Así gritábamos el año 1950, cuando salíamos a la calle desafiando al traidor González Videla. En verdad se trataba de una consigna algo prepotente. Además, no éramos muchos, pero igual contribuía a levantarnos el ánimo. Poco después, Salvador Allende resolvió presentar su candidatura a las elecciones presidenciales programadas para el 4 de Septiembre de 1952. […]
Así gritábamos el año 1950, cuando salíamos a la calle desafiando al traidor González Videla. En verdad se trataba de una consigna algo prepotente. Además, no éramos muchos, pero igual contribuía a levantarnos el ánimo.
Poco después, Salvador Allende resolvió presentar su candidatura a las elecciones presidenciales programadas para el 4 de Septiembre de 1952. Se marginó del Partido Socialista que había proclamado al Paco Ibáñez como su candidato a esas elecciones.
Allende contó con el apoyo de un Partido Comunista diezmado por la represión, y los jóvenes militantes de la Brigada Universitaria Socialista encabezados por José Tohá, nuestro inolvidable flaco, que también desconocieron la resolución de su partido.
Así nació al Frente del Pueblo que levantó un programa democrático y popular.
Hicimos una campaña heroica, pintando carteles a mano sobre diarios viejos o sobre láminas de papel Manila, que nosotros mismos pegábamos noche tras noche en las calles de Santiago.
Después de nuestro bautizo como apoderados de mesas electorales, ese 4 de Septiembre nos dirigimos a la Secretaría General del Frente del Pueblo. Se trataba de una vieja casona colonial de un piso y tres patios, situada en la primera cuadra de calle Serrano a pasos de la Alameda y del diario La Opinión, cuyas oficinas ocupaban la esquina de dicha calle con la Alameda.
Recuerdo que era una tarde gris, quizás lluviosa y escuchábamos anssiosos los primeros cómputos, apiñados en el primer patio de nuestra sede, que daba a un salón cuyas ventanas se habían abierto para permitir que siguiéramos las informaciones trasmitidas por una vieja radio cuya onda se perdía a ratos.
Los primeros resultados eran abrumadores en apoyo a Carlos Ibáñez que, si mal no recuerdo, sacó el 48% de los votos. Nos mirábamos desolados cuando el Chicho con su talento inagotable para infundir entusiasmo, alzó la voz afirmando lo siguiente:: «Compañeros… paciencia… todavía faltan los resultados de Lota«.
Efectivamente ganamos en Lota, donde en total no creo que en ese tiempo sufragaban más de 500 electores.
La segunda mayoría la obtuvo el magnate Arturo Matte Larraín apoyado por la derecha con una votación sobre el 20% y tercero Pedro Enrique Alfonso radical, con el apoyo de la Falange Nacional (hoy demócratacristianos) con algo menos del 20%. Allende obtuvo un modesto 5,4%.
Desde entonces, se inició la larga lucha por unir a las fuerzas de izquierda y a las organizaciones sociales en torno a un programa basado en los cambios estructurales que el país reclamaba con urgencia.
En las elecciones de 1958 dimos un salto. Se creó el FRAP (Frente de Acción Popular), articulado en torno al eje PS-PC, ampliando el abanico de las fuerzas populares, que obtuvo la segunda mayoría con el 28% de los votos, a escasos 30.000 sufragios de Jorge Alessandri que alcanzó un 31%, siendo electo presidente de la República, y que pasó a la historia como el gobierno de los gerentes.
En esa campaña, dimos vida al Instituto Popular, organización presidida por Max Nolf, que congregó a profesionales distribuidos en diversas comisiones, discutiendo en profundidad el contenido del programa de Allende.
La derecha salió tan mal parada de la gestión de Alessandri que – a fin de impedir el indiscutible triunfo de Allende en las elecciones de 1964, – retiró a última hora su candidatura, volcando el apoyo a Eduardo Frei Montalva.
Fue la única forma de impedir que Allende entrara ese año a La Moneda.
Pero la fuerza del movimiento popular forzó a Frei Montalva a llevar a cabo compromisos más radicales. Durante su gobierno, se promulgó la Ley de la Reforma Agraria, y la llamada chilenización del cobre.
Los programas de gobierno de Allende no fueron nunca concebidos por tecnócratas tipo Tantauco u Océanos Azules, sino que producto de asambleas con amplia participación de profesionales y organizaciones sociales.
He aquí un ejemplo:
Contenido del folleto La Vivienda en el Gobierno Popular, aprobado en las Jornadas de planificación popular. 1964:
* Plan de Urgencia en el gobierno Popular. Oscar Barahona, Mario Luppi,
Octavio Perez, Jorge Poblete y Ricardo Tapia.
* Planificación Urbana y Regional: Moisés Bedrak
* Industrialización de la Edificación en un Gobierno Popular: Federico
Oherens y Jorge Bruno Gonzälez.
* Charla Tipo Sobre Vivienda: Dirección de Arquitectos Allendistas.:
* Asociaciones de Ahorro y Préstamo:
Adiana Araneda, Saul Schkolnik, Pedro Iribarne.
* Accion Latinoamericana en la Vivienda: Hernán Larrain, Hermógenes Perez.
* Las Municipalidades y el problema de la Vivienda: Pablo de Carolis, Francisco Ehijo.
* El Arquitecto en el Gobierno Popular: José Covacevich, Pedro Iribarne.
El largo camino de la Izquierda creando conciencia sobre la necesidad de los cambios estructurales culminó con la histórica victoria en Septiembre de 1970, instalando en el sillón de O’Higgins a un hombre que dio fiel cumplimiento a todas sus promesas, llegando a inmolar su vida en defensa de sus ideales.
Fueron 18 años de luchas incesantes y pacientes, enfrentando a gobiernos conservadores, populistas o ambiguos, que se vieron forzados a cumplir muchas de las demandas impulsadas por las fuerzas progresistas.
Nuestra generación creció en el marco de gobiernos adversos, a los que no les dejamos libre la cancha. Nos formamos en la escuela de la oposición, excepto durante los breves mil días de la UP.
Todo este cuento es para concluir que no es catastrófica la elección como Presidente de Chile de un nuevo magnate, bastante mas piraña que el austero Alessandri de 50 años atrás.
Ya veo a Piñera tratando de privatizar Codelco con alguna fórmula encubierta, intentando aumentar la privatización de la salud y la educación, o aplicando mano dura al pueblo mapuche. Para qué decir la alegría de las grandes inmobiliarias sobándose las manos con la expectativa de elevar sus ganancias mediante la especulación del suelo urbano, o los violadores de los Derechos Humanos confiados en que les llegó la hora de su impunidad definitiva.
Nada de eso debe ocurrir y depende de nosotros en lo fundamental.
Este resultado debe ayudarnos a acabar con la política de las concesiones a los poderes fácticos. El enemigo será frontal. Ya no estará agazapado en el seno de la Concertación como ha ocurrido hasta ahora tan frecuentemente.
Con el apoyo de las masas, de las organizaciones sindicales, femeninas, estudiantiles, ciudadanas y ambientales, con la depuración de partidos políticos cooptados en su independencia por tantos cuadros involucrados en los directorios de las AFP, las ISAPRES o los Bancos, será muy difícil volver atrás las conquistas sociales alcanzadas.
Eso exige humildad, mucha tolerancia y paciencia para unir a tantos que hoy marchan dispersos.
La campaña de Jorge Arrate fue un buen augurio.
Quizás más temprano que tarde podamos reabrir las anchas alamedas y gritar con justa razón:
Y que fue… Y que fue…
Aquí estamo’otra ve.