Palabras en la presentación del libro «Y seremos millones. Memorias del taller «Lenin en 1917. De las Tesis de Abril a El Estado y la Revolución»» (ICIC Juan Marinello/26 de abril de 2018)
Cuando Fernando Luis Rojas me propuso hacer esto, yo le dije: «¿y yo qué sé de Lenin en 1917?, ¿cuándo tú me has visto a mí hablando o escribiendo sobre eso?». Él me dio una explicación… Mientras yo pensaba cómo lo hacía, sabiendo que no me podía desembarazar -uno de mis problemas es no desembarazarme, tengo ese defecto- pensé en que el tema es sobre el pasado de la Revolución rusa, pero también es sobre el presente. Este libro dice que habla también sobre el presente de Cuba y por consiguiente, para hablar sobre el presente tiene que pensar en el futuro.
Aurelio Alonso me enseñó una manera de reseñar un texto, que consiste en leerse la introducción y las conclusiones y escribir. Yo les puedo probar que tengo el libro completamente subrayado, me lo leí completo de una punta a la otra y, en realidad, está lleno de cosas interesantes, es una lectura que me alegro haber tenido que hacer por este compromiso. Si uno piensa sobre las cosas que se dicen aquí -incluso hay una parte del libro que no son las exposiciones, que es el debate, que me parece una buenísima idea haberlo recogido aquí porque aun cuando en un debate siempre se esbozan cosas, no se desarrollan- las cosas que aparecen esbozadas aquí me parece que le dan al libro una extraordinaria actualidad e interés, no solo los textos que tienen un nivel de elaboración.
Aquí hay una mezcla de enfoques. No porque crea que los economistas lo hacen de una manera, los juristas de otra, y los sociólogos de otra; pero aquí hay una mezcla de enfoques. Eso yo creo que es un valor.
Hay historiadores, o que estudiaron en algún momento para ser historiadores; hay incluso psicólogos, sociólogos, que rara vez uno se los encuentra -en el caso de los psicólogos- hablando de este tema y hablando de la historia también se encuentra, casi como una rareza, hablando a los sociólogos; y los filósofos que siempre tienen cosas interesantes que producir y que suscitar en la discusión. A mí me parece muy buena la idea de combinar todos esos enfoques y no considerar que esto es solo el coto de un grupo de estudiosos de la historia rusa; aun cuando también entre los autores aparecen notables estudiosos de la historia rusa, hay gente muy erudita en relación con el tema que trata, con los detalles y aspectos específicos de los factores que incidieron cada mes de 1917.
Aquí hay un texto de Fernando Martínez que es como una especie de introducción. Aparece un texto de Wilder Pérez sobre la dictadura del proletariado que yo voy a mencionar en una serie de citas que hago de cosas que me parece que podrían resultar muy polémicas, podrían resultar muy provocadoras para una reflexión. La palabra «polémico» la utilizo en el buen sentido, como ustedes se deben imaginar, dados mis problemas. Hay una participación de Fernando Manuel Rojas, que tiene un excelente trabajo y participación en el debate.
Una de las cosas que más me gustó es que los participantes en la discusión no están de acuerdo, pero pueden, incluso, no estar de acuerdo con Fernando Martínez, no es solo no estar de acuerdo con la gente más o menos de la misma edad. Fernando [Martínez] tenía una manera de estar en desacuerdo bastante sutil, no confrontacional, y él también, por supuesto, está en desacuerdo con un grupo de ideas. Pero creo que eso es saludable, es bueno, en el sentido de que facilita que haya en realidad diálogo, que haya debate y comunicación, y que no prevalezcan unos que saben y otros que están siguiéndole la rima.
Aquí está el propio texto de Fernando Martínez sobre utopía y práctica en El Estado y la Revolución, de Lenin, que es uno de los textos de referencia. Está el texto de Josué Veloz, psicólogo, sobre marxismo y psicoanálisis la herejía silenciada, me pareció también un texto de gran interés, no solo por el tópico que aborda, sino por el enfoque. Frank García se refiere al contexto de Lenin, por un lado, con otras dos patas: Rosa Luxemburgo, que muchas veces se presenta como la contrafigura de Lenin en relación con un grupo de temas, y con la propia democracia cubana revolucionaria.
