El 12 de abril de 1931, se celebraron en España elecciones municipales, que, pese a los resultados globales, provocaron la caída de la monarquía y la proclamación de la Segunda República.
Las elecciones se convocaron con el objetivo de consolidar el sistema, conseguir mayor apoyo popular y evitar que Alfonso XIII perdiera el trono, y lo perdió. «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo…», declaraba el rey desde el exilio.
Han transcurrido cuarenta y cinco años desde que se reinstauró, restauró o instauró (que fue la opción de Franco) la monarquía como forma de Estado, con un rey impuesto por el dictador, no quedando sujeto a un referéndum ciudadano (Manifiesto Intelectuales por la República). El precio que se pagó en el proceso de Transición de la dictadura a la democracia, fue el trágala de la monarquía. No fue ruptura democrática y se articuló una reforma pactada, bajo la presión ejercida por el Ejército surgido del golpe de Estado de 1936 contra la Segunda República. La institución monárquica es obsoleta, anacrónica y contraria a los principios de la democracia.
El 12 de Abril, se eligieron cerca de ochenta mil concejales y estos a su vez a los alcaldes en 8.943 distritos. La monarquía era un símbolo de decadencia, y republicanos y socialistas, decidieron convertir las elecciones municipales, en un verdadero plebiscito sobre la continuidad de la monarquía en España. En 1978, la monarquía instaurada, quedó reflejada en una serie de preceptos constitucionales con perfiles poco democráticos. El artículo 1.2 proclama que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado, y por otro lado el artículo 56, apartado 3, establece que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Todo es una flagrante vulneración del principio de igualdad entre todos los españoles que proclama la misma Constitución. Por sus contradicciones hay que cambiarla.
Los resultados de las elecciones del 12 de abril, dieron el triunfo a las candidaturas republicano-socialistas en 41 de las 50 capitales de provincia. La ciudadanía madrileña, cuando comenzaron a conocerse los resultados, se echó a la calle para proclamar la República. «Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano«, declamaba Antonio Machado por la llegada de la deseada República. En 36 horas el reinado de Alfonso XIII llegaba a su fin. Fue un proceso rápido, limpio e incruento. La monarquía se había vuelto incompatible con los que creían en un régimen democrático y la República empezó a postularse como la única opción de futuro, incluso para los monárquicos que abandonaron al rey.
Todo había comenzado en abril de 1930, cuando Indalecio Prieto en el Ateneo de Madrid afirmaba: «Es hora de las definiciones. Hay que estar con el rey o contra el rey«. Así se fraguó el Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930, al que se sumaron el PSOE y la UGT en octubre, convocando una huelga general que iba a ir acompañada de una insurrección militar para meter a la Monarquía en los archivos de la Historia y establecer la República sobre la base de la soberanía nacional representada en una Asamblea Constituyente. Hoy como ayer: ¡Viva España con honra! ¡Viva la República! (Manifiesto revolucionario de diciembre 1930).
Con el manifiesto dirigido a intelectuales, firmado por Marañón, Pérez de Ayala y Ortega y Gasset , creaban la Agrupación al Servicio de la República. En él se decía «Cuando llegan tiempos de crisis profunda, en que, rota o caduca toda normalidad, van a decidirse los nuevos destinos nacionales, es obligatorio para todos salir de su profesión y ponerse sin reservas al servicio de la necesidad pública». Se proponían movilizar a un copioso contingente de propagandistas y defensores de la República española. Se hacía un llamamiento a todo el profesorado y magisterio, a los escritores y artistas, a los médicos, ingenieros, arquitectos y técnicos de toda clase, a los abogados, notarios y demás hombres de ley, y de forma especial a la juventud.
El Socialista, del 15 abril de 1931: ayer se proclamó la República en España. El pueblo se entregó a manifestaciones delirantes de entusiasmo. ¡Viva España con honra y sin Borbones! Anunciaba la composición del Gobierno provisional: Presidencia, Niceto Alcalá Zamora (Derecha Liberal Republicana), Alejandro Lerroux (Republicano Radical); Fernando de los Ríos (PSOE); Manuel Azaña (Acción Republicana); Santiago Casares Quiroga (Federación Republicana Gallega); Miguel Maura (Republicano Conservador); Álvaro de Albornoz; (Republicano Radical Socialista); Francisco Largo Caballero (PSOE). Quedaban por cubrir algunas carteras cuyos titulares se encontraban exiliados: Marcelino Domingo, Luis Nicolau, Indalecio Prieto y Diego Martínez Barrio.
