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Réplica a 'El peligro de la wiki' de Juan Manuel Mancebo Fuertes

Wikipedia, los tenedores y los cuchillos

Fuentes: Rebelión

«De buenas intenciones» -asevera el refrán- «el camino al infierno está empedrado». No conviene menospreciar al refranero popular como una forma de expresión típica del campo atrasado, porque también es importante granero de sabiduría epigramática. Quien esto escribe acostumbra a tener muy presente éste en particular, y el texto de Mancebo Fuertes no hizo más […]

«De buenas intenciones» -asevera el refrán- «el camino al infierno está empedrado». No conviene menospreciar al refranero popular como una forma de expresión típica del campo atrasado, porque también es importante granero de sabiduría epigramática. Quien esto escribe acostumbra a tener muy presente éste en particular, y el texto de Mancebo Fuertes no hizo más que traerlo de nuevo a mi memoria: su comentario se nos aparece como una defensa apasionada de valores positivos (la educación, la veracidad de la información, etcétera), pero completamente errada en su búsqueda de culpables. Comoquiera que no hace mucho estuve interesado en estas cuestiones y escribí un artículo sobre ello en Sin Permiso que fue reproducido en éste y en muchos otros sitios, en cierto modo me veo impelido a escribir una réplica.

Antes de ser investido hierofante de la semiótica y retirarse -una vez calada ya la tiara- de la escena para escribir best-sellers, Umberto Eco escribió un valioso ensayo titulado Cultura de masas y «niveles de cultura» (1). Merece la pena reproducir su comienzo en toda su extensión:

«Pero cuanto se trata de la escritura: ‘Esta ciencia oh, rey, dijo Theut, hará a los egipcios más sabios y más aptos para recordar, porque este hallazgo es remedio útil a la memoria y la doctrina.’ Y dijo el rey: ‘Oh artificiosísimo Theut, unos son aptos para generar artes, otros para juzgar qué ventajas o qué daños se derivarán para quienes se sirvan de ellas. Y ahora tú, como padre de las letras, en tu benevolencia hacia ellas has afirmado lo contrario de lo que pueden. Las letras, al dispensar del ejercicio de la memoria, serán causa de olvido en el ánimo de quienes las hayan aprendido, como aquellos que confiando en la escritura, recordarán por estos signos externos, no por ellos mismos, por un esfuerzo suyo interior…'»

Hoy, naturalmente, no podemos estar de acuerdo con el rey Thaumus. Si no por otra cosa, porque, a varias decenas de siglos de distancia, el rápido crecimiento del repertorio de «cosas» a saber y a recordar, ha hecho muy dudosa la utilidad de la memoria como único instrumento de sabiduría. Y por otra parte el comentario de Sócrates al mito de Theut («tú estás dispuesto a creer que ellos [los escritos] hablan como seres pensantes; pero si, deseoso de aprender, les formulas alguna pregunta, no responden más que una sola cosa, siempre la misma») ha sido superado por el distinto concepto que la cultura occidental ha elaborado del libro, de la escritura y de sus capacidades expresivas, al establecer que a través de la palabra escrita puede tomar cuerpo una forma capaz de resonar en el ámbito de quien fruye de ella de modos siempre varios y cada vez más ricos.

El párrafo de Fedro que acabamos de citar, nos recuerda además que toda modificación de los instrumentos culturales, en la historia de la humanidad, se presenta como una profunda puesta en crisis del «modelo cultural» precedente; y no manifiesta su alcance real si no se considera que los nuevos instrumentos operarán en el contexto de una humanidad profundamente modificada, ya sea por las causas que han provocado la aparición de aquellos instrumentos, ya por el uso de los propios instrumentos. El invento de la escritura, reconstruido a través del mito platónico, es un ejemplo; el de la imprenta o los nuevos instrumentos audiovisuales, otro.

