Soy una teleoperadora maricón de Financiera El Corte Inglés, y hace cinco años que trabajo para esta empresa. El Grupo El Corte Inglés es un conglomerado de empresas con presencia nacional e internacional que factura anualmente alrededor de 15.000 millones de euros con un beneficio neto de 310 millones de euros (ejercicio 2020). De estos beneficios, un sexto pertenece a Financiera El Corte Inglés. Nuestros sueldos como teleoperadoras, evidentemente, reflejan esta ganancia.
Atiendo llamadas de atención al cliente durante 6 horas y 40 minutos, 6 días a la semana, más 15 minutos sin remunerar que se añaden al inicio de cada jornada para preparar el sistema informático. Las jornadas transcurren entre quejas, gritos, groserías, enfados… Unos 150 a 200 clientes por día. Pase lo que pase, no se cuelga a un cliente bajo pena de despido, se aguanta todo. 14 segundos de descanso entre llamada y llamada para terminar de redactar la queja del cliente. 10 minutos máximo de pausa a lo largo de la jornada, distribuibles a gusto del empleado, para desayunar, ir al servicio y, según la empresa, socializar con otras teleoperadoras. La jefatura recuerda periódicamente que estos 10 minutos son un regalo, no un derecho. Ruega no se abuse de este acto de generosidad y anima a fiscalizarnos entre teleoperadoras.
Nuestro call center está situado en un sótano de la Castellana sin luz ni ventilación natural, en el Edificio Serantes Azca, pero cuenta, eso sí, con las sonrisas huecas de la jefatura, rizos dorados empavonados, ademanes casposos y clientelismo laboral.
Hace ya un año que muchas de nosotras trabajamos desde nuestras casas, por motivos sanitarios, por supuesto, aunque supongo que nadie puede imaginar lo que es tener a una persona hablando casi 7 horas al día en la habitación de al lado. Mis compañeras de piso tampoco se lo imaginaban. La empresa no abona ni un céntimo en costes de electricidad e internet, alegando que no estamos teletrabajando sino que “trabajamos en casa”, una sutil y absurda diferencia que hace que FECI (Financiera El Corte Inglés) se ahorre unas facturas a costa de sus empleadas. Mi mesa y silla de trabajo no son ergonómicas, son las de la cocina o las del salón, dependiendo donde moleste menos a las personas que viven conmigo y que también teletrabajan.
Si te “portas bien” y demuestras fidelidad a la empresa, es decir, evitar pedir el día para ir al médico, resolver asuntos personales o recuperar las horas que te ausentas, te pueden llegar a premiar con unas horas de back office (trabajo administrativo) que te alivien de la apedrea de llamadas, o ser beneficiario de algún fin de semana con dos días de descanso o con horarios menos intempestivos. Si resbalas lo más mínimo, una mala llamada, un teléfono mal copiado o no sonríes ni te muestras absolutamente favorable a las exigencias a menudo inalcanzables, hay un plan de salida esperándote.
Trabajamos 1770 horas al año por unos 800 euros al mes bajo el convenio colectivo de Grandes Almacenes, el cual no nos corresponde por poseer Banco Santander el 51% de las acciones de FECI. Se trabajan los domingos, las fiestas, la otra fiesta, y la otra, y la otra. Dos veces al año, en otoño y primavera, se nos conceden tres o cuatro días de descanso consecutivos.
El modus operandi de contratación de FECI es el siguiente: las empleadas son contratadas durante unos tres meses y, bien no se les renueva el contrato, bien se marchan por su propio pie antes de que acabe, son pocas las que permanecen más tiempo. Un ejercicio muy productivo para la empresa en términos económicos, destinado a público joven, de primera experiencia laboral, probablemente estudiante y sin ninguna pretensión de pasar sus días en un sótano donde orinar es un lujo por un sueldo que apenas permite obtener un contrato de alquiler compartido. Condiciones perfectas para la descohesión entre las empleadas y evitar cualquier pequeña revolución que pueda suponer perder terreno a la empresa.