Antes, el día 13, se había reunido en el Palacio de Oriente el Consejo de Ministros, para adoptar una postura ante los resultados del día anterior. Enseguida se identificaron dos posiciones enfrentadas: Hay que constituir un gobierno de fuerza, implantar la censura y resistir, era la postura de Juan de la Cierva, apoyado por el conde de Bugallal y el marqués de Alhucemas. El resto, encabezado por el conde de Romanones pensaban que estaba todo perdido. Esa misma tarde el comité revolucionario republicano-socialista, hizo público un comunicado en el que decía que el resultado de las elecciones había sido desfavorable a la Monarquía y favorable a la República y anunciaba su propósito de actuar a fin de dar inmediata efectividad a los afanes implantando la República.
La monarquía, herida de muerte, recibió la puntilla por el director de la Guardia Civil, al proclamar su adhesión a la República, que ya tenía un Gobierno Provisional. Eibar fue la primera ciudad donde se izó la bandera tricolor. Los acontecimientos se habían precipitado. El rey comenzaba su exilio y Alcalá Zamora, Azaña y el resto de los que serían nuevos ministros entraban en el ministerio de la Gobernación en la Puerta del Sol. Nacía la Segunda República. Vivió hasta el fin de la guerra, tras el golpe de estado militar, católico y fascista.
El día 14 de abril se dictó el primer decreto. El Gobierno provisional de la República había tomado el Poder sin tramitación ni resistencia ni oposición protocolaria alguna, es el pueblo quien le ha elevado a la posición en que se halla, y es él quien en toda España le rinde acatamiento e inviste de autoridad. En virtud del decreto, el presidente del Gobierno Provisional, Niceto Alcalá Zamora asumía la jefatura del Estado con el asentimiento expreso de las fuerzas políticas triunfantes y de la voluntad popular.
El Gobierno provisional, al recibir sus poderes, manifestó que dado el origen democrático de su poder y en razón de la responsabilidad en que deben moverse los órganos del Estado, someterá su actuación colegiada e individual al discernimiento y sanción de las Cortes Constituyentes. Igualmente, el Gobierno, adoptó como norma depuradora de la estructura del Estado, someter, en defensa del interés público, a juicio de responsabilidad, los actos de gestión y autoridad pendientes de examen, desde la disolución del Parlamento en 1923: así como abrir expediente de revisión en los órganos oficiales, civiles y militares, a fin de que no resulte consagrada la prevaricación ni acatada la arbitrariedad habitual en el régimen que termina.
El Gobierno provisional hizo pública su decisión de respetar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el Estado en momento alguno pueda pedir al ciudadano revelación de sus convicciones religiosas, orientando su actividad, no sólo en el acatamiento de la libertad personal y los derechos ciudadanos, sino que aspira a ensancharlos, adoptando garantías de amparo. Se declaró la propiedad privada, garantizada por la ley. El Gobierno, sensible al abandono absoluto en que ha vivido la inmensa masa campesina, al desinterés de que ha sido objeto la economía agraria, adoptó como norma de actuación el reconocimiento de que el derecho agrario debía responder a la función social de la tierra.
Por su parte, el Presidente del Gobierno provisional, decretaba la más amplia amnistía de todos los delitos políticos, sociales y de imprenta, sea cual fuere el estado en que se encuentre el proceso, incluso los ya fallados definitivamente, y la jurisdicción a que estuvieren sometidos. Igualmente se decretó fiesta nacional el 14 de abril; y se adoptó como bandera nacional la tricolor, mediante decreto del 27 de abril (Gaceta 28 de abril).
Con la proclamación de la Segunda República, se abrían inmensas perspectivas. No sólo se pretendían reformas políticas, sino que se quería atacar el problema de fondo, mediante un cambio profundo de las estructuras sociales, económicas y culturales. Era necesario poner en marcha un ambicioso programa de reformas que lograra poner a España en la modernidad. Tras la celebración de elecciones legislativas el 28 de junio de 1931, se inició un proceso constituyente.
No nos caerá otra breva como aquella de Abril de 1931, el 28 de Mayo en las próximas elecciones municipales y autonómicas, pero debería. Los partidos democráticos en contienda, deberían incluir en sus programas, como objetivo prioritario, la constitución de una República como modelo moderno de convivencia; como un anhelo de justicia y libertad del pueblo español.
Hemos de reivindicar la República el 12 de Abril, el 14 y el 28 de Mayo, por la democracia, la libertad y la recuperación histórica.
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