El encuentro sostenido por la presidenta Michelle Bachelet con Fidel Castro en La Habana ha sacado ronchas en la derecha chilena y en sectores democristianos, también entre pechoños, chovinistas, apóstatas y en más de algún escritor tautológico. El principal motivo, además de que la presidenta no se reunió con disidentes financiados por los servicios de […]
El encuentro sostenido por la presidenta Michelle Bachelet con Fidel Castro en
Pero vamos a los dichos de la controversia, expresó Fidel en parte: «la oligarquía (chilena) arrebató a Bolivia la costa marítima que le daba amplio acceso al Océano Pacífico» (…) «privaron a ese país, de origen auténticamente americano, sobre todo aimaras y quechuas, de extensos territorios muy ricos en cobre, que constituían la mayor reserva del mundo». Si somos objetivos, Fidel, en una opinión personal -no a nombre del gobierno cubano- solamente ha constatado una verdad histórica que toda persona bien informada conoce. No es un secreto que la oligarquía chilena de la segunda mitad del siglo XIX fue testaferro de los ingleses, iniciando una guerra azuzados por éstos. Fidel Castro, a manera personal, tiene el derecho de opinar sobre lo que quiera, tal como lo tiene usted, yo, o cualquier ciudadano del mundo ¿Acaso los políticos chilenos, que hoy rasgan vestiduras, no han opinado nunca sobre asuntos históricos de otros países? Por favor, no seamos hipócritas.
El Mercurio, que lleva la batuta para difundir las críticas al viaje de la presidenta, tiene como dueño al señor Agustín Edwards, que en los años setenta solicitó a una nación extranjera (Estados Unidos) que interviniera en Chile ilegalmente ¿Con qué moral pretende hoy, a través de su periódico, ser el adalid de la «integridad nacional»? Por otro lado, la derecha, que calló los atropellos a los DD.HH de la dictadura militar, mejor que se dedique a proteger su tejado de vidrio, que ni así se salva de su complicidad histórica. Este país está lleno de patudos y caras de palo, arremolinados en torno a temas que no dan más que para un comentario de sobremesa. Sería bueno que los políticos se dedicaran a trabajar más y hablar menos majaderías. Algunos de ellos se comportan como si hubiesen perdido la virginidad a la fuerza, pero les quedó el gustito.
Pienso que este es un asunto anecdótico, no más que eso. En Chile existen problemas mayores de que preocuparse: la corrupción, que al parecer se ha vuelto un hábito; la investigación al saqueo de empresas y recursos del Estado durante la dictadura; los abusos de AFP e ISAPRES; la represión al pueblo mapuche; la horrorosa locomoción colectiva; en fin, un sin número de situaciones que tiene a los chilenos a mal traer. Aunque para ser justos, habría que darle un tirón de orejas al comandante, y decirle que no vuelva a filtrar secretos de Estado.