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Entrevista con el artista Adolfo Mexiac, integrante del Taller de Gráfica Popular

«Zapata no entró en componendas, cuidó y repartió la tierra»

Fuentes: Rebelión

En entrevista con la Cartelera Cultural, Adolfo Mexiac (1927), muralista y grabador del Taller de Gráfica Popular, describe la curaduría de México-Mexiac: «La exposición partió del retrato de Zapata; Miguel Ángel Berumen y Óscar Menéndez me dijeron que querían varios Zapatas, les respondí: ‘¿de dónde saco tantos Zapatas para exponer?’, después conversé con Berumen y […]

En entrevista con la Cartelera Cultural, Adolfo Mexiac (1927), muralista y grabador del Taller de Gráfica Popular, describe la curaduría de México-Mexiac: «La exposición partió del retrato de Zapata; Miguel Ángel Berumen y Óscar Menéndez me dijeron que querían varios Zapatas, les respondí: ‘¿de dónde saco tantos Zapatas para exponer?’, después conversé con Berumen y entendí de qué se trataba la exposición, a pesar de todo, escarbando encontré que sí tengo varios retratos de Zapata, bastantes, pero no los suficientes para una exposición, gracias a la curaduría que hicieron para la exposición montamos 50 obras relacionadas con el zapatismo, el cardenismo y Los de abajo«. Para complementar la exposición, el maestro Mexiac ofreció una sesión gratuita de técnicas de grabado, se inscribieron 15 personas en el fugaz taller de Cuernavaca.

El Espacio cultural Aquí estuvo Zapata inauguró la exposición México-Mexiac, la curaduría incluye los grabados más representativos: Libertad de expresión (1954); Tierra y libertad, con la placa original en linóleum, la prueba de máquina, el primer grabado fino y el libro donde se publicó por primera vez (1957); Bajo el zapote y la adaptación de la novela de Mariano Azuela: Los de abajo (1986); además del boceto para el mural del Palacio Legislativo, un autorretrato al óleo, varios cuadernillos del Instituto Nacional Indigenista (INI), 4 fotografías de Rodrigo Moya cuando Mexiac tenía 30 años (1957), 8 imágenes de Emiliano Zapata (3 en la galería exterior, 4 en la vitrina y 1 en la sala principal), entre 50 obras. La exposición está enmarcada en el Homenaje nacional por los 90 años del pintor y la apertura del Polyforum Mexiac en Colima.

El documental Libertad de expresión (2009) de Óscar Menéndez, reconstruye la historia del grabado homónimo, Adolfo Mexiac declaró: «Alberto Beltrán había estado un año en Chiapas, me invitó a que fuera a San Cristóbal para encargarme de la vigilancia de impresión, ilustración y todo lo que se requería en ayuda visual para el Centro Coordinador Indigenista… allí tuve la suerte de encontrarme con gentes como el sociólogo Ricardo Pozas y Rosario Castellanos»; paralelamente al trabajo de los cuadernillos del INI, el artista y activista recuerda sus pasos por Chiapas: «para combatir a los acaparadores, yo llegué a realizar varios grabados y los compañeros del Centro escribían los textos para denunciar esa situación y en la noche nos íbamos a pegar la propaganda… teníamos una fama de rojillos». El rostro de un indígena tzotzil encadenado se multiplicó desde 1954, se reimprimió durante el movimiento estudiantil de 1968 y las protestas de César Chávez en Arizona.

– Maestro Mexiac, ¿qué significa para usted exponer en el cuartel de Emiliano Zapata en Cuernavaca?

– El hecho de estar exponiendo aquí, en un lugar histórico, donde estuvo Zapata, significa mucho para mí, porque soy de extracción campesina. Ahora que conozco la historia de los iniciadores de la revolución de 1910, sé que Zapata es uno de los espíritus más limpios y altruistas, junto con Pancho Villa -con todos sus claroscuros-, los demás generales que participaron porque ya no soportaron la dictadura porfiriana estaban haciendo su propia carrera política; en cambio, en el caso de Zapata no entró en componendas ni con la persona que apoyó al principio, me refiero al presidente Francisco I. Madero. Zapata tenía la idea de cuidar la tierra y repartirla, es un líder que trasciende; el hecho de estar en un espacio que utilizó como cuartel general es muy importante.

– ¿Cómo definieron la curaduría para la exposición en el Espacio cultural Aquí estuvo Zapata?

– Estoy exponiendo ahorita gracias al entusiasmo del historiador Miguel Ángel Berumen, toda la exposición partió del retrato de Zapata; Berumen y Óscar Menéndez me dijeron que querían varios Zapatas, les respondí: «¿de dónde saco tantos Zapatas para exponer?», después conversé con Berumen y entendí de qué se trataba la exposición, a pesar de todo, escarbando -porque a uno se le olvidan las cosas que haces- encontré que sí tengo varios retratos de Zapata, bastantes, pero no los suficientes para una exposición, gracias a la curaduría que hicieron para la exposición montamos 50 obras relacionadas con el zapatismo, el cardenismo y Los de abajo. Para mí ha sido sorprendente ver que a partir de una idea se puede relacionar una obra con otra y con otra, aunque sean realizadas originalmente para otros fines, se adaptan.

– Ahora que menciona al fotógrafo Óscar Menéndez, veo en la exposición 4 fotografías de Rodrigo Moya, ¿qué piensa ante el reencuentro con sus amigos y las complicidades que permitieron la exposición México-Mexiac?