Valorar la función de la imprenta condicionándola a las medidas de un modelo de hombre típico de una civilización basada en la comunicación oral y visual es un gesto de miopía histórica y antropológica que no pocos han cometido. […] Algo semejante ocurre con los mass media: se les juzga midiendo y comparando el mecanismo y los efectos con un modelo de hombre del renacimiento, que evidentemente (si no por otras, a causa de los mass media, y también de los fenómenos que han hecho posible el advenimiento de los mass media) no existe ya. (2)

El texto de Mancebo Fuertes -apocalíptico por el carril izquierdo de esa carretera- se equivoca al presentar unos determinados usos de Wikipedia como si fueran inherentes a su esencia. Marx presentó crudamente este común error de análisis al afirmar, en su opúsculo contra Proudhon, que un negro es un varón de raza negra, pero que sólo bajo un determinado sistema socio-económico se consideraba un esclavo. En carta a Annenkov: «La aplicación actual de las máquinas es una de las relaciones de nuestro régimen económico actual, pero el modo de explotar las máquinas es algo completamente ajeno a las propias máquinas» (3) . Cámbiese lo que tenga que ser cambiado, esto es lo que ocurre con Wikipedia. Si los estudiantes recurren a esta enciclopedia virtual para copiar sus entradas y hacerlas pasar por propias en sus trabajos, a quien debe culparse es a los estudiantes, no a la enciclopedia. Jimmy Wales gusta de abrir sus conferencias diciendo que a ningún restaurante se le ha ocurrido retirar los tenedores y los cuchillos pensando que existe la posibilidad de que los comensales comiencen a atacarse con ellos, puesto que todo el mundo ha sido instruido en su uso adecuado (que una persona empuñe un cuchillo para matar a otra es una posibilidad existente pero remota, tanto más en el contexto de un restaurante, donde, de común acuerdo, todos siguen unas pautas de comportamiento establecidas). No es que los universitarios sean unos vagos redomados: quizá la razón de su comportamiento haya de buscarse en un sistema educativo meritocrático que prima la obtención de unos resultados concretos a corto plazo (cualesquiera sean los métodos con los que se obtiene) por encima del proceso mismo de aprendizaje, entendido éste como una forma de aumentar el conocimiento de nosotros mismos y de nuestra sociedad para su mejor funcionamiento. Si no existieran Google o Wikipedia copiarían de cualquier otro sitio. Una enciclopedia escrita y sancionada por las autoridades académicas al uso, pongamos por caso. Es más, nos sería más difícil detectar el engaño del estudiante perezoso, pues tampoco dispondríamos de los instrumentos más eficaces para descubrirlo, que, a la postre, resultan ser los mismos con los que se cometió su falta. Luego donde debemos poner nuestro empeño es en la pedagogía, especialmente en el empleo de las herramientas digitales que nos ayudan a buscar, seleccionar y ordenar el incomensurable volumen de información que genera Internet, y no desperdiciar energías atacándolas. Derroche por otra parte fútil, en la medida en que el desarrollo del capitalismo tardío nos ha conducido ya, nolens volens, a esta situación (llámese, si así se quiere, «capitalismo cognitivo»).

Mancebo Fuertes presenta después un caso de manipulación en Wikipedia, enésimo ejemplo de la facilidad con la que puede modificarse a voluntad su contenido. Según parece, se ha alterado la enciclopedia virtual para ajustar la biografía del Jeque Mohamed Bin Rashid Al Maktoum a las mentiras oficiales de los Emiratos Árabes. La acusación dista mucho de ser nueva. Para no tener que volver a escribir sobre ello, espero que el lector sepa disculpar que me cite a mí mismo:

No es que la Wikipedia no contenga errores. Los contiene, pero es algo inevitable: su carácter abierto la hace vulnerable a la manipulación malintencionada de artículos y al vandalismo (más adelante se verá quiénes manipulan Wikipedia). Este hecho, generosamente explotado por sus detractores es, no hace falta decirlo, completamente exagerado: los artículos más sensibles a la manipulación y al vandalismo (que son, sobre todo, los de personajes y organizaciones políticas) están sometidos a una mayor vigilancia por los colaboradores de la enciclopedia. Lo que hace de Wikipedia mejor que sus precedentes es la rapidez con la que los datos inexactos son corregidos por sus colaboradores y las entradas incompletas señaladas como tales, y eso no sería posible si no fuera por la tecnología wiki, abierta y participativa. Refiriéndose a la Encyclopédie a la que dedicó casi toda su vida, Diderot reconocía lo siguiente:

«Aquí son textos hinchados, exorbitantes, allí flacos, pequeños, mezquinos y descarnados. En un lugar parecen esqueletos, en otro dan la impresión de estar inflados: somos, alternativamente, enanos y gigantes, colosos y pigmeos, rectos, bien proporcionados, o jorobados, cojos y mal formados. Añádase a estas grotescas formas un discurso que en ocasiones es abstracto, oscuro o rocambolesco, pero más a menudo resulta descuidado, pasado de rosca y negligente, y cabe compararnos entonces con esos monstruos que aparecen en poesía, si no con algo mucho peor. Pero estos fallos sin inherentes a un primer intento… y los siglos venideros los corregirán.»

