Esta fue la profética exclamación del anciano presidente de Colombia José Manuel Marroquín al finalizar la terrible guerra de los mil días en 1902; culminación de las 8 sangrientas guerras civiles bipartidistas anteriores ocurridas durante el siglo XIX, y mediante las cuales la bárbara oligarquía colombiana buscó violentamente el camino que conduciría la sociedad hacia […]
Esta fue la profética exclamación del anciano presidente de Colombia José Manuel Marroquín al finalizar la terrible guerra de los mil días en 1902; culminación de las 8 sangrientas guerras civiles bipartidistas anteriores ocurridas durante el siglo XIX, y mediante las cuales la bárbara oligarquía colombiana buscó violentamente el camino que conduciría la sociedad hacia el capitalismo desarrollado y el mercado nacional en el llamado post conflicto de esta guerra, durante las tres primeras décadas del siglo XIX, y con la ideología de sus más caracterizados ideólogos del bipartidismo coaligado: el trásfuga liberal Rafael Núñez, imbuido de las doctrinas económicas propaladas por el imperialismo anglosajón en expansión, y el hispanista católico ultraconservador Miguel Antonio Caro, impulsor del poder terrenal de la iglesia católica romana y de los intereses terrenales del Papado en Colombia.
118 años después, el incontenible viento retrógrado de la historia que impulsa al “Ángelus Novus” de Walter Benjamin, y que ha llevado a la sociedad colombiana de una ruina hacia otra en un interminable desastre, hoy, nos presenta un episodio más oscuro aún.
Se trata de la deslegitimación final por no decir demolición del Sistema de Verdad y Justicia pactados en el Acuerdo de paz con las Farc en la Habana, el que despues de la extraña declaración de la dirección actual del partido farc -fuerza alternativa revolucionaria del común- hecha el 03 de octubre 2020, donde enfrentan abiertamente el sistema Judicial Especial para la Paz ( JEP) con el sistema judicial “ordinario” colombiano de la Fiscalía y los juzgados, al reconocer la autoría de varios crímenes, entre ellos el del político conservador Álvaro Gómez Hurtado que había permanecido 25 años irresoluto o sin resolverse del todo e impune. Aunque en torno a él si se hubiera logrado imponer un “relato hegemónico” impulsado desde la embajada de los EEUU por el entonces embajador M Frechette, quien en una todavía más oscura conspiración (también irresoluta) mezcló alta política, capos del narcotráfico, altos cargos militares y ricos empresarios.
Relato oficial que permitió durante la Fiscalía conservadora de Pastrana Arango, crear el vacío político de la necesidad de un jefe conservador del “talante” y características del asesinado Gómez Hurtado, a la par que generó la necesidad objetiva de ser llenado con la figura revestida de teflón de Álvaro Uribe Vélez. El hecho político cierto e inobjetable es que sin la desaparición de un jefe con “el talante” conservador de Gómez Hurtado, no hubiera sido posible el ascenso de un Álvaro Uribe Vélez. Viene a la memoria la película de la mafia ítalo-norteamericana cuando el Padrino dice que solo se llega ser capo mayor, asesinando al capo mayor.
Pero volviendo al desastre judicial; este es el momento que la sociedad colombiana no sabe a “qué” ni a “quien” atenerse en cuestiones de justicia: Si creer en el Sistema Judicial pactado con las Farc por el Estado para encontrar una convivencia pacífica que permitiera a los ciudadanos superar los horrores de la guerra como era el objetivo primigenio de un Acuerdo de tal naturaleza. O volver a creer en la ficción colectiva de que la Justicia de la Fiscalía de bolsillo y los juzgados igualan a todos los ciudadanos ante el Estado colombiano.
Pero se ha propiciado todo lo contrario: Un gran rechazo e incredulidad muy grande a la carta de las farc, y una mayor polarización en la sociedad acompañada de un peligroso descreimiento en “cualquier” aparato judicial, bien sea la Fiscalía del bolsillo presidencial que mantuvo 25 años en la más grande impunidad este crimen, condenando por esto a personas inocentes durante largos años en las mazmorras del régimen, o, de la JEP, que al parecer ha sido tomada en este caso no como un elemento de verdad para la paz, sino como una salida de última hora de los ex miembros directivos de la guerrilla farc, presionados por las revelaciones publicas hechas por la defensora de la Paz y los derechos humanos Piedad Córdoba, quien informó que había tenido conocimiento de ultima hora sobre los autores del crimen del jefe conservador Álvaro Gómez Hurtado.