Me parece muy fértil conectar los problemas de la democracia cubana revolucionaria, sobre todo si no los vemos como los problemas de ahora mismo, sino los problemas que se han acumulado desde hace cincuenta y pico de años, como la posibilidad de volver a atrás, y sobre eso me quería referir al final, volver atrás y comparar a la Revolución rusa con la Revolución cubana. Eso, que ha estado en el horizonte de muchas de las discusiones y de los debates. Creo que esta es una puerta de entrada al tema, que como puerta de entrada se queda por ahí, por la sala, pero da un pie para poder continuar haciendo esta comparación. El análisis comparativo es una de las deficiencias de nuestras ciencias sociales en general. De forma rara, cuando alguien estudia la pobreza la compara con la pobreza en la India y en Afganistán; ¡no hay estudios comparados!; cuando se estudia la literatura pasa justo igual, el «comparatismo» en los estudios literarios -que es abundante, común y corriente- en Cuba es una cosa rara, relativamente rara. Para no hablar de la economía: los estudios de la economía cubana se colocan en tablas, pero eso no es análisis comparativo, la tabla de la CEPAL no es un análisis comparativo; análisis comparativo es lo que uno le pone a eso desde el punto de vista cualitativo.
En el libro hay un interesantísimo texto de Pedro Prada que habla de poder y empoderamiento. La palabra empoderamiento es una palabra muy reciente en el lenguaje y en particular en el lenguaje de la izquierda. Aborda la connotación que eso tiene, pensándolo en términos de un vehículo, de un recurso para mirar hacia atrás, en el entendido que «tomar el poder» y «empoderarse» no es lo mismo. Eso me parece también de las cuestiones que contribuyen para pensar y debatir. Y para finalizar -lo anoto porque está aquí en el número ocho, está René Márquez sobre el tema de la transición- en torno al cual René ha escrito otras veces, incluso ha escrito en la revista Temas; y un texto que tiene el título Legados a renunciar [ya que debían ser renunciados] en los usos de Lenin, de Roberto López Dosagües, quien también es un filósofo.
Ahí están todos mencionados. No voy a ponerme a repetir cosas que dice cada uno. En lugar de eso voy a hacer una especie de muestreo de frases que subrayé al leer el libro y que forman parte de los distintos textos.
Antes, quisiera decir que la manera en que está estructurado el debate es muy conveniente. Con probabilidad así no fue como ocurrió: está armado de modo temático y aun cuando el debate nunca va demasiado lejos, aquí apunta a un grupo de cosas que sí me parecen muy interesantes y una de las partes más ricas del libro, este intercambio. Estos temas son: uno, historiografía, lenguaje y enseñanza; otro, el tema de las clases y la lucha de clases como criterio, como enfoque; tres, el tema del Estado, del poder y de la democracia; cuatro, el tema mismo de las primeras medidas del poder soviético, del poder soviético temprano, de la primera fase de la Revolución rusa; el tema de los campesinos y la vida rural, que aparece aquí introducido en más de una ocasión y es un tema crucial para entender los procesos de cambio social y cultural y la propia política revolucionaria y su estilo; seis, el significado histórico del texto El Estado y la Revolución; y, al final, la actualidad cubana, la actualidad cubana en esos días del evento. Al parecer había acabado Obama de dar su discurso en el Gran Teatro, y entonces muchos de los debates tienen como referente lo que dijo o no dijo Obama, o cómo lo dijo, qué significa y cuál fue su impacto. Hay una gran cantidad de participantes que están recogiendo ese momento que ya nadie cita, que ya nadie menciona, pero que vale la pena volver a hacerlo.
Si ustedes se aprietan el cinturón y me aguantan, voy a leer muy rápido -como si fuera un directorio de teléfonos- frases subrayadas que me parecen provocadoras sobre el socialismo, sobre el socialismo cubano, y también sobre la actualidad de una manera directa o indirecta.