– Yo creo que no todo es casual, es decir, debe haber una relación grande, puesto que me ha pasado con muchas personas, que nos vimos por allá, hace muchos años, y por alguna razón tuvimos contacto, pero nos dejamos de ver, en los reencuentros ha ocurrido una cosa muy interesante: parece como si no hubiera pasado el tiempo y nos seguimos tratando con el mismo afecto, abordamos con el mismo interés los temas que en aquella época se trataban. Pienso que los encuentros no son tan casuales, yo creo que están engarzados de alguna manera; cada persona tiene un momento para volverse a reencontrar, es como estar reforzando un gran tejido entre los amigos que creen en las mismas ideas y que todavía luchan por ellas.

– ¿Qué siente al ver las fotografías de Rodrigo Moya con la distancia de tantos años?, ¿recuerda la sesión fotográfica de 1957?

– Veo que estaba recién salido de la escuela, apenas había ingresado al Taller de Gráfica Popular cuando Moya apareció por ese lugar, y seguramente sacó mucho material del Taller de Gráfica Popular, por alguna razón le interesó sacar fotografías individualmente a los jóvenes -como lo era yo en esa época-, estábamos ocupando la casa y estudio de Pablo O’Higgins -fue mi maestro-, en la calle Belisario Domínguez, en el centro de la Ciudad de México. Había olvidado la sesión fotográfica con Rodrigo Moya, porque utilizábamos el espacio junto con Adolfo Quinteros y Sara Jiménez para pintar en la casa de Pablo, se convirtió en un taller para un grupo de artistas de Gráfica Popular. Tal vez por eso, Moya se interesó en nosotros, debe haber sacado fotos a otros compañeros, me veo y digo: «estaba muy verde» (risas).

– La exposición «México-Mexiac» forma parte del Homenaje nacional por sus 90 años, ¿cuáles son sus impresiones del homenaje en Colima?

– Todas las muestras que he recibido últimamente han sido producto del interés de instituciones y personas, nunca fue mi intención andar tocando puertas para que se fijaran en mí. El hecho de que la Universidad de Colima me entregó el título de profesor distinguido significa un gran honor para mí, yo no estuve trabajando para que me hicieran un homenaje, ni para que se me otorgara un grado académico, pero ya analizando con tranquilidad: hice mucha obra para la Universidad de Colima y doné muchas cosas a la universidad por cariño, porque siempre me ha interesado que la gente joven tenga mucho material de donde partir para que siga avanzando, creo que es el caso de la universidad.

– ¿Cómo nació la iniciativa del Polyforum Mexiac?

– Me sorprendió que el gobierno de Colima decidió ponerle mi nombre a un Polyforum cultural, donde habrá teatro y exposiciones. Mi esposa Patricia Salas entregó una máquina para imprimir que yo utilicé durante todo el tiempo que viví en la Ciudad de México, ahora está en Colima, yo le había regalado mi máquina a Patricia para que hiciera sus cosas, pero ella hace más esculturas que grabados, Patricia me dijo: «prefiero que esa máquina sea útil en otro lugar, en el Polyforum será más útil porque está rodeado de varias escuelas primarias, de una normal de maestros y a lado hay una biblioteca». Es un barrio muy dinámico, seguramente le darán vida los dos espacios: el Polyforum y la biblioteca, están frente a un jardín muy bonito de Colima, se supone que el Polyforum ya no cambiará de ubicación, por una razón: es un espacio propiedad del Estado de Colima, ya no rentan el lugar, anteriormente la Universidad de Colima rentaba muchos lugares para conservar y exhibir mi obra (1200 piezas donadas), era muy difícil de predecir qué pasaría con un lugar itinerante.

– Patricia Salas me dijo que ustedes hablaron sobre Pablo Neruda en Colima, ¿cuál fue el pretexto para mencionar al poeta chileno?

– Un amigo nuestro, médico y profesor de la Universidad de Colima, nos invitó a desayunar a su casa, también invitó a una parienta política de él, la bióloga Elena Roces, su papá -Wenceslao Roces- había sido amigo de Pablo Neruda y firmó como testigo en su boda, ella estaba interesada en saber los detalles del divorcio del poeta, en la sobremesa le preguntó a nuestro amigo Alberto Híjar.

– Neruda publicó un poema con ilustraciones del Taller de Gráfica Popular, ¿usted conoció al poeta chileno?

– No, nunca coincidí con Pablo Neruda en México. Un compañero del Taller de Gráfica Popular, Alberto Beltrán, hizo los grabados para el poema «Que despierte el leñador» (1950).

– Usted trabajó con Juan Rulfo en el Instituto Nacional Indigenista, ¿ilustró alguno de sus cuentos?

– No. Alberto Beltrán también ilustró un texto de Juan Rulfo. Éramos amigos, alguna vez Juan me invitó a ilustrar algo suyo, pero nunca aterrizamos el proyecto, la oficina del Instituto Nacional Indigenista era muy pequeña, todos nos conocíamos. Contrario a lo que piensa la gente, Juan Rulfo hablaba mucho con sus amigos.

– Finalmente, su imagen más conocida es el rostro de un indígena, me encantaría escuchar la historia del grabado «Libertad de expresión».

– Hice el dibujo en 1954 para denunciar el golpe de Estado en Guatemala, y porque el gobierno despidió al director de Bellas Artes por autorizar el velorio de Frida Kahlo en el vestíbulo del teatro, fueron dos hechos que coartaron la libertad de expresión. Yo vivía en San Cristóbal de las Casas, le pedí a un indígena tzotzil que posara, en lugar de las cadenas le puse un pañuelo en la boca, al terminar el dibujo lo envié a la Ciudad de México para que lo imprimieran los compañeros del Taller de Gráfica Popular. Recuerdo que en el movimiento estudiantil de 1968 reimprimieron el grabado Libertad de expresión, también los chicanos retomaron el dibujo durante las protestas de César Chávez.

*Entrevista publicada en la edición impresa de la Cartelera Cultural de Morelos (septiembre de 2016).

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