Pero hay mucha más oscuridad en esa aceptación de la dirección del partido farc:
1. El único miembro del secretariado de las Farc- EP de 1995 que actualmente vive es Timochenko Londoño, un personaje mas oscuro aún que los episodios sobre los cuales trata de dar luz, quien como es de público conocimiento padeció en julio del 2017 un accidente circulatorio cerebral que le dejó secuelas Afásicas y a quien hoy, ninguno de sus compañeros muertos del secretariado de aquella época podrá contradecir o desmentir.
Pero lo que más nubla este reconocimiento tan extemporáneo es la prueba reina que se le arrima para probarlo: un supuesto libro de cartas y documentos de Tirofijo entre 1993 y 1998, editado en 2012 nada menos que por José Obdulio Gaviria, el Göbbels del Uribismo, el primo de Pablo Escobar, un libro que incluso la revista semana escribe que “hay fuertes indicios de que esos documentos pueden ser falsos” (ver https://www.semana.com/amp/las-farc-asesinaron-alvaro-gomez/263976-3 )
2- Los asesinatos reconocidos en la carta de la dirección actual de las farc, del 03 de octubre, son los relacionados con el accionar del (ni se diga todavía más oscuro) grupo Ricardo Franco, un engendro creado por la inteligencia militar colombiana con infiltrados dentro de las Farc-EP, cuya fecha aproximada de fundación data de 1982 y que a pesar de la captura y encarcelamiento (por 20 años) de su principal cabecilla Fedor Rey en 1995, este pudo seguir operando desde la cárcel hasta su muerte ocurrida 7 años despues en julio del 2002, cuando “fue encontrado ahorcado en su celda y las autoridades carcelarias en el momento no pudieron deducir si se trató de un suicidio o de un asesinato”, según dice el reporte oficial de su muerte.
3 -Pero hay algo que hiela el corazón: Las llamadas disidencias de las Farc-EP, que no aceptaron el Acuerdo de la Habana y siguieron en la lucha armada, publicaron en internet un comunicado público de amplia circulación fechado en febrero de 2018, en el cual entre otras cosas escriben lo siguiente:
“2. Comunicamos, que Carlos Antonio Lozada y Mauricio Jaramillo provienen del extinto “Grupo Ricardo Franco,” que a comienzo de los años 80, en asocio con el Ejército Nacional persiguió y asesinó nuestras redes de apoyo en las ciudades y a nuestro Partido…” https://rebelion.org/docs/237943.pdf
Afirmación muy dura de asimilar por todos aquellos creyentes de una posible Solución Política del conflicto interno colombiano, que pone un toque de mayor sordidez al asunto al abrir una brecha tan grande en la credibilidad dada a la dirección de las farc que escribe la carta del 03 de octubre 2020, reconociendo esos crímenes otrora asociados con el grupo Ricardo Franco; y llena de escepticismo los avances sobre la paz con las farc.
La farc-EP, como me lo expresó Alfonso Cano en 1986 (ver https://rebelion.org/confieso-que-he-cumplido-con-la-amistad/) estaba ya en un hueco muy profundo, una letrina muy difícil de salir. Ambos bandos habían cruzado la raya roja de la Ética, se guerreaba sin límites, y el conflicto interno se degradaba a ojos vista. Jaime Mejía Duque lo había señalado en varios de sus escritos, pero nadie quería escuchar o atender. Siguió la compactación del bloque contrainsurgente con su lema la victoria es la derrota del enemigo; la infiltración masiva de militares y agentes del Estado en la guerrilla por parte de la docena de agencias de inteligencia militares y estatales existentes. Y así, pérdida de la Ética, infiltración masiva de militares en el seno de la guerrilla con miras a que llegaran a la dirección superior, y, degradación del conflicto, volvieron a traer la forma más cruel de la lucha de clases, el viento de la historia del Ángelus Novus de Benjamin que nos retrajo a la barbarie de mediados del Siglo XX la violencia bipartidista y a las guerras sin pausa del Siglo XIX. Ruina tras ruina. Desastre tras desastre.
Realmente el anciano cascarrabias Marroquín, tenía razón al alertarnos de que 118 años después de la espantosa guerra que su partido conservador ganó en 1902 “vendría una paz con todos sus horrores”.