El tema de la NEP, que aparece y reaparece, es eje de esos temas que valdría la pena colocar en una perspectiva histórica más profunda. El tema de la religión, de la religiosidad, de cómo se coloca el partido y cómo se coloca el poder revolucionario en relación con las iglesias y en relación con la religiosidad. Las herencias culturales e ideológicas de otras experiencias del propio pensamiento político. Fernando Luis Rojas hace referencia en el debate a la importancia de conocer el pensamiento ruso no marxista. El otro día le preguntaba a un compañero que estudia mucho la economía china: «¿tú has tenido en la mano alguna vez un libro que se llama Las Analectas?, escrito por un tal Confucio»; y me dijo: «la verdad es que lo tuve en la mano, lo empecé a leer y no pude seguir». Aunque parezca que no, porque Confucio no era un economista, va a ser difícil entender la economía china y cómo funciona una sociedad y una cultura si tú no tienes una idea de los presupuestos de Confucio, puesto que eso forma parte de la educación básica, de la cultura básica de un chino. Una de las cosas que distingue a un chino de nosotros es eso. Para nosotros está muy claro que nuestro marxismo y nuestra ideología revolucionaria está enraizada en la historia nacional, pero no aplicamos eso mismo con otros.
Aquí hay toda un área que para mí es fascinante, para Esther Pérez y para mí que estudiamos cosas de lingüística en una época remota de nuestras vidas, el tema del lenguaje: ¿qué cosa es el lenguaje?, ¿qué significa el lenguaje?, ¿qué revela el lenguaje?, ¿existen niveles en el lenguaje?, ¿existe un lenguaje «académico», «científico» y otro, el lenguaje «cotidiano», el «lenguaje del discurso político»?, ¿están tan separados esos lenguajes? Yo al final les voy a leer una lista de lenguajes y ustedes me dicen dónde está cada uno. Pero me parece que eso, la mera idea de analizar la cuestión del lenguaje, cómo se transformó el lenguaje en Cuba, el lenguaje en un sentido estrecho, lo que los lingüistas llaman la lengua, es decir el habla, cómo se transformó y cómo se transforma, cómo se transforma aun cuando nosotros no lo advirtamos siempre. A veces nos pasa por delante una palabra o una expresión y decimos «mira cómo ha cambiado», o vemos que los jóvenes hablan de cierta manera y entonces decimos «¡qué manera de hablar los jóvenes!»… Es una expresión de las relaciones sociales y un elemento que revela el cambio en las relaciones sociales, y el cambio en la manera de pensar de la gente y la gente nos incluye a nosotros mismos los que nos decimos científicos sociales. Y por supuesto, se mencionan términos como este de «empoderamiento», o el de «sociedad civil», o el de «ciudadano». Uno de los ponentes dice que hay que tener cuidado con el término «prosperidad» porque puede tener una acepción no socialista, puede tener una acepción peligrosa que nos puede hacer deslizar por una pendiente en que no veamos con exactitud de qué se trata.
Hay otra referencia a la clase media, que considero también un gran tema: ¿la clase media es un tipo que tiene una «paladar»?, ¿eso es la clase media?, ¿es un pequeño propietario de un bar?, ¿eso es la clase media cuando miramos la historia, miramos su papel en la cultura? -hay un libro de Marcelo Pogollotti que se llama La clase media en la cultura-, ¿la clase media es eso que está empezando a existir ahora con el trabajo por cuenta propia?, ¿esa es su significación?, ¿esa es su connotación?, ¿es esa clase media de pequeños propietarios que se pueden alinear, no exactamente en el mismo sentido del socialismo y el pueblo cubano, y pueden establecer recelos o lealtades separadas?, ¿qué es la clase media? Yo creo que a eso valdría la pena dedicarle también una reflexión más profunda, nada más que para discutir cuáles son las diferencias entre el bodeguero y la clase media, y hasta dónde el bodeguero está incluido o no en la clase media, y el bodeguero de ahora que no es bodeguero, sino que es alguien que está empezando a hacer negocios y que viene de hacer otra cosa y que le llamamos clase media nada más que porque gana más dinero.
Wilder Pérez desarrolla un barraje contra el derecho burgués y el Estado como expresión de la clase: «El poder y el Estado dependen de una relación de fuerza real, no del derecho, el derecho no es el sustento del Estado»; «El Estado es siempre una dictadura porque ejerce un derecho de clase»; «A Lenin y a los bolcheviques les interesaba más la democracia que la lógica partidista de la conducción». Lo próximo ya no es Wilder: «Los bolcheviques no expulsaron a los otros partidos, sino que los asimilaron dentro del poder soviético»; «La democracia dentro del partido bolchevique era una democracia ejemplar, la democracia hacia adentro»; «¿De qué manera construir un poder público diferente si llevamos adentro a un amo, si llevamos al dominador adentro?». Una teoría en la conciencia en conflicto con una ideología y cultura en el inconsciente. Esto, mencionado por tantos autores desde Franz Fannon, el tema de la relación entre el colonizado y el colonizador, la dependencia y el grado de dependencia consciente.
