Lo que durante tanto tiempo esperamos, intempestivamente apareció en escena. El grito de indignación se instaló en Chile con la lucha estudiantil, ambientalista y regionalista, entre muchas. Este nuevo ciclo político-social que nos arropa, nos emplaza a una nueva realidad e interrogante: la realidad es que ya estamos indignadas/dos y la pregunta que surge de […]
Lo que durante tanto tiempo esperamos, intempestivamente apareció en escena. El grito de indignación se instaló en Chile con la lucha estudiantil, ambientalista y regionalista, entre muchas. Este nuevo ciclo político-social que nos arropa, nos emplaza a una nueva realidad e interrogante: la realidad es que ya estamos indignadas/dos y la pregunta que surge de nuestra actual condición es ¿Y ahora qué?
Desde la articulación de las dimensiones de «lo social» y «lo político», es que podemos contestar el emplazamiento anterior.
Primero (lo social), debemos seguir indignados. Nuestro grito de rabia debe seguir presente en el actual escenario. No podemos bajar la intensidad callejera de nuestra lucha, ya que ésta es la única que puede garantizar el avance de cualquier proceso futuro.
Las lecciones que nos ha dejado la lucha estudiantil son fundamentales. En este panorama, el movimiento estudiantil se ha vuelto una pieza medular del engranaje de la movilización social. El gran desafío para este año de lucha en la trinchera estudiantil es recuperar algunas de las características del año 2011. La masividad en las manifestaciones como acto permanente. La creatividad, para profundizar su legitimidad y visibilidad. Mantener su intacto apoyo transversal en la sociedad chilena. Su autonomía absoluta de los partidos políticos tradicionales.
Es necesario reclacar que el movimiento estudiantil no es el único sector en lucha en el actual escenario político-social chileno. Existe una multiplicidad de nuevos movimientos sociales que hoy luchan por un Chile distinto. Son las minorías sexuales, las luchas por la descentralización, las demandas ecologistas, el mundo del trabajo precario, entre muchas. Lo que aún falta de estos distintos sectores de la ciudadanía, es que asuman una estrecha articulación de acción.
Lo social, está representado en una variedad de movimientos reivindicativos que debe fortalecerse y multiplicarse. La calle debe gritar más fuerte. Desde la calle deben salir los ejes programáticos de la nueva alternativa política.
Segundo (lo político), debemos meternos en el área chica de la representación y enfrentar directamente al duopolio político en la cancha de lo electoral. Competir en las mismas entrañas de la democracia neoliberal -con las fuerza de la indignación- nos dará la posibilidad de recuperar la esfera de la representación política a la izquierda y los movimientos sociales.
Debemos aprovechar la actual crisis de legitimidad del actual sistema imperante chileno, su democracia neoliberal y su representación política expresada en el duopolio de la concertación y la derecha, que es efecto en parte de la multiplicidad de indignaciones de una ciudadanía que pide a gritos un cambio. Este cambio sólo es posible con la aparición de una fuerza colectiva, que represente los intereses de una nueva mayoría de izquierdas y movimientos sociales.
Nos podemos seguir regalándole el campo político a los mismos corruptos de siempre. Aunque estén separados en dos bloques, defienden las misma obra neoliberal. Algunos la impusieron, otros la legitimaron y profundizaron.
Por eso, uno de los grandes desafíos para este año 2013 es comenzar a corregir la asimetría entre el avance de los Movimientos Sociales y los espacios de la representación política. Aunque las vestimentas de la democracia neoliberal se ajustan a la perfección a las medidas de las fuerzas del duopolio político, se requiere una fuerza capaz que desarraje las injusticias del actual sistema imperante.
Si ya estamos indignados, entonces cual sería nuestro proceder: en síntesis, seguir indignados en las calles, universidades y lugares de trabajo. Pero también que las y los indignados en éste año electoral, voten por las candidaturas parlamentarias representantes del descontento. Voten por el candidato presidencial de los indignados.
La indignación es el comienzo de un largo camino hacia la transformación radical. Algunos ya decidimos que no dejaremos de estar iracundas/dos y que no seguiremos regalando la representación política a los mismos de siempre. Pero cómo nos debemos enfrentar a la nueva relación intima de «lo político» y «lo social». Ese cómo, es la «unidad».
La receta histórica desde las y los oprimidos, en su constante andar hacia la emancipación es la «unidad». Esa esquiva y fundamental acción de lucha. Esa que se malgasta con la boca y se evita con la práctica. A ella tenemos que apelar, para enfrentar las diversas luchas venideras.
En tiempos de debacle capitalista mundial, la «unidad» taconea más fuerte y se vuelve un imperativo. Pero esta «unidad», en nuestro caso particular, se debe restringir a los movimientos sociales, las emergentes fuerzas progresistas y socialistas comprometidas con los cambios que se requieren. La «unidad» de todas y todos los/las que le decimos no al neoliberalismo. En ese camino, nuestra consigna debe ser.
La «unidad» sin la voluntad política no es nada. Aunque en el sentir mayoritario de las izquierdas extraparlamentaria es avanzar en la creación de un espacio articulador, aún falta romper definitivamente con el sectarismo, las desconfianzas entre organizaciones y la carencia de vocación de poder.
Sin duda que los puntos de encuentro son importantes para avanzar hacia la «unidad». Pero es fundamental entender que esta sólo será posible con el respeto absoluto de las diferencias. Lo que en el pasado nos distanció, hoy debe ser nuestra gran arma de lucha. Esa arma que garantice «un Chile, donde quepan muchos Chiles».
Las y los que nos organizamos desde el polo anticapitalista debemos aportar con nuestra visión transformadora y ser protagonista en dibujar el nuevo socialismo del siglo XXI en Chile. Debemos direccionar hacia la izquierda y ser garantes del proceso democrático que debe vivir la tan necesaria «unidad».
La estructura del edificio neoliberal, montado por la dictadura militar y administrado por el duopolio político nacional en los últimos 23 años ya se encuentra agrietada. Su reparación temporal o fractura definitiva, dependerá exclusivamente del accionar mancomunado de los movimientos sociales y las emergentes fuerzas progresistas y socialistas de Chile.
Golpearlos donde más nos cuesta y más les duele debe ser uno de los compromisos de lucha más importantes de éste 2013. Pero siempre unidos en «lo político» y «lo social».