Sin embargo, ésta manera de proceder sin grietas, de la que la empresa tan segura y convencida estaba, se ha visto sorprendida por una generación de treintañeras. Muchas somos antiguas universitarias sin presente ni futuro, que en los últimos diez años no hemos tenido más oportunidad ni elección que la de ser teleoperadoras. Somos aquellas a las que se nos llamó generación perdida, aquellas que un 15 de mayo de hace diez años inundamos las calles, y que hoy entre alquileres abusivos en viviendas compartidas y sueldos miserables intentamos no quedarnos por el camino. No nos podemos permitir el lujo de abandonar este trabajo porque es el único que tenemos, no hay salidas, ni atajos, ni oportunidades, pero no podemos continuar si no decimos ¡basta ya! a unas condiciones laborales esclavistas.
En medio de esta olla a presión, hace tres años, las compañeras y compañeros del sindicato CSC (Coordinadora Sindical de Clase), al que estoy afiliado y a quienes nunca les estaremos lo suficientemente agradecidos y agradecidas, lograron formar una sección sindical dentro de FECI que obtuvo el respaldo de casi un tercio de la plantilla en las elecciones sindicales. Desde entonces, con un trabajo infatigable e incombustible, hacen frente a la empresa y al sindicato FASGA (Federación de Asociaciones Sindicales de Grandes Almacenes) creado por la propia empresa con fines de control sindical y de espionaje empresarial, y cuyas cabezas visibles son nuestros propios jefes; y a FETICO (Federación de Trabajadores Independientes del Comercio), un sindicato tibio, amarillo y palmero de los movimientos de FASGA.
En estos casi tres años el sindicato CSC ha sido amenazado, tutorizado, despreciado, engañado y ninguneado por la empresa y sus sindicatos, pero también temido, pues por primera vez en su historia FECI ha visto tambalear su poder y su imagen. Se le han desmontado sus engaños a la plantilla, denunciando los abusos y las desviaciones a la ley y apoyado a los compañeros y compañeras que son amenazadas, maltratadas o despedidas.
El Black Friday y el Cyber Monday de 2019, CSC convocó la primera huelga en Financiera El Corte Inglés, exigiendo principalmente el cambio del Convenio Colectivo de Grandes Almacenes, para aplicar el de Entidades Financieras, el que formalmente corresponde a dicha empresa y que supondría un cambio muy importante en las condiciones laborales y en el salario. La presión ejercida por la huelga y la posterior confirmación en el dictamen por parte de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos respecto a la necesidad de aplicar el Convenio Colectivo de Entidades Financieras, han obligado a la empresa a realizar ciertos cambios al verse sin recursos posibles ante una inminente sentencia judicial. Sin duda, esto es producto de un ejercicio sindical constante y de base.
A primeros de marzo de este mismo año FASGA Y FETICO han firmado un convenio de empresa con condiciones laborales similares a las del Convenio de Grandes Almacenes. Esto no es más que un convenio gatopardista que le ayuda a sortear la obligación de aplicar el de Entidades Financieras, realizando tan solo algunas mejoras económicas sustanciales sobre los empleados que superan los 12 años en la empresa. Una mejora indignante teniendo en cuenta que tan solo el 20% de la plantilla es fijo y que la mayor parte no llega a los cinco años de antigüedad.
Esta nueva jugada de la empresa a la plantilla ha sido la gota que derramó el vaso. No estamos dispuestas a continuar con las insoportables prácticas de explotación laboral de FECI. Tenemos claros nuestros derechos y la urgente —sobre todo en un momento de crisis social, económica y sanitaria como la que vivimos hoy en día—, necesidad de mejora en las condiciones de trabajo. Es por esto que la Coordinadora Sindical de Clase vuelve a convocar huelga para toda la Financiera El Corte Inglés los días 22 y 23 de marzo de 2021.
Vamos a la huelga para dejar claro a la empresa que nos tendrá enfrente, porque no tenemos miedo y porque no tenemos nada que perder.