Esta temática de qué hace la Revolución en el campo, que lo mejora, lo desarrolla, lo invierte y lo transforma culturalmente; y hasta qué punto esa transformación cultural tiene lugar, bajo qué condiciones y bajo qué patrones, bajo qué paradigmas. A mí me parece que es un gran tema, que no se ventila de manera simple al decir «esta Revolución le dio a los campesinos por lo que habían luchado toda la vida». ¿Qué ha pasado después? ¿Ustedes han ido alguna vez a Maisí, donde se acaba Cuba? Yo les sugiero que caminen entre Baracoa y la Punta de Maisí, que es un lugar remoto, que es un lugar a donde entra un vehículo tres veces a la semana… busquen a un guajiro. Caminen por la carretera y traten de identificar al guajiro que ustedes pueden tener en la cabeza. Hay guajiros, pero la mayor parte de la gente ni camina, ni se viste, ni vive, ni consume de acuerdo a esa idea que tenemos. Hay una transformación. Antes de decir si es buena o mala, hay que mirarla, hay que entenderla, hay que saber qué está pasando y hasta dónde está pasando. No quiero dejarme arrastrar por temas que llevarían mucho más tiempo.
El libro está hecho a partir de dos textos fundamentales, uno de ellos El Estado y la Revolución, sobre el cual -repito- una de las cosas más ricas es que no todos los autores opinan igual. Hay algunos que dicen que no es de los textos más importantes de Lenin, y hay otros que dicen que es el último texto importante de Lenin y uno de los más trascendentes que escribió. Yo trataré de no ceder a la tentación de decir lo que pienso sobre algunas de estas cosas, porque no estuve en el taller y sería abusivo de mi parte hacerlo ahora; pero hay un significado político y filosófico, por lo menos, hay un significado político, y hay un significado como documento de la época, por lo menos. Y los tres ocupan un espacio simultáneamente en este texto. Y muchas cosas se pueden leer así, no solo El Estado y la Revolución. Cuando el texto se trata de una aproximación a algo, que no se termina, pensar en términos de cómo El Estado y la Revolución es a la vez un texto político y teórico, y por qué tuvo que ser -eso lo mencionan en el debate- formulado como una cuestión conceptual, aun cuando estaba respondiendo a algo muy inmediato del momento. ¿Por qué? Las diferencias del sentido y de índole del discurso.
El tema de la historia y de nuestra propia historia, de mirar hacia atrás, es un tema insondable. Entre otras cosas porque estamos bastante alejados todavía de la posibilidad de decir que tenemos ahí una biblioteca de cosas interesantes y bien investigadas sobre la historia de nuestra revolución, de los años 1956, 1957 y 1958, o desde 1953, que no sean testimonios de gentes que estuvieron allí.
Yo le decía a Fernando Martínez en relación con el título de un excelente libro de él: «tú te fijas que el «corrimiento hacia el rojo» lo que significa es que mientras las cosas se ponen más lejos de nosotros se ponen más rojas», cuando una estrella está roja es que está lejos. Las cosas que se nos acercan se ponen azules. Una galaxia que se está acercando hacia nosotros se ve azul, la que se aleja de nosotros se ve roja. Eso es algo que deberíamos pensar, porque no es solo una metáfora sacada de la astronomía, se trata de algo que pasa y que no nos ayuda a acercarnos a ese pasado, no como si fuera una galaxia lejana si no como algo que está muy cerca de nosotros y que está todavía aquí, tan cerca de nosotros que es parte de nosotros. Está tan cerca que es algo de nosotros mismos.
