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Washington encontró lo que buscaba

Fuentes: Cuba Debate

Tras varios años de búsqueda, desestimando por aquí y por alla, a socios de poca monta, como los hallados en El Salvador, Perú, Honduras y otros, finalmente Washington consiguió lo que buscaba: restablecer relaciones carnales con un Gobierno latinoamericano de los «respetables», luego de haberlas pérdido en Argentina con la derrota de Carlos Menem. La […]

Tras varios años de búsqueda, desestimando por aquí y por alla, a socios de poca monta, como los hallados en El Salvador, Perú, Honduras y otros, finalmente Washington consiguió lo que buscaba: restablecer relaciones carnales con un Gobierno latinoamericano de los «respetables», luego de haberlas pérdido en Argentina con la derrota de Carlos Menem.

La administración de Ricardo Lagos, en Chile, se ofertó en bandeja de plata y como carta de presentación brindó su firma para un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, a contrapelo de la voluntad integracionista que se viene abriendo paso en la región al tiempo que fue dejando rastros que evidenciaran, sin duda, que mientras mayor es su interés por estrechar sus vínculos con Washington, más se aleja de sus vecinos sudamericanos.

En medio de este acercamiento, no faltó alguna que otra desobediencia como para no atraer las sospechas de más de un crítico de adentro y fuera del país sobre la política pronorteamericana del Gobierno de la Concertación , razón por lo que se opuso, en su momento, a la forma en que la administración republicana de George W. Bush, se lanzó sobre Iraq.

El Presidente chileno, acaba de concluir su tercera visita a Washington, dos de ellas en menos de seis meses. Regresó a Santiago, la capital, con la triste satisfacción de haberse sumado al exiguo pelotón de los que, a desmedro de su propia soberanía, están dispuestos a hacer cuanto se les pida para que se consolide la política hegemónica y unipolar del imperio.

¿De qué hablaron Lagos y W.Bush?

De Venezuela, por supuesto, de Bolivia, de Haití, de qué hacer para estrechar más las relaciones chileno-norteamericanas en la perspectivas de convertir al Gobierno de La Moneda, en un caballo de troya al interior de un continente donde se fragua como nunca antes la integración económica y política, donde se ponen en marcha experiencias de justicia social que podrían confluir en un verdadero modelo alternativo y viable frente al modelo neoliberal.

En su condición de país «amigo» de Venezuela, el presidente Lagos le adelantó al Emperador su «disposición a enviar observadores electorales» para el referendum revocatorio del 15 de agosto próximo al tiempo que coincidió con Washington en que «puede haber una solución política a la situación conflictiva» de Venezuela.

El Presidente chileno sabe a qué se refiere el imperio cuando habla de «solución política» en Venezuela. Se trata, en primer lugar de que se hagan realidad las aspiraciones yankis de sacar del poder a Hugo Chávez y, en segundo lugar, barrer a como de lugar el proyecto bolivariano e impedir que se extienda como pólvora por otras naciones latinoamericanas. Ricardo Lagos lo sabe porque es un político de experiencia, como sabe que al tratar el tema sin que el gobierno de Caracas se lo pidiera lo que hicieron fue una descarada injerencia y una manipulación de lo que verdaderamente sucede en Venezuela donde es la oposición y solo ella quien trata de quebrar la gobernabilidad y el clima de paz en esa nación, con el apoyo de Washington.

El demócrata chileno, sin embargo, no mostró igual disposición en cuanto a la posibilidad de enviar observadores de su país a Estados Unidos para la próxima contienda electoral la cual, desde ya, huele a fraude, sobre todo por el interés de la administración republicana de ver cómo pudieran aplazar los comicios, al menos hasta que las preferencias electorales cambien de rumbo y no los perjudiquen.

En el tema de Bolivia, cuya solución es una justa salida al mar, el mandatario chileno admitió que se comentó el hecho de que los resultados del referendum sobre los hidrocarburos permitirá a Carlos Mesa, «liderar de una manera más firme al país». Otra prueba de injerencia del amo y su carnal.

¿No fue Chile, quien sin pensarlo dos veces y aún cuando no estaba clara la salida del presidente Jean Bertrand Aristide, de Haití, envió un fuerte contingente militar para apoyar a los marines yankis en territorio haitiano?

Incluso, tras conocerse públicamente que la renuncia del mandatario fue bajo presión y amenaza del Departamento norteamericano de Estado, el Gobierno chileno hizo suyos los graves problemas que tenía Washington en Iraq y solicitó a sus vecinos latinoamericanos que apoyaran con hombres la intervención en Haití contra el mandato constitucional de Aristide.

En la sala Oval de la Casa Blanca, el presidente Lagos no dedicó un solo minuto a discutir con su carnal W. Bush la pesada herencia que constituye en Chile – y de la que Washington es responsable-, una democracia tutelada por el pinochetismo y mucho menos habló sobre el escándalo que representa la existencia de cuentas bancarias millonarias ocultas por el exdictador en un banco norteamericano, el Riggs Bank.

Tampoco trató el tema de los presos políticos chilenos en huelga de hambre a quienes se les impide la libertad por el hecho de que la Constitución ampara la existencia de senadores vitalicios y otros nombrados a dedo por el propio Pinochet antes de entregar el poder y cuyo número en el legislativo impide en ese y otros casos, las dos terceras partes para aprobar un indulto a favor de los detenidos.

Misiones chilenas van y vienen por el continente convenciendo de las ventajas de los acuerdos bilaterales con el poderoso vecino del Norte mientras le sugiere a este cambios cosméticos en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y así enganchar a algunos de los incautos que aun quedan en nuestras empobrecidas tierras y evitar que se sumen a los «rebeldes» que cada día son más en Latinoamérica.

Triste papel este que se está dando el Gobierno de la Concertación de convertirse en el embajador de Estados Unidos y no en un muro de contención frente a la política hegemónica del imperio, sumando fuerzas con los que están dispuestos a defender la dignidad y la soberanía latinoamericanas.

Qué triste que el Chile de Ricardo Lagos pierda la oportunidad histórica de no concluir la obra del socialista Salvador Allende, ahora que en el continente comienzan a abrirse las grandes alamedas.