Nuestro siglo dispone ya de ese nuevo intento y de esa tecnología para corregir los errores de las pasadas enciclopedias.

Para mayor desgracia aún de quienes se aferraron a este pobre argumento derivado de la «tragedia de los comunes» (Umberto Eco incluido) WikiScanner, un programa creado por un estudiante del Instituto de Tecnología de California llamado Virgil Griffith que permite averiguar la dirección electrónica (IP) de los autores de los cambios en Wikipedia, reveló que los mayores intentos de manipulación proceden de los grandes centros de poder político y económico. Así, por ejemplo, el FBI eliminó las fotografías aéreas de Guantánamo; la CIA borró la sección sobre el programa político del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad y la sustituyó por un expresivo «wahhhhhhh»; un ordenador de El Vaticano eliminó la presunta participación en un doble asesinato en 1971 de la entrada del líder del Sinn Fein Gerry Adams; Microsoft quitó toda referencia a las críticas que había recibido la X-Box; Chevron-Texaco suprimió la página entera sobre el combustible biodiésel y las frases relativas a la multa que le impuso la ONU por mantener negocios con Irak durante el embargo; y la también petrolera Exxon-Mobil manipuló su responsabilidad en la catástrofe del Exxon-Valdez en Alaska cambiando el párrafo que hablaba de las consecuencias ecológicas del vertido por otro en que se afirmaba que el accidente no produjo ningún impacto en el ecosistema.

Como dije en aquél artículo, estos argumentos no tienen nada de progresistas, sino todo lo contrario, pues son, en cierto modo, análogos a la «Tragedia de los Comunes» de Garrett Hardin, y como aquélla, pueden refutarse sin demasiada dificultad. Por lo demás, como es sabido, un estudio de la revista Nature publicado en su edición on-line del 14 de diciembre del 2005 arrojó a la luz lo exagerado de las acusaciones de inexactitud de Wikipedia: de 42 artículos sobre temas científicos escogidos al azar, Wikipedia presentaba 162 errores, 123 la Enciclopedia Británica. La media resultante es de cuatro errores por artículo en Wikipedia y de tres en la prestigiosa Enciclopedia Británica, lo que motivó una carta de protesta de esta última a la revista Nature, que contestó publicando un informe detallado sobre la fiabilidad de su estudio.

Presentar la cuestión como un enfrentamiento entre apologistas y críticos de la globalización solamente contribuye a enturbiar el asunto. Que dos terceras partes de los habitantes del planeta carezcan de acceso a Internet no es ningún argumento contra las posibilidades que los medios digitales ofrecen, sino, más bien, contra el desigual reparto de la riqueza social que los inhabilita a acceder a los mismos. No por casualidad todos los artículos sobre lo que se ha dado en llamar «procomún» generan tanto interés en los países latinoamericanos. El texto termina con un sentido homenaje a las palomas mensajeras, metáfora de los portales alternativos de información. No podía ser más desafortunado. En primer lugar, porque como buena parte del comentario de Mancebo Fuertes, está preñado de su propia contradicción. No sólo porque la rapidez de una paloma se torna lentitud al lado no ya de los modernos medios de comunicación digitales, sino hasta del telégrafo, y porque una paloma desde luego es mucho más fácil de abatir -incluso por razones puramente accidentales- que un satélite, sino porque para «ser eficaces, las armas con que uno lucha -entre ellas las ideas- han de ser las que requiere la situación histórica, y no ya las que sirvieron en un período anterior ni tampoco las que podrán servir en el proceso histórico posterior.» (4) La revolución tecnológica ha abierto un enorme abanico de posibilidades informativas, educativas y creativas, todas ellas demasiado buenas como para dejárselas a los ricos y los poderosos. Abandonarlas en la refriega equivaldría a enfrentarse con palos y piedras a un ejército armado con ametralladoras.

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(1) Por qué Wikipedia (14/10/07): http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1441

(2) Umberto Eco [1965] Apocalípticos e integrados (Barcelona, Tusquets, 2001), pp. 52-53

(3) Carta de Marx a Pavel V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846. Reproducida en Miseria de la filosofía (Madrid, Edaf, 2004), p. 73

(4) Berlin, Isaiah [1939] Karl Marx (Madrid, Alianza, 1973), p. 145