Otro tema que aborda el libro es el problema de la vanguardia. Está muy claro, porque nosotros en los años sesentas hablábamos todo el tiempo de la vanguardia, y el término vanguardia, y el término líder, estaba presente en el discurso tanto teórico, político, como en el discurso político cotidiano. Era clave. Aquí en el libro se dice que los bolcheviques fueron la vanguardia porque fueron los que se decidieron a lanzarse. Esa es una de las acepciones de vanguardia que se utilizan. Y el libro, a pesar de ser tan breve, de no estar escrito por una misma persona si no por varias, se introduce en cómo es que los bolcheviques no eran la vanguardia y se convirtieron en ella, y cómo Lenin tampoco era el líder y se convirtió en eso, y cómo la película de cómo se llegó a ser es más rica que haber visto el final y creernos que las cosas empiezan por el final. ¿Y si eso nos sirviera para entender la Revolución cubana? ¿Y en lugar de pensar que la vanguardia siempre estuvo aquí, y qué el líder máximo siempre estuvo aquí, la miráramos tratando de examinar cómo se llegó a ser la vanguardia y cómo se llegó a ser el líder máximo? Me refiero a cuestiones que ustedes saben, pero que no tenemos documentadas. No me estoy refiriendo a los libros escolares, sino a los libros de investigación histórica. Para, cuando ya lo tengamos, cuando hayamos podido avanzar en eso y tengamos una perspectiva histórica de nosotros mismos pueda entonces decirle yo a René Márquez: ¿la vanguardia ahora es eso mismo?, ¿qué es vanguardia ahora? En los años sesentas era fácil, ahora, ¿quién es la vanguardia? Si entendemos por vanguardia la capacidad para liderar la manera de pensar y las nuevas ideas. Eso era la vanguardia en el año 60. Eso era la vanguardia bolchevique en los años 1917, 1918, 1919. Estaba clarísimo en Cuba en los años 1961, 1962, 1963, en 1965 cuando el Che Guevara escribió El socialismo y el hombre en Cuba. La vanguardia ahora ¿qué es?, ¿en qué lugar está?, ¿con esas cualidades?, no con las del Che Guevara sino con esas que se supone tiene la vanguardia de liderar maneras de pensar y actuar nuevas. Por eso es vanguardia.
Aquí hay un gran tema para el Instituto Juan Marinello, por lo menos para una línea de investigación: ¿qué tipo de modernización genera el socialismo? No liquidemos el problema diciendo qué es la modernidad. El socialismo genera su modernización. El socialismo inventa vacas de última generación; construye represas y lagos donde la naturaleza había puesto ríos y valles; genera nuevas variedades de azúcar y de arroz porque es parte del pueblo, porque tiene ese propósito; el socialismo manda nueve meses a muchachos de 14, 15 o 16 años a vivir con un guajiro para enseñarlo a leer y escribir no en tres años, si no en nueve meses, en ocho meses. Una estudiante mía, estadounidense, que estaba interesada en la educación me decía: «¿usted dice que los alfabetizaron en seis meses?, es que yo ahora no conozco ninguna metodología que alfabetice en seis meses», porque alfabetizar a un guajiro era explicarle no solo cómo leer y escribir -que ya eso es más de seis meses- sino explicarle que la Tierra es redonda, no es como se ve. ¿Alguien de aquí, de los viejos como yo, recuerda qué cosa era la primera clase de la alfabetización? La OEA, la Organización de Estados Americanos. ¿Ustedes se imaginan a un analfabeto que vive en una montaña, que no tiene manera de encontrarse en la vida real con la Tierra como una cosa redonda -porque no se ve redonda- que se le pueda trasmitir la idea de lo que es OEA? Pueblos nuevos prefabricados, eso lo menciona uno de los participantes, en los pueblos donde había una comunidad rural. En la punta de la loma de La Yaya, del municipio de Mataguá, un pueblo prefabricado como un edificio de Alamar, allá arriba en el medio del valle donde está colocada La Yaya porque iba a haber un Plan Lechero y esos guajiros, que están sembrando en sus sitios, ahora van a ser, no obreros agrícolas, van a ser técnicos de una planta lechera que utiliza tecnología sueca. ¿Cómo le quieren llamar a eso? ¿No les gusta la palabra modernización? ¿Qué pasa con la modernización del socialismo? Nuevitas, la Central Electro Nuclear de Juraguá y todo lo que iba a existir alrededor. El hombre nuevo no es el hombre de la Unión Soviética, pero es un científico. Porque el socialismo es algo que se construye sobre la base no de los noticieros soviéticos de la ciencia y la técnica, pero se construye con la ciencia y la técnica. Eso está por delante de todo, nuestro futuro es el de esos hombres, el de los hombres que manejan esa ciencia y esa tecnología. Entonces en medio de eso está la cultura campesina, está la comunidad con la cultura campesina. Uno de los que presentó la idea fue el propio Fernando Martínez, con argumentos. El problema está ahí. El problema sigue ahí. El problema en el sentido de discutirlo y analizarlo. ¿Cuál es el impacto de una modernización?, que sí es urbanizadora, porque se trata de darle las ventajas de la vida y los avances técnicos a una familia campesina. ¿Ustedes han hablado con una guajira que le habían dicho que se iba para el pueblo? Al guajiro no le entusiasmaba, pero a la guajira sí, porque iba a tener agua corriente y electricidad. La manera de colocarse frente al problema no tiene que ver con la justicia social a secas, tiene que ver con cómo esto impacta en la vida de la gente y en qué dirección impacta en la vida de la gente.
