Su documental «Allende» se estrena el 1 de septiembre en Chile
El cineasta presentará en pocos días su trabajo «Allende», que participó con éxito en el festival de Cannes, y que narra la vida del ex presidente desde una perspectiva personal, rescatando la subjetividad y la necesidad de la memoria. Desde Francia, a punto de viajar a Chile, asegura que el clima del país es propicio para los recuerdos.
Le cuesta separar el discurso artístico del político. En realidad, no lo intenta. Para él, la objetividad es una mentira que se inventan algunos, una postura imposible. Más aún cuando se trata de hacer documentales. En el caso del último de ellos, «Allende», que recibió muy buena crítica en el Festival de Cannes, su apuesta artística está íntimamente ligada con sus convicciones políticas.
El relato sobre la vida del ex presidente -y que se estrena el 1 de noviembre- es íntimo, nace de sus recuerdos y de sus vivencias, pero, sin embargo, ha tenido la capacidad de identificar y conmover a muchos, incluso a quienes no vivieron el quiebre de la democracia en Chile.
Su relación con el personaje es como la que cualquiera que vivió en ese momento podría haber tenido. Es una mirada involucrada, pero desde un espectador. «Yo no conocía a Allende en persona, no tenía vinculación con el poder, no tengo recuerdos personales, ni filmaciones íntimas -como él mirando por la ventana, paseando a su perro, leyendo el periódico- aunque me habría encantado», cuenta.
-¿Cree que la expectación que ha generado en Chile tu documental tiene que ver contigo o con lo bien que le fue en Cannes?
-Con ninguna de las dos cosas, creo yo. Pienso que una película sobre Allende llama la atención a una determinada generación de gente en cualquier parte del mundo que vivió esos acontecimientos, o que oyó de ellos. Siempre que hago debates por aquí se levanta alguna persona de cerca de 40 años y dice: ‘mire, yo estoy aquí porque para el Golpe mi padre estaba viendo televisión y lloró’. Creo que la película tiene éxito porque llega en un momento en que se necesita recuperar héroes olvidados que tuvieron una trayectoria decente en medio del oscuro panorama de corrupción política que hay en casi todo el mundo. Rescatar una figura honesta, que cumplió con su palabra, hace que el documental genere interés. Aquí y allá hay que hacer cambios; está claro que ha habido tal cantidad de situaciones nuevas en el mundo, que se recuerda lo que quiso Allende: hacer cambios con el menor costo posible. Por eso enroló a tanta gente.
-¿Qué recuerdo personal le hace volver ahora a la figura de Allende?
-A mí me entusiasmó ese período, me pareció extraordinario. Yo venía llegando de España con una mirada muy abierta. Y fue tan grande la alegría que vi, el momento de Chile era tan vital, tan festivo, como nunca he visto después, y me quedé tan impresionado por esto -y luego por el Golpe de Estado-, que eso es lo que me motiva a ir hacia atrás una y otra vez. Todos estamos marcados por un acontecimiento.
-¿Queremos los chilenos recuperar la memoria o estamos haciendo un esfuerzo por ponerle el pie encima?
-Durante mucho tiempo te habría respondido de inmediato: no, nadie quiere recordar. Pero ahora creo que ha habido gestos por parte del gobierno, una evolución por parte de la sociedad. Son gestos que han ayudado a que el trauma no lo sea tanto. El informe de Prisión Política y Tortura, lo que le ha pasado a Pinochet y su familia, todo hace que haya un clima de recuperación de la normalidad. Eso hace que el ambiente sea más propicio para recordar, y para tomar conciencia de lo que es la memoria. La memoria no es vivir caminando con la cabeza hacia atrás; todo lo contrario, es parte fundamental de la identidad de una persona y de un pueblo. La identidad es todo lo que has vivido y la memoria es recuperar la identidad y la seguridad en ti mismo. Sólo con esa recuperación te sientes preparado para el futuro. Yo recuerdo únicamente para construir el futuro. Creo que trabajo más en el futuro que en el pasado, pero utilizo la memoria.
«Lo más importante es tratar de ser creíble»
-¿Qué valor le asignas a la subjetividad en tu trabajo?
-No hay creación artística sin subjetividad. En algún momento de la década del 50 ó 60, en las televisiones europeas empezó a nacer el concepto de la objetividad en el documental, que siempre me pareció falso. Tú haces películas de lo que te gusta, y el que no dice eso, miente. Vengo del festival de Lima; allí una norteamericana presentó un documental pro Fujimori. Ella decía ‘me interesa el personaje y los acontecimientos, pero yo no tomo parte’. Pienso que ésa es una actitud un poco cínica, porque uno siempre toma parte en la acción.
-En ese sentido, entonces, nos vamos a encontrar con ‘su’ Allende.
-Naturalmente. Yo hice la película con mis impresiones personales. No es un trabajo historicista. No es científico. La diferencia entre ensayo y documental es que puedes hacer un documental de lo que tú quieras. Más importante que la subjetividad o la objetividad -que no existe- es tratar de ser creíble. Ponerte frente a los espectadores y emitir una narración que pueda alcanzarlos, los haga reflexionar por sí mismos.
-En alguna medida, la historia de Allende viene a reflejar la historia de todos nosotros, especialmente las generaciones de las que habla.
-Sí, tienes razón. Es una metáfora que abarca quizás un siglo. Representa la esperanza de hacer cambios en la república liberal europea, según la que se fundó la república chilena en el siglo XIX. El Chile ilustrado, que viene de la revolución francesa, encuentra en Allende su máxima expresión. Luego hay otro Chile diferente, que se construye encima del anterior, pero que no tiene ya que ver con esa república, a mi juicio. Quizás yo me equivoque; no sé si sepa ver bien esa frontera viviendo afuera.
-¿Es consciente de la polémica que podría generar el documental en Chile? Hay que considerar que la imagen de Allende fuera de Chile es bastante más consensuada que acá.
-Claro, hay gente que lo debe odiar. Yo nunca he escuchado tantos insultos contra Allende como en Chile. He oído de todo: que era mal gobernante, que fue el responsable del Golpe -cuando los responsables son Pinochet, el Ejército y Estados Unidos-, que no sabía gobernar, que no sabía nada de economía, que era mujeriego, que era borracho, que era frívolo, que era un pije. Un sector de los chilenos nunca le va a perdonar que haya tratado de hacer una revolución, como tampoco se lo perdonaron a Balmaceda. Mucha gente se va a encrespar, pero los que consideramos que Allende era un personaje importante, tenemos derecho a decir cosas positivas de él.