensa de Israel Ehud Barak en su visita apresurada, al presidente Santos, para bombardear indiscriminadamente los campos y la periferia colombiana donde se encuentran las riquezas mineras y energética, y escalar militarmente el conflicto colombiano.
Y es que con la abierta e irreversible oposición de Uribe Vélez a Santos, han quedado plenamente comprobadas las grietas (que se amplían) entre las diferentes fracciones del bloque oligárquico y militarista que domina para su beneficio a Colombia: la fracción latifundista mafiosa, tradicional y pre-moderna, finalmente se han enfrentado con la oligarquía financiera por: 1) La hegemonía política, 2) El control del aparato militar con fuero de impunidad, y 3) El destino económico de los latifundios improductivos y ociosos dedicados a la renta, que esta última desea poner a producir eficientemente, entregándolos mediante concesiones de millones de hectáreas a las trasnacionales mineras y energéticas Imperialistas. En 2008 van 3 millones de hectáreas entregadas solamente a la inversión de compañías mineras canadienses, 400 mil hectáreas en palma aceitera y sin contar los otros megaproyectos energéticos y petroleros. Esto ha planteado un «desplazamiento» del eje estratégico del conflicto armado hacia las zonas periféricas, donde se hallan todas estas riquezas naturales que se deben asegurar. Consolidar dice Santos sonriendo.
Mientras el burro vuelve al rico trigo de la misma guerra empantanada, el pueblo colombiano avanza en procesos serios de concientización y organización política, como los expresados en eventos como el Dialogo es la Ruta, el Congreso de Territorios y Soberanía, entre otros, que actualmente se están concretando en dos dinámicas amplias y trascendentales de Unidad Popular como la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos, con una clara prospectiva de movilización social hacia el Poder. Mientras el militarismo pro-gringo insiste en la guerra para imponer su locomotora neoliberal, el pueblo patriota Marcha hacia la política. Como dicen los campesinos colombianos: mientras el burro va al trigo, la pollina va a la cebada.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano.
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