Nuestra vivencia y representación cultural del socialismo soviético. Todos los días hacemos referencia al socialismo soviético, es más, todo lo malo que tenemos le echamos la culpa al socialismo soviético. A mí me parece un exceso dado el tiempo que hace que desapareció. Nuestra vivencia de ese socialismo en los sesentas, nuestra vivencia de ese socialismo soviético en los setentas, nuestra vivencia durante la Perestroika, no el final de la Perestroika, sino cuando empezó ese proceso, y por supuesto nuestra vivencia de cómo se acabó el socialismo soviético, después del fin del Muro de Berlín, son etapas diferentes. Y todas son nuestras vivencias y representaciones, la manera de sentirlo, de entenderlo nosotros aquí por nosotros. Yo recuerdo haber llegado a Moscú en 1975 y en la guagua donde yo iba, donde me habían ido a recoger al aeropuerto con una tropa de gente, el primer compañero que se subió, que estaba allí estudiando, nos dijo: «Bienvenidos al socialismo desarrollado». Yo venía de la Cuba de los años 1974, 1975, ya saben lo que es el socialismo desarrollado: no había libreta, empresas, una serie de ventajas, muchas ventajas que son las del socialismo desarrollado.
Yo no me voy a detener en los paralelismos históricos entre la Revolución rusa y la Revolución cubana. Los paralelismos históricos de la etapa de referencia. Cosas que están mencionadas de manera explícita: la constitución de la vanguardia y el liderazgo revolucionario, que mencioné ya; el tema de la dinámica revolucionaria misma, al cual Fernando M. Rojas hizo referencia en un par de intervenciones; cómo el cambio de estado del movimiento revolucionario plantea un desafío a los líderes y al movimiento mismo, y a su significación y a lo que se hace; de pronto, lo que se estaba haciendo para un grupo ahora se hace para una masa gigantesca de gente que están detrás de ello y que están ahí listos en la calle, que es lo más amedrentador para la burguesía. No hay nada que le dio tanto miedo a la burguesía cubana, ni la Reforma Urbana, ni la Reforma Agraria, ni las primeras nacionalizaciones, ni siquiera el antimperialismo, lo que más miedo le dio fue la gente en la calle. Porque la gente en la calle es muy peligrosa. No en el Partido Comunista, la gente en la calle. La gente en las calles en los años 1959 y 1960: hablen con los que se fueron de la alta burguesía para que vean. El pueblo en la calle. Y ahí valdría la pena hacer la comparación entre los rusos y los cubanos.
El tema de la guerra civil. Nosotros hemos olvidado que tuvimos una guerra civil. Nosotros tuvimos una guerra revolucionaria de liberación contra la dictadura que se terminó el 31 de diciembre del año 1958, con el colapso del régimen, pero luego a partir de 1960 tuvimos otra guerra -Fernando Martínez hace referencia a eso cuando habla de Sinesio Walsh y del otro Walsh, uno de los cuales era su amigo y le estaba proponiendo que se alzara-. A lo que ocurrió entre 1960 y 1965 vamos a empezar a llamarle guerra civil, mejor empecemos a llamarle guerra civil porque duró más allá de donde los americanos pudieron apoyarla y de donde la alta burguesía pudo apoyarla, porque tenía bases sociales y tenía causas, y esa guerra civil -igual que la guerra civil rusa- es un factor que influye en el ritmo de la Revolución, que influye en la profundidad de la Revolución, en la velocidad de la Revolución y en la manera en que la Revolución se despliega hasta un punto absolutamente imprevisible. Porque es la guerra civil, en todos lados, la guerra civil no está en un plano. Yo creo que ese es un gran tema que aparece tocado en el libro.
