Y ahora, ¿Cómo seguimos? Todo el mundo se hace esta pregunta. El presidente Torra realiza grandes afirmaciones sobre la República y el 1 de octubre, pero no propone ninguna medida concreta de soberanía, más allá de decir que no acatará la sentencia de los presos/sas en el caso de que no sea absolutoria. Está buscando […]
Y ahora, ¿Cómo seguimos? Todo el mundo se hace esta pregunta. El presidente Torra realiza grandes afirmaciones sobre la República y el 1 de octubre, pero no propone ninguna medida concreta de soberanía, más allá de decir que no acatará la sentencia de los presos/sas en el caso de que no sea absolutoria. Está buscando un acuerdo con el que se pueda rehacer el autonomismo y dejar la República para un futuro incierto. En boca de la gente encontramos expresiones, con una determinación más que demostrada, como «Construimos República», «Hacemos República» o «Somos República», pero que en boca del Govern y los partidos que le apoyan son una peligrosa cortina de humo detrás de la cual se busca un compromiso con el Estado. Otra cosa será que el aparato estatal rechace someterse a un hipotético acuerdo político. ¡No sería la primera vez!
También los partidos del Govern hablan de ampliar la base pero esta misma necesidad, que todo el mundo comparte, no tiene que ser un argumento ni para la parálisis ni para el regreso al autonomismo. Ensanchar la base no quiere decir esperar un acuerdo por arriba con Podemos o el PSC a expensas de renuncias, sino luchar para recuperar la hegemonía de izquierdas en el Baix Llobregat y el Vallès, con la gente trabajadora y esto sólo se puede hacer con políticas claras por la escuela pública, la sanidad, los servicios sociales, en defensa de salarios y pensiones. Ha sido justamente la política neoliberal de los gobiernos Mas-Puigdemont-Torra la que ha alejado la gente trabajadora del proceso: manteniendo los conciertos en la escuela privada mientras se perpetúan los barracones, privatizando el sector social, perpetuando las listas de espera sanitarias, permitiendo la especulación con la vivienda poniendo en bandeja el discurso populista de Ciutadans.
Un año histórico
El 1 y el 3 de octubre del año pasado marcaron un antes y un después. La gente fue quién aseguró el referéndum y su contundente resultado: una derrota del Estado español, con un coste añadido por las fuerzas represivas que dejaron más de un millar de heridos y unas imágenes que dieron la vuelta al mundo. La huelga general, a las 48 horas del referéndum, tenía que ser el marco de la proclamación de la República porque nunca como aquel día lo tuvimos tan a mano. El Rey, como Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas, salió a legitimar la represión.
Todo y proclamar la República, presionados por la movilización, PdeCat y ERC demostraron que no están dispuestos a hacerla efectiva. No opusieron ninguna resistencia al 155, abandonaron las instituciones y acataron las elecciones autonómicas del 21D con las que el Estado pretendía cerrar rápidamente la crisis.
Con los rehenes y los dirigentes en el exilio, la huelga general del 8 de noviembre demostró la capacidad de movilización de los CDR’s paralizando carreteras, ciudades y medios de transporte. El gobierno del PP lanzó el grito de guerra contra estas nuevas estructuras de poder popular, surgidas del 1 de octubre, que podían ir más lejos que ANC y Òmnium paralizadas y con sus dirigentes a la prisión. Pero la movilización careció de continuidad y de un plan de lucha. La convocatoria electoral no sirvió para cerrar la crisis como esperaba Rajoy, pero impuso la desmovilización desviando todos los esfuerzos a repetir un proceso electoral autonómico aceptado por las formaciones republicanas.
El Estado necesitaba reescribir los hechos del mes de octubre y para ello inició un operativo represivo intentando convertir los verdugos en víctimas de un presunto odio popular: mecánicos, payasos, bomberos, regidores, profesorado. Los que parecían pacíficos el 1 de octubre resultaron ser gente que llevaba al límite a los profesionales de la represión llegando hasta humillar a sus hijos e hijas en la escuela. Y mientras la Guardia Civil y la policía eran presentados como víctimas, les llovían las aumentos de sueldo, regalos, vacaciones pagadas, condecoraciones.
Con el 155 en la mano, el Estado señala a los principales «culpables» de que los catalanes y las catalanas hayan protagonizado aquel 1 y 3 de octubre: se incrimina a la televisión pública y a la escuela catalana como responsables «de adoctrinar» la población y se empieza una segunda campaña complementaria. Su argumento es que sin ese adoctrinamiento el pueblo catalán sería un buen súbdito de la monarquía.
Pero el tiempo también juega en favor de la degradación y de la crisis del Estado. Empiezan a levantarse voces contra la Monarquía y por la República en todo el Estado: referéndum popular en Vallekas, resolución del Parlamento de Nafarroa, debate en Cantabria, los hechos de Alsasua -vuelven a poner en pie de guerra al pueblo vasco- las mujeres y los y las pensionistas movilizadas, el escándalo de la Mandada, Gürtel y la moción de censura de Rajoy. El régimen monárquico se va debilitando entre escándalos que se esconden torpemente con la complicidad del gobierno de Pedro Sánchez y del poder judicial. El PSOE, que hace suyas las políticas de defensa del Estado contra Catalunya o la austeridad contra las pensiones, sabe que lo que está en juego es el régimen y va soltando lastre que liga la Monarquía a Franco con operativos como la exhumación del cuerpo del dictador de Valle de los Caídos. Pero cada juego de distracción levanta la oposición de sectores del aparato del Estado. La crisis se profundiza.
¿Y ahora?
1.- Construir un Frente de izquierdas por la República Catalana. La CUP-CC – en la que participamos como Lucha Internacionalista- tiene una gran responsabilidad ante sí frente las dilaciones de JXC/PdeCat y ERC. Hay que salir de la sombra del Gobierno y encabezar un llamamiento a construir un Frente de Izquierdas por la República Catalana, una propuesta a Procès Constituient, Som Alternativa (Albano), sectores de los Comunes, sindicatos y movimientos. Nos urge impulsar un debate de fondo, un programa de urgencia por la República y un plan de lucha: vivienda, sueldos, pensiones, escuela, sanidad pública, necesidades sociales. Exigiendo medidas de soberanía al Parlamento, que se apliquen las leyes de pobreza energética y las otras leyes suspendidas de contenido social.
2.- Sólo las políticas de izquierdas pueden ensanchar la base de la República. Hemos de impulsar el debate político en los CDR’s, la plataforma política y sindical que impulsó la huelga del 3 de octubre, en diálogo con la ANC y Òmnium pero sin esperar a sus acciones. Un plan de movilización que junto con las reivindicaciones antirepressives haga suyas las demandas de los sectores populares, también ante el Gobierno Torra. Esta es la verdadera lucha para ensanchar la base, para ganar a la población trabajadora.
3.- Movilización permanente para parar la represión. Es necesario que el Parlamento decrete la amnistía con libertad por los presos y el regreso de los exiliados. Hay que abrir las prisiones con el apoyo de manifestaciones en las puertas.
4.- Nuestra lucha es la misma de todos los pueblos del Estado español contra la Monarquía y el régimen del 78. La lucha del pueblo catalán no puede quedar aislada. Las luchas contra la Monarquía y el régimen que se empiezan a dar en todo el estado son también nuestra lucha. La solidaridad entre pueblos es nuestra gran aliada.
Lucha Internacionalista (UIT-CI)