Para ser sostenedor de colegio se requiere tener licencia secundaria y el «emprendimiento económico» que se debe tener para cualquier «empresa». Así lo han entendido personajes tan oscuros como Gladys González, «La Cuca», quien produce estudiantes secundarios en sus colegios, como quien prepara sus parrillas o sus discotecas. También así lo entendió el tristemente […]
Para ser sostenedor de colegio se requiere tener licencia secundaria y el «emprendimiento económico» que se debe tener para cualquier «empresa». Así lo han entendido personajes tan oscuros como Gladys González, «La Cuca», quien produce estudiantes secundarios en sus colegios, como quien prepara sus parrillas o sus discotecas. También así lo entendió el tristemente célebre Armando Fernández Dittus, a quien recordamos como el oficial a cargo de la patrulla que quemó a Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana en una jornada de protesta nacional el 2 de julio de 1986, y que volvió a hacer noticia este año apareciendo en el grupo de «inversionistas» de un colegio.
Hoy, de igual forma, vemos como los oscuros dueños del capital siguen administrando colegios con el sólo norte de los $ 30.000 mensuales que reciben por hacer la pega del Estado con cada joven hijo de obrero. Evidentemente, el conflicto secundario dejó en evidencia éstas y otras situaciones que hicieron reflexionar al país entero respecto de la gran vergüenza que nos heredaron los milicos y que es administrada «dentro lo posible» por los hoy progresistas de la Concertación. En nombre de la llamada «libertad de enseñanza», los mercaderes de la educación no tiene ningún asco en tener colegios llenos de goteras, con baños inmundos e inundados, con escasos computadores «funcionando a carbón», y donde hasta la tiza es un bien que escasea. Para que decir los sueldos que recibimos los profesores, que con suerte nos permiten sobrevivir.
Las pésimas condiciones que viven nuestros estudiantes no difieren mucho de las condiciones laborales que debemos enfrentar los trabajadores de la educación. La democracia y la libertad son sólo cosas que nos resuenan en los sacrosantos programas ministeriales, pues en la práctica los colegios administrados por estos mercachifles del neoliberalismo son sólo máquinas de producir mano de obra barata, con escasa calificación y disciplinados en las artes del sometimiento (incluso estético y conductual, para asumir de «mejor forma» su futuro laboral).
Que la educación no da más, es algo que reconocen desde la UDI hasta los sectores más progresistas a nivel nacional. También, en la perspectiva de las soluciones a la crisis, comenzamos a observar cómo las propuestas han sido tan disímiles como amplio fue el abanico que condujo la coyuntura de los secundarios en «nuestro Mayo». Éstas iban desde el reacomodo para seguir dando más de lo mismo, hasta la reformulación completa de la última herencia de la Dictadura, la LOCE, que se encarga de perpetuar la llamada «libertad de enseñanza».
Tal vez como una suerte de recuerdos-presentes, se nos resignificaron aquellas frases del Mayo Francés, como «La Imaginación al Poder» , o el «Seamos Realistas, Exijamos lo Imposible» , que nos sonaron hoy con más sentido que nunca. Será por la legitimidad y lo hondo que ha calado la crisis de administración del actual modelo educativo, que no sólo a aquellos que estamos vinculados directamente a la educación, sino que a todos los chilenos y chilenas, nos parecieron con más sentido que nunca las apuestas de nuestros estudiantes secundarios.
Está claro que la movilización secundaria no fue el resultado del manejo comunicacional del «guatón farandulero» de RN ni de los conflictos emotivos de los «pololos» de la movilización, sino de los estudiantes de base que fueron capaces de capitalizar un descontento que otros ya quisiéramos organizar y aglutinar. La apuesta de nuestros pingüinos es la nuestra, y que por la represión laboral, o el simple disciplinamiento, no hemos sido capaces de gestar. Y triste y lamentablemente, nosotros los profesores no hemos sido capaces de articular nuestras demandas gremiales más allá de las meras reivindicaciones económicas. Nos hemos quedado históricamente en la pelea por pesos más o pesos menos. Quizás esa es la lección que nos han dado nuestros estudiantes: que la pelea va más allá de la administración del sistema educativo, que la lucha por demandas económicas concretas no excluye la simultánea agitación de demandas más clasistas (derogación de la LOCE y fin de la municipalización) y un norte más ideológico (transformación total del sistema educativo). La pelea es por la vida digna, por un trabajo digno, por una casa digna y todo aquello que sabemos que el sistema no nos entrega si no es con lucha y organización.
Esta vez la clase nos la dieron nuestros queridos cabros. Ellos nos mostraron cómo la democracia se ejerce en la Asamblea, donde las decisiones son de todos y todas, y que cuando «Fuenteovejuna» se toma las ganas, éstas son de todos.
Hoy tenemos un poquito más cerca el sueño. Hoy nuestros pingüinos nos mostraron cómo «se hace», y cómo se consiguen pequeñas y grandes cosas, con la pelea y con el diálogo, en la calle y en asamblea, aprendiendo y enseñando que ―con Bachelet, Lavín o Piñera― «la lucha da lo que los patrones niegan» (sean éstos una parrillera, un torturador, la delicada Señora Matte o cualquier mercachifle dueño de colegio).
Ya sabemos quienes son los que sustentan la educación. Gracias a nuestro Mayo, sabemos muy bien quienes son: los estudiantes.