Todo un tema de las fases de la Revolución. A Fernando Martínez le encantaba, yo me divertía mucho con él, volviendo sobre estas ideas de la fase agraria y antimperialista y luego viene la fase socialista. ¿Y cuándo es que se acaba la agraria y antimperialista y empieza la socialista? Pues ¿cuándo va a ser?, ¡cuando Fidel lo dijo!… Eso era algo muy de antes pero quizás no ha desaparecido. Porque nadie ha dicho que haya desaparecido, yo no lo he visto del todo desaparecido. La idea de que hay una parte de los héroes que no son revolucionarios, sino demócratas revolucionarios, porque ideológicamente no han llegado a la ideología del proletariado y por consiguiente se quedan un poquito antes del marxismo-leninismo, ya no aparece tanto pero estuvo ahí.
Quiero terminar ya con esto del discurso, así que me voy a saltar dos o tres cosas. Siempre me ha tentado la falta de un análisis lingüístico del discurso de Fidel Castro, o del Che Guevara, de los líderes de la Revolución. Shklovski, que era uno de los grandes formalistas rusos, escribió un estudio sobre el discurso de Lenin, un análisis lingüístico del discurso de Lenin. No era un análisis gramatical, sino un análisis que explica la importancia del manejo del lenguaje por parte de Lenin para sus propósitos. Es un estudio interesantísimo, fascinante, acerca de su estilo, su estilo como orador, su estilo como personalidad carismática. Sería muy interesante poder hacer eso con los dirigentes cubanos. Cada uno tiene su propia manera de hablar, que es parte de su estilo y es parte de su capacidad de comunicación.
Piensen nada más cuáles de estas palabras ustedes creen que ya no se usan nunca: «Sectario». «Bolchevique»; todas estas son palabras de los años sesentas de aquí de Cuba, «bolchevique» no era un bolchevique ruso. «Proletario»; el significado de «proletario» en los discursos cubanos de esa etapa. «Pequeñoburgués»; qué cosa es ser «pequeñoburgués», no tiene nada que ver con cosas que se encuentren en un diccionario; y el uso político de «pequeñoburgués», no me digan que había un uso político de «pequeñoburgués» muy diferente en el terreno del discurso teórico, del discurso político y en el discurso de la calle, había diferencia de matices pero la connotación de pequeñoburgués era muy similar. «Desafecto»; esa palabra desapareció, fíjense que no es una palabra dura, no es «gusano», dejamos de utilizar «desafecto» y era una palabra muy común. «Liberal»; que no significaba lo que significa ahora, «liberal», dependiendo de dónde uno estuviera, era un elogio o era una marca, pero «liberal» podía ser un elogio; las personas que compartíamos edades similares con Fernando Martínez y compañía éramos llamados «liberales», marxistas como él, como Aurelio Alonso y esos del Departamento de Filosofía eran «liberales»; había otros términos que tampoco son de la calle que se utilizaban para designarlos también pero los primeros eran «liberales». «Integrado» -¿alguno de ustedes puede decirme qué significa «integrado»?-, las planillas decían «integración revolucionaria», yo tenía un vecino que no hace mucho me decía «yo soy muy integrado, yo no estoy mal de integrado»,yo no me acordaba de eso. «Integrado», uno, dos, tres… si tienes más de siete u ocho… porque se trata de un enfoque meritocrático, suena feo pero lo es, se trata de sus méritos, de recibir de acuerdo con sus méritos y da lo mismo si es una casa en la playa, una motocicleta, o si es solo un premio al mejor. «Apático»; podía querer decir muy alejado de la Revolución, casi en contra, casi desafecto; y apático también podías encontrártelo en distintos niveles del discurso. «Parte blanda» o «blandengue», hasta estaba en puestos oficiales, la «parte blanda». «Izquierdista»; por los años sesentas, ¿qué connotación tenía?; recuerden que el «izquierdismo es la enfermedad infantil del comunismo», «izquierdista» no era un adjetivo favorable, para no hablar de «trotskista» o «maoísta», para no hablar de «revisionista» -yo los invito a que vayan a leerse la tesis sobre la enseñanza del marxismo-leninismo, la primera, del año 1975, y cuenten cuántas veces se menciona «revisionista» junto con todas las demás cosas que hay que evitar en la enseñanza del marxismo, cuenten las veces que lo mencionan, cuenten la frecuencia de revisionista como un peligro para la enseñanza y para el pensamiento marxista-. Otras palabras: «penetrado cultural»; «extranjerizante»; «conflictivo»; «hippie«; ser «de la dulce vida» -ese sí ya no es el lenguaje teórico-; «lacra» -tú, Caridad Massón, que estás estudiando las UMAP, a las UMAP van las «lacras», lo que está metido en las UMAP son las «lacras», es el término técnico-; y hay otras, casi literarias, como «ñángara», «comecandela», «sarampiona’o», «mayimbe»…
«Revisionista». Como este libro está dedicado a Fernando Martínez, yo quiero recordar cuando, en aquel momento, eso de «revisionista» era con él y con otros como él. Y aun cuando ahora parece que eso no ocurrió, o que ocurrió pero no tanto, yo quiero recordarlo al presentar un libro dedicado a él porque esa condición de estar en desgracia es una condición fatal, porque no es algo que va a desaparecer en una fecha determinada. Yo le decía el otro día a un compañero dirigente: «¿tú sabes lo que es estar en desgracia?»; y me dijo: «no sé, no sé qué significa estar en desgracia». Estar en desgracia significa que tienes una lápida puesta y nunca va a pasar que vengan a quitártela. Tú cometes un delito, una falta, y cumples una sanción y la sanción se termina, y ya, estás en la calle. Esa lápida te puede seguir durante mucho tiempo y hay mucha gente que le tiene miedo a la lápida, y le tiene miedo a acercarse a ti porque tienes una lápida puesta.
Hace unos años Fernando y yo nos reuníamos a menudo para escribir una película sobre Antonio Guiteras, nos reuníamos todos los fines de semana: nos veíamos todos los fines de semana, entre él y yo escribimos canciones, escribimos una guaracha de 1935, inventamos un bolero como si fuera escrito por un trovador en 1935, hicimos cosas que a nadie se le hubiera ocurrido que hacíamos, nos divertíamos muchísimo haciendo eso y nos dedicábamos a leer y a leer para escribir aquel guion de una película o de una serie de televisión sobre Antonio Guiteras. Nunca olvidaré, yo no se lo he dicho a Esther Pérez, quizás ella lo sabe, que un día en el medio de eso Fernando me dijo: «yo tengo unos cuentos que escribí», y me sacó cuatro o cinco cuentos. Recuerdo que había uno que pasaba en la guerra de independencia [le dicen que se publicaron recientemente en La Gaceta], ¡qué bueno!, la justicia se demora pero llega. Yo recuerdo haber ido con los cinco cuentos a ver al director de una revista literaria, que por supuesto no voy a mencionar porque no viene al caso, y decirle: «mira, estos cuentos a mí me parecen bien», y él responderme: «¿pero Fernando Martínez?»; y yo: «pero son cuentos sobre la guerra de independencia, Máximo Gómez tomando sanciones contra un mambí que traicionó, que violó. No tiene que ver con revisionismo ni con nada»; y él: «sí, sí, pero es Fernando Martínez»… Y sobrevivir a la lápida es una experiencia. Al final, como todas las experiencias intrínsecas se convierte también en aprendizaje. Yo quería decirlo. Siempre he querido venir a alguno de los homenajes realizados a Fernando para decirlo, para mencionar esto, porque es algo que yo viví muy intensamente y que nunca se me va a olvidar. Y lo recuerdo como algo que puede ocurrir y que hay que decirlo para que deje de ocurrir en algún momento, para que esas cosas pasen menos porque pasan en este momento en que estamos hablando.
Rafael Hernández es politólogo y ensayista. Director de la